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Movimiento
Nacional; una categoría de la periferia
Por Francisco José Pestanha*
“Los unitarios presumían desalojar todos los elementos primitivos de la nación
política: los federales anhelaban domesticarles y filtrarles la luz gradualmente
y dar al país formas estables y resistentes”
José Manuel Estrada
Las formas de gobierno han ido mutando a lo largo de la historia de la humanidad
como así también los modos de representación y legitimación del poder político.
Si bien corrientemente suele sindicarse a la griega como la civilización que
concibió la noción de “democracia” - en occidente - la emergencia de regímenes
sustentados en la “representación popular” tal como los conocemos en la
actualidad, comenzarán a surgir hacia fines del siglo XVIII merced a las
aspiraciones de un sector social - la burguesía – que en la medida que acumulaba
excedentes de capital, aspiraba a obtener espacios de representación en las
instancias estaduales.
La necesidad de expandir su influencia, llevará a las burguesías europeas a
emprender contra los regímenes absolutistas sustentados en componentes
aristocráticos. Posteriormente, ya hacia fines del siglo XIX, la “cuestión
social” originada en la explotación de grandes masas de trabajadores merced a la
expansión capitalista contribuirá a crear - en un marco de profundas tensiones y
convulsiones - un clima que inducirá a la posterior ampliación de los márgenes
de representación.
Los libros escolares suelen dar cuenta de tales tensiones señalando algunos
hitos que dieron origen al surgimiento de las democracias sustentadas en la
soberanía o voluntad popular. Así suelen citarse por ejemplo la declaración de
los derechos del hombre (1776), la sanción de la constitución de los Estados
Unidos (1787) y la Revolución Francesa (1789). Algunos textos se animan también
a referir a las tesis de Francisco de Vittoria sobre la soberanía popular y de
otros integrantes de la escolástica española.
No obstante tales referencias, será el liberalismo clásico, cosmovisión derivada
de la doctrina iluminista, el que desde una perspectiva individualista nutrirá
“ideológicamente” la revolución burguesa en el continente europeo. Por su parte,
en la medida que se fueron operando avances contra las autocracias, los partidos
políticos irán consolidándose como mediadores en dicho sistema de
representación.
Mientras tales circunstancias acontecían hacia adentro de una Europa que
empezaba a sufrir transformaciones estructurales en sus modos de producción
económica y en el sistema de construcción de legitimidades, otros fenómenos de
igual o mayor importancia, incidirán no solo hacia adentro del continente sino
hacia el afuera. Me refiero a las formas colonialistas e imperialistas.
Mientras que el colonialismo vulgarmente es definido como un sistema de sujeción
de un estado o comunidad respecto a otro a través de formas violentas o sutiles,
el imperialismo, según alguna de las doctrinas que suelen analizar sus
caracteres esenciales, constituyó una fase superior del capitalismo - y en tanto
- el origen de las formas imperiales para quienes sostienen esta tesis, será
atribuido al proceso de acumulación y concentración de excedentes de capital y
caracterizado, como un sistema de exploración, explotación y conquista a través
de la sutileza o la violencia de nuevos “mercados” que a fin de promover la
reproducción de tales excedentes.
Reconociendo la existencia de profundas disidencias teóricas respecto al origen
y a las características de ambos fenómenos, y haciendo expresa abstracción al
sistema de relaciones de poder que caracterizaban el devenir de las distintas
civilizaciones precolombinas, tanto el colonialismo y como el imperialismo
Europeos, constituirán “objetivamente” formas de sujeción y dominación que - en
lo que respecta a nuestra América - empezarán a manifestarse hacia finales del
siglo XV merced al proceso de expansión de Europa hacia esta región.
En ese orden de ideas es menester señalar que un conocimiento cabal de la
relación existente entre los acontecimientos históricos, políticos, sociales y
culturales producidos en Europa en tiempos posteriores - en especial - el
proceso de conformación del sistema capitalista y la consecuente acumulación y
concentración del capital, la revolución industrial, las formas colonialistas e
imperialistas que asumieron los estados europeos, el surgimiento de la burguesía
como factor de poder, las reivindicaciones de ésta en cuanto a la modificación
del régimen social y político y el surgimiento del capital financiero, bien
pueden contribuir a dar cuenta de los conflictos y tensiones producidas en
nuestra región respecto a las formas de construcción y legitimación del poder
político.
