A LOS 92 AÑOS, MURIO LEON FERRARI, DUEÑO DE UNA OBRA POTENTE Y COMPROMETIDA CON SU TIEMPO

Cuando el arte mueve las conciencias

Ni el exilio ni las cruzadas que emprendieron contra él consiguieron acallarlo. Ferrari puso en primer plano la relación entre poética y política, entre ética y estética, y señaló sin temores el rol de la Iglesia Católica en el control social.

Por Fabián Lebenglik

A partir de hoy León Ferrari estará nada menos que en la memoria individual y colectiva de muchos de los argentinos, y su obra –que integra las colecciones de los principales museos de la Argentina y el mundo– quedará para siempre en la historia del arte. León Ferrari estará allí: en el recuerdo de su familia, amigos, discípulos y admiradores y en la memoria y en los libros y registros dedicados al arte. Pero estará “solamente” allí, porque decir que León Ferrari se fue al cielo (o al infierno, donde seguramente lo imaginarán los cruzados que siempre se opusieron a su pensamiento libre) sería una contradicción absoluta, dado que buena parte de su obra, a lo largo de más de cinco décadas, desde mediados de los años cincuenta hasta ahora, criticó a la religión católica. Pero su trabajo es mucho más: desde el arte, el gran artista puso en primer plano la relación entre poética y política, entre ética y estética. Ferrari criticó al catolicismo como un sistema de control social y de administración de castigos para ejercer y conservar el poder. A través de sus esculturas, objetos, dibujos, caligrafías, collages, instalaciones, assemblages y escritos, que han sido expuestos en todo el mundo, denunció siempre la tortura y apuntó contra la confesión religiosa y toda instancia de policía moral.

A pesar de haber sufrido el desgarramiento de su familia y el exilio durante la última dictadura, Ferrari fue un hombre con gran sentido del humor y muy generoso. Con Página/12 lo unía una especial relación: para este diario, que auspició varias de sus exposiciones, realizó las tapas de los fascículos del Nunca Más a mediados de los noventa; participó durante los últimos años en la realización grupal (junto con Luis Felipe Noé, Adolfo Nigro y Miguel Rep) de los murales para exhibir en los stands institucionales de este diario en sucesivas ferias de arte. Y en estas páginas, a lo largo de los años, también publicó varias notas.

Dos de los momentos culminantes de su carrera sucedieron después de que cumpliera los ochenta años. Por una parte, la célebre exhibición retrospectiva de 2004-2005 en el Centro Cultural Recoleta, que fue visitada por setenta mil espectadores, quienes tuvieron que hacer largas filas para poder ingresar en las salas de exposiciones. En un episodio resonante, aquella muestra fue atacada por fanáticos que destruyeron algunas obras; luego fue censurada y cerrada por la Justicia y finalmente reabierta por el fallo de un tribunal superior. Pocas veces en la historia del arte argentino una muestra de arte concitó tanta polémica en varios niveles públicos y privados y tantas esferas sociales y profesionales. En su momento fueron publicados un millar de notas en medios periodísticos (la mayoría a favor, algunas en contra) y gran cantidad de mensajes públicos. Posteriormente recibió el respaldo de una solicitada con dos mil ochocientas firmas que sostenían su derecho a la expresión.

El segundo de esos momentos excepcionales en la vida y la obra de Ferrari fue cuando recibió el premio mayor de la Bienal de Venecia de 2007: el León de Oro. Quien firma estas líneas compartió aquellos días con León Ferrari en Venecia, previos y posteriores a la inauguración. En el sector de los Arsenales, donde se exhibía la mayor parte de la obra de los artistas convocados por el curador, a pocos metros del sector introductorio se presentaba una breve y potente retrospectiva. Durante aquellos días, la de Ferrari fue una de las muestras más visitadas de la Bienal: multitudes de todas las edades, periodistas, críticos, directores de museos, comités de compradores, representantes de radio, televisión (fue uno de los más entrevistados de aquella edición) y luego público en general, entraban en oleadas para ver la obra del artista argentino.

