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Rodolfo,
te escucharon
Por Lilia Ferreyra
Treinta y cinco años después de su asesinato. 35 años después de que descargara
en un buzón las primeras copias de la Carta Abierta a la Junta Militar, ayer fue
plantado ese excepcional texto, cuya vigencia atraviesa las décadas, a metros
del Casino de Oficiales, el edificio donde funcionó el núcleo del centro
clandestino de la ESMA, desde donde fueron eliminadas en los vuelos de la muerte
unas cinco mil personas y desde donde desaparecieron el cuerpo acribillado de
Rodolfo Walsh.
No fue sólo un acto de homenaje al hombre que la escribió –Rodolfo no lo habría
querido así– sino a los miles de desaparecidos. Porque la Carta, contemporánea
de los hechos que denuncia, fue una de las voces más potentes que se alzaron
para golpear las conciencias ante el exterminio que estaba llevando a cabo la
Junta Militar para imponer un modelo económico que “castigaba a millones de
seres humanos con la miseria planificada”, eje medular del testimonio de Walsh.
Después de aquel 25 de marzo de 1977, su difusión inicial fue clandestina. Se
hicieron infinidad de copias que se enviaban al exterior y que se despachaban
por correo a direcciones tomadas al azar de la guía telefónica. La primera
noticia que tuvimos de su publicación en un medio masivo fue en 1978, en un
diario de Venezuela. Como una piedra arrojada al agua, se fue reproduciendo en
círculos cada vez más amplios por argentinos exiliados en distintas ciudades de
América latina y Europa.
En nuestro país, con la reinstalación de la democracia, la Carta fue editada en
diversas publicaciones y fueron las Madres, las Abuelas y los organismos de
derechos humanos quienes la eligieron por su inapelable verdad para su lectura
pública y colectiva en actos en que se conmemoraban nuevos aniversarios del
nefasto golpe militar del 24 de marzo de 1976. Hace poco más de un año, en el
ahora Espacio para la Memoria y los Derechos Humanos, surgió la posibilidad de
instalar la Carta en ese predio recuperado en el 2004, gracias a la imbatible
lucha por la memoria, la verdad y la justicia que encabezaron durante décadas
los organismos de derechos humanos. Y gracias al ex presidente Néstor Kirchner,
quien tomó la decisión política de hacer realidad esa recuperación y se animó
–”el hombre que se anima” que tanto valoraba Rodolfo– a ordenar descolgar en un
gesto histórico el cuadro de Videla, marcando así el rumbo irreversible del fin
de la impunidad.
Instalar la Carta en el predio de la ex ESMA es un acto de libertad conquistada
por esa conjunción de voluntades históricas y políticas. Y fue un desafío
arribar a su realización, un esfuerzo y dedicación de los trabajadores del Ente
Público en concretar la idea que sugirió León Ferrari, cuyo hijo Ariel fue
desaparecido en la ESMA, quien brindó su talento y su profunda humanidad para
contribuir a concebir esa obra. Son catorce paneles de vidrio dispuestos como un
biombo desplegado en los que se grabó el texto con la misma tipografía con la
que Rodolfo Walsh la escribió en su Olympia portátil. Y la Carta está ahí, en el
bosque de eucaliptus, los altos árboles que también sombreaban la casita de San
Vicente donde Walsh tipeó durante más de tres meses esas páginas. Ahí está
plantada, casi frente a esas paredes, sótanos y altillos del ex Casino que
fueron testigos mudos del horror de lo que allí sucedió, para que los que
recorren ese lugar que estremece puedan caminar unos pasos y ver y leer en la
Carta que es posible vencer al terror cuando se entiende que no fueron
“desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma” de esa
Junta Militar y que es posible encontrar resquicios para animarse a actos de
resistencia aun cuando imperen la opresión y la injusticia.
En marzo de 1977, desde esa proyección de su pensamiento que siempre trascendía
su posible tiempo vital, Rodolfo decía que iban a pasar varias décadas para que
el pueblo argentino pudiera renacer del daño causado por esa dictadura. En esa
apuesta, los dos últimos párrafos de la Carta son hilos tendidos que se bifurcan
hacia el futuro. El penúltimo revela el tiempo pasado en el que fue escrito y el
presente de su consecuencia: “Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de
hechos malvados, no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general
Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún
cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las tres Armas que meditaran
sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que,
aun si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas
formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del
pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del
estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas”.