La conformación del estado argentino a partir de la sanción de un texto
constitucional, que - entre otras cuestiones - brindo un marco institucional a
la argentina, no constituyó un acontecimiento precedido por sucesos placenteros.
Muy por el contrario, nuestro estado nacional emergerá a consecuencia de décadas
de guerras civiles y enfrentamientos entre facciones, donde una de ellas,
ciertamente heterogénea, se impondrá sobre la otra consagrando un sistema de
representación política similar al que las burguesías europeas habían instituido
en el viejo continente a fin de garantizar su influencia en los estamentos
estatales.
La entente triunfadora establecerá una forma “específica” de delegación del
poder que receptará el dogma impuesto por el liberalismo. El artículo 22 de
texto constitucional rezará entonces "El pueblo no delibera ni gobierna, sino
por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”.
Los partidos políticos consecuentemente asumirán - como en Europa - el rol de
mediadores en el marco de un esquema de representación limitadísimo. Habrá que
esperar hasta el año 1994 oportunidad en que, los partidos, adquirirán rango
constitucional consagrándose como “instituciones fundamentales del sistema
democrático”.
Mientras el centro de las tensiones en el continente europeo irá girando primero
en torno del conflicto burguesía – aristocracia, y posteriormente merced a la
expansión capitalista, la explotación laboral y el surgimiento de las tesis
marxistas y socialistas, entre el proletariado y la burguesía, en la periferia
para los integrantes de una prolífica corriente de pensamiento argentino
autodenominado “nacional” que integraron entre otros autores Arturo Jauretche,
Raúl Scalabrini Ortiz, Fermín Chávez y Jorge Abelardo Ramos, la tensión
(contradicción) principal estará vinculada en nuestro país a la presencia e
influencia activa de otra metrópoli - Gran Bretaña - no solamente en la economía
también en la realidad política y cultural del país.
La pérdida para Inglaterra de sus colonias en América del Norte en 1776 y las
condiciones establecidas por sus libertadores, determinaran inmediatamente a los
ingleses a buscar nuevas extensiones geográficas donde garantizarse la provisión
de las materias primas necesarias para sostener su revolución industrial. La
región de Sud América por sus condiciones naturales y por qué no políticas,
comenzará a constituir para los Británicos un objetivo vital aunque ya previsto
en algunos planes oficiales y extraoficiales muy anteriores a la independencia
norteamericana. Los estrategas Ingleses desde tiempo atrás venían evaluando
hipótesis alternativas que previeran la perdida de alguna de sus colonias - y su
diplomacia - preparando el campo para tal eventualidad.
Las fallidas intervenciones militares de 1806-1807 en el río de la plata y la
aplastante derrota en la Guerra del Paraná (1845) señalarán a los británicos que
el camino de la intervención directa en esta región del mundo era dificultoso y
altamente costoso en recursos y vidas humanas. Comenzará entonces a desplegarse
una estrategia perspicaz que culminará no ya en la clásica formulación imperial
directa mediante el establecimiento de un gobierno de facto. Merced a sutiles
pericias caracterizadas fundamentalmente por el establecimiento de alianzas con
los sectores mas privilegiados (terratenientes), Inglaterra impondrá en estos
territorios un modo de imperialismo “informal” que presupondrá “…la transición
gradual desde la dependencia sostenida por mecanismos de coacción política, a
una dependencia económica basada en un conjunto de presiones ejercidas por la
vía diplomática, y consolidada mediante la influencia comercial, cultural y
económica británica en los países periféricos, cuya condición de existencia fue
la activa colaboración de las elites locales, convencidas de la superioridad del
sistema de libre cambio”1. Argentina representara de esta forma “…un caso
ejemplar donde el dominio británico se ejercía sin necesidad de coacción
política”2
Bien vale recordar en ese orden de ideas que entre 1870 y 1941 el Reino Unido de
Gran Bretaña liderará las inversiones externas en la región, constituyendo
nuestro país, para los autores inscriptos en el liberalismo clásico, en el
“aliado” más importante del Reino Unido en Latinoamérica. Se sostiene con
certeza que Argentina “…será el destino prioritario de los productos
manufacturados británicos en la región, y el mayor proveedor de materias primas
y alimentos. No sólo el volumen del comercio entre ambos países se había
incrementado notablemente sino también su valor. Gran Bretaña había contribuido
en la caída del imperio español, seguido de su liderazgo en un nuevo sistema
dominación global basado en la acumulación de capital”3.
