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40 años de "El Devotazo"
“Ni un solo día de gobierno peronista con presos políticos”
Por Marcelo Duhalde
Una inmensa alegría, una enorme satisfacción, la fiesta que se vivió el 25
de mayo en la puerta de las cárceles.
Las largas luchas de la resistencia peronista comenzaron con el
enfrentamiento a la revolución fusiladora. Desde el mismo día en que fue
derrocado el gobierno nacional, popular y democrático del General Juan
Domingo Perón, surgieron de manera inorgánica en los barrios, en los lugares
de trabajo, en las casas, en el sabotaje de los trabajadores, lo que
conformó la lucha peronista en la clandestinidad, durante el duro
enfrentamiento a los gobiernos militares.
Con el correr de los años, distintas instancias organizativas se fueron
creando, y a partir del encuentro que se produce entre obreros y estudiantes
impulsados por dirigentes representativos, verdaderos exponentes del
peronismo combativo, y de otras posiciones revolucionarias dentro del campo
popular, empiezan a surgir las organizaciones político-militares que a
finales de los '60 toman la vanguardia de la confrontación con la dictadura
cívico-militar representada en sus últimos tiempos de ese proceso por
Alejandro Agustín Lanusse.
Lanusse utilizó distintos medios para tratar de convertirse en un nuevo
Perón, con expectativas electorales incluidas, el Perón que representara los
intereses de la oligarquía y de los capitales extranjeros. Convengamos que,
como exponente de los sectores concentrados de la economía, reunía en sí
mismo varios atributos, como su tradición familiar, pertenecer en el
ejército a la caballería y ser parte de la oligarquía agroganadera.
A partir de los bombardeos de Plaza de Mayo, que cambiaron lo conocido hasta
el momento en materia de represión en nuestro país, el enfrentamiento con la
dictadura había ido sumando instancias de violencia a medida que pasaba el
tiempo. Con el correr de los '60, comenzaron los secuestros de los
militantes que, en ese momento, eran selectivos. Primero, en 1962, fue el
dirigente obrero y de la Juventud Peronista Felipe Vallese.
Posteriormente, se sumaron los secuestros y desapariciones de Marcelo Verd,
Sara Palacio, Juan Pablo Maestre, Mirta Misetich, Néstor Centeno y Luis
Pujals, entre otros.
Pero el punto máximo de explicitación de hasta dónde podía llegar la
represión fue la Masacre de Trelew. Esta acción criminal se produce en
momentos en que Lanusse había impuesto una cláusula absolutamente ilegal y
anticonstitucional que obligaba para su aceptación como candidatos que
tuvieran residencia en el país de más de dos años antes del 25 de agosto de
1973, y de esa manera se impidiera que el General Perón fuera el candidato
que quería el pueblo.
Este general, compadrito de Barrio Norte, al decir de Rodolfo Ortega Peña,
en el famoso y trascendente acto de Nueva Chicago en septiembre de 1972,
tenía casi una obsesión personal con Perón por haber estado detenido como
partícipe del intento de golpe para derrocarlo en 1951.
La Masacre de Trelew produce un efecto absolutamente inverso al que
pretendían los dictadores cívico-militares del momento. Lo que buscaban era
amedrentar a la juventud para evitar que se siguiera sumando masivamente a
la lucha que se estaba desarrollando. Los jóvenes, lejos de atemorizarse, se
sintieron acicateados y motivados al conocer la brutal masacre que asesinó a
16 presos indefensos en la Base Almirante Zar, el 22 de agosto de 1972.
La respuesta activa y masiva de la juventud no se hizo esperar, fue un
disparador a lo largo y ancho de todo el país, que se concretó en forma
espontánea y que se pareció mucho al impacto que produjo la muerte de Néstor
Kirchner en 2010. Esto se volcó rápidamente en la campaña electoral que a
todas luces mostraba que sería contundente el triunfo del candidato de Perón
y del pueblo, Héctor J. Cámpora, el 11 de marzo de 1973.
Luego del triunfo arrasador de Héctor J. Cámpora, bajo la consigna "Cámpora
al gobierno, Perón al poder", comenzó a darse dentro del movimiento
peronista y, más específicamente, dentro de la Tendencia Revolucionaria del
peronismo, un debate sobre la actitud que debía tomar el presidente electo
en relación a los presos políticos que se encontraban en las cárceles de la
dictadura. La polémica sostenía, por un lado, que no se podía avanzar tanto,
y que sería apretar al gobierno popular, según decían, propiciar la
liberación de nuestros detenidos. Otra posición sostenía que había que
reclamar la liberación porque si se había logrado este triunfo después de 18
años de proscripción y persecución, era en gran parte por esos mismos
presos. Otros sectores del campo revolucionario también coincidían que no
debían permanecer en la cárcel quienes habían aportado tanto y eran parte
fundamental para llegar a ese triunfo.
