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La
vuelta de la militancia.
Por Sebastián Artola *
El acto en Vélez terminó de definir el sujeto político del kirchnerismo: la
juventud militante. Habrá que ir hasta los setenta o los primeros años de la
recuperación democrática para ver un protagonismo de los jóvenes semejante
en la política nacional, aunque el mismo, y a diferencia de aquellos
tiempos, ya no gira en torno a la figura del “trabajador” como sujeto de la
Argentina industrial nacida durante el peronismo, ni se encuentra
circunscripto a la condición de “ciudadanos” y bajo el formato clásico de
los partidos políticos, como sería la marca de un retorno constitucional
moldeado por el liberalismo democrático.
En el kirchnerismo la figura del militante se ha constituido en el centro de
su épica y narrativa. Primero, de la mano del propio Néstor, el “presidente
militante”, a través de reencontrar a la política con las ideas y las
convicciones que permitió a una buena parte de nuestra sociedad volver a
creer que otra Argentina era posible.
Su incorrección política, transgresión, entrega, voluntad inquebrantable y
audacia fueron las marcas de un estilo donde no cabía aflojar ni torcer el
brazo, al punto de jugarse la propia vida.
Y en segundo lugar, con los cientos y miles de pibes y pibas que volvieron a
participar en política.
La militancia juvenil kirchnerista nació al calor de los enfrentamientos del
gobierno con las corporaciones, en el tramo que va del conflicto por la
resolución 125 contra las patronales agrarias en el 2008 hasta la sanción de
la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en el 2009, encontrando su
punto más alto en la multitudinaria despedida a Néstor Kirchner en octubre
del 2010, al que reconocieron como el “único héroe en este lío”.
Desde afuera de las estructuras tradicionales, ocupando el espacio público y
bancando la parada en las más difíciles, terminaron de poner fin al ciclo de
captura de la política a manos de alianza entre medios hegemónicos de
comunicación y partidos políticos dominados por “operadores”, “técnicos” y
“políticos profesionales”, que habría de condicionar la democracia en
nuestro país desde fines de los años ’80 hasta entrado el nuevo siglo.
Con el retorno de la política en el 2003, bastaría que la misma eche raíz en
el conjunto social para que la militancia ocupe el centro de la escena
pública y se constituya en la columna vertebral del kirchnerismo.
Ya que la militancia es el momento colectivo y participativo de la política,
y, por ende, más democrático y disruptivo, al situar a los hombres y mujeres
como sujetos de lucha y transformación. No se desprende como dato objetivo
según el lugar que se ocupe en las relaciones de producción, ni se halla
supeditada al marco institucional de acuerdo a un conjunto de libertades que
las más de las veces no pasan de su mera formalidad y mueren en la letra.
De ahí, que el devenir mismo de esta etapa política y sus posibilidades
estén atadas a la militancia y, al interior de ésta, a los jóvenes que la
protagonizan.
En la dialéctica virtuosa entre profundización del cambio, aun después de
los más duros traspiés, y creciente adhesión militante y juvenil, sin dudas,
se halla una de las claves para comprender la recomposición del kirchnerismo
y la contundente reelección de Cristina con el 54% de los votos en octubre
del pasado año.
De ahí también que sea posible pensar el nacimiento del kirchnerismo, en
tanto fuerza política e identidad colectiva, como un acto común que va de la
mano de su encarnadura en los pibes que decidieron salir a ponerle el cuerpo
a este proyecto político.
Esto Cristina lo reconoce mejor que nadie. Fue el agradecimiento más
destacado en su primera aparición tras el fallecimiento de su compañero de
toda la vida, marcó la cancha en el cierre de listas en las últimas
elecciones nacionales y en el discurso de Vélez situó a la nueva generación
militante como “custodios” del modelo y única heredera del kirchnerismo.
Los medios hegemónicos también lo saben. Tiene claro que la identidad entre
política y juventud es un fenómeno muy propio del kirchnerismo, no
extensible a las demás fuerzas políticas por las que hacen campaña, e
incluso distintivo en relación a los similares procesos políticos que se dan
en los países hermanos de la patria grande.
Por algo la sistemática campaña de estigmatización hacia la militancia
kirchnerista, acentuada en los últimos meses. Pero una vez más, la realidad
dio cuenta de la verdad y dejó en orsai al fracturado relato de las
corporaciones. En Vélez volvió la militancia. Porque para los pibes que
desbordaron el estadio de Liniers el futuro ya llegó. Y dejaron claro que
esta vez arrebatárselo no va a hacer nada fácil.
* Lic. en Ciencia Política. Movimiento Martín Fierro, Rosario.
www.sebartola.blogspot.com
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