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EL
TOF DE COMODORO RIVADAVIA CONDENO A PERPETUA A SOSA, DEL REAL Y MARANDINO Y
ABSOLVIO A PACCAGNINI Y BAUTISTA EN EL JUICIO POR TRELEW
La masacre tuvo su día de justicia 40 años después
Jorge Bautista, Rubén Paccagnini, Luis Sosa y Emilio Del Real escuchan el fallo
que absolvió a los dos primeros y condenó a perpetua a los dos últimos.
Imagen: Télam
La sentencia generó emoción y aplausos entre los familiares de las víctimas, en
Rawson. Anticiparon que apelarán las absoluciones. El fallo marca un precedente
porque retrasa el inicio del terrorismo de Estado en el país.
Por Ailín Bullentini
Desde Rawson
Desde el extremo del escenario reservado para ellos, se las ingeniaron los cinco
acusados en el juicio por la Masacre de Trelew para ubicarse de espaldas al
público. Alguno, incluso, procuró taparse la cara. Tardó la gente, el mediodía
de ayer, en colmar el cine teatro José Hernández de Rawson, en donde se
desarrolló el debate desde su inicio, en mayo de este año, para escuchar en vivo
y en directo la decisión del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia. La
multitud respetó el silencio pedido por el presidente del TOF, Enrique
Guanziroli, al iniciar la lectura del veredicto, silbó en protesta de las
absoluciones de Rubén Paccagnini y Jorge Bautista y festejó con aplausos,
llantos y de pie al grito de “asesinos” las condenas a prisión perpetua e
inhabilitación absoluta de Luis Sosa, Emilio Del Real y Carlos Marandino.
Las absoluciones
La tensión invadía las primeras filas del teatro, en donde los familiares de
quienes fueron asesinados en la Base Almirante Zar de Trelew hace cuarenta años
aferraban manos, se mordían los labios y apretaban los ojos como queriendo, con
ese gesto, obligar al tiempo a avanzar más rápido. Más arriba, integrantes de
Hijos, de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, de
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Esa ansiedad esperanzada con la que todos
sostenían las imágenes de sus fusilados fue la primera en recibir la lectura
inicial de Guanziroli como un aguijonazo: la absolución de Jorge Bautista “por
no haberse probado el delito de encubrimiento”.
El gesto en las caras de los familiares pasó de expectativa a preocupación. La
siguiente decisión despertó silbidos y los murmullos comenzaron a calentar el
ambiente: la absolución de Rubén Paccagnini del cargo de “autor mediato de 16
homicidios reiterados con alevosía y concurso premeditado de dos o más personas
y tres tentativas del mismo delito”. En esta decisión, la jueza Nora Cabrera de
Monella se manifestó en disidencia y recibió aplausos por ello. Dos a cero de
los cinco puntos que se jugaban en esta final que, para muchos, marca un
precedente en la historia argentina porque atrasa el punto de inicio del
terrorismo de Estado tal y como se lo conoce propio de la última, fatal y feroz
dictadura cívico-militar argentina.
Las perpetuas
A Raquel Camps, hija del sobreviviente de la masacre Alberto Camps, se le vino
el mundo abajo. “No podía creer lo que estaba escuchando y no quería seguir
haciéndolo. Tenía miedo de que el resto de las condenas fuera igual. Quise salir
corriendo”, recordó cuando ya todo estaba dicho, con mucha más calma, pero con
las heridas aún abiertas.
Lo que siguió despertó las fuerzas. Los militares retirados Sosa, Del Real y
Marandino fueron condenados a “prisión e inhabilitación absoluta y perpetua por
considerarlos coautores responsables del homicidio con alevosía y de tres casos
de ese delito en calidad de tentativa” de Rubén Bonet, Jorge Ulla, Humberto
Suárez, José Mena, Humberto Toschi, Miguel Angel Polti, Mario Delfino, Alberto
Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho,
Carlos Astudillo, Alfredo Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y
Susana Lesgart, y de los sobrevivientes Alberto Camps, María Antonia Berger y
Ricardo Haidar, todos ellos presos políticos militantes de Montoneros, FAR y ERP-PRT,
cometidos el 22 de agosto de 1972.
Los aplausos no permitieron al presidente del TOF finalizar de corrido la
sentencia. Tampoco los gritos de “bravo” o los “hijos de puta” y “asesinos” que
muchos hombres y mujeres del público, de pie, les dedicaron a los acusados, que
permanecieron de espaldas. La declaración de los delitos como crímenes de lesa
humanidad sirvió de válvula de descarga para quienes arribaron esa mañana a
Trelew en busca de esa frase que, suponían, englobaba a “toda la Justicia”.