Es así que surgió la consigna de la Tendencia Peronista que se sintetizaba
de esta manera: "Ni un solo día de gobierno peronista con presos políticos."
Los encargados de impulsar esta posición fueron los abogados que
representaban a la mayoría de los compañeros que estaban presos. Entre
ellos, Rodolfo Ortega Peña y a Eduardo Luis Duhalde, quienes hicieron las
gestiones para explicar y concientizar a los futuros funcionarios, empezando
por Cámpora y por Esteban Righi, que iba a ser su ministro del Interior, que
no podía ser de otra manera y que era el reclamo que surgía de las bases,
que los compañeros fueran reconocidos como héroes de ese proceso y que, por
lo tanto, debían ser tratados como tales.
Finalmente, dejando de lado distintos intentos de mediar entre esas
posiciones, tales como una amnistía a través del Congreso, o una liberación
parcial y distintas situaciones que no respondían a la realidad de lo que se
estaba reclamando, se aceleraron los acontecimientos.
Llegó el gran día y, ante el retraso en la decisión por parte de los
funcionarios que debían tomarla, el 25 de mayo de 1973 por la tarde, después
de celebrar en la Plaza de Mayo la asunción del representante de las clases
populares en la Presidencia de la Nación, numerosos sectores de la
militancia marcharon hacia la cárcel de Devoto que era el emblema de las
cárceles que estaban abarrotadas de compañeros privados de su libertad a lo
largo del país. Situaciones similares se vivieron en casi todas las cárceles
del país; en la Unidad 9 de La Plata, en la cárcel de Rawson, en Chubut, en
la cárcel de resistencia, en el Chaco, en la cárcel del Buen Pastor y otras,
en la provincia de Córdoba.
Por cercanía la cárcel de Devoto fue donde se inició el pedido libertad de
los compañeros; con el beneplácito y el consentimiento del compañero
presidente que acababa de asumir, habían quedado de lado las discusiones
internas. Habían quedado de lado las dudas iniciales cuando Héctor Cámpora
comprobó que era un reclamo popular y se convirtió en una fiesta en todo el
país. Él compartió la decisión de los que querían reencontrarse con estos
jóvenes y heroicos militantes encarcelados. La liberación se produjo esa
misma noche y fue uno de los hitos más representativos de la conciencia, y
del cambio que estaba esperando la población que había votado masivamente a
los candidatos del FREJULI.
Lamentablemente, los hechos que vinieron después demostraron que el auge en
la lucha de masas no era suficiente para la toma del poder. Los dos modelos
de país allí también estaban pugnando por ser gobierno.
De cualquier manera, esos acontecimientos produjeron una inmensa alegría,
una enorme satisfacción en gran parte de la población y la fiesta que se
vivió el 25 de mayo por la noche en la puerta de las cárceles es uno de los
recuerdos más fuertes, más sinceros y más profundos de toda una generación
que luchó con las banderas de la transformación y creó un ejemplo de
militancia y de entrega que dejó su huella para que nuestro país pueda vivir
lo que hoy estamos construyendo.
25/05/13 Tiempo Argentino
“Tratamos
de convertir la cárcel en una escuela de cuadros”
Por Alicia Sanguinetti. Extracto del libro El Devotazo
politica@miradasalsur.com
Liberados. Alicia Sanguinetti, su compañero Alberto “El Capitán” Munárriz,
desaparecido en 1974, y Marcelo “El Mono” Pistán.
El Devotazo. Alicia Sanguinetti, fotógrafa, militante presa del PRT,
documentó con una cámara ingresada de contrabando a Villa Devoto el momento
de la liberación de los presos políticos el 25 de mayo de 1973.
Provengo de una familia muy comprometida con la política, a pesar de no
estar afiliados a ningún partido. Un abuelo paterno anarquista, un abuelo
alemán socialista. Por su lado, mis padres, Anne-Marie Heinrich, fotógrafa,
y Álvaro Sol, escritor, ambos eran socialistas que volcaron su militancia en
la Junta de la Victoria y en el Consejo Argentino por la Paz. En la casa
paterna solía haber mucha presencia de artistas y militantes políticos.
(...)