Hasta ese momento, la producción artística de León resultaba conocida para el público argentino (y brasileño, dado su largo exilio en la ciudad de San Pablo), pero luego de los 85 años su producción comenzó a hacerse conocida y a ser valorada por los grandes museos del mundo, hasta conseguir una meteórica y justificada internacionalización. En aquella Bienal de Venecia, con su creatividad y su lucha ética y estética intactas, el artista y su obra marcaron un hito. La pieza que concitaba todas las miradas era Civilización occidental y cristiana, en la que Cristo aparece crucificado sobre un avión de combate estadounidense. En los años sesenta –cuando fue realizada, en 1965, en contra de la guerra de Vietnam– o tantos años después, la obra continuaba produciendo el mismo impacto. Originalmente, en el Premio Di Tella de 1965 Ferrari presentó Civilización occidental y cristiana (junto a otras tres piezas contra la agresión norteamericana en Vietnam) y fue rechazada.

Pero para recorrer desde el principio la carrera del gran artista habría que decir que fue un autodidacta que comenzó a dedicarse al arte en los años cincuenta, utilizando materiales como cerámica, yeso, cemento, madera y alambres. A comienzos de esa década comenzó a hacer los dibujos escritos o escritura abstracta, caligrafías que remedaban la escritura tradicional. En 1963 realizó sus primeras obras políticas, con la serie de Cartas a un general, que consistían en escrituras deformadas hasta lo ilegible. Al año siguiente, presentó doce botellas en el Museo de Arte Moderno, realizó algunas cajas y una serie de manuscritos o escrituras dibujadas. Por esos años presentó una serie de manuscritos caligráficos que mucho después fueron exhibidos en la muestra Global Conceptualismo: Points of Origin 1950s-1980s en el Queens Museum of Arts de Estados Unidos.

A partir de la segunda mitad de los años sesenta abandonó el arte y se limitó a realizar algunas obras políticas para exposiciones colectivas como Homenaje al Vietnam en 1966, Tucumán Arde en 1968, Homenaje al Che en 1967, Malvenido Ro-ckefeller en 1969, Contrasalón y Salón Independiente en 1972, y algunas más. En 1965/66 compuso el collage literario Palabras Ajenas sobre el conflicto de Vietnam, que marcaba un paralelo entre Johnson, Hitler y los dioses cristianos. Esta obra fue puesta en escena por Leopoldo Mahler en Londres con el título Listen Here Now en 1968 y por Pedro Asquini en Buenos Aires en 1973.

En la muestra Salón Independiente en la SAAP (Sociedad Argentina de Artistas Plásticos), participó con la reproducción de una nota del diario Le Monde sobre los fusilamientos de Trelew en 1972, y declaraciones de los sobrevivientes. Entre 1972 y 1976 formó parte del Foro por los Derechos Humanos y del Movimiento contra la Represión y la Tortura. En 1976, por el opresivo clima político que se había cernido sobre el país, se exilió y se radicó en San Pablo, donde retomó las esculturas en metal y realizó experiencias con otras técnicas: fotocopia, arte postal, heliografía, microficha, videotexto, libro de artista. Durante esos años desarrolló también una serie de instrumentos musicales con los que realizó varios conciertos-performance. A comienzos de los ochenta volvió al tema religioso en centenares de collages, en los que junto con la iconografia católica mezcla la erótica oriental e imágenes contemporáneas, con los que analiza la conducta de los dioses bíblicos y las consecuencias contemporáneas de la violencia de las Sagradas Escrituras.

En 1985 comenzó una serie de obras con estiércol de aves que expuso en el Museo de Arte Moderno; en 1989 participó en la organización de la muestra-libro No al Indulto... y en 1991 fijó nuevamente su residencia en Buenos Aires. En 1992 realizó su primera experiencia con peceras: expuso una titulada El diluvio con dos axolotes, un arca de Noé hundida y, flotando encima, un bote con una pareja copulando. En 1994 realizó una serie de trabajos con maniquíes sobre los que aplicaba imágenes sagradas y profanas, y también hizo caligrafías de textos bíblicos y poemas de Borges. Fabricó obras con juegos: un ajedrez en el que compiten vírgenes y diablos, un paño de ruleta con ángeles en lugar de fichas, cajas de magia con el rostro de Jesús. En 1996 realizó las obras de “arte visual escrito” y en el ’97 dos series de Brailles, poemas amorosos de Borges escritos en Braille sobre desnudos de Man Ray.

La obra de Ferrari denuncia, de un modo creativo y corrosivo, la violencia de Occidente y los mecanismos que generan esa violencia. Su producción, en el plano de la ficción artística, muestra que la confesión religiosa y el tormento son la trama y el revés de un mismo proceso histórico y cultural. Ayuda a comprender que la tradición religiosa restringe la sexualidad a la noción de “carne” –a las “relaciones carnales”– y que especifica la noción de persona con la frase “persona humana”, abriendo la posibilidad de considerar la categoría de personas inhumanas. Estas son algunas de la puertas de entrada al abismo. Con la “carne”, con los cuerpos cosificados, sería lícito ejercer todo tipo de violencias.