Cuando la escucharon olvidaron por cuestión de segundos, nomás, las absoluciones
del inicio, por las que deberán seguir luchando. Y lloraron. Y se abrazaron. Y
buscaron con la mirada hacia arriba el encuentro con aquellos cuyos derechos
humanos fueron violados cuarenta años atrás. “Para este tribunal, el juicio ha
terminado”, clausuró Guanziroli, luego de mencionar que los condenados sólo
acabarían en una cárcel federal cuando la condena estuviera firme. Esto es, por
lo menos, tras las apelaciones de defensas y querellas, quienes ya aseguraron
que las habrá. Mientras tanto, Sosa, Del Real y Marandino permanecerían
excarcelados.
“Sabemos que se hizo justicia, pero no acordamos con las absoluciones”, definió
Jorge Ulla, hermano del militante del ERP-PRT, la sensación que se instaló en el
cuerpo de la mayoría de los familiares, a medida que iban, poco a poco,
abandonando las butacas del lugar en donde un camino cuarenta años de lucha
encontró el fin de su primera gran etapa: las condenas. Alicia Bonet, compañera
de otro integrante de esa fuerza, también fusilado, fue más positiva al
considerar la definición de los delitos como de lesa humanidad como “un enorme
triunfo. Jueces argentinos determinaron que Trelew fue el primer acto de
terrorismo de Estado”.
Los otros puntos
El pedido de extradición del militar retirado Roberto Bravo a Estados Unidos es
otro de los puntos importantes del fallo, junto con la orden para que se le
realice al almirante Horacio Mayorga –quien quedó afuera de este juicio por
problemas de salud– análisis periódicos para controlar su estado. Bravo fue
señalado durante el debate por varios testigos –entre ellos por las voces de los
sobrevivientes– como uno de los disparadores en los fusilamientos. En 2008 se
realizó un pedido de extradición al país norteamericano, que fue rechazado por
la Justicia del estado de Florida. En ese sentido, “la declaración de los hechos
como delitos de lesa humanidad es un nuevo argumento para reiterar el pedido”,
analizó el fiscal de Comodoro Rivadavia, Horacio Arranz, uno de los tres
miembros del Ministerio Público fiscal que integraron esa parte acusatoria
durante el debate.
El análisis
En cuanto al punto de Bravo, las querellas se mostraron conformes, aunque la
abogada del Centro de Estudios Legales y Sociales, que representa a la querella
de los familiares, Carolina Varsky, remarcó que el alegato de esa parte solicitó
la deportación del militar retirado: “Con este fallo queda claro que él mintió
en su ingreso a los Estados Unidos. La masacre es un crimen de lesa humanidad y
él es sindicado constantemente con Sosa como uno de los autores de los disparos
y responsables”. El TOF, en tanto, denegó el pedido de esa querella de incluir
la figura de tormentos en el caso. “El tribunal no entendió el planteo de esta
querella de que las torturas que los fusilados padecieron desde el 15 al 22 de
agosto de 1972 formaron parte del mismo hecho”, explicó Varsky.
Del fallo del TOF de Comodoro Rivadavia, las partes acusatorias destacaron la
definición de los delitos como crímenes de lesa humanidad y todas, también,
criticaron fuertemente la absolución de Paccagnini, quien fue el jefe de la base
en donde sucedieron los fusilamientos. “La causa de la masacre nos permitía
adentrarnos en la estructura militar cuando se trata de terrorismo de Estado,
explicar el encubrimiento posterior de Bautista de los hechos y cómo se
trasmiten las decisiones a nivel jerárquico dentro de la fuerza. Yo no conozco
casos de absolución de jefes de dependencias en las que se hayan cometido
delitos de lesa humanidad. Desde el Estado, habla de un desconocimiento de cómo
opera esa estructura militar. Leeremos los fundamentos”, expresó Germán Kexel,
de la querella de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Su colega
Martín Rico aseguró que recurrirán a Casación por el asunto.
“Nosotros estuvimos en la investigación del caso y siempre relacionamos al ex
presidente de facto (Agustín Lanusse) con diferentes jefes de mando. En ese
trabajo se dejó bien claro cuál era la prueba que lo unía con Paccagnini, dentro
de un plan sistemático generalizado de persecución a gran parte de la población,
cosa que el tribunal sí dio por probado. No entendemos los argumentos con los
que se lo liberó a Paccagnini de culpa y cargo”, rezongó el fiscal de Rawson
Fernando Gélvez.
