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Necios
paralelismos
Por Jorge Zabalza*
1964. 8 de setiembre. Una vez fracasada la invasión de Bahía Cochinos,
pergeñada por la CIA y los “gusanos” con el beneplacito del presidente J.F.
Kennedy, el gobierno de los EEUU dió directivas a la Organización de Estados
Americanos (OEA), su organismo diplomático para América Latina, recomendara
a sus miembros romper relaciones con la Cuba Revolucionaria. El objetivo
evidente era aislarla en el contexto latinoamericano y presionarla para que
se apartara de la URSS. El gobierno de México fue el único con la dignidad
suficiente para reafirmar la autodeterminación de los pueblos como principio
para las relaciones internacionales. El Partido Nacional, que se
vanagloriaba de haber impedido en el pasado la instalación de bases
militares yanquis en territorio uruguayo, tiró por la borda su orgullo y
echó rodilla en tierra para subordinarse a la voluntad del gobierno
imperial. El movimiento popular, por el contrario, reaccionó indignado ante
la claudicación de los gobernantes y manifestó de varias maneras su
solidaridad con el pueblo cubano. Los estudiantes universitarios llenaron la
Avenida 18 de Julio y, para indicar el carácter pacífico de la protesta,
hicieron una “sentada” frente a la explanada de la Universidad. Los caballos
del Regimiento No. 6 de Caballería atripellaron a miles de personas, muchos
heridos, más detenidos, los que pudieron corrieron a encerrarse en el
edificio central de la Universidad. Una ocupación forzada. Esa noche, el
ministro del interior Adolfo Tejera subió al techo del café Sportman (18 de
Julio esquina Tristán Narvaja) y con un megáfono conminó a “desalojar
pacíficamente” la Universidad o, en caso de negativa, un grupo de choque
tomaría el edificio por asalto. Los ocupantes hicieron una asamblea donde,
en función de posturas ideológicas, unos planteaban abandonar el edificio y
los otros queríamos seguir resistiendo.
1964. 12 de setiembre. Se produjo el desalojo “acordado” y a casi todos los
cuatrocientos ocupantes se les tomó las huellas digitales y los datos
personales. Algunos permanecimos escondidos hasta que los “tiras” se fueron.
Cuarenta y tres personas que no pudieron acreditar su condición de
estudiantes fueron detenidos y posteriormente dejados en libertad desde
jefatura. El objetivo del ministro Tejera era doble, por un lado, identifcar
a “quienes estaban detrás de los desmanes” y, por el otro, disuadir y
amedrentar, dar mucho palo para que los estudiantes supieran cuán fuerte y
largo es el brazo de la ley. Sin embargo, la casi totalidad de los que
ocuparon la Universidad aquella primavera del ’64, se metieron de lleno en
la lucha revolucionaria desencadenada a partir de 1968. Se reencontraron en
las salas de tortura y en las cárceles del pachecato y la dictadura; muchos
de ellos, demasiados por supuesto, fueron asesinados y forzosamente
desaparecidos. Tal vez Adolfo Tejera amedrentó a algunos pocos pero, por el
contrario, a la inmensa mayoría nos radicalizó y definió por la Revolución.
Fue un verdadero tiro por la culata.
Esa tarde el compañero Mario García Incháustegui, embajador cubano en
Uruguay, expulsado, subió al avión que lo llevaría a la isla de José Martí.
Una multitud se concentró en la doble avenida del Aeropuerto de Carrasco. La
Guardia Republicana reprimió a sable limpio la manifestación. Más heridos,
más detenidos, de la “Suiza de América” sólo quedaban los restos.
El abajo que se desperezaba...
Por muy civilizado que fuera el discurso y la bien trajeada apariencia de
los gobernantes de la Unión Blanca Democrática (UBD), cada tanto les salía
la fiera del alma y sacaban policía y ejército a la calle.
Por dos veces, en 1963 y 1965, impusieron medidas prontas de seguridad
contra los que ponían palos en la rueda de su política económica, signada
por la primer carta de intención firmada con el FMI. La intensificación del
autoritarismo no amilanó a los asalariados, que en ese 1964 de la ruptura
con Cuba, organizaron su Convención Nacional de Trabajadores (CNT),
convocaron el Congreso del Pueblo para definir el programa popular y el 6 de
abril de 1965 estuvieron en condiciones de concretar el primer paro general
organizado pro la novel central sindical.