Ya en la escuela secundaria me acerqué al Partido Comunista a través de la
Federación Juvenil Comunista, la Fede; posteriormente me contacté con otra
organización, Vanguardia Comunista, de orientación maoísta. En ambas
agrupaciones estuve muy poco tiempo, ya que también tempranamente me
relacioné con el Frente Antiimperialista de Trabajadores de la Cultura (Fatrac),
que era el frente cultural organizado por el Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT). Poco tiempo después, en 1969, me incorporé al PRT-ERP
(...)
Fui detenida el 8 de julio de 1970, con motivo de una acción que se iba a
realizar como manifestación de protesta por el desfile militar que la
dictadura, encabezada por entonces por el general Alejandro Agustín Lanusse,
realizaría para celebrar el Día de la Independencia Nacional. Todo el equipo
fue detenido. Yo tenía 25 años. (...)
Fuimos detenidos cinco militantes. De la comisaría 2da., nuestro primer
destino, pasamos los cinco a Coordinación Federal. Posteriormente, más o
menos al mes, las compañeras fuimos trasladadas a la Cárcel de Mujeres, bajo
la dirección de unas monjas. Al final, terminamos inaugurando el Pabellón de
Mujeres en la Cárcel de Villa Devoto, pero al tiempo fuimos nuevamente
derivadas, esta vez al penal de Rawson. Después de la fuga de agosto de 1972
y la posterior masacre de Trelew, las compañeras nuevamente volvimos a Villa
Devoto, imponiéndonos un régimen de aislamiento de “máxima peligrosidad”.
(...)
Tratamos de convertir la cárcel en una escuela de cuadros, tal la línea
emanada por el partido para todos los militantes en reclusión. Hacer de la
experiencia carcelaria una experiencia útil. La idea era seguir formándonos
en todos los aspectos, política y humanamente, para regresar a la libertad y
seguir militando. En Villa Devoto nos reuníamos por equipos que compartíamos
con compañeras de otras organizaciones, con las que manteníamos una
excelente relación. (...)
En esos equipos se estudiaba historia y economía, y se realizaban lecturas y
charlas. También debatíamos nuestras diferencias políticas. Además,
realizábamos trabajos prácticos de tejidos que nuestros familiares después
vendían afuera del penal. Esas ventas contribuían para ayudar con nuestros
gastos en el penal. (...)
La victoria del Frejuli fue festejada con todos los compañeros, ya que
sentíamos que se daban las condiciones para una mayor posibilidad de salir
en libertad, y tras ello, reincorporarnos de inmediato a la lucha. (...)
Todos estábamos por la amnistía, el indulto o lo que nos permitiera salir en
libertad y volver a la militancia externa. Creíamos que se iba a dar la
liberación en algún momento, pero que no había que dejar de pelearla para
que la liberación de los presos políticos se diera lo antes posible y que no
hubiera ninguna tentativa de dar marcha atrás. (...)
En aquellas épocas mi relación con la fotografía era muy poca, ya que yo
estaba militando a tiempo completo. La fotografía, por el momento,
constituía una materia postergada. (...)
La cámara me llegó el 24 de mayo, un día antes de nuestra liberación. Ese
día, las requisas en el penal eran mucho más relajadas y, siendo justamente
día de visitas, mi hermano Ricardo, que estaba haciendo fotografías en la
calle para documentar el clima que se vivía en esos días, pudo ingresar a
Villa Devoto con la cámara medio oculta. Esos días las visitas pudieron
hacerse con contacto físico directo, reencontrándonos los detenidos con
nuestras familias en el patio del penal, y no a través de rejas como antes.
Al irse, Ricardo me pasó la cámara. (...)
La verdad es que mi idea en esos momentos era simplemente documentar el
ambiente festivo que se vivía en el penal, con la ilusión de que podíamos
llegar a salir en libertad. Pude trabajar bastante libremente en el pabellón
en el cual estábamos nosotras y también acercarme a las escaleras que
llevaban al piso inferior. (...)
El rollo ese quedó en el estudio fotográfico de mi familia, oculto, sin
tomar en consideración lo que esas imágenes significaban. Dado que después
de la liberación continué militando, y más tarde de manera clandestina, mis
padres guardaron celosamente el rollo fotográfico, al igual que recortes de
diarios y otros recuerdos. Todo ese bagaje de recuerdos e historias los
recuperé recién en 1983, cuando volví a mi vida legal.(...)
Viendo en esos momentos el rollo y las fotos, lo reviví como un material
histórico que debía estar en manos de los Archivos de la Memoria. Es así
como ese material fue a parar al Archivo Nacional de la Memoria (ANM), en la
ex ESMA. También una muestra fotográfica completa fue donada al Museo de la
Memoria de la Plata. Es un material histórico y que debe estar al servicio
de nuestra historia. La historia de nuestro país.