Tal como lo acreditaron luminarias como Raúl Scalabrini Ortiz, José Luis Torres,
y los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, el destino de nuestro país, a partir de
la segunda mitad del siglo XIX, comenzará a sujetarse a ignominiosos lazos de
dependencia económica con la corona Británica, vínculos que no circunscribirán
“exclusivamente” al campo de las materialidades, sino que se extenderán al
ámbito de lo cultural y lo simbólico.
Algunos intelectuales locales ejercitaran una feroz defensa este tipo de
relación, argumentando que se sustentó en una “reciprocidad” que redundó en
beneficio para ambas partes. Muy por el contrario otros, principalmente,
latinoamericanos apelando a fundamentos disímiles afirmarán que se trató de un
régimen de sujeción donde la beneficiaria absoluta será la Metrópoli. Así por
ejemplo el intelectual brasileño Celso Furtado atribuirá el “…fracaso del
desarrollo económico latinoamericano al control británico de la tecnología y del
capital. El estudio de Cardoso y Faletto sobre la economía latinoamericana en el
siglo XIX se inscribirá en el mismo paradigma (…) También se destacaba que la
fuerte dependencia argentina del mercado inglés provocó, en gran medida, las
dificultades experimentadas por nuestro país a partir del momento en la
capacidad exportadora de Gran Bretaña comenzara a declinar4.
Entre las corrientes intelectuales que impugnaron y combatieron esta relación
que entenderán enmarcada en un contexto de asimetría absoluta, estará la ya
mencionada corriente del pensamiento nacional, matriz que abrevará básicamente
en la tensión establecida entre imperialismo y nación, y que determinará como
corolario luego la dicotomía: liberación o dependencia. Radicalmente opuesta a
las tesis sustentadas por la superestructura intelectual imbuida por un
liberalismo acrítico que pregonaban las “bondades” de la relación descripta, y
también a otras provenientes de vastos sectores de la izquierda vernácula que
intentaban replicar en nuestro país la contradicción burguesía - proletariado
proponiendo como vía de escape la revolución proletaria, el pensamiento nacional
surgirá con una fuerte impronta anticolonialista y antiimperialista”5.
Para los autores inscriptos en esa matriz el “país real”, después de las
batallas de Caseros y Pavón, será gobernado por una elite oligárquica asociada a
los intereses extranjeros que cultivarán una clara inclinación hacia prácticas
librecambistas. Este entramado impedirá para alguno de los referentes de esta
corriente la realización efectiva de un mercado interno, la emergencia de una
clase burguesa dotada de conciencia nacional con aspiraciones industrialistas,
circunstancias ambas, que entre otras, contribuirán a mantener una estructura de
sujeción infranqueable.
Sus representantes más lúcidos sostendrán que la salida progresiva al conflicto
inherente en las sociedades periféricas y dependientes no será la lucha por la
supremacía de una clase social sobre otra, sino la consolidación de un
“movimiento” cultural, social y político que se planteará como objetivo primario
la ruptura de los lazos de esa dependencia. Está noción con el tiempo irá
madurando hacia una tesis que sostendrá que para que el proceso de liberación
llegará a buen término, era necesaria la estructuración de un conglomerado
integrado, entre otros factores, por la pequeña burguesía, sectores obreros
organizados, el campesinado, cuadros políticos desencantados con los con las
estructuras partidarias tradicionales, empresariado local, el ejército, la
Iglesia y otras comunidades religiosas y empleados estatales.
El primer peronismo asumirá nítidamente la forma movimientista así como también
algunos de sus precedentes como el primer Yrigoyenismo, conteniendo en su seno
una impronta que emergerá de la contradicción Nación-Imperio.