La violencia policial contra quienes protestaban por la expulsión del
embajador cubano podía parecer desproporcionada pero, en realidad, al
reprimir a los manifestantes, el gobierno estaba peleando con un temido
fantasma, la posibilidad remota de una insurrección popular como la que
derrotó la tiranía de Batista en Cuba. Reprimían más lo que imaginaban que
lo que ocurría delante de sus ojos. Insuficientes para sostener la vía
pacífica de dominación, los amortiguadores batllistas empezaron a crujir y a
dejar entrever que, en el fondo, la función natural de la democracia
burguesa es asegurar libertades y derechos de unos pocos negando derechos y
libertades a las grandes mayorías populares.
El error de estrategia.
Cinco años antes que Jorge Pacheco Areco emprendiera su escalada de
violencia, el gobierno del Partido Nacional dejó de utilizar los espacios de
negociación (el ministerio de trabajo y el parlamento), y recurrió cada vez
con más frecuencia a la jefatura de policía y los cuarteles del interior, al
echar mano a los uniformados, las balas de goma y las medidas de seguridad
estaban caminando el camino del infierno. Cuando se opta por la represión se
está eligiendo el camino que, más tarde o más temprano, desemboca en el
terrorismo de Estado, tal vez no fueran conscientes, pero lo real es que el
Partido Nacional encendió el motor de arranque.
Es imposible evitar que las desocupaciones violentas y los chorros de agua
no enseñen a deletrear el abecedario de la resistencia. Al atacar con
denuedo a “los que están detrás del asunto”, suponiendo que esos malvados
llevaran del cabresto al resto, inocentes que no saben lo que hacen, todo lo
que se mueve socialmente se vuelve sospechoso y todo es objeto de
persecución. El muro de “carachatas” uniformados, disfrazados de marcianos,
disparando gases lacrimógenos y “munición no letal” fue el instrumento más
eficaz para crear la bronca y avivar la comprensión política de los
golpeados, maltratados y encarcelados.
La responsabilidad por el terrorismo de Estado es extensiva a los gobiernos
previos al pachequismo, que cometieron el error garrafal de dar palos para
desalentar revoluciones. No habían leído a Bertold Brecht y empezaron por
reprimir a unos, después a otros y finalmente desde 1973 no dejaron títere
con cabeza. En lugar de desalentar la lucha, la represión provoca bronca y
movilizaciones en repudio.
Desde la expropiación de los fusiles del Tiro Suizo en 1963, Raúl Sendic
había pasado a luchar desde la clandestinad, pero la gente seguía creyendo
que elecciones y parlamento eran instituciones válidas, que votando cada
cuatro años podía cambiar su condición social. Más allá de los avances en
organización y en definiciones políticas que se lograron entre 1963 y 1968,
el MLN (T) no dejaba de ser un grupo muy pequeño. El crecimiento de los
movimientos guerrilleros y del MLN (T) en particular, vino de la mano de la
masividad de la represión pachequista que castigaba a todos para perseguir a
unos pocos, el régimen de Pacheco creó el clima propicio al desarrollo de la
conciencia revolucionaria al poner punto final al Uruguay Batllista. La
bestialidad de los represores es la mejor propaganda revolucionaria.
El país del olvido y el perdón.
El semanario BÚSQUEDA (No.1656 del 29 de marzo del 2012) informó sobre la
ocupación del Liceo No. 70 por los padres, profesores y estudiantes. No
reclamaban nada fuera de lugar, apenas algo mejor que contenedores como
salones de clase y que se arreglaran los baños. El gobierno renunció a la
paciencia y mandó un comisario a “negociar”.
“El desalojo del liceo se produjo en forma pacífica luego de que un
comisario ingresara la lugar y comunicara a los ocupantes que si no salían
ingresaría un grupo de choque”. Cuesta entender que se califique de
“pacífica” una desocupación realizada bajo amenaza de intervención por un
grupo de choque policial.
Más adelante continúa BÚSQUEDA: “Disparando ‘munición no letal’ la policía
desalojó a los manifestantes golpeando a varios de ellos con palos. Además
de tres camiones había motos Puma en las inmediaciones y una tanqueta
blindada rusa que la policía adquirió recientemente para emplear en
operaciones tácticas. Es igual a los vehículos que las fuerzas especiales
brasileñas usan para ingresar a las favelas” El ministro de todas los
policías, Eduardo Bonomi, afirmó a través de los informativos televisados
que “no hubo mucha represión”, expresión que admite que se reprimió en los
accesos a Montevideo. Para Bonomi fue una especie de “operación quirúrgica”,
aséptica y con bisturí, como las de la fuerza aérea estadounidense, pero sus
balas de goma, de 90 gramos de peso, pueden lastimar y hasta sacarle un ojo
a la víctima. Por las dudas a la vuelta de la esquina apostaron la
“pesada”... cualquier observador desprevenido puede pensar que el ministerio
del interio se sale de la vaina por dar palos.