ACTO EN LA BASE ZAR
Cartel en memoria
Abrigada hasta la nariz, apoyada en el antebrazo de una compañera que no la deja
ni a sol ni a sombra, Encarnación Díaz se paró frente al enorme cartel y leyó en
voz bien baja. Se lo contaba a sí misma, pero también a su tierra, a Trelew,
para que ninguna de las dos olvide ese momento histórico. Despacio, recorría las
palabras: “En esta unidad de la Armada Argentina se cometieron crímenes de lesa
humanidad. El 22 de agosto de 1972 se perpetró la Masacre de Trelew. Memoria.
Verdad. Justicia”.
A poco menos de un kilómetro de la entrada del edificio en donde estuvieron
detenidos los 19 presos políticos una semana de agosto de 1972 antes de ser
fusilados el 22 de aquel mes, más precisamente en el kilómetro 1453 de la ruta
3, en donde comienza el territorio de la Base Aeronaval Almirante Zar, existe
desde ayer un enorme cartel que indica de manera oficial lo que Encarnación sabe
desde hace 40 años, lo que dijo a gritos desde entonces. “40 años esperamos mi
tierra y yo este acto de justicia, para que las atrocidades que sucedieron aquí
no vuelvan a pasar”, comentó a Página/12, que la oyó leer el mensaje del cartel
en voz baja.
En un acto del que participaron pobladores de Trelew, familiares de las
víctimas, miembros del Archivo Nacional de la Memoria y de la Secretaría de
Derechos Humanos, quedó inaugurada la señalización de la base. “Es necesario
recordar a los compañeros que se llevaron aquellos traidores, cobardes, que no
son siquiera capaces de mirar a las familias de quienes ellos mataron y
reconocer lo que hicieron”, enfatizó el titular de esa secretaría, Martín
Fresneda, bajo el cartel a la vera de la ruta nacional. Desde ese mismo lugar y
momentos antes de ingresar al sector donde estuvieron los calabozos que
albergaron los últimos días de las víctimas de la Masacre de Trelew, entre ellas
su hermano Alejandro, Jorge Ulla resumió la jornada en nombre de los familiares.
“Después de 40 años pedimos justicia no motorizados por rencor y venganza sino
por la vida. Recordar la muerte sería el triunfo de la matanza. Ellos creían que
al perforar esos cuerpos iban a desaparecer los reclamos de democracia, los
pedidos de libertad. Pero no lo lograron. No mataron los cuerpos sino que los
inmortalizaron a través nuestro. Esto va más allá de una sentencia, es la
reivindicación de toda una generación”, apuntó.
ENRIQUE GUANZIROLI, PRESIDENTE DEL TRIBUNAL
“Un reclamo demorado”
El titular del tribunal explicó a Página/12 las razones de las absoluciones que
tanto enojo causaron. Y pondera la perseverancia del pueblo de Trelew porque se
haga justicia.
Por Ailín Bullentini
Desde Rawson
Tras leer las sentencias para cerrar el juicio por los fusilamientos de 16
presos políticos y el intento de asesinato de tres más, en agosto de 1972 en la
Base Almirante Zar de Trelew, el presidente del Tribunal Oral Federal de
Comodoro Rivadavia, Enrique Guanziroli, explicó a Página/12 los fundamentos de
las decisiones que más bronca generaron entre los familiares de las víctimas.
–Fueron sorpresivas las absoluciones de Jorge Bautista y Rubén Paccagnini.
¿Cuáles fueron las razones?
–Al primero lo absolvimos del delito de encubridor. Cuando este hombre empieza
la investigación, hace 40 años, todavía había una doctrina jurídica muy fuerte
que decía que no hay delito hasta que un juez lo dice, por ende hasta que no
haya delito tampoco va a haber delincuente. Además de eso, el tribunal ponderó
un montón de actuaciones en las que este señor intervino y lo dijo. Puede ser
negligente, puede ser que no haya hecho todo lo que debía, pero de ahí a decir
que tuvo la intención de encubrir algo que todavía no se sabía muy bien qué era
en ese momento hay un largo trecho. En cuanto a Paccagnini, el tribunal pondera
que hay un plan, por eso dicta la lesa humanidad, pero no necesariamente que ese
plan haya recorrido la cadena de mandos que Paccagnini representa. En ese
momento, en base a toda la prueba incorporada, los cautivos estaban en custodia
de la Infantería de Marina y había otros jefes navales importantes en la zona.