Mientras que para los intelectuales comprometidos con el ideario republicano,
centralista y oligárquico, los partidos tradicionales y los sectores de la
izquierda cosmopolita, la noción de movimiento será asociada inmediatamente a
regímenes como el fascismo o el nacional socialismo, desde el pensamiento
nacional, la idea de un movimiento nacional estará asimilada a una épica
emancipadora. La contradicción entre lo nacional y lo antinacional no hará más
que refrescar aquella vieja tesis yrigoyenista orientada en la antítesis entre
régimen y causa. Hernández Arregui integrante de esta corriente sostendrá en
referencia a esta última afirmación que: “La causa –lo nacional- era el pueblo
argentino sin distinción de clases que resistió las invasiones inglesas y en
1810 consiguió la libertad política.” 6 Bien vale señalar que la contradicción
principal determinada por un sistema de sujeción al que autores como Abelardo
Ramos caracterizarán específicamente como semicolonial irá determinando el
surgimiento de formas novimientistas en otros estados latinoamericanos.
Argentina será uno de pocos países donde a pesar de los insistentes rechazos
proferidos por el academicismo cientificista, el “movimiento”, irá adquiriendo
paulatinamente status de “categoría conceptual”. A partir de ella se intentará
dar cuenta de un fenómeno que no solo asumirá centralidad a nivel histórico y
político como respuesta a las formas colonialistas o imperialistas, sino también
se intentará explicar a la pertinaz crisis del sistema tradicional de partidos
políticos.
El carácter movimientista del ese primer peronismo solo puede ser analizado y
abarcado desde las circunstancias históricas y políticas concretas al momento de
su surgimiento - es decir - en el marco de su raíz contextual - y además - a la
luz de la propia tradición filosófica ibero-americana. Como brillantemente
señala Armando Poratti “La imbricación de filosofía y acción resulta en nuestra
América de su mismo carácter esencial de mestizaje. Fue el único lugar donde la
expansión europea mezcló su sangre con las etnias nativas, a lo que agregaron
los africanos y otras fuentes múltiples. El mestizo es en sí mismo una
resultante no dialéctica, una unidad de diferencias reales y tal vez contrarias.
La tarea de pensar nuestro continente no podía ser hecha desde afuera por la
filosofía occidental, cuyo aparataje conceptual no estaba en condiciones de
captar ni las profundidades originarias ni las peculiares contradicciones
americanas. Pero tampoco por las sabidurías de los pueblos originarios, ajenas a
la dinámica europea que también constituye al mestizo, y cuya alta cultura, por
lo demás, la conquista había en buena medida anulado. Lo cual significa,
inmediatamente, que no pueden excluirse ni las categorías filosóficas
occidentales ni los saberes ancestrales, ni, puede agregarse, la resultante de
los complejos saberes étnicos y populares que han confluido en nuestras
tierras7.Autores como Manuel Urriza sostienen con certeza que el peronismo
surgió a la vida del país como una “genuina expresión de las luchas
anticolonialistas de la época.
La épica anti colonialista que nutrirá el emerger de ese primer peronismo
encontrara su génesis en diversas expresiones culturales. Será entonces desde la
cultura popular desde donde germinara el núcleo de resistencia contra un régimen
de dependencia disfrazado sutilmente bajo un manto de independencia ficticia y
de instituciones republicanas excluyentes. Ya a fines del siglo XIX y principios
del XX la cuestión identitaria y el anhelo de independencia comenzarán a
aparecer en las manifestaciones artísticas, y posteriormente, en las
producciones literarias. Este emerger irá in crescendo hacia mediados del siglo
XX. Para Juan W Wally8 en las primeras décadas de ese siglo un notable
contingente de artistas e intelectuales comenzaran – mediante sus obras - a
denunciar nuestra dependencia económica y cultural, y a formular diversas
alternativas cuestionando firmemente, entre otros tantos factores, el sistema de
representación política consagrado por la Constitución. Este aspecto
desgraciadamente poco abordado en nuestros claustros, llevara a Fermín Chávez a
sostener que "…. desentrañar las ideologías de los sistemas centrales, en cuanto
ellas representan fuerzas e instrumentos de dominación, es una de las tareas
primordiales de los trabajadores de la cultura en las regiones de la periferia”.
