Se
conmueven del inca las tumbas
Por Enrique Manson
Si el 25 de mayo de 1810 se estableció el primer gobierno patrio, no era
exactamente ese día, ni esa semana, el momento de origen de nuestra vida como
nación.
En realidad, el Río de la Plata nunca había sido estrictamente una colonia, y
por eso los rioplatenses habían combatido en las invasiones inglesas en defensa
de lo propio, aunque lo gobernara un virrey peninsular. Desde entonces fue
madurando el camino hacia la independencia.
Cuando llegó la noticia esperada por todos, de que Napoleón se había adueñado de
la península, se desencadenaron los acontecimientos. España se había perdido. Y
para siempre, porque hoy sabemos que hubo oportunidad de que los españoles lo
corrieran de la península, pero ¿quién imaginaba que eso era posible en mayo de
1810, cuando los granaderos franceses arrollaban a Europa entera?
Había que tomar el toro por las astas, porque los riesgos sobraban. El primero,
hacernos franceses como España. O sufrir una nueva invasión inglesa. O
portuguesa, ya que la corte de los Braganza se había instalado a pocas millas al
norte, en Río de Janeiro.
Mayo fue la respuesta a esta crisis. Debíamos ser independientes porque ya no
había –no habría- España. Más adelante, ante la resistencia de la burocracia
peninsular y la ingrata ceguera de Fernando VII, se fue consolidando la vocación
de independencia. Aunque volviera a existir España.
En octubre de 1812, los hombres de la logia Lautaro, con San Martín a la cabeza,
tomaron el poder. La independencia era el objetivo. Así se convocó a la Asamblea
Constituyente –del año XIII, se la sigue llamando- para declararla.
Sin embargo los factores de la política internacional lo postergaron. Pero la
Asamblea avanzó en símbolos que manifestaban la vocación liberadora, y uno de
ellos, seguramente el principal, fue el Himno de López y Planes (imagen) y de
Parera.
Desde el principio, el triple grito de Libertad, que se convoca a oír a los
mortales manifiesta esa intención. Es una nueva y gloriosa Nación la que se
levanta a la faz de la tierra. Y el anti españolismo –nacido de la resistencia
de monarca y burócratas coloniales- anuncia que a sus plantas está rendido un
león.
Anti españolismo y americanismo expresado en la reivindicación de lo indígena y
del Inca cuyas tumbas se conmueven.Pero también, y como para lo leamos los
contemporáneos que a través de la Unasur estamos viviendo el sueño de la unidad
continental, un sentido continentalista. ¿No los veis –dice más adelante- sobre
Méjico y Quito arrojarse con saña tenaz. Y, recordando la represión al Alto Perú
de 1809, cual lloran, bañados en sangre, Potosí Cochabamba y la Paz?
Décadas después llegó la reconciliación con España, y los cantares bélicos se
recortaron. Pero quedó el estribillo:
Coronados de gloria vivamos
o juremos con gloria morir.
Que no es una invocación a la muerte, sino, muy por el contrario, una afirmación
de la vida que más vale, cuando se dedica a una noble causa, como la
construcción de la Patria. Hoy, más que nunca, de la Patria Grande.
No tuvimos, hasta tres años después, independencia. Pero quedó el símbolo, el
Himno, que vale por lo que simboliza.
Y como dijo hace poco alguien que entiende de estas cosas: Un símbolo es como un
dedo que señala al sol. Y sólo los idiotas se quedan mirando el dedo.
Enrique Manson
Instituto Dorrego
Mayo de 2013