No se logró probar la acusación sobre Paccagnini de que, por esa cadena de
mando, bajó la orden o este plan fue implementado por él.
–El fallo considera que existió un plan de exterminio...
–Más que de exterminio, un plan sistemático y generalizado de agresión, contra
un sector vasto de la población civil que incluye el delito que para nosotros es
homicidio alevoso.
–¿Por qué no se envió a los condenados a la cárcel?
–Se ponderó su edad, también el hecho de que están excarcelados desde hace mucho
y todavía así cumplen con el proceso. Varios de ellos han vivido en el exterior
y aun así lo hicieron. El tribunal les da la oportunidad de permanecer en
libertad en el país, porque no los autoriza a salir, hasta que deban afrontar la
cárcel federal común, que sucederá cuando la condena quede firme, después de las
apelaciones.
–¿Qué importancia tuvieron en la calificación de delitos de lesa humanidad los
archivos encontrados en la Armada?
–De los varios capítulos que conforman la sentencia, que es larga, hay dos
dedicados a ponderar la documentación aportada durante el debate. Hubo, en este
proceso, que reconstruir el otro proceso judicial perdido. Hubo mucho aporte
documental que se realizó durante este debate, de cosas nuevas que han ido
aportando nuevos testigos. El aporte documental fue muy importante. Por ejemplo,
el que consiguió el Tribunal cuando pidió todos los recursos de hábeas corpus y
de amparo que se habían tramitado en Rawson en aquella época.
–¿Qué otros elementos evaluó la sentencia?
–Una de las cosas es el tiempo transcurrido. No es común que haya un fallo 40
años después de un hecho y, en este sentido, destaca la memoria activa del
pueblo de Trelew. Además, la manera de reclamar justicia de los familiares. En
cuanto a los testigos, sus testimonios fueron divididos en tres: quienes
hablaron de lo relativo al aeropuerto y lo precedente al 22 de agosto; quienes
hablaron, por oídas, de lo que ocurrió el mismo 22, y los testigos del después,
los que dan un panorama del plan de lesa humanidad que el Tribunal ponderó y por
el que dicta la condena.
–¿Considera que el pedido de extradición de Bravo podrá concretarse a raíz de
esta sentencia?
–El pedido de extradición se tiene que concretar. Ahora, como pondera el juez de
Estados Unidos la extradición está en su análisis, pero hay elementos de juicio
más importantes ahora a raíz de esta sentencia.
–¿Qué consideró en los pedidos de investigación a los médicos militares Lisandro
Llois y Jorge Barreto?
–Como hay varias medidas que solicitaron los fiscales, pusimos el expediente a
disposición para que actúen y hagan los pedidos que consideren necesarios al
juez original. El dueño de la acción es el fiscal.
–¿Qué lectura considera que tiene para la sociedad este fallo?
–El tribunal entiende que éste es un reclamo de Justicia demorado no sólo de los
familiares de las víctimas sino de toda la sociedad. Y que el único modo de
llevar la paz a las sociedades es haciendo justicia.
Trelew cuarenta años después
Por Rodolfo Mattarollo *
Dos reflexiones. Los derechos humanos son hoy una causa común a vastos sectores
del Estado y de la sociedad argentina en un grado decididamente mayor que en
otras partes del mundo, para el que mire de buena fue el panorama internacional.
Lo demuestra una vez más la rotunda condena a varios ejecutores de la Masacre de
Trelew, que acaba de pronunciarse, cuarenta años después de los hechos.
El costo en términos humanos ha sido irreparable. Cada minuto de libertad que
vivimos es deudor de inmensos sacrificios. Las luchas populares han sido la
condición necesaria del respeto a la dignidad humana que hemos conquistado. Esas
luchas crearon la situación en la que las políticas públicas de memoria, verdad,
justicia y reparación cambiaron la Argentina. Vencer la impunidad ya no es un
sueño ni el crimen de lesa humanidad queda remitido al juicio final.
Las movilizaciones en sitios de memoria, las múltiples investigaciones
judiciales y extrajudiciales, la recuperación de la persona de los desaparecidos
como seres humanos que nos interpelan desde una escala de valores solidarios,
distantes de la banalidad que vacía de sentido a la maravillosa aventura de la
vida, todo ese vasto proceso muestra que, contra lo que querrían quienes
anunciaban el fin de la historia, la historia mundial continúa siendo el
tribunal mundial.