Esta tesis que esbozara en textos como “Historicismo e iluminismo en la cultura
argentina” y en otras similares Chávez sostendrá que la dependencia económica y
cultural de nuestro país encontrará en la conciencia nacional un verdadero
límite, señalando enfáticamente que es a través de la cultura popular donde la
conciencia nacional ha resistido bajo formas ciertamente atípicas e
imperceptibles inclusive para algunos consagrados hombres de ciencia.
Como señalamos anteriormente, el peronismo desde sus orígenes adquirirá una
impronta movimientista y en tanto asumirá el desafío de convocar a todos los
sectores que compartieran las grandes líneas orientadoras que seguiría su futura
gestión. Así radicales, nacionalistas, socialistas y conservadores - entre otros
tantos - integrarán la infraestructura de un “primer peronismo” que si bien se
expresará “formalmente” a través del Partido Laborista y la Unión Cívica Radical
“Junta Renovadora”, luego a partir del Partido único de la Revolución Nacional,
y finalmente a través del Partido Peronista, presupuso “algo más” que una simple
estructura partidaria. Ese “algo más” determinará que el justicialismo “no
adopte formas tradicionales de organización y adquiera una dinámica constitutiva
más amplia, más significativa, mas inclusiva y más poderosa que una simple
organización partidaria, cuyo objetivo principal se orientará fundamentalmente
hacia la demolición de todos y cada uno de los lazos de dependencia. Tales
circunstancias ocasionaran además que el peronismo como movimiento, sea
dificultosamente encasillable dentro de los cánones conceptuales de la teoría
política del viejo mundo9.
El espacio donde operará el movimiento peronista será el de la comunidad
integralmente concebida con una vocación totalizadora (comunidad organizada)
donde la estructura partidaria será una institución más, a la que se apelara
coyunturalmente. Nótese que Perón “hará especial hincapié en las organizaciones
libres del pueblo (verdaderas formas de “autoorganización espontánea” de la
sociedad) las que darán sustancia al movimiento y le imprimirán su dinámica
liberadora”10. Así, el ideario anticolonialista que expresará el peronismo al
decir de Urriza dará cauce a las masas populares pero no “por dentro”, sino “al
margen” del sistema partidocrático tradicional.
A fin de comprender cabalmente este fenómeno bien cabe continuar citando algunas
de las reflexiones de Urriza: “El objetivo de liberación es ideológicamente
definitorio dada la implantación histórica de estos movimientos en un continente
estructuralmente dependiente y trae como consecuencia que, como en toda empresa
independentista nacional, los movimientos agrupen en función de la pertenencia a
la nación más que de la pertenencia a una clase. Esta circunstancia los hace
policlasistas y, aunque predominantemente se componen de los sectores populares
y obreros, no están atados a dogmatismos de clase; es decir, son más nacionales
que clasistas. Precisamente, el contenido nacionalista que portan es criticado
por ciertas perspectivas internacionalistas y esa característica, sumada
mecánicamente a la circunstancia de que varios de los líderes populares
provienen de las fuerzas armadas, basta para que algunas versiones los tilden de
“militaristas”, “nazis” o “fascistas”.”11.
Recordemos que Perón con la vocación docente que lo caracterizaba alguna vez
definió la dinámica del movimiento de esta forma: “Nosotros no somos un partido
político sino un gran movimiento nacional, y, como tal, hay en él hombres de
distinta extracción. Por mi parte, siempre cuento una anécdota de algo que me
sucedió en la etapa inicial de nuestro movimiento. Cuando empecé a organizarlo
había hombres que tenían una proveniencia de la derecha y en realidad eran de la
reacción de la derecha (…) Del otro lado, había algunos de izquierda y hasta un
poquito pasados a la izquierda (…) Pues bien: un día vino un señor de la derecha
y me dijo: `General, usted está metiendo a todos los comunistas`. No se aflija
-le respondí-: yo pongo a ésos para compensarlos con usted, que es reaccionario
(…). Los movimientos populares y masivos como el nuestro no pueden ser
sectarios. El sectarismo es un factor de eliminación y es poco productivo cuando
un movimiento de masas comienza a eliminar prematuramente a aquellos que no
piensan como el que lo forma. Vale decir, resulta necesario ver esa enorme
amplitud sin ningún sectarismo. Los sectarismos son para los partidos políticos
pero no para los movimientos nacionales como el nuestro”.