26/05/13 Miradas al Sur
Uno,
dos, muchos devotazos
Por Ignacio Vélez. Fundador de Montoneros
contacto@miradasalsur.com
Para dejar las cosas claras de entrada y que no haya confusiones: hubo sin
duda muchos Devotazos. Uno, protagonizado por decenas de miles de compañeros
que luego de saludar con euforia el juramento del Tío Cámpora marcharon a la
cárcel de Devoto a exigir el cumplimiento inmediato de la consigna que marcó
a fuego todos los actos de la campaña “Cámpora presidente, libertad a los
combatientes”.
Otro, el de cada uno de nosotros. Pleno, lleno de sueños y alegrías, pero
también en algún lugar, temeroso (pensemos de dónde veníamos) por esa vida
ilimitada, llena de victoria que se abría ante nosotros.
Recuperar la libertad, los compañeros, la militancia, los amigos, la familia
llena de hermanos, nueras, tíos y sobrinos. Los amores que a veces
tenazmente se conservaron y el duelo por otros muchos que se perdieron por
trágicas ausencias o por la soledad difícil de soportar de la
clandestinidad.
Allí, a metros nuestros, estaba todo lo mas hermoso de la vida: la historia
en los rostros, los abrazos, los besos, en el cariño reparador de todos, y
de cada compañero.
Pero en el devotazo personal, al menos en mi caso, pesaban otras
preocupaciones. Volvía a la vida, a la libertad en una coyuntura compleja
donde la lógica amigo-enemigo lo empapaba todo. El poder criminal,
cívico-militar, estaba preparando el escarmiento. Y tenía como aliados a
importantes sectores dentro del peronismo. Y eso era gravísimo en lo
político-social y peligroso en lo personal. Yo, nosotros, los Sabinos,
estábamos convencidos de que era el momento de masificar la política
democratizadora. De reconstruir el movimiento desde sus bases militantes
fortaleciendo su rebeldía transformadora. De evitar la guerra de aparatos.
De la necesidad urgente de bajar los niveles de violencia
Y sentíamos que era casi imposible. Que el poder no perdonaría. Que estaban
como siempre decididos a usar la violencia más brutal en defensa de sus
intereses.
A partir de la victoria del 11 de marzo se sucedieron situaciones tan
increíbles como la coyuntura. Cuando me trajeron a Devoto desde Rawson, me
metieron en un calabozo para tomarme las huellas digitales. En ese momento
tiran en el calabozo de al lado a una pequeña mujer. Cuando nos miramos,
comenzamos a llorar de alegría, a hablarnos, a gritarnos. Era mi pareja a la
que hacía años que no veía. Estaba en la clandestinidad después de la fuga
del Buen Pastor y, justo la tarde anterior, había sido detenida. Lo recuerdo
con mucha emoción. Fue increíble.
Fueron días inagotables y llenos de emociones cruzadas. A fines de abril,
mientras lo abrazaba en su llanto desconsolado, tuve el inmenso dolor de
informarle al Gallego Fernández Palmeiro que su hermano, por quien él se
había cambiado para que se fugara, había sido asesinado cuando se retiraba
luego de darle muerte al contraalmirante Hermes Quijada, uno de los
cómplices de la masacre de Trelew .
Pero al rato, volvía a mi celda que compartía con Paco Urondo, y nuestro
poeta me invitaba a charlar con Julio Cortázar, que venía a visitarlo.
Y luego, a la noche, nos trenzábamos en discusiones políticas frontales que
me desesperaban. La organización político-militar de cuya fundación había
participado no comprendía la gravedad que significaba continuar la guerra de
aparatos con la derecha. Seguía abrazada a las armas y continuaba desafiante
el proceso que la llevaba inevitablemente al enfrentamiento con Perón al
pretender disputarle la conducción del movimiento.
Al atardecer del 25, la puerta de la celda que estaba entornada se abrió
violentamente y apareció con los brazos abiertos y una inmensa sonrisa Juan
Manuel Abal Medina. Ese es uno de los abrazos más importantes de mi vida.
Sentí que los dos, en el otro, abrazábamos a Fernando.
Luego la noche se llenó de afectos, apretones y besos. Decenas de compañeros
que parecían miles me llevaban en andas, antes de salir siquiera del
pabellón y de mi emoción.