Cuántas veces sostuvimos con Eduardo Luis Duhalde, y otros abogados defensores
de los combatientes de Trelew, que la masacre había sido el ensayo general del
terrorismo de Estado, que ese terrorismo de Estado sustituía la enseñanza
universal y gratuita por una pedagogía del terror y que el objetivo mayor era
una reorganización de la sociedad para consolidar el privilegio y la exclusión,
que es su correlato inevitable.
Y esto puede llevarnos a una segunda reflexión, que muchas veces he expresado
diciendo que “es difícil ser contemporáneos de nuestro propio presente”. Hemos
luchado para ver este día de justicia. Defendamos lo esencial de este proceso,
hagamos lo necesario para su consolidación y profundización y para ubicar este
gran acto de justicia en esa perspectiva de la totalidad sin la cual es
imposible comprender los valores en juego y los peligros que acechan a la
democracia auténtica.
No restituiremos a la vida a los combatientes de Trelew. Pero habremos
experimentado un momento excepcional en la búsqueda de construir entre muchos la
pacificación de la existencia.
* Embajador de Unasur en Haití.
16/10/12 Página|12
Perpetua para Sosa y otros dos represores
Familiares de los presos
políticos fusilados en la Masacre de Trelew al momento de la condena, 40 años
después.
El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a prisión perpetua e
inhabilitación absoluta a Emilio Jorge Del Real, Carlos Amadeo Marandino y Luis
Emilio Sosa por considerarlos autores de los 16 fusilamientos de presos
políticos y el intento de asesinato de otros tres en 1972, en la base Almirante
Zar de Trelew, y absolvió a Rubén Norberto Paccagnini y Jorge Enrique Bautista.
El debate, encabezado por los jueces Enrique Jorge Guanziroli, Pedro José De
Diego y Nora María Cabrera de Monella, se llevó a cabo en el marco de la causa
donde se investigan homicidios agravados y torturas, en perjuicio de 19
víctimas.
En su alegato ante el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, la querella
de los familiares de las víctimas había pedido prisión perpetua e inhabilitación
absoluta perpetua para Rubén Paccagnini, Luis Sosa, Emilio Del Real y Carlos
Marandino como autores de los homicidios y torturas, calificados como crímenes
de lesa humanidad.
En el caso del acusado de encubrimiento Jorge Bautista, que actuó como juez ad
hoc tras la matanza en Trelew, en calidad de instructor militar, la abogada
querellante había solicitado el cumplimiento efectivo de la condena.
En sus alegatos finales en septiembre último solicitaron, además, que se abra
una investigación por complicidad contra el médico Lisandro Iván Lois y se pidió
a Estados Unidos la deportación del oficial Roberto Bravo, cuya extradición fue
negada, a pesar de que "mintió en su ingreso, cuando negó tener investigaciones
sobre su persona".
En 1972, los represores dispararon contra Rubén Pedro Bonet, Jorge Alejandro
Ulla, Humberto Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto Adrián Toschi, Miguel
Angel Polti, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del Rey, Eduardo Capello,
Clarisa Rosa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Heriberto
Astudillo, Alfredo Elías Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana
Lesgart.
Alberto Camps, María Antonia Berger y Ricardo Haidar sobrevivieron a la masacre,
pero luego fueron desaparecidos durante la última dictadura, igual que numerosos
familiares de los fusilados en Trelew y chubutenses de la Comisión de de
Solidaridad con los presos políticos de la Unidad 6 de Rawson.
15/10/12
HOY
SE CONOCE LA SENTENCIA EN EL JUICIO POR LA MASACRE DE TRELEW
“Es el duelo que no nos dejaron hacer”
Familiares y amigos de las víctimas, así como las querellas y los organismos de
derechos humanos, esperan una condena de “cárcel efectiva, común y perpetua” a
los responsables del fusilamiento de 16 presos y el intento de asesinato de
otros tres en 1972.
Por Ailín Bullentini
“No nos sirve un poco de justicia, sino toda. No alcanza un poco de verdad; se
necesita toda”, dice Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea
Fundadora. Es en el horizonte de esos “todo” donde debe ubicarse la sentencia
que familiares y amigos de las víctimas, organismos de derechos humanos y gran
cantidad de habitantes de las ciudades patagónicas de Rawson y Trelew esperan
este mediodía: una condena de “cárcel efectiva, común y perpetua” a los
responsables del fusilamiento de 16 presos políticos y el intento de asesinato
de otros tres, hace 40 años, en la Base Almirante Zar. La Masacre de Trelew.