La desaparición física del conductor del justicialismo trajo aparejadas diversas
consecuencias, y a la vez, numerosos desafíos para sus seguidores - en especial
- aquellos que se refieren a la formulación de modalidades para la legitimación
de las nuevas camadas de dirigentes. Han transcurrido más de tres décadas de tal
acontecimiento, y – para muchos- el debate respecto la forma movimientista se
encuentra pendiente. En aquellos que consideran que la fase emancipatoria de
nuestro país no ha sido resuelta aún, perdura el debate respecto a si la
organización a través de la figura del movimiento mantiene aun plena vigencia.
Cabe señalar que cuando el tres veces presidente de los argentinos al regresar
definitivamente al país manifestó que para un “argentino no había nada mejor que
otro argentino”, “que el año 2000 nos encontraría unidos o dominados” y que su
“único heredero era el pueblo”, no solamente estaba indicando que había llegado
la hora de establecer mecanismos para surgimiento de nuevos liderazgos, sino que
enunció una serie de imperativos - que a su criterio - deberían orientar el
futuro accionar del movimiento hasta entonces por él conducido. Entre ellos se
encuentra la fina advertencia que, más allá de las circunstancias coyunturales,
debía darse continuidad a la épica emancipadora y preservar el carácter
movimientista sea la forma o modalidad que esta asuma. En ese sentido debe
recordarse que para Perón la técnica política es la “antitesis de la
politiquería”. Nosotros sostuvo en alguna oportunidad “…queremos que cada
Argentino conozca el panorama del país; que cada argentino este impulsado hacia
los objetivos de la nacionalidad: que cada argentino se interese por la cosa
pública como si se tratara de su propia casa, porque la patria señores, es la
casa grande de todos los hermanos de esta inmensa familia argentina”12
Anticipamos en este trabajo en forma sucinta cuales fueron los antecedentes y
algunos caracteres básicos que fueron constituyendo la idea de “movimiento”
sosteniendo además que éste adquiere status de “categoría conceptual a la luz de
la tradición filosófica latinoamericana”.
En posteriores intervenciones intentaremos descomponer esta “categoría” a fin de
fundamentar con mayor profundidad lo aquí señalado.
1 Norma Lanciotti y Andrea Lluch: Universidad de San Andrés. “Gran Bretaña y
Argentina: Inversiones, empresas y relaciones económicas (1870-1975c.). Balance
historiográfico y agenda de investigación. En: http://www.udesa.edu.ar/files/UAHumanidades/DT/DT48-LANCIOTTILLUCH.PDF
2 Norma Lanciotti y Andrea Lluch: Universidad de San Andrés…. Ibídem.
3 Norma Lanciotti y Andrea Lluch: Universidad de San Andrés…. Ibídem.
4 Norma Lanciotti y Andrea Lluch: Universidad de San Andrés…. Ibídem.
5Respecto a esta ultima matriz Jorge Enea Spilimbergo inscripto en la denominada
Izquierda Nacional llamará al fenómeno “ley de Inercia”, que básicamente
significaba transpolar la cosmovisión y las categorías europeas para analizar
desde allí la realidad argentina.
6 Hernández Arregui Juan José: “La Formación de la conciencia nacional”.
Editorial Plus Ultra, 1973
7 Armando Poratti: “Perón filósofo”. En www.nomeolvidesorg.com
8 Wally, Juan W: “Generación Argentina de 1940: grandeza y frustración” .
Editorial Dunken.
9 Pestanha Francisco José: “Movimiento o partido”. En http://www.agendadereflexion.com.ar.
10 Pestanha Francisco José: “Movimiento o partido”. ibídem
11 Urriza Manuel: “Movimiento o partido”: El peronismo: en http://www.nuso.org/upload/articulos/1211_1.pdf
12 Juan Perón; Discurso del 25-07-1949 . En “Juan Perón el Peronismo y la
Soberanía”. Cuadernos del Pensamiento Nacional. Fermín Chávez. Año 1991.
* Francisco José Pestanha es docente y ensayista. Es Profesor
Titular del Seminario “Pensamiento Nacional y Latinoamericano” en la Universidad
Nacional de Lanús y Miembro de número del Instituto Nacional de Revisionismo
Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”.
(Publicado en revista “Escenarios”. Abril 2013)
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