La
revolución de mayo y el neocolonialismo
Por Aritz Recalde *
Durante el año 1810 recorrió la extensa América del sur, un fuerte reclamo por
el derecho a la afirmación política de los pueblos. En dicho proceso
revolucionario, coexistieron diversas corrientes políticas e ideológicas que se
van a enfrentar a lo largo del tiempo. Una de las manifestaciones del
enfrentamiento entre los proyectos revolucionarios, tuvo que ver con la
interpretación misma de los procesos políticos.
En este marco, la interpretación historiográfica de las jornadas de mayo no fue
neutral y objetiva. Una de las manifestaciones de la parcialidad en la
interpretación historiográfica, la realizó la llamada historia oficial. Dicha
corriente intelectual, tiene entre sus plumas a Bartolomé Mitre, que estableció
que la revolución de mayo se produjo con un sentido anti español, separatista y
favorable al libre comercio. Relativizando esta lectura de la revolución, el
revisionismo histórico argumentó que el libre comercio se sancionó anteriormente
a la revolución (1809) y que durante las jornadas de mayo se produjeron
manifestaciones públicas y documentadas de apoyo al monarca Fernando VII. En
ésta misma línea, el revisionismo demostró que buena parte del partido criollo,
promovió la revolución democrática con el objetivo de modificar la arquitectura
de poder monárquica que cercenaba la participación política de los criollos. No
existía en ellos, el sentimiento anti español y el racismo contra nuestra
condición hispánica mencionado por Mitre. Por el contrario, había en el primer
gobierno patrio y en los ejércitos de liberación, representantes españoles
(Chilavert). Asimismo y en sentido inverso, en el frente monárquico contrario al
gobierno cabildante, se ubicaban individuos nacidos en América (Goyeneche). La
revolución separatista fue declarada recién en el año 1816 y se produjo debido a
la restauración monárquica de Fernando VII y a su negativa a reconocer derechos
políticos a los territorios americanos.
Tal cual adelantamos, la operación historiográfica de Mitre no fue objetiva y
por el contrario, Bartolomé desvirtuó la historia para justificar que la ruptura
con España derivara en un neocolonialismo con Inglaterra. Mitre hizo escuela en
su apología británica y tal es así y por tomar un ejemplo, que contrariando el
sentimiento independentista y revolucionario de mayo de 1810, el 10 de febrero
de 1933 el vicepresidente argentino Julio Argentino Roca (H) sostuvo que la
Republica Argentina “por su interdependencia reciproca es, desde el punto de
vista económico, parte integrante del imperio británico”. Tomando distancia al
proyecto neocolonial mitrista, en el año 1846 San Martín le escribió a Rosas
rechazando la agresión inglesa en el país y sostuvo que “A su recibo ya sabía la
acción de Obligado (…) A un tal proceder, no nos queda otro partido que el de no
mirar el porvenir y cumplir con el deber de hombres libres, sea cual fuere la
suerte que nos depare el destino; que por mi íntima convicción, no sería un
momento dudosa en nuestro favor, si todos los argentinos se persuadiesen del
deshonor que recaerá en esta contienda, que en mi opinión es de tanta
trascendencia como la de nuestra emancipación de España”. Contra la opinión de
San Martín, luego de la batalla de Caseros que derrocó a Rosas, nuestra política
exterior se articuló de manera subordinada a los agresores ingleses de 1806 y
1845 y que ocupaban Malvinas desde 1833. El vaticinio neocolonial de Mitre se
cumplía para desgracia del país y del continente.
El neocolonialismo de los sectores liberales que sostenían que la revolución de
mayo se realizó para acercar el país a Inglaterra o Francia, tuvo otras
importantes consecuencias. El proceso de mayo de 1810 se produjo en el contexto
de las invasiones napoleónicas en España. Gran parte del pueblo ocupado y
referentes como José de San Martín, habían enfrentado al agresor francés. En
esta batalla, se movilizaron desde el año 1808 los liberales españoles
promotores de las juntas populares y de la acción antiimperialista. Pocos años
después de las guerras desatadas contra Francia, Bernardino Rivadavia era
nombrado Secretario del Primer Triunvirato. Rivadavia y paradójicamente, fue
denominado por nuestra historia oficial - con marcada admiración-, como
“afrancesado”. Continuando los ideales de Bernardino en el año 1838, frente a la
agresión Europea contra la Argentina el también afrancesado Esteban Echeverría,
se puso a favor del ocupante, ya que en su opinión “el género humano es una sola
familia y que nadie es extranjero en la patria universal (…) Hay alianza virtual
entre todos los pueblos cristianos tratándose de propagar y defender los
principios civilizadores que los emigrados argentinos debían considerarse, por
lo mismo, aliados naturales de Francia o de cualquier otro pueblo (…) por parte
de la Francia estaba el derecho y la justicia; tuvieron el coraje de alzar solos
la voz para abogar por la Francia y contra Rosas”.
Por otro lado y tomado distancia de la perspectiva liberal dependiente, estaban
los dirigentes de la revolución de mayo como Cornelio Saavedra, Mariano Moreno o
posteriormente, los patriotas de la estirpe de José de San Marín. Estos sectores
promovían la revolución democrática anti absolutista y la independencia frente a
todo tipo de colonialismo sin bandería alguna. El pueblo de las orillas se había
hecho milicia en las invasiones inglesas de 1806 y en 1810 se dirigió a los
cuarteles y a los regimientos de Patricios al mando del teniente coronel
Cornelio Saavedra. En las jornadas de mayo, también se movilizaron la pequeña
burguesía y los intelectuales como Moreno, Castelli o Belgrano.
Entre ambos sectores, existieron fuertes y acalorados debates. Para Saavedra,
Moreno postulaba metodologías extremas inaplicables en el contexto de la época.
Para algunos morenistas, Saavedra era un moderado y un retardatario. Ahora y
pese a sus diferencias, ambos acompañaban el proceso de revolución democrática
anti absolutista iniciada con la Junta de Mayo y negaron cualquier posibilidad
de que nuestro país sea dominado por Inglaterra, por Francia o por cualquier
otra potencia extranjera.
Tal cual comentamos, distantes de la actitud revolucionaria de Moreno o de
Saavedra, estarían los liberales porteños como Rivadavia o Mitre. El sector
liberal abogó por la soberanía política, para poner al país bajo la tutela
económica y cultural extranjera.
Actualmente, la segunda independencia nacional que es la de nuestro desarrollo
económico, cultural y social, sigue vigente. En este marco, la emancipación
definitiva del país y el continente, va a ir sepultando al neocolonialismo y a
sus historiadores. Seremos argentinos y latinoamericanos o no seremos nada.
Junio de 2012
* Editor del blog
www.sociologia-tercermundo.blogspot.com