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¿Por
que están tan enojados?
Por Eduardo Rosa
Marcos Aguinis, en “La Nación” del martes 21 (1) derrama sobre sus lectores
una bacinilla de resentimientos prejuicios y
fábulas. Y como él no es el único, porque se nota en una recurrente parte de
la sociedad una creciente intolerancia pensamos que vale la pena estudiar
sociológicamente el fenómeno para ver si tiene cura o debemos convivir con ello
mientras no busquen en el extranjero lo que antes encontraban en las fuerzas
armadas.
El envenenado artículo (en dos carillas repite 11 veces palabras veneno, pócima
o ponzoña) comienza con el viejo truco de condenar por “parecidos” y en este
caso, como no los hay los fuerza. Es algo similar a la tesis lombrosiana que
tanto predicamento tuvo en las primeras décadas del siglo pasado: El criminal lo
era porque tenía cara de criminal.
Pero ni el Eternauta ni la Bella dama, como se alarma Aguinis se parecen a los
facios de combatimento ni los muchachos y chicas de la Cámpora, o de Kolina o
del Movimiento Evita tienen el rictus hierático y militarizado de las juventudes
hitlerianas ni siquiera se visten con el buzo de Juan Salvo, el vecino de
Vicente López devenido en eternauta. Cita al pasar las “armas” con las que la
enfeberbecida imaginación de algún trasnochado le adjudica a la magnífica obra
norteña de Milagros Sala. Juega con las palabras. El “Amado Líder” norcoereano
se trastoca en “Amado Boudou” en una frase que no se comprende bien que quiere
decir: pero si se comprende la intención: ligar mediante la telaraña verbal los
personajes que cargan a sus espaldas condenas mediáticas o reales con el odiado
gobierno argentino.
No es necesario explicitar aquí la enormidad del vómito de este escritor porque
todo lo dicho no resiste el menor análisis, pero si vale la pena preguntarse
¿Por que está tan enojado? Y consecuentemente, ¿Por qué una parte de la sociedad
está tan intolerante con la opinión mayoritaria?
La explicación pareciera surgir inconscientemente del mismo escrito: ya no se
pueden reunir familias enteras ni grandes grupos de amigos porque estalla la
confrontación. Ahora hay elegidos y réprobos, progresistas y reaccionarios,
izquierda y derecha que ni pueden dialogar.
Aguinis ha visto que hasta en las mejores familias (probablemente también en la
suya) hay quienes aprueban y se entusiasma con el actual gobierno. Y NO LO PUEDE
TOLERAR.
Se pregunta: “Si la yunta presidencial ha conseguido amasar una fortuna, quienes
se acercan a ella esperan lograr lo mismo. o un poco, aunque sea”. Sospecha que
su escrito indignará a mucha gente, pero eso será porque quienes se ocupen de
insultar este artículo lo harán por “la rabia que les produce un
desenmascaramiento y el temor de perder sus mal habidos ingresos”.
El liberalismo, que en estas tierras es solo económico siempre supuso móviles
contables afines a su cosmovisión y no pueden entender que alguien no esté de
acuerdo con sus ideas, a no ser que lo haga por plata (no estar de acuerdo con
ellos sin fines de lucro es ¡INTOLERANCIA!)
Supone, en su calenturiento desvarío que se trata de una “legión de autómatas”.
Y se lamenta: “Es patético ver cómo gente grande aplaude y sonríe ante el mínimo
gesto que se manda la Presidenta mientras actúa por cadena nacional”. (noten el
despreciativo “se manda”)
No son nuevas estas fábulas; son de le época del asado hecho con parquet. En
esos años los ancestros de Aguinis daban por probada que la gente que iba a
Plaza de Mayo lo hacía por coacción sindical o por choripán y algún billete. Y
pensaron que haciendo estallar unas bombas ese lazo se rompía y el obligado, con
la excusa de salvar su vida, huiría de la plaza.
Quien escribe esto estuvo allí (15/4/53) y luego de un primer instante de
estupor, cuando la multitud se dio cuenta que era víctima de un atentado, el
grito unánime y quijotesco de “LA VIDA POR PERÓN” galvanizó la plaza y
desconcertó a los esperanzados autores del desatino.
Es preocupante pero no es peligrosa la obnubilación de alguna gente.
Lo de Marcos Aguinis es una excelente nota A UN TONTO HAY QUE DARLE UN TEATRO
PARA QUE HABLE.
Y el estado de irritación de la gente intolerante es una buena señal: José María
Rosa (mi padre) decía en “Rivadavia y el imperialismo financiero”: odian más los
débiles, porque odiar es propio de impotentes; los fuertes no puede decirse que
odian sino que ignoran. El que ignora al pueblo todavía está fuerte en su
"patria" colonial; cuando empieza a odiarlo es que se sabe débil.
Y entonces -cuando se odia al pueblo- es que la oligarquía se sabe débil, y está
cercana la hora de la liberación nacional.”
Agosto 2012
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