La obra de Ferrari critica la división binaria entre cuerpo y alma porque esa escisión no democratiza los cuerpos, sino que los demoniza. Desde sus esculturas, objetos, dibujos y demás producción artística, Ferrari criticó como pocos la pasión occidental por la crueldad y el crimen. No cualquiera tiene tal capacidad para denunciar –inclusive con humor– a través de la creación de artificios. Ferrari fue un artista que creyó en la funcionalidad, en la utilidad del arte. Y en este sentido siempre buscó saltar el cerco muchas veces minoritario del arte, para generar conciencia y para lograr un efecto fuertemente crítico sobre el estado del mundo. Un efecto que hoy, aun en la tristeza de la despedida, lleva la inequívoca sensación de algo que no se diluirá en el tiempo.

 

EL MUNDO DE LA CULTURA DESPIDIO A LEON FERRARI DESTACANDO DE MANERA UNANIME SU COMPROMISO

Voces para homenajear a un gigante

Las voces consultadas por Página/12 coincidieron en señalar no sólo el compromiso del artista con los derechos humanos y la denuncia de los atropellos del poder, sino también un espíritu que lo llevó a granjearse, además de la admiración, un indisimulable afecto.

En cuanto se conoció la noticia de la muerte de León Ferrari, en la mañana de ayer, inmediatamente comenzaron a multiplicarse las voces de diversos representantes de la cultura que quisieron rendir homenaje al artista.


“Una pérdida brutal”


Marta Minujín, artista plástica

“Su muerte es un desastre, una pérdida brutal de un talento argentino. Se sabía que estaba muy mal, pero es una pena. León era un artista nato, de gran talento. Todo lo que hacía era arte, más allá de su ideología. Hay muy pocos artistas como él en el mundo, y por eso fue galardonado con el León de Oro en Venecia. Sus dibujos de lenguajes ininteligibles, sus cajas de vidrio... todo lo hacía con un profesionalismo increíble. Era una persona muy creativa, que hacía conciertos con barras de hierro. Era un grande grande grande, reconocido mundialmente, y no creo que vuelva a haber un artista como él. Además, una persona muy dulce, un tipo para nada avasallante.”


“Generoso en todo sentido”


Liliana Piñeiro, curadora y directora de la Casa del Bicentenario

“Es una pérdida para mí y para los argentinos. Se lo va extrañar muchísimo. Yo compartí con él su retrospectiva en el Recoleta y eso selló una amistad indisoluble. Pude conocer a un artista y un ser humano maravilloso, con una ética inquebrantable. Pasamos momentos muy difíciles y nunca cambió el rumbo de sus pensamientos. Pocas personas tienen su generosidad, en todos los sentidos. La comunidad artística está de duelo. Su obra siempre estuvo comprometida con la realidad, la política nacional e internacional. Su alto compromiso y su altísima calidad estética son destacables y demuestran que esas dos facetas pueden estar aunadas. Se atrevió a tocar temas cuando nadie los abordaba. Muchas de las obras de León son muy relevantes, un testimonio de época, una obra conceptual increíble. En plena dictadura, cuando aún no sabíamos lo que pasaba, él recortaba los artículos que avisaban de un cuerpo o un tiroteo. Siempre dicen que los artistas se anticipan a los acontecimientos y León leía entrelíneas eso que estaba pasando para ponerlo a la luz. La fama le llegó con esa retrospectiva en el Recoleta y él siempre decía que debía agradecérselo a Bergoglio. Qué paradójico, León muriendo y Bergoglio siendo aplaudido por miles de personas en Brasil. León se habría reído mucho.”



“Una actitud joven”

Gastón Duprat, director cinematográfico

“León participó activamente en El artista, desde el guión. La película retrata el mundo del arte contemporáneo y León tenía mucho para opinar, así que hicimos un intercambio muy valioso. Luego fue productor del film, porque estaba muy contento con el desarrollo, y actuó en una escena buenísima, en la que hace de un viejito abandonado en un geriátrico. La película tiene la particularidad de que las obras de arte del personaje principal nunca se ven, así que León nos hizo especialmente una obra para el afiche. Fue muy generoso, además de superlúcido. Tenía una actitud joven, potente, de no querer aceptar las cosas horribles del mundo de hoy, de no estar cómodo con el panorama. La inconformidad con el mundo tal como está planteado hace que su obra se mantenga vital.”