La esperanza respecto del destino que aguarda para los acusados en el juicio les
es más fácil de poner en palabras a los familiares, revela Hilda Toschi, la
compañera de Humberto Toschi, uno de los fusilados, que los sentimientos que los
atraviesan en las horas previas a la decisión judicial. “La tensión me ganó el
cuerpo. Faltan horas, cuarenta años después, para que al fin podamos sentir
alivio”, intenta Raquel Camps, hija de uno de los tres sobrevivientes, Alberto
Camps. Toschi participó de casi todo el juicio. Junto con gran parte del resto
de los familiares, Camps llegará esta madrugada a la tierra de donde salió
gravemente herido su papá. Escucharán la sentencia juntos.
Con el veredicto que leerán este mediodía los jueces Enrique Guanziroli, Juan
Leopoldo Velázquez y Nora Cabrera de Monella, que integran el Tribunal Oral de
Comodoro Rivadavia, finalizará el juicio por los asesinatos de Trelew,
considerados por la Fiscalía y las querellas como delitos de lesa humanidad y la
“mesa de ensayo” del terrorismo de Estado cívico-militar que arrasó con 30 mil
vidas entre 1976 y 1983. Docenas de testigos desfilaron ante los magistrados,
las partes acusatorias y las defensas durante los más de cinco meses de debate.
“Esperamos que la sentencia sea absolutamente condenatoria de cárcel común,
perpetua y efectiva. Queremos también la inmediata detención de estas personas,
porque está harto comprobado que fueron culpables de dieciséis asesinatos y tres
en grado de tentativa. No nos explicamos por qué todavía están en libertad”,
resumió Toschi el núcleo de la esperanza que une a los familiares de las
víctimas de Trelew. La bronca de tener que compartir la calle con los asesinos
de sus seres queridos sigue en su sangre. Respiran y aguantan, pero siguen, como
hizo ella misma el miércoles pasado, que detrás de la mesa que ocupó durante el
desayuno, en una confitería de Rawson, hacía lo mismo Emilio Del Real, uno de
los acusados.
Bajo esa acusación –la de ser responsables de dieciséis casos de homicidio
agravado, de tres casos de tentativa y torturas–, tanto los fiscales Fernando
Gélvez, Horacio Arranz y Dante Vega, como las querellas de los familiares de las
víctimas y de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación solicitaron la pena
de prisión perpetua para los militares retirados Del Real, Luis Sosa, Rubén
Paccagnini y Carlos Marandino. Los alegatos también coincidieron con el pedido
de dos años de prisión efectiva para el militar retirado Jorge Bautista, juez ad
hoc en la investigación militar de lo acontecido en la Base en la madrugada del
22 de agosto de 1972, acusado de encubrimiento.
También coincidieron en el pedido al Tribunal de que exija la deportación del
militar retirado Roberto Bravo, que vive en Estados Unidos y fue mencionado por
varios testigos –y en el fundamental relato de los sobrevivientes a la masacre,
Alberto Camps, Ricardo Haidar y María Antonia Berger, cuyas voces grabadas se
escucharon por primera vez en el marco del debate que hoy termina– como uno de
los partícipes del fusilamiento. Las defensas, por supuesto, exigieron la
prescripción de los hechos.
La de Raquel Camps también fue su primera vez en la escucha de la voz de su
papá. Y más allá de lo “épico y fantástico” que, contó, fue ese hecho histórico
en su vida –un “encuentro necesario” con su padre “en la intimidad” que le
permitirá desde ese momento en adelante “cerrar los ojos y escucharlo”–, la
mujer que espera la sentencia de hoy para “tener alivio” también define el
relato en audio de su papá y los otros sobrevivientes en el marco de los hechos:
“Después de 40 años pudieron, con sus voces de aquel momento, ser testigos en el
juicio a los responsables. Lo que ellos siempre quisieron. No pudieron con sus
voces”.
Su sentir es confuso, por estos momentos, y la memoria de su cuerpo está viva:
los efectos que sintió en el juicio y la sentencia a los responsables de la
desaparición de su madre son los mismos que experimenta por estas horas:
tensión, sueños repetitivos, expectativas. “Estas cosas tienen que ver con los
duelos. Cuando les vi las caras arrugadas a quienes desaparecieron a mi madre me
dio mucha bronca: vivieron impunes, libres, disfrutando de su familia, sus
hijos, sus nietos. Nosotros, mientras, aguardamos todo esto. El juicio y la
sentencia es para nosotros el duelo que no nos dejaron hacer”, intentó.
