¿Valió
la pena?
Por Enrique Gil Ibarra
En ocasiones, cuando uno termina una tarea o un trabajo específico, se
pregunta: ¿valió la pena? ¿Justificó el resultado los esfuerzos realizados?
Hace años, Paco Urondo me dijo, refiriéndose a nuestra militancia en la
izquierda peronista: “tiene que valer la pena”, y era en ese momento
evidente que la frase involucraba ya no la posibilidad, sino la certeza de
que pocos de nosotros lograríamos sobrevivir.
Tal vez resulte absurdo preguntarse lo mismo cuando se cumplen 200 años de
la vida de un país. Pero ¿pensaría hoy Mariano Moreno que su sospechosa
muerte en el mar fue un precio menor por los resultados posteriores?
Quizás hubiera dado French órdenes distintas a aquellos que integraban su
grupo revolucionario y a los que proporcionaba las cintas de colores para
que pudieran reconocerse entre la multitud de mayo.
Es posible que hubiera cambiado la historia el Virrey Cisneros si se negaba
a seguir el consejo de instaurar el libre comercio, antecedente de nuestras
relaciones comerciales con Gran Bretaña.
Estos doscientos años –de los cuales muy pocos pueden denominarse seriamente
“argentinos”- deberían inducirnos a reflexionar sobre el tipo de Nación que
hemos construido. ¿Cuántas veces hemos avanzado un pequeño paso para
retroceder tambaleantes y confundidos hasta quedar muy atrás de la línea de
inicio?
Y aunque sea un ejercicio vano, al reflexionar sobre estos doscientos años
no podemos dejar de utilizar la imaginación, y con el diario no ya del
lunes, sino del viernes siguiente, elegir hitos al azar y suponer qué
hubiera sucedido si...
....No hubiéramos participado de la Guerra del Paraguay
....Rosas no hubiera perdido la batalla de Caseros
....Sarmiento no hubiera llegado a Presidente de la Nación
....El vicepresidente Julio a. Roca (h) no hubiera firmado con Inglaterra el
Pacto Roca – Runciman
....Rawson, Ramírez y Farrell no hubieran hecho su revolución del 43
....Juan Perón no hubiera hecho la primaria en Buenos Aires y se hubiera
quedado a vivir en Camarones, Chubut.
....en 1973 hubiera ganado Balbín
....Perón no hubiera muerto en el 74
....Sourrouille no hubiera sido Ministro de Economía de Alfonsín
Y cientos de otros puntos significativos de nuestra historia, lejana o
reciente, que signaron nuestro actual destino histórico al día de hoy. Sin
duda en nuestra sufrida patria, la mariposa y su sutil efecto han sido
resueltamente desplazados por un guanaco febril y desbocado, que desde la
época de los caudillos alterna saltos espasmódicos con escupitajos
hediondos.
Los 200 años nos encuentran también en una Latinoamérica oscilante, tan
fracturada ideológicamente como nuestra Argentina, avizorando caminos
posibles que se bloquean o anulan mutuamente y abren sendos futuros
irreconciliables.
No se entienda por esto que se propone negociar lo innegociable, o ceder con
vergüenza las exigencias de libertad, independencia, justicia, equidad,
solidaridad, que por fortuna hemos logrado sostener en el tiempo aunque
fuera por necia y utópica terquedad.
Por el contrario, y para evitar que el tricentenario nos encuentre aún
desunidos y dominados, sería interesante acelerar la utilización de las
herramientas que la globalización –justamente criticada por sus resultados
inequitativos- ha puesto en nuestras manos. El fortalecimiento real del
UNASUR, la puesta en circulación de la moneda única sudamericana, el
lanzamiento del postergado “Banco del Sur”, serían formas más efectivas de
festejar este bicentenario que en rigor de verdad no es sólo argentino sino
también sudamericano.
Pero quizás no sea justo terminar estas reflexiones con un sabor tan amargo,
porque sería correr el riesgo de no ver las oportunidades cuando se
presentan, como le pasara menos de un mes antes de la Revolución a Cornelio
Saavedra, cuando les decía muy calmo a sus seguidores “Aún no es tiempo;
dejen ustedes que las brevas maduren y entonces las comeremos”(1).
Existen algunos indicios –quizás no tan contundentes como nos gustaría- de
que las brevas van madurando. Por supuesto que siempre están aquellos que
prefieren inundar el suelo de agua esperando que las raíces de la higuera se
pudran, pero la Argentina ha demostrado ser un árbol bastante resistente.
Debemos concluir que pese a todo, y hasta hoy, valió la pena.
(1) Crónica Histórica Argentina, Tomo I, pág 145. (1968) Ed. CODEX.
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