El último párrafo, como el primero, reafirman su identidad y autoría: “Estas son
las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido
hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la
certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo
de dar testimonio en momentos difíciles”.
En un diálogo imposible porque trasciende la muerte, quisiera decirle: Rodolfo,
te escucharon. La Carta llegó hasta aquí. La esperanza insobornable de tu
apuesta al futuro alumbra este día de justicia.
26/03/12 Página|12
A
35 AñOS DEL CRIMEN DEL ESCRITOR SE INAUGURO EN LA EX ESMA UNA INSTALACION
SOBRE SU CARTA A LA JUNTA MILITAR
Carta abierta por la memoria de Walsh
En un acto organizado por el Espacio por la Memoria y Derechos Humanos,
Eduardo Jozami y Lilia Ferreyra recordaron a Rodolfo Walsh y presentaron la
obra de León Ferrari, que reproduce el texto
difundido por el escritor antes de ser asesinado.
Por Alejandra Dandan
Eduardo Jozami hablaba de la Carta de un escritor a la Junta Militar. Y del
modo en el que durante años la interpretación quedó entrampada por la
lectura original de Gabriel García Márquez, compañero de Rodolfo Walsh en
Prensa Latina. García Márquez difundió la Carta poco después de la
desaparición de Walsh como “una obra maestra del periodismo” y dijo que eso
le había costado la vida. “La difusión enorme que adquirió la Carta a partir
de ese momento hizo costumbre vincular de manera directa la desaparición de
Walsh con la Carta Abierta a la Junta Militar –dijo Jozami–. En realidad no
era difícil pensarlo de esa manera, pero era imposible que una carta enviada
ese mismo día, desde un buzón, haya provocado eso. La desaparición no ha
sido por la Carta, sino porque era un militante político que durante años
integró una organización que resistía la dictadura militar.”
A 35 años del asesinato de Rodolfo Walsh, el Espacio por la Memoria y
Derechos Humanos inauguró ayer en el predio del ex centro clandestino de la
Escuela de Mecánica de la Armada una instalación de diez paneles de vidrio
con la transcripción completa de la Carta Abierta a la Junta Militar, el
texto que Walsh tenía en sus manos y había enviado por correo el 25 de marzo
de 1977 poco antes de su muerte. La instalación se hizo a partir de una idea
del artista plástico León Ferrari, cuyo hijo Ariel fue uno de los detenidos
desaparecidos de la ESMA. Quedó montada en el espacio del “bosque de
eucaliptos”, frente el antiguo edificio del Casino de Oficiales. Jozami, que
es director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, amigo y
compañero de militancia de Walsh, enlazó esa ubicación con los últimos
momentos Walsh.
“Hace 35 años, un día como hoy, posiblemente a una hora cercana a esta (las
seis de la tarde), llegaba a este lugar el cuerpo de Rodolfo, posiblemente
ya sin vida –dijo Jozami en el comienzo–. En el Casino de Oficiales de allá
enfrente fue visto poco después su cuerpo ya convertido en cadáver. No se
sabe bien qué ocurrió después y tal vez no sea importante abonarnos a las
búsquedas de hipótesis macabras, porque Rodolfo Walsh está hoy acá con
nosotros, con este homenaje que se le rinde seguramente al texto más
importante que tiene que ver con la última dictadura argentina y uno de los
textos fundamentales de la literatura política argentina.”
En el homenaje, entonces, con Walsh corporizado en las dimensiones enormes
que ahora adquiere su Carta, hubo tiempo para desentrañar las claves que
todavía encierra ese texto; discutir las interpretaciones que lo dan como un
texto de despedida o de resignación y rescatarlo como un legado político que
inscribió a Walsh como uno de los intelectuales comprometidos con la
sociedad y la política de su tiempo.