“Figura inmprescindible”

Eduardo Jozami, director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti

“León cubre toda una época de la cultura y la política argentina, que es de los ’60 para acá. Por un lado, porque ha dejado una obra importantísima en permanente renovación. Por otro, porque siempre estuvo obligado a las grandes causas por las que hemos peleado tantos argentinos. Su compromiso con los movimientos de derechos humanos fue importantísimo. Estuvo desde el comienzo en la construcción del Haroldo Conti, presencia que tiene un valor muy grande por la valoración y la recordación de su hijo. Recorriendo el edificio, decía: ‘Las cosas que vamos a poder hacer acá...’. El primer premio que concedimos fue una obra cedida por él. Y hasta hace poco tenía una muestra en la principal sala de exposiciones de nuestro centro. Ya estaba muy desmejorado, pero nos acompañaba con su sonrisa. Nunca fue un militante de la política partidaria, pero lo recuerdo acercándose en los tiempos en que armábamos movidas en oposición al menemismo, sumándose al movimiento de derechos humanos, abogando por el respeto a la diversidad sexual, yendo en contra del fanatismo religioso, cuestionando el rol de la iglesia en la dictadura. Ha sido una figura imprescindible. Para mucha gente, es un ser entrañable cuya pérdida será muy difícil de soportar.”




“Siempre respetable”

Gyula Kosice, artista plástico

“Nuestros caminos fueron distintos. Lo que él hacía no me conmovía mucho, pero siempre he respetado su trayectoria. Lo que más me gusta de su obra son sus dibujos. Nos veíamos cada tanto y discutíamos sobre los caminos del arte que habíamos elegido. Era un gran tipo.”


“Su combinación es única”

César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina

“Cuando le rompieron sus obras en el Recoleta, a los culpables les exigieron una indemnización y él la donó a la CHA. Con esa plata, incluimos una publicación, el cuadernillo Salí del closet. Teníamos una relación de reconocimiento mutuo y afecto, porque él siempre defendió la diversidad sexual y a la comunidad gay. Ahora nos deja una obra maravillosa. No es fácil combinar el arte con un discurso político, con ideología, y su combinación es única. Era un ser que estaba consustanciado con los derechos humanos, no sólo desde el discurso sino desde el sentimiento profundo. Por eso es un gran artista.”



“Fue un hombre audaz”

Daniel Santoro, artista plástico

“La obra de León es muy extensa, tiene más de sesenta años de trayectoria. Hay una primera época no muy visible, que viene del constructivismo, muy sólida. Y luego su obra se politiza, empieza a bucear en profundidad con las relaciones de las instituciones, con un sesgo libertario. Me parece que una de las grandes obras del arte nacional es La civilización occidental y cristiana, el famoso avión de Cristo. Tiene una polisemia notable, como todas las grandes obras. Ese Cristo barroco ligado a un avión de última tecnología y la idea de que los monoteísmos asociados a la alta tecnología resultan siempre una desgracia para el ser humano, como en Vietnam. En esa polisemia uno puede ver ahí el ‘Cristo vence’ de los bombardeos del ’55. Paradójicamente, el avión es un esquema del símbolo que tenían pintados en sus fuselajes los aviones que bombardearon Plaza de Mayo. Las lecturas se van resignificando y va creciendo el sentido de la obra. Y León siempre se cuidó de los lugares obvios, fue un hombre muy audaz. Creo que su obra dedicada a la dictadura del ’76 es la más desgarradora, la que mejor pinta ese período trágico.”




“No hizo un arte de elite”