Caminaba abrazado con Iván Roqué hacia la libertad lleno de alegría pero con
las preocupaciones señaladas. Ellos, mis hermanos, mis queridos compañeros
con quienes compartía el reconocimiento reparatorio del cariño popular,
seguirían en Montoneros, convencidos de que había que condicionar al
gobierno popular aun a costa de dificultar la democratización del país.
Esa noche rehusé ir al balcón de Avenida La Plata. Era Sabino crítico y
también Montonero. Esa era mi historia. Pero me negué a abrazarme a esa
conducción que ya era presa del exitismo armado, avalado por el perejilismo.
Una “patrulla perdida”.
Con mi compañera, nos refugiamos con Antonia Canizo y su compañero Pipo y
fue volver a casa al cariño de los compañeros mas queridos.
La primavera duró poco, y sin otoño, llegó el frío invernal que nos desgarró
como pueblo y nos arrancó brutalmente la alegría.
Hoy la estamos reconstruyendo y ya podemos ver las primeras flores. Vino
cargada de pasiones y principios con Néstor y Cristina.
26/05/13 Miradas al Sur
En
Rawson, con medialunas
Por Alberto Elizalde Leal
politica@miradasalsur.com
De Rawson a Ezeiza. La militancia invadió el aeropuerto para recibir a los
liberados en Rawson.
Cárcel de Rawson. 25 de mayo de 1973. Es una hermosa y fría mañana de otoño,
inundada del aire purísimo de la Patagonia. Desde el triunfo popular del 11
de marzo, los presos políticos esperamos, con fundada expectativa, el
momento en que se concrete, junto con la asunción del gobierno de Cámpora,
nuestra ansiada libertad. En días previos, muchos legisladores y dirigentes
políticos nos visitan para manifestar, con diversos matices, su compromiso
con la causa de la libertad de los militantes populares. Los diputados de la
tendencia son los más entusiastas y los más convencidos de que la liberación
será un simple trámite, una rápida amnistía o un decreto de indulto. Los
presos del PRT y del resto de la izquierda –llevados por la inveterada
desconfianza hacia los “gobiernos burgueses”– no confiamos mucho en el
cumplimiento de esas promesas y estamos en huelga de hambre desde hace unos
días. Los presos montoneros y de la FAR, obviamente, no participan.
Igualmente, la camaradería y el compañerismo se mantienen intactos. De
pronto, por los parlantes en los pabellones se transmite el discurso de
Cámpora en el Congreso Nacional. Se escuchan palabras impensadas en una
asunción presidencial: “Héroes y mártires”, “las ofensas que no serán
olvidadas”, “el camino de la liberación”. Casi sin darnos cuenta, sin mucha
discusión, en una suerte de decisión colectiva, el bloque de izquierda
levanta la huelga de hambre, motivada también, hay que decirlo, por el
humeante chocolate patriótico y las recién horneadas medialunas que la
cocina del penal ha mandado a los pabellones. El clima es festivo, después
de las encendidas palabras del Tío ya no quedan dudas, no se puede ser
consecuente al halagar a los héroes y los mártires de la juventud que
lucharon contra la dictadura sin concretar de forma inmediata nuestra
liberación. En las calles, miles de personas ya marchan hacia las cárceles
con una sola consigna: “Primera ley del frente, libertad a los
combatientes”.
26/05/13 Miradas al Sur
Documentos
para la historia
Por Gabriel Rot. Coordinador del colectivo El
Topo Blindado
contacto@miradasalsur.com
La riquísima tradición de luchas populares en la Argentina está abonada por
acontecimientos que merecen una particular atención debido a la experiencia
de organización y rebeldía que nos ha legado. La Resistencia Peronista, la
fuga y posterior masacre de Trelew, la resistencia a las dictaduras, las
diversas insurrecciones provinciales, el Devotazo son algunas de ellas.
Reivindicadas con una impronta legendaria y heroica, las luchas populares no
siempre han sido abordadas con el debido acompañamiento de los documentos
que sus protagonistas produjeron, una carencia que el colectivo El Topo
Blindado intenta contribuir a salvar tanto a través de sus ediciones en
papel como de su sitio web (www.eltopoblindado.com), socializando hasta
ahora más de 2.200 documentos. En ese sentido, la presentación de nuestro
libro El Devotazo Fotografías / Documentos constituye un paso más en nuestra
elección política de socializar materiales de enorme importancia en la
construcción de la memoria popular y su reflexión crítica, recuperando las
fotografías, por primera vez de manera completa en nuestro país, que Alicia
Sanguinetti, detenida en el penal de Villa Devoto, y su hermano Ricardo
desde afuera, tomaron durante la histórica jornada en la que los presos
políticos recuperaron su libertad, el 25 de mayo de 1973, en virtud de una
presión popular que no concedió un solo día de espera. Por supuesto, tal
como hacemos con cada una de nuestras publicaciones, en unos pocos meses
también esta edición será subida a nuestra página, para que cualquier
usuario, sin costo ni restricción alguna, pueda acceder a cada una de tan
fantásticas imágenes.