Estuvo su viuda y compañera Lilia Ferreyra, que leyó un texto que escribió
(ver aparte). Habló del modo en el que se hizo esa Carta, por momentos
visionaria. Habló de los tres meses en los que tecleó y corrigió el texto
–en una máquina Olympia portátil–, que ella hoy es capaz de repetir de
memoria. Y donde le dice en el último párrafo, a modo de diálogo íntimo,
“imposible porque trasciende la muerte”: “Rodolfo, te escucharon: la carta
llegó hasta aquí”.
En las primeras filas, escucharon las Madres de Plaza de Mayo, entre otras
Vera Jarach y Laura Conte, que levantaron y bajaron las cabezas como si
supieran de sobra de ese dolor del que se habló en el espacio marcado como
escenario. Lita Bointano, de Familiares de Desaparecidos; Lila Pastoriza,
del Espacio para la Memoria, compañera de Jozami y de quien él recordó que
salvó el original de la Carta a Vicky, que Walsh escribió a sus amigos
después de la muerte de su hija, un texto robado en el ataque a la casa de
San Vicente, ocurrido al día siguiente del crimen.
Hubo representantes de distintas embajadas. Estuvieron Miguel Angel
Estrella, embajador argentino ante la Unesco, y el legislador Aníbal Ibarra.
Cuando Verónica Castelli, de Hijos, mencionó la presencia de la familia del
secretario de Derechos Humanos de Nación, Eduardo Luis Duhalde, internado
desde hace tres semanas, hubo un aplauso. Jozami destacó que es el encargado
de llevar adelante la política más avanzada y democrática en derechos
humanos de este país.
El resto del encuentro fue la densidad inacabable de la Carta. Jozami
inscribió a Walsh en la “gran tradición popular argentina de los
intelectuales que salieron a comprometerse con la sociedad y la política de
sus tiempos”. Y en el linaje de los grandes intelectuales de la historia que
denunciaron las injusticias, como Voltaire, Emile Zola o Jean-Paul Sartre.
“Parece increíble que un año después (del golpe) hubiera una comprensión tan
clara de todos las dimensiones de la política represiva que se estaba
desarrollando, mientras había sectores políticos que todavía decían que la
dictadura no era tan dictadura o que los desaparecidos tampoco lo eran
tanto”, dijo Jozami. En línea con el subrayado que los organismos de
derechos humanos le dieron este 24 de marzo a la responsabilidad del poder
económico, señaló que se necesitaba la “lucidez” de Walsh “para entender que
la represión de las organizaciones guerrilleras no era el objetivo central”.
Sino que lo era la política del hambre y la miseria que se quería instalar
en Argentina, recordó, en alusión al texto de la Carta.
También hubo momentos de intimidad. Y de una discusión política que llega al
presente. Sobre las interpretaciones de la Carta, Jozami cuestionó a quienes
advierten algo de resignación o de suicidio en el tono. “La minuciosidad con
la que Walsh preparaba su vida futura; su retirada del primer plano del
combate, el momento en el que prepara una resistencia con criterios
distintos, de descentralización de recursos a pequeñas iniciativas y no a
los grandes aparatos... vemos que si había algo que estaba lejos de la
intención de Rodolfo Walsh era el suicidio o la resignación frente a la
opresión.”
¿Entonces por qué ese tono al final de la Carta, casi de despedida? “Los que
se preguntan esto no saben cómo se vivía en aquellos años; no saben lo que
es enterarse todos los días de la caída de un compañero; no saben qué es
vivir durante años esperando esas noticias. Entonces, como lo muestra este
monumento dirigido a todo el pueblo argentino, todo lo que se escribía tenía
el tono dramático de lo que podía ser el último encuentro, la última carta.
En ese sentido, también la Carta es un gran documento literario y gran
testimonio de época, porque nos marca cómo pensaban y cómo vivían y cómo
sentían como seres humanos, profundamente humanos y profundamente
solidarios, los militantes que enfrentaban a la dictadura en aquellos años.”
Hubo un aplauso fuerte mientras caían gotas de lluvia.