Andrés Duprat, guionista y director de arte

“Sin dudas es uno de los artistas más importantes del arte contemporáneo. Por suerte, fue reconocido en los últimos quince años, si bien él trabaja prolíficamente desde los ’50. Estoy muy triste por la pérdida de él como persona, que quizá no tiene reconocimiento masivo y no tiene por qué tenerlo; pero para los que lo conocimos, es doloroso. Es un referente de integridad, de ética. Una persona juvenil y de mirada indomable, del que no transa. Lo conocí hace muchos años. Con León pasaba que todo el mundo decía que era un gran artista, pero ningún museo público le quería hacer una muestra importante porque era escandalosa su posición respecto de la Iglesia. Yo le hice la primera muestra en un espacio público, en 1999, en el Museo de Arte de Bahía Blanca. Se armó mucho lío... Después quedamos muy amigos, con él y su familia, porque era persona muy interesante, muy culta, muy erudita, muy generosa. Generosa en cosas concretas: lo he visto apoyar artistas jóvenes y emprendimientos varios. Hicimos muchas muestras con Ferrari, individuales y colectivas, acá y en otras ciudades del mundo. Hicimos el documental Civilización, dirigido por Rubén Guzmán. El tuvo mucho que ver con ese film, aportó imágenes inéditas de sus archivos personales. Siempre se entusiasmaba con los proyectos nuevos. Siempre tomó lo que le hizo falta para ser eficaz en su mensaje. No le importaba si eso era ‘arte’. Dijo lo que quería decir. Y tuvo dos temas importantes: el dogmatismo de la institución católica y los gobiernos autoritarios. La suya es un arte muy ligada a la realidad, no un arte de elite, para un grupo de snobs.”

“Marcó las hipocresías”

Liliana Daunes, locutora, periodista y activista feminista

“León fue un tipo que rompió muchos moldes. Fue muy directo para marcar las hipocresías de la Iglesia respecto de lo que fueron las dictaduras genocidas y tomó reivindicaciones de las mujeres en particular. Hizo una serie con maniquíes y pintura que dejaba expresado el poder contra las mujeres. Era una persona muy lúdica y muy lúcida. Buscaba imágenes pequeñas y hacía esos collages que parecían tiernos de lejos, y de cerca podías notar lo indignado que estaba con la hipocresía. Era una persona amorosa, que decidió volver a casarse con su mujer para reavivar el amor y ponerlo por delante. Las gentes colonizadas por el catolicismo ahora están efervescentes por la presencia de Bergoglio y sentí que, al ver eso, el asco lo empujó un poquito hacia la muerte, porque Bergoglio fue alguien que lo persiguió en su arte. Pero él trabajó con la rabia desde un lugar muy lúdico. Acabo de ver una performance con la Casa Blanca en la que él tiraba gusanitos. En el fondo se reía al mostrar lo más terrible.”


“Un artista zarpado”

Pablo Marchetti, periodista y músico

“Conocí a León por una nota que hice para la revista La Maga. Luego hicimos una muestra de varios artistas en el Centro Cultural Recoleta en la que tocó Sometidos por Morgan, banda que integraba yo por ese entonces. El fue el padrino de la movida y seleccionó unas imágenes herejes que proyectamos. Luego hicimos nuestro tercer disco, Jogging, y la canción ‘Escultura’ tiene letra suya. También le escribí un poema para un catálogo, y ahora es parte de mi libro El amor. Fue un artista zarpado.”

Producción: Facundo Gari.
 

La furia de la Iglesia

El carácter punzante e irreverente de su obra, que a lo largo de los años hizo foco en cuestiones ligadas al sexo y la religión católica, le valió al artista León Ferrari las críticas del actual papa Francisco, quien condenó la muestra presentada en 2004 en el Centro Cultural Recoleta. “Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada en el CCR con motivo de una exposición plástica”, escribió el entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio, quien encabezó la reacción de sectores católicos.

El Papa, que en estos días se encuentra en Brasil, dijo en ese momento sentirse apenado porque “este evento sea realizado en un Centro Cultural que se sostiene con el dinero que el pueblo cristiano y personas de buena voluntad aportan con sus impuestos”. Es una “blasfemia” y una “burla a los valores religiosos y morales de los argentinos”, sostuvo Bergoglio a propósito de las piezas exhibidas, entre ellas la célebre imagen del Cristo sobre un bombardero estadounidense, vírgenes en botellas de vidrio, una imagen desnuda de la cantante Madonna frente al papa Juan Pablo II o frascos con preservativos pintados con la imagen del Sumo Pontífice.

En su respuesta al entonces arzobispo, Ferrari atacó a la Iglesia por los “delitos que cometió en la Argentina y en otras partes”, y finalmente la exposición fue retirada antes de tiempo, después de varios ataques violentos a la obra del artista. Cuatro años antes, en 2000, la exposición Infiernos e idolatrías contra las torturas humanas y divinas, en el Instituto de Cooperación Iberoamericana, había desatado también la polémica con la Iglesia y los grupos católicos, que no le perdonaron gestos como la fundación del Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles (Cihabapai).