Toschi se permite utilizar sustantivos para definir las sensaciones, sin
encontrar uno que la convenza del todo: dolor, placer, ¿seguridad? Entonces,
completó: “Lo que siento y sentimos todo los familiares es que realmente tenemos
a los asesinos donde los queríamos tener: enjuiciados, sentados en el banquillo
de los acusados y que fuera la Justicia la que determinara absolutamente su
culpabilidad. Llegar a la sentencia en un juicio que se nos hizo muy largo.
Llegamos casi sin esperanza”.
–¿Las expectativas para hoy son las mismas que albergaban al inicio del juicio?
–No. Entonces fue la necesidad clara de rever toda la historia. Hoy, como en el
aniversario, será distinto. Creo que podremos sentirlo de otra manera: que se
hizo justicia. Será un momento de paz.
La marca de la memoria
Desde hoy, un cartel de grandes dimensiones ubicado en la puerta de la Base
Almirante Zar, en Trelew, señalará que en ese lugar se cometieron delitos de
lesa humanidad. Allí, en pequeños calabozos del edificio de armas, fueron
mantenidos encerrados los 19 presos políticos que se fugaron de la Unidad Penal
Nº 6 de Rawson el 15 de agosto de 1972, pero que no llegaron a abordar un avión
que los llevaría a Chile –ése era el plan de fuga– y, al cabo de una semana,
fueron fusilados (tres de ellos sobrevivieron). El acto, organizado por el
Archivo Nacional de la Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos de la
Nación, se llevará a cabo esta mañana a las 9, tres horas antes de que el
Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia lea la sentencia en el juicio por la
Masacre de Trelew, que se lleva adelante en Rawson contra cinco represores.
15/10/12 Página|12
Masacre
de Trelew: el testigo que esperó treinta años para hablar y no se calló nada
Miguel Marileo sintió alivio y "la alegría de los familiares" cuando esta semana
fueron condenados a prisión perpetua tres ejecutores del fusilamiento de 19
prisioneros políticos en la Masacre de Trelew de 1972, en la causa judicial de
la que él fue uno de los principales testigos.
"Cuando dan el fallo, ¿viste?" y la lectura comenzó con dos absoluciones, "ahí
nos sentimos mal pero nos quedamos en el molde. Siguió leyendo el presidente
(del Tribunal, Enrique Guanziroli) y ahí sí (con las tres condenas), ahí yo creo
que sentí la alegría de los familiares", relata Marileo a Télam.
Miguel trabajaba en la única funeraria de la época en Trelew cuando oficiales de
la Armada lo llevaron en la medianoche del 22 al 23 de agosto de 1972 a la base
Almirante Zar, escenario del fusilamiento, para que pusiera en ataúdes metálicos
los cuerpos desnudos de los prisioneros asesinados y soldara las tapas.
Después de más de 20 horas, el oficial que lo devolvió a la funeraria en Trelew
lo amenazó: "Vos no viste nada. Vos tenés un hijo muy chico (tenía entonces dos
años) y no viste nada ni estuviste en la base".
"Yo no supe decir nada y me callé. Y me callé por 30 años", evoca en la
entrevista que dio a esta agencia en el café del centenario hotel Touring,
"donde se cocina toda la vida política de Trelew", según explica el mismo
Miguel, militante peronista.
¿Qué había visto Marileo en la base Zar? Ante todo, los cadáveres de 16 de los
19 prisioneros fusilados, la mayoría acribillados a balazos y rematados además
con "disparos de gracia", como en el caso de María Angélica Sabelli, que sólo
tenía un tiro en la nuca.
Igual que el testimonio de los tres sobrevivientes, todo lo que Miguel pudo ver
y oír desmentía por completo la versión oficial de la dictadura de Alejandro
Agustín Lanusse sobre un supuesto "intento de fuga" y "tiroteo" entre
prisioneros y guardia.
Bajo amenazas que persistieron con los años, Marileo mantuvo el silencio hasta
que aceptó que lo entrevistara en su casa Mariana Arruti, la directora del
documental "Trelew" (2003), que reconstruyó los hechos de la masacre. "Para mí,
fue sacarme un peso de encima, algo que tenía metido ahí adentro".
"Después de que hablé con Mariana, estuve con (el secretario de Derechos
Humanos) Eduardo (Luis Duhalde) y le dije que iba a declarar como testigo,
porque además sentí que con el gobierno de Néstor Kirchner tenía más garantías",
evoca.