DIALOGO CON EL ARTISTA LEON FERRARI,
AUTOR DE LA OBRA
“Se quedó acá y lo mataron”
Ferrari cuenta cómo conoció a Walsh, en los ’70, y dice que “se sacrificó”
al no exiliarse. Confiesa que “ni siquiera pensaba” que una instalación suya
podría exponerse en la ex ESMA y explica que se reprodujo la Carta con la
misma tipografía que usó el escritor.
“Ni siquiera pensaba que mis obras pudieran estar ahí”, dijo el artista León
Ferrari a Página/12. En el bosque de eucaliptos de la ex ESMA ya está
montada, de modo permanente, la instalación que reproduce la Carta Abierta a
la Junta Militar, de Rodolfo Walsh. “Queríamos hacer la carta igual que él,
en la Olympia. Pero tenía que ser mucho más grande”, contó Ferrari. La obra
consiste en un biombo de cristal grueso de unos 15 metros de largo, con
láminas de 2,50 por 1,20, en las que puede leerse el texto completo.
–¿Por qué la Carta Abierta a la Junta Militar?
–La obra me la pidió Lilia Ferreyra, la viuda de Rodolfo. Sus libros son
todos muy importantes, pero esa carta fue fundamental.
–¿Conoció a Walsh?
–Sí, pero muy poco. Nos conocimos en un café. Yo le quería mostrar un libro
mío. Me acuerdo que estábamos en el café y entró la policía. Yo me asusté
pero Rodolfo me dijo: “No te preocupes, vienen a buscar la pizza” (risas).
Y, efectivamente, así fue. El libro era Las palabras ajenas, que no está
escrito por mí, sino que es una recopilación de palabras ajenas. Ese
encuentro fue más o menos en 1970.
–¿Qué le produce a usted esta instalación?
–Me siento muy bien. Pienso que Rodolfo se sacrificó, porque se quedó acá y
en el ’77 lo mataron después de hacer pública esta carta.
–Antes de que se recuperara el predio, ¿alguna vez imaginó que sus obras
iban a estar montadas en la sede de la ESMA?
–No. Me exilié en Brasil en 1976 y pude volver recién en el ’82. Ni siquiera
pensaba que estas obras pudieran estar ahí.
–En su serie “Nosotros no sabíamos” se refiere al tratamiento que los
diarios les dieron a los crímenes de la dictadura. ¿En qué estado cree que
se encuentra la reflexión sobre ese tema?
–Esa muestra es una recopilación de los asesinatos que aparecían en los
diarios como si no fueran asesinatos, como si fueran muertes por
enfrentamientos, por accidentes. Y sin embargo, eran asesinatos. Son 80
páginas tamaño oficio y, en realidad, los diarios mentían, pero se podía
adivinar, sobre todo en las noticias sobre las apariciones de cuerpos en la
costa, o en Uruguay, que se trataba de crímenes. El título y el prólogo del
libro Nosotros no sabíamos tratan la idea de cómo era posible que la gente
dijera “nosotros no sabíamos” si de los diarios se podía adivinar que era la
dictadura la que mataba.
–¿Y hoy piensa que está instalada la idea de cierta complicidad civil?
–Sí, afortunadamente, con este gobierno se han podido hacer investigaciones
profundas sobre la culpabilidad militar y la parte civil.
–Desde “La civilización occidental y cristiana”, usted trató el rol de la
iglesia en los genocidios del siglo XX. Pero en “Nosotros no sabíamos” una
buena parte de la serie está dedicada a la masacre de los Palotinos, ¿cómo
explica esta heterogeneidad dentro de la Iglesia?
–Hubo cuatro obispos que estaban totalmente en contra la dictadura. El
resto, (Antonio) Quarracino y la cúpula de la Iglesia, estaba a favor. Estoy
leyendo un libro de (Christopher) Hitchens que se llama Dios no es bueno,
donde se relatan una cantidad de cosas del Antiguo y el Nuevo Testamento que
muestran que la religión es violenta. En ese sentido, estoy de acuerdo con
un libro de Bertrand Russell, que se llama Por qué no soy católico, que
sostiene que el mundo sería mucho mejor si no existiera la religión.