EL EMOCIONADO RECUERDO DE ESTELA DE CARLOTTO

“Seguirá con nosotros”

“Deja tanto que felizmente jamás va a ser olvidado”, sostuvo la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, entidad a la que León Ferrari ofreció su apoyo varias veces, incluso con donaciones.

“León Ferrari no partió, va a seguir con nosotros”, resume Estela de Carlotto, que lo define como “un hombre libre con posiciones éticas profundas”. “Es un amigo que parte, pero que deja tanto que felizmente jamás va a ser olvidado”, explica la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Además de compartir la pérdida de un hijo durante la dictadura, Carlotto supo del apoyo permanente del artista en la búsqueda de los nietos y disfrutó además de su amistad con las Abuelas.

“Fue un queridísimo amigo de Abuelas de Plaza de Mayo: solidario, oportuno, siempre presente. Su obra fue parte de esa donación que muchos artistas plásticos hicieron en un momento en que las Abuelas necesitábamos un sustento económico: se expusieron en el Centro Cultura Recoleta y fueron vendidas en beneficio de Abuelas. Recuerdo que nos visitaba asiduamente en esos tiempos más que ahora, que por supuesto estaba disminuido en su salud. Venía a la casa de Abuelas de calle Corrientes, era una visita muy esperada”, confiesa Carlotto, emocionada al recordarlo.

“Hoy justamente recordaba cuando él y su mujer, que formaban una pareja entrañable, me invitaron a asistir a un aniversario de casamiento, tal vez 50 o 60 años (hacía tanto que estaban casado) y fue tan lindo, en un lugar cordial, lindísimo”, continúa. “También recordaba cuando venía a la casa de Abuelas y nos mostraba lo que iba a exponer, inclusive nos regaló cuadros, tenemos obras en nuestra casa, una que me regaló Página/12”, apunta.

“Pero quisiera recordar, como parte de su personalidad, de esas extrañas composiciones que hacía, que una vez vino a visitarnos, charlamos y se dejó olvidada una bolsita. Cuando la vimos no sabíamos de quién era. Entonces la abrimos y había cucarachas”, se ríe. “Cucarachas de plástico, pero tan parecidas a las reales que hubo gritos de todas las Abuelas, hasta que nos dimos cuenta de que eran de León Ferrari. Por supuesto que las recuperó y en alguna de sus obras deben estar flotando esas cucarachas. Hay que recordarlo así, como era, creador, amigo, buena persona. Y hay herederas que son sus hijas que van a seguir sus pasos. Vamos a tratar de ayudar a fundar un museo donde quede su obra, vamos a hacer el esfuerzo para conseguir un espacio en la ex ESMA”, propone.

–Ferrari se solidarizó con usted cuando balearon su casa de La Plata y después de la agresión de algunos familiares de Cromañón. ¿Qué recuerdo tiene de esas situaciones?

–El estuvo siempre presente, manifestando su repudio, su rechazo, primero a ese ataque en mi vivienda, que fue para matarme, y cuando me tiraron huevos por apoyar a (Aníbal) Ibarra, porque no lo consideraba responsable. En esos momentos de injusticia también estuvo su voz, su presencia, era un compañero, un amigo. No es que nos viéramos mucho, pero cuando nos veíamos es como si hubiéramos hablado el día anterior.

–Abuelas se solidarizó con él cuando le destruyeron su obra en Recoleta.

–Eso fue un agravio imperdonable a su persona, a su arte, a su manera de pensar, a su libertad, porque era un hombre libre con posiciones éticas profundas que se manifestaba contra cosas injustas. Le tocó el agravio y tener que levantar la muestra, pero a personas como él creo que las ofensas, esos injustos actos de incomprensión, más que abatirlo lo fortalecían. Siguió y siguió haciendo producciones y sosteniendo la verdad desde su pensamiento. Por supuesto que le dolió, pero lo defendimos porque reconocíamos que era un hombre libre, una persona honesta y cuya obra representaba esa honestidad de pensamiento.

–Ferrari era una persona pública antes de la dictadura. ¿Usted lo conoció antes o después?

–No, no, estas amistades, estos grandes personajes de la historia argentina, los conocí después del Proceso. Fueron parte de esta militancia de dolor que sostengo hace 35 años. Si algo agradezco a la vida es que a pesar del dolor me permitió conocer a personas como León Ferrari.

26/07/13 Página|12