En el 2005 declaró ante el juez federal de Rawson, Hugo Sastre, instructor de la
causa, y en agosto de este año lo hizo ante el Tribunal Oral Federal de la
provincia, en el juicio público que culminó en la sentencia del martes último.
"Yo decía: el día que declare, no me callo más. Esto es algo que lo llevo muy
adentro. Como dije en el Tribunal, yo lo único que pedía es que se haga
justicia. Y se hizo, che".
Hijo de madre soltera y muy pobre, Miguel fue de pibe lustrabotas, vendedor del
diario La Jornada y a los 16 años consiguió su primer empleo formal en la
funeraria Melluso, que era la única de Trelew.
"Había muerto mi padrastro y no habíamos pagado el servicio, porque en ese
tiempo te daban un plazo para pagar el cajón de tu familiar. Me fueron a cobrar
y el dueño me dice: `¿No querés trabajar en la funeraria?` Y ahí arranco, a los
16 años".
Doce años después seguía trabajando en Melluso, cuando el 15 de agosto de 1972
"se escapan los chicos de la Unidad 6", la cárcel federal de máxima seguridad en
Rawson, cuenta Marileo sobre la fuga de presos que militaban en organizaciones
guerrilleras.
"Y ahí en el aeropuerto (19 de ellos, que no habían alcanzado a completar la
huída en avión a Chile, como sí pudieron hacerlo otros seis), llegan a un
arreglo con participación del juez, un tal (Alejandro) Godoy. Llegan a un
acuerdo para que los devuelvan a la Unidad 6. El periodismo estaba ahí, me
acuerdo que estaba un amigazo, el que les hizo el reportaje, Daniel Carreras".
Sin embargo, "los llevaron a la base Zar. Yo siempre digo que fue el camino a la
muerte", sigue Miguel.
Sobre el fusilamiento de la madrugada del 22 de agosto, recuerda que la ciudad
se conmocionó al conocer en la mañana las primeras versiones sobre la matanza y
que, "a eso de los cinco de la tarde, cae un camión (militar) a la empresa"
Melluso para comprar y llevarse 16 ataúdes.
Cerca de la medianoche, escucha la frenada de un vehículo, oficiales de la
Armada golpean la ventana de su casa, le preguntan si es Miguel Marileo y le
dicen que tiene que ir con ellos a la base Zar en un camión "que estaba lleno de
milicos armados".
Ya en la base, "viene un colimbita y me dice: `Jefe, nosotros nos los matamos.
Los mataron Sosa y su pandilla`", narra Miguel en alusión a Luis Sosa, uno de
los tres represores condenados esta semana. La conversación se corta y después
lo hacen pasar al lugar donde estaban los cuerpos sin vida de los 16 asesinados.
"De un lado había ocho y del otro había ocho. No sabés que impotencia me agarró.
Empecé a mirarlos uno por uno. Junto a la cabeza, tenían una bolsita con el
nombre y los plomos que le habían sacado. Ahí me encuentro con Mariano Pujadas,
al que más le habían pegado, unos 12 impactos de bala por todo el cuerpo y lo
habían abierto y lo habían cosido como a una bolsa".
Marileo describe detalles como si los estuviera viendo, menciona otros nombres
de fusilados y se detiene en el mismo punto del relato que lo quebró en llanto
cuando habló en un acto en la base Zar en mayo último, ante numerosos familiares
de los fusilados, en la víspera del comienzo del juicio oral.
"A Sabelli no le veía impactos de bala. Veía que le estaba corriendo sangre
detrás de la cabeza, entonces meto la mano y al tocar me di cuenta que le habían
metido el (único) tiro en la nuca, sin orificio de salida", repite, esta vez más
tranquilo.
En las horas siguientes de esa madrugada del 23 de agosto, Miguel puso los
cuerpos en los cajones, soldó sus tapas, las desoldó por una contraorden y luego
las soldó otras vez.
Pero concluida esa tarea seguía retenido en la base junto al dueño de la
funeraria, a quien le dijo pasado el mediodía: "Viejo, me parece que estos no
quieren que volvamos. Yo creo que somos los únicos testigos acá adentro y estos
nos van a matar".
Por la tarde, sin embargo, los llevaron de vuelta a la funeraria y fue ahí donde
el oficial que lo dejó en el lugar le dijo: "Vos no viste nada. Vos tenés un
hijo muy chico y no viste nada ni estuviste en la base".
Télam
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