Nuestro trabajo apunta a desandar un importante corpus de teorización
manifiesto en numerosos textos y polémicas que, con sus claros y oscuros,
constituyen la memoria de una acumulación de experiencias, configurando un
soporte esencial para la comprensión y reflexión de nuestra historia
reciente y para el enriquecimiento de la práctica política de las nuevas
generaciones. Por otra parte, la labor de El Topo Blindado apunta a
desmitificar la idea demonizadora de acreditar el desarrollo de la violencia
revolucionaria en nuestro país a meros impulsos juvenilistas y sus supuestas
pulsiones de muerte, despojando de sentido a una intervención política que
las secuencias documentales dejan al descubierto.
Con esta premisa, ponemos al alcance de los lectores y usuarios en forma
totalmente gratuita los hechos a través de sus testimonios más directos
–comunicados, volantes, afiches, fotografías, revistas y periódicos,
declaraciones, etc.–, con el criterio de que sean los propios protagonistas
quienes expliquen y legitimen su accionar.
Esperamos que esta última publicación sea un aporte más al conocimiento y la
comprensión de un pasado cercano y omnipresente.
26/05/13 Miradas al Sur
Cámpora:
Un gabinete sorpresivo
Por Jorge Luis Bernetti. Escritor
politica@miradasalsur.com
El 25 de mayo de 1973, arrancaba en el país el gobierno de Héctor José Cámpora.
Bajo la consigna “Perón al gobierno el Tío al poder”, fue una primavera
democrática de 49 días que marcó la historia.
A partir del 15 de abril de 1973 y hasta el 25 de mayo de ese año, se ingresa en
un nuevo estadio de la lucha interna del peronismo en el proceso de regreso al
gobierno. De manera intensa ella se manifiesta alrededor y sobre la cúpula del
Movimiento.
Perón, ganador neto en la escena política de esos días, comienza a fijar los
límites y caminos por donde deberá transitar el nuevo gobierno justicialista.
Empero, con el tradicional estilo indirecto de sus maniobras tácticas (el juego
pendular de equilibrios y contrapesos entre las alas y sectores del peronismo),
aquellos se manifiestan a través de un recorrido parabólico.
A partir del cónclave del juicio a Galimberti y Abal Medina en Madrid el 29 de
abril, las fuerzas del peronismo comienzan a reacomodarse en función de la
disputa en torno a la constitución del gabinete presidencial. Como se ha visto,
la dupla Isabel-López Rega comienza a desarrollar de manera agresiva su juego
que también se manifiesta en la cuestión de la conformación del elenco que
debería acompañar al futuro presidente.
Por su parte, Montoneros-Far se hacen presentes directamente en el área de
definición del gabinete. Es en este lapso cuando aquellas organizaciones
guerrilleras elevan a Perón una lista de unos trescientos nombres con
indicaciones acerca de los cargos que podrían ocupar en la función pública.
Por su parte, el presidente electo realizó dos viajes a Madrid para
entrevistarse con Perón con anterioridad a la asunción del gobierno, tema ya
mencionado en el capítulo anterior. Parece sensato entender que, entre otros
temas, conversaron acerca de la designación del gabinete, como surge de los
testimonios mencionados a propósito de la cumbre cuestionadora de la política
revolucionaria.
No existen testimonios de Perón y Cámpora al respecto. Pero resulta evidente que
Perón no fue ajeno a este proceso, como no lo fue respecto de cualquier acto de
significación trascendente de su movimiento. En cuanto a Cámpora, ¿es posible
estimar que se hubiera manejado frente a Perón con independencia absoluta a este
respecto? Su trayectoria en el Movimiento, y especialmente en el proceso
reciente, obligan a desechar esta hipótesis.
En el juego de propuestas (de Cámpora) y sugerencias (de Perón) podría
encontrarse un balance de este proceso. La clave está en los límites de ese
recorrido del presidente al líder y hasta qué punto la autonomía del poder
vicario podía relativizarse para jugar políticas propias. En este punto se
instala la polémica acerca de las características que presenta el gabinete con
el que se inicia el gobierno peronista de 1973.