Entrevista: Sol Prieto
PROPONEN
CREAR UN CENTRO CULTURAL
La casa de San Vicente
Foto: Luciano Zito - LUPA FILMS
Por Ailín Bullentini
La casa de Triunvirato e Ituzaingó, en San Vicente, que albergó al
periodista y escritor Rodolfo Walsh durante los últimos días de su vida y a
su compañera Lilia Ferreyra sigue de pie, pese al tiroteo que sufrieron sus
paredes durante la última dictadura. En la madrugada del 26 de marzo de
1977, un grupo de tareas también saqueó la vivienda, llevándose, entre otras
tantas cosas, escritos inéditos de Walsh. A 35 años de su muerte y de la
desaparición de sus restos, un proyecto de ley busca convertir ese edificio
en un centro cultural.
“Rescatar esa casa es un deber; convertirla en un símbolo de resistencia y
compromiso de lucha es nuestro compromiso por más memoria, verdad y
justicia. Entregarla a las futuras generaciones es nuestro aporte a la
construcción de bases aún más sólidas para nuestra democracia”, expresó el
legislador Eric Calcagno (FpV), autor del proyecto presentado en la Cámara
de Diputados.
En diálogo con este diario, el diputado consideró que la transformación de
la última casa del militante montonero en centro por la memoria es una
manera de contribuir a la difusión masiva de quien fue Walsh, de reconocerlo
por lo que hizo y, además, de hacer extensivo ese reconocimiento al resto de
los desaparecidos: “Las personas que trascienden a través de sus acciones
también son símbolos de muchas otras personas. Me parece importante rescatar
el rol del periodismo comprometido, la importancia de situar los
acontecimientos históricos en su contexto y ayudar así a una mejor
comprensión del presente”, apuntó.
La idea del proyecto, que aún debe tratarse en comisión en la Cámara baja,
es declarar de interés público al edificio –quedando así habilitada su
expropiación– e inaugurar el Centro Nacional por la Memoria Rodolfo Walsh,
decisiones que Calcagno considera “un acto de justicia de por sí”, ya que
esa casa “es un emblema de compromiso con la democracia y la libertad, de la
resistencia misma”, el lugar donde Walsh gestó su Carta Abierta a la Junta
Militar.
De concretarse la iniciativa, el espacio –que funcionaría bajo la órbita y
con recursos de la Secretaría de Cultura nacional y de otros organismos que
deseasen contribuir a su funcionamiento– sería escenario para “la promoción
de los derechos humanos” y la profundización del análisis “de la relación
entre esa área y otras, como los diferentes modelos económicos, su
repercusión en la estructura social y las consecuencias culturales”.
La iniciativa llegó la semana pasada al Congreso nacional. Sin embargo, es
producto de un trabajo que desde hace muchos años se lleva a cabo en “el
territorio”, el partido bonaerense de San Vicente. Como remarcó Calcagno,
“el proyecto de ley es sólo la concreción de un trabajo colectivo”.
26/03/12 Página|12
El
legado literario y periodístico de Rodolfo Walsh
A 35 años de su desaparición a manos de la dictadura militar, el domingo se
conmemoró su figura en un acto en la Ex ESMA . INFONEWS habló con Vicente Zito
Lema, compañero de militancia y profesión de Walsh . En 2011, se condenó a sus
asesinos en un fallo histórico.
Por Nicolás Peralta
Investigación exhaustiva, convicciones políticas claras y gran utilización del
lenguaje. Rodolfo Walsh tenía 50 años y militaba en la organización Montoneros
cuando el 25 de marzo de 1977 fue emboscado por un grupo armado de militares y
civiles en una esquina del barrio de San Cristóbal, en la capital argentina.
En dialogo exclusivo con INFOnews, Vicente Zito Lema (poeta, dramaturgo,
periodista, filósofo y docente argentino), contó los aspectos más memorables de
la personalidad de este emblemático profesional de las letras. "Para nosotros
Rodolfo era como un hermano mayor", aseguró, y detalló: “Si bien era apenas
cinco años más grande, era alguien que contagiaba, y celebraba la cultura de la
militancia”
Hoy Walsh es sinónimo absoluto de periodismo, literatura y militancia. “No le
gustaba ser maestro, era demasiado tímido, a pesar que todos lo sentiamos así
por su calidad humana y vigor intelectual, y además, por cómo generaba respeto y
respetaba a los demás”, dice Zito Lema.