Se podía haber hecho un esfuerzo mayor para encontrar un camino de salida
que evitara la acción policial, podían haber concurrido parlamentarios
(¿para qué sirven si no es para eso?), al viceministro de Educación y
Cultura o, incluso al ministro Erlich, si se quería poner todos los medios
al servicio del diálogo. No se hizo así y se prefirió enviar un comisario
antes que agotar el diálogo con los padres y trabajadores. Se los ignoró
porque el presidente supuso que “alguien” estaba detrás del reclamo, no
podía creer que sus vecinos del Cerro, que lo votaron a él, se cansaran de
ver las condiciones en que sus hijos están obligados a estudiar y le
pusieran un palo en la rueda. En realidad, para dejarlos conformes bastaría
con asignar un millón de dólares más por día a la educación... aunque para
ello hubiera que quitárselos a esas fuerzas armadas culpables de tantos
crímenes. Por supuesto el progresismo rechaza de plano posibilidades tan
concretas -¡que sería de un gobierno sin milicos! – y por eso, para resolver
el problema de la educación el presidente puso toda su carne en el asador
del acuerdo “multipartidario”... que no se sabe muy bien para qué diablos
servirá, pero que el gobierno lo exhibe como un triunfo.
Se enorgullece de su espíritu abierto al diálogo y la negociación y en ese
sentido exhibe varios éxitos rotundos, como el acuerdo con los intendentes
blancos y colorados para aprobar la ley de patente única de rodados. ¡Cuán
paciente fue el presidente con los generales que se resistían a concurrir al
parlamento el 21 de marzo para cumplir con la condena impuesta por la Corte
Interamericana! La imagen es que se dialoga con todos y con todas, con los
empresarios argentinos, con el asesino de Nybia Sabalzagaray... hasta con
las “damas de blanco” se dialoga. Sin embargo, está claro que Mujica tiene
serias dificultades entablar el diálogo con Ney Thedy, el “peludo” de la
generación de Raúl Sendic. Aunque gusta exhibir su veta humanista con los
pobres “viejitos” presos por asesinar, desaparecer y torturar, no ha
mostrado el mismo talante hacia el veterano colono de 70 años a quien
expulsó de la tierra con cien coraceros. Sufre de asimetrismo, está
predispuesto a dialogar con la derecha y con el arriba pero algo en su
cabeza le impide hacerlo hacia abajo y a la izquierda.
Se puede percibir que el gobierno es proclive a usar la fuerza policial. ¿El
gobierno de Mujica opta por la coerción y la represión a quienes reclaman
por sus derechos? No, no puede ser, nadie puede creerlo, es puro
subjetivismo de los “radicales”, pero sin embargo ¿para qué están comprando
armas, blindados y otros chiches?, ¿quién podía creer que Mujica atacara a
la jueza Mariana Motta que está comprometida con la verdad y la justicia?.
La intensidad de la violencia represiva no puede graduarse, no hay mucha o
poca represión... es represión nomás, como no hay tortura leve o dura, es
tortura a secas. Si el presidente continúa recurriendo al aparato represivo
para quitar los palos de su rueda, se irá diluyendo la imagen de guerrillero
que puso su vida en juego por las clases populares y la gente entrará a
darse cuenta del contenido real de su proyecto político, habrá más desengaño
y más decepción, se multiplicarán los indignados con las actitudes del
gobierno y... las consecuencias no será obra de una conspiración de la
“izquierda infantil” sino de las propias incoherencias y contradicciones del
gobierno. Al parecer está emprendiendo el mismo camino que tomaron los
gobiernos y los partidos políticos en los años previos al autoritarismo
ilegítimo de Jorge Pacheco Areco. Es mucha responsabilidad la que está
asumiendo este elenco de ex-guerrilleros devenidos gobernantes en el
Uruguay.
Por supuesto que estos paralelismos son necios... pero, la realidad es dura
A pesar de que se dió cumplimiento a la sentencia internacional, se está
construyendo el país del olvido y el perdón, se abren espacios a las cada
vez más frecuentes apariciones públicas de los altos mandos dando su visión
y sus opiniones reaccionarias. No me hagan caso, es todo puro subjetivismo,
rencor y envidia.
Publicado en Voces, Uruguay.
* Dirigente histórico del MLN Tupamaros.
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