Aquí también se manifiesta la acción de Isabel Perón y López Rega para disponer
de alguna fuerza en el gobierno del presidente Cámpora para poder continuar
desde el poder la conspiración ya analizada a partir de la reunión de Madrid de
mediados de abril. Conviene recordar que todavía no se habían apagado los ecos
de su apoyo a la política de la victoria. Conviene recordar que Isabel y López
Rega habían impulsado la defenestración de Paladino y la designación de Cámpora
como delegado, estando de acuerdo inclusive con la promoción de la juventud
peronista al Consejo Superior.
En definitiva, el gabinete quedó integrado de la siguiente manera: Esteban Righi
(Interior); Ricardo Otero (Trabajo); José B. Gelbard (Hacienda y Finanzas); Juan
Carlos Puig (Relaciones Exteriores); Jorge Taiana (Educación); Angel Robledo
(Defensa); José López Rega (Bienestar Social); Antonio Bení-tez (Justicia).
El ministro de Trabajo, Ricardo Otero, era un viejo colaborador de Augusto
Vandor, el antiguo secretario general de la UOM. Otero desempeñaba la secretaría
Capital Federal de la UOM, por seis períodos consecutivos, desde 1967 hasta su
toma de posesión. Nacido en España, argentino naturalizado con residencia en la
Argentina desde niño.
Otero contaba con 49 años al jurar el cargo. José Gelbard había nacido en
Polonia en 1917 y como Otero arribado de niño a la Argentina donde se había
nacionalizado. Había sido redactor del “Acta de Catamarca”, documento que había
dado origen a la Confederación General Económica (CGE), entidad que presidió de
1953 a 1955, luego de 1962 a 1968 y finalmente de 1970 hasta marzo de 1973. Fue
actor relevante en la redacción del Plan Conjunto CGE-CGT de septiembre de 1972
y de su recreación como “Sugerencias del Empresariado Nacional para un programa
de gobierno” en marzo de 1973.
Puig, con 45 años de edad, ingresó al gabinete nacional luego de una carrera
académica. Doctor en diplomacia, Puig había dictado cursos en la Universidad del
Salvador y la Católica Argentina y desempeñaba el cargo de decano de la Escuela
de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Rosario
(su ciudad natal), en el momento de su designación. También el nuevo canciller
había desempeñado las funciones de asesor en política exterior en la Secretaría
del Consejo Nacional de Seguridad (Conase) y la Dirección Nacional de Política
Fluvial Internacional de la Subsecretaría de Recursos Hídricos. Era considerado
un experto en los temas referentes a la Cuenca del Plata. Jorge Taiana, médico,
de 62 años en 1973, ejerció la cátedra de cirugía torácica desde 1936 hasta
1952, cuando asumió el decanato de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y
luego el rectorado de la Universidad homónima en 1954. Angel Robledo, por su
parte, egresa como doctor en leyes de la Universidad del Litoral (Rosario) en
1953. Fue diputado provincial peronista por dos mandatos consecutivos; en la
segunda ocasión presidió el bloque justicialista. Fue integrante de la
Convención Reformadora Constituyente Nacional en 1949 y en la misma época
presidió la Convención Reformadora provincial en Santa Fe. José López Rega, cabo
de la Policía Federal en la primera presidencia de Perón donde formó parte en
alguna ocasión de su cuerpo de custodia, era secretario privado de Perón en su
destierro madrileño desde los primeros años de la década del ’60. Antonio
Benítez, nativo de Rosario, fue electo diputado nacional en 1946, cargo que
sostuvo hasta 1955, presidiendo la Cámara respectiva desde 1953. En la etapa
previa al 11 de marzo fue uno de los apoderados legales del partido
Justicialista. Esteban Righi, abogado, era el integrante más joven del gabinete
y el más ligado personalmente al presidente Cámpora.
En medios del peronismo duro existió en aquellas circunstancias cierta
convicción de que el equipo gobernante había sido formado por Perón y sugerido o
impuesto al electo mandatario.
Sin embargo, un exponente de esta orientación en la época, Galimberti, señala:
“No creo que Perón le impusiera ninguna figura a Cámpora, ni siquiera Gelbard,
que creo de todo ese gabinete es la figura menos cuestionable”. (Conviene
recordar que Gelbard, quien nunca había tenido militancia justicialista, había
desarrollado buenas relaciones con el gobierno de Lanusse. Fue durante el mismo
que logró ganar con una de sus empresas –Aluar, Aluminio Argentino– el llamado a
concurso para construir la primera planta productora del metal en Argentina. Por
dicha operación se produjo en el propio gobierno peronista, luego de la salida
de Gelbard del gobierno, una investigación parlamentaria y el propio Lanusse fue
juzgado por la justicia del golpe del 24 de marzo de 1976.)