Y se entusiasma: “Despertaba las ganas de hacer en otros, como Osvaldo Bayer
para nombrar a otro símbolo de aquella época. Siempre te ayudaba, guiaba y por
sobre todo, siempre daba el ejemplo. Nunca encontré la menor incoherencia, de
esas que todos tienen, tenemos, y que pueden llegar a ser entendibles”.
Este periodista le preguntó cómo era Walsh en la cotidianidad y a nivel
profesional. Zito Lema responde: "Era muy exigente con él, muy duro con él mismo
y una persona de más rigurosa. No permitía entablar amistad rápidamente, tardaba
en abrir el corazón pero cuando lo hacía te exigía como a él mismo, la mejor
manera demostrarte cariño”.
Vicente describe al creador del género de no ficción (alquimia entre periodismo
y literatura) como alguien “calmo, enérgico, coherente con su pensamientos y
principios, que cuando te tomaba por su amigo o compañero era altamente
exigente, tan duro como protector”. Y lo resume como “un corajudo”.
“El mote de Símbolo es bien ganado, o de héroe, está bien ganado por el valor de
su carta a la dictadura. Pero Él rechazaría esa imagen. Él es uno más de todos
los militantes de aquella época, uno más de los desaparecidos. Es entendible que
la gente deposite en él ese espíritu de un época. Pero le gustaría que lo
recuerden por ser un gran militante revolucionario, como tantos otros”.
Ante el inminente secuestro, Walsh se resistió pero fue herido de bala, y su
cuerpo llevado en un automóvil a la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA),
uno de los principales centros de detención ilegal y torturas de la última
dictadura (1976-1983).
Minutos antes de ser raptado y desaparecido, Walsh despachó en varios buzones su
llamada “Carta Abierta a la Junta Militar”, en la que denunció los crímenes
cometidos por quienes un año antes habían derrocado al gobierno peronista de
María Estela Martínez de Perón.
En un clima de censura y terror que dominaba al país, Walsh afirmó en su carta
que había “quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos y
decenas de miles de desterrados”, entre otras denuncias y atrocidades del
accionar represivo.
“Para los que defienden la idea de un periodismo militante, el ejemplo de Walsh,
que en un momento de su vida asumió un compromiso político, es obligatorio”,
señaló a dpa Graciela Mochkofsky, autora, entre otros libros, de “Timerman. El
periodista que quiso ser parte del poder”.
Un hito ineludible en la obra de Walsh es “Operación Masacre”, que fue publicada
en 1958 y que aborda por primera vez en el mundo el género de “novela
testimonio” que, nueve años después, resurgiría con “A sangre fría”, de Truman
Capote.
“Operación Masacre” es la investigación periodística del fusilamiento de un
grupo de partidarios peronistas cometido en 1956 por fuerzas militares y
policiales en un basural de la localidad de José León Suárez, en las afueras de
Buenos Aires.
Un año después de aquella publicación, cuyo estilo abordó otra vez en “¿Quién
mató a Rosendo?” y “El caso Satanowsky”, Walsh viajó a Cuba para trabajar en la
agencia de noticias Prensa Latina junto a colegas como el colombiano Gabriel
García Márquez y el uruguayo Juan Carlos Onetti, entre otros.
Su figura se erige en dos monumentos, mientras que más de una decena de libros
abordan su obra literaria y militancia política.
¿Cómo hubiera sido su crónica del pasado 26 de octubre, donde un tribunal
argentino condenó a 12 represores de la última dictadura militar a penas de
prisión perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ex ESMA, en
un fallo que incluyó entre las víctimas de los delitos a las monjas francesas
Alice Domon y Leonie Duquet?
¿Cómo abarcaría en sus análisis cotidianos este presente político que atraviesa
el país?
¿Quién sería Rodolfo Walsh hoy, si no fuera el militante, escritor y periodista,
que desapareció la dictadura en la esquina de Entre Ríos y San Juan?
Infonews
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