|
|
Desacierto,
política educativa y del árbol que no deja ver…
Por Gabriel Brener *
Fueron desacertadas las palabras presidenciales sobre los tres meses de
vacaciones y las cuatro horas de trabajo de los docentes. Aunque solo fue un
pasaje fugaz entre diversas apreciaciones no menores en materia educativa, lo
que prendió en el cuerpo docente es aquella descripción sentida como
descalificación, y más aun a remolque de paritarias fracasadas. A diferencia de
varios presidentes que escuché (y lo hago desde los 80) que solo discurseaban
con progresismo pedagógico pero sus políticas efectivas, tal como el juego del
pacman se iban comiendo la promesa de cada palabra, en este caso los
desafortunados términos no se corresponden con los cambios de política educativa
de los últimos años. Quiero decir que la apertura de paritarias como mecanismo
de sostén democrático de institucionalidad educativa, la mejoría progresiva del
salario docente ( aun deficitaria, el porcentaje del PBI destinado a educación,
la ley nacional y de educación técnica, las políticas de inclusión digital entre
otras, dan cuenta de otro rumbo en las políticas públicas en educación, a
contramano del vaciamiento del Estado y la gesta mercantil del neoliberalismo,
por supuesto aun muy lejos del logro de una escuela inclusiva y democrática .
Es admirable la elocuencia discursiva de nuestra mandataria, incluso (y algunos
critican este aspecto) suele entusiasmarse con cierto registro pedagógico. Y
precisamente lo que aquí ha fallado es su registro de la sensibilidad docente en
aquello que refiere a dedicación y relación con el trabajo. Quizás porque metió
el dedo en aquellas fibras intimas que activan la cualidad defensiva de un
espíritu de cuerpo y los docentes solemos operar de ese modo cuando nos sentimos
agredidos. Y así como hay quienes se ajustan al reglamento, con consecuencias
lamentables, una enorme cantidad de docentes invierte mucho tiempo y energía
fuera de la escuela para ser mejores en ella.
Y me hago cargo de pertenecer a este cuerpo para decir que varias veces solemos
tirar la pelota para afuera cuando se trata de nuestros problemas. Con estos
pibes no se puede, y que querés con la familia que tiene, a mi no me prepararon
para esto, yo no puedo con este sistema, etc.
Richard Sennett (1) llama pronombre peligroso a un falso nosotros, que lejos de
referir al hacer cooperativo que confiere identidad a un colectivo, se trata de
un nosotros que se cierra sobre si mismo marcando frontera con lo que queda por
fuera, un nosotros defensivo que percibe aquello como amenaza o agresión.
En el cotidiano escolar para muchos colegas a veces la TV representa esa
amenaza, o las tecnologías digitales, con las net y los celulares a la cabeza.
Resistimos su ingreso, amortiguamos sus efectos y no hacemos otra cosa que
mostrar nuestros defectos. Alejando aun más la cultura escolar de aquellas
culturas infantojuveniles de la revolución digital.
Otras veces las familias ocupan esa sombra amenazante. Cuando no podemos con un
pibe invocamos a cuatro vientos que aparezca su familia, aunque a los poco
minutos estamos deseando que la familia de fulano deje de venir a la escuela y
nos deje educar a su hijo tranquilos.
Ante aquel “pronombre peligroso”, herencia de una escuela en la que prevalece el
trabajo individual por sobre el colegiado, ante aquel nosotros ultrajado por el
tsunami neoliberal del individualismo como salvación, prefiero un nosotros que
recupera la resistencia de la CTERA sosteniendo con sus manos la escuela pública
vaciada por el Estado y estigmatizada por el mercado y que ha demostrado que ser
docente y no luchar es contradicción pedagógica. También elijo un nosotros que
reconozca al ausentismo docente como asunto grave a cambiar, que no es otra cosa
que defender la escuela pública, un nosotros que jerarquiza el derecho del
educador como trabajador y la escuela como derecho social, anteponiendo siempre
los derechos de los más pequeños.
Elijo un nosotros que critica las palabras fuera de lugar, que necesita
rectificaciones, y que puede ser autocritico. Un nosotros que reconoce el
sentido del tránsito político más amplio, y no queda entrampado con una
infracción. Un nosotros de mirada crítica sin caer en la trampa del árbol que
impide ver el bosque.
Me anima la mecha encendida de un nosotros que incluye al gobierno y a la CTERA,
con todas sus diferencias, desprolijidades e intereses en conflicto, y la
urgente necesidad de llegar a un acuerdo. Casi con la misma intensidad que me
desanima la premonición de aquello que tanto escuche desde chico, que si entre
hermanos se pelean…
(1) SENNETT, Richard (2000): La corrosión del carácter. Las consecuencias
personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona, Anagrama.
Martes 7 de Marzo de 2012
* Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción
del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de
escuelas. Docente e Investigador de la UBA. Ex director de escuela secundaria.
Co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.
|
|
|
|