Pero la pieza más disonante del equipo del 25 de mayo fue, sin duda, José López
Rega. El Ministerio de Bienestar Social (MBS) a su cargo abarcaba cuatro
secretarías de Estado: Salud Pública, Vivienda, Seguridad Social y Turismo y
Deportes. Esta última fue adjudicada al coronel (retirado) Jorge Osinde, de la
especialidad de inteligencia, de firme ubicación en el ala derecha del
justicialismo. El MBS pasaría desde el 25 de mayo a convertirse en el principal
instrumento de la conspiración del poder personal, a la que brindó significativa
apoyatura logística.
La izquierda peronista quedó sorprendida y desencantada por el equipo de Cámpora.
Esa sensación es descripta por Galimberti: “Frente a Perón, Cámpora podía haber
defendido una determinada composición del gabinete. Perón no tenía una
definición tajante sobre el punto. El gabinete de Cámpora fue un intento de
incluir a todas las corrientes internas. Fue un error. Había que haber logrado
una representación de los sectores que expresaban la política revolucionaria del
Movimiento. Sobre esa política había llegado el peronismo al poder después de 18
años. Y, sin embargo, esa orientación no estaba presente en el elenco
ministerial. La cuestión era no perder en la mesa de negociaciones lo que se
había ganado en la lucha. Nosotros, los que habíamos participado intensamente en
la conducción táctica y en el Regreso, teníamos una gruesa responsabilidad en la
victoria. Esa responsabilidad y representatividad nos fue mezquinada por una
política vacilante de la cual el principal responsable fue el entorno del doctor
Cámpora y el propio Cámpora. Él debió haber discutido con Perón cómo había sido
la victoria del peronismo, en su carácter de delegado de Perón y presidente
electo de los argentinos. Cámpora debió exponer claramente ante el jefe del
Movimiento la posición revolucionaria. No lo hizo y ése fue el principal error
de su conducción en el gobierno”.
En el gabinete del Frente Justicialista, los partidos aliados no tuvieron casi
ninguna representación. La excepción la constituyó la designación de Horacio
Zubiri para ocupar la Secretaría de Obras y Servicios Públicos. Especialmente
significativa fue la ausencia del frondicismo que aspiraba, sin duda, a disponer
de una influencia relevante en el área económica.
La integración del equipo de Cámpora constituyó un tema de polémica en su
momento y en el del análisis histórico. Las fuentes camporistas, es decir, del
equipo de asesores personales del mandatario, entregaron al autor su versión
acerca de la constitución del discutido gabinete. En esta interpretación se
señala que existieron cinco categorías en el origen de las designaciones
ministeriales: a) los hombres nominados directamente por Perón, quienes habrían
sido Gelbard y López Rega; b) los “conversados” entre Perón y Cámpora, pero
sugeridos por el Líder, como Taiana y Benítez; c) los igualmente “conversados”
entre ambos, pero propuestos por el presidente electo: Righi y Puig; d) el
designado directamente por el presidente electo, sin consulta con Perón, que
sería el caso de Robledo; e) el cargo de Trabajo planteado por las 62
Organizaciones para Otero, luego de una competencia que esta fuente menciona, a
diferencia de otra que se ha citado con anterioridad, con Casildo Herreras,
titular del gremio de obreros textiles. Y, por último, la fuente aludida habla
del ministro “que no fue”: Raúl Matera. Éste iba a ser designado como cabeza de
una nueva cartera a crearse –la de Planificación–, pero finalmente no pudo ser
nominado por la limitación establecida por la Constitución al número de
ministerios”.
El juicio de Abal Medina es también crítico sobre el elenco formado. En
declaración al autor señaló: “Los sectores revolucionarios no contaban con
representación alguna. La designación de López Rega fue un disparate y la de
Robledo un gravísimo error del Presidente, sobre todo conociendo como conocía el
aventurerismo del personaje. Tuve la certeza de que si bien Cámpora consultaba
los nombres con Perón, él hacía las designaciones. Yo me enteré de los nombres
en la mañana del 25 de mayo a través de un periodista –Fossati– un rato antes de
que comenzara la Asamblea Legislativa. Antes de la jura y en presencia de Pedro
Cámpora hermano del presidente y senador por Mendoza, le dije a Cámpora mi
opinión absolutamente negativa. En cambio, Cámpora estaba encantado con sus
colaboradores. Me hizo, en particular, un encendido elogio de Robledo y me contó
entonces que faltaba Matera para constituir un gabinete de lujo”.
26/05/13 Miradas al Sur