Juventud,
trabajo y democracia
Una mirada desde la clase trabajadora sobre los desafíos de la etapa actual
Por Franco Lucietto (27) Delegado de ATE-CONICET (Cap. Fed.) y miembro de la
lista azul de ATE.
y Pablo Reyner1 (33) Secretario de Juventud CTA Nacional (mandato prorrogado) y
miembro de la lista azul de ATE.
Algunas reflexiones introductorias
En el presente artículo nos proponemos indagar sobre la serie de
transformaciones que se operaron en la Argentina de esta última década y los
desafíos en esta nueva etapa en cuanto a la necesidad de profundizar y extender
las prácticas democratizadoras a lo largo y ancho del mundo laboral.
Libraremos una disputa con el espacio físico: el periodo abordado con su
necesario respaldo estadístico minucioso, la interpretación de los antecedentes
históricos, y la vocación de construir una perspectiva político sindical
integradora para la etapa, sería más propio de un libro pero intentaremos
abordarlo de la mejor manera posible.
Vale recalcar que la construcción de nuestra opinión no se encuentra encorsetada
dentro de supuestas neutralidades: Ni las de carácter académico o
epistemológico, ya que consideramos que estas producciones contienen el esfuerzo
intelectual de quienes se encuentran atravesados por el lugar que ocupan en las
relaciones sociales y complementariamente por las diversas culturas políticas y
sociales; Ni las que se erigen de nuestra responsabilidad de representar a
nuestros compañeros trabajadores. El compás que marca el comportamiento voraz de
las clases hegemónicas en la lucha de clases que se libra cotidianamente nos
otorga la dimensión de la conflictividad, ni dentro de una “probeta social”
podría proponerse el suicidio anticlasista de la neutralidad.
ANTECEDENTE HISTÓRICO INMEDIATO
La década de los noventa se caracterizó por la distintiva aplicación del
consenso de Washington, propuesta imperial para las directrices neoliberales,
que en América Latina tuvo a la República Argentina como uno de sus mejores
alumnos. La denominada convertibilidad de la moneda nacional con la moneda
norteamericana en la relación de paridad uno a uno, la reforma del Estado y la
transferencia de las empresas públicas al sector privado, donde convergieron una
fuerte participación de capitales extranjeros y la flexibilización laboral,
fueron emblemas de la época barnizados de un discurso modernizante.
La pérdida de la capacidad del Estado para delinear políticas expansivas en la
economía, y el deterioro de sus herramientas de relevamiento, planificación,
ejecución y sostenimiento tuvieron como correlato una profundización de la
tendencia de extranjerización de las empresas privadas que implicó el cierre de
establecimientos industriales sobretodo de los medianos y pequeños, más
vulnerables ante las crisis del capitalismo, la fuga de divisas y por sobre
todas las cosas una fuerte caída del empleo, la ampliación de la informalidad
laboral y extraordinarios niveles de pobreza e indigencia.
Los desbalances en las cuentas provinciales y nacionales que acarreaban estas
decisiones eran canalizadas a través del endeudamiento estructural. Estos
últimos se incrementaban sostenidamente y los niveles de injerencia de las
instancias prestamistas en la política doméstica se constituían en una violación
flagrante a la soberanía nacional.
EL TENDAL NEOLIBERAL
El resquebrajamiento se manifestó en un momento crítico signado por una
situación interna de altos niveles de conflictividad social y movilización
popular. La incapacidad de hacer frente a los requerimientos de ajuste
provenientes del frente externo con sede en Washington provocó el default de la
deuda externa y la brutal devaluación del tipo de cambio, la mayor de la
historia argentina. Según un minucioso informe “Propuestas para una Política de
Trabajo Decente y Productivo para la Juventud”3 realizado por la OIT en el año
2008, entre los años 1990 y 2001 la tasa de desocupación aumentó de un 6% a un
18,3%, hubo un incremento en el empleo no registrado del 51% acumulado, una
disminución del empleo industrial del 17,6% y la desaparición de 17.000
empresas. La caída del PBI en el año 2001 fue de 24%. La pobreza entre 2001 y
2002 pasó del 38% al 58% y la indigencia de 14% a 28%. En un cruce de datos
verificamos que la tasa de desocupación tuvo su mayor impacto en el 20% más
pobre.
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