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Movimiento
Nacional: La disputa por las categorías
Por Francisco José Pestanha *
En la edición del mes de abril próximo pasado sostuvimos que la noción de
“movimiento nacional” ha adquirido verdadero status de “categoría conceptual” a
la luz de la tradición filosófica latinoamericana”1.
¿Que significa específicamente tal aseveración? ¿Cuáles son sus verdaderos
alcances?
Ciertamente sabido es que a partir de fines del siglo XV - expansión europea
hacia America mediante - el viejo continente entre otras mercancías vinculadas
al campo de las materialidades exportó hacia estas regiones ideas y doctrinas,
algunas de las cuales -bajo determinadas circunstancias- fueron incorporadas
acríticamente por ciertos referentes intelectuales locales.
Para autores como Fermín Chávez tal fenómeno puede ejemplificarse con la
adopción a “libro cerrado” del iluminismo, doctrina que, para el autor,
constituyó un producto “ (…) del siglo de las luces (Aufklärung), período
histórico donde se sobrestima la capacidad de una “razón humana” (que para
muchos filósofos esa época era “siempre idéntica a sí misma, igual en todos los
hombres y en todos los tiempos”) -y donde lo racional- debía “sustituir a lo
real en tanto éste (lo real) era juzgado como producto absurdo de la historia”2.
El carácter a-histórico del iluminismo y su incorporación sin tamiz crítico
determinará, para el maestro entrerriano, una progresión de limitaciones en
cuanto al conocimiento exhaustivo de la América real (autoconocimiento).
Chávez sostendrá así que el iluminismo, no sólo generó en el país un prejuicio
moral y cultural respecto a nuestras raíces indo-hispánicas, sino que además, a
partir de su particular influencia, empezará a germinarse una falsa dicotomía
civilización vs. barbarie donde lo bárbaro, paradójicamente, hará referencia a
lo propio y lo civilizado, a lo ajeno. La idea de barbarie lentamente irá
cobrando para Chávez un sentido peyorativo hacia adentro trastornando los
supuestos culturales“ (…) hasta el punto de hacerle creer a los nativos que
nuestra civilización consistía en la silla inglesa y en la levita”3. El
iluminismo en nuestra región presupondrá en definitiva para Chávez una
concepción naturalista y universalista de la sociedad “ (…) bajo la cual habría
de sucumbir el ethos de nuestro pueblo y nuestra propia germinación espiritual4”
La doctrina iluminista caló hondo especialmente en las elites urbanas, y con el
transcurso del tiempo, se irá convirtiendo en hegemónica en gran parte de las
universidades y academias. No obstante, desde diferentes puntos de la geografía
iberoamericana irán emergiendo matrices epistemológicas criticas primero hacia
el iluminismo y posteriormente hacia el positivismo, matrices que apuntaran a
profundizar el conocimiento integral e integrado de nuestra historia, de nuestra
geografía, de nuestra cultura y de nuestra situación concreta en el contexto
internacional.
El devenir histórico demostrará que ya a principios del siglo XX tales matrices
entrarán en tensión con los sistemas conceptuales hegemónicos, y además, con
sectores heterodoxos desarrollados al calor de tal hegemonía. En nuestro país el
pensamiento nacional será la corriente que con mayor empeño participe de estas
tensiones y su fortaleza encontrará razón vital en una tradición
histórico-cultural en la que se entrelazarán aportes hispanos fusionados con las
culturas prehispánicas y, posteriormente, con otras matrices provenientes de la
gran inmigración.
El Pensamiento Nacional se irá modelando de esta forma como una cosmovisión
nativista y mestiza que ya a fines del siglo XIX incorporará en su seno a nuevos
actores provenientes de la gran inmigración. Si bien un conglomerado importante
los sectores inmigrantes se ubicará junto a los impulsores de las ideas europeas
–en especial del positivismo, otros irán comprendiendo, asimilando e
integrándose a la construcción de un ideario propio. Así, a los intentos
sostenidos desde el poder por establecer una cultura única, monolítica y
hegemónica sustentada en el iluminismo filosófico, sumado al liberalismo
político y económico, se le opondrán quienes, recuperando la historia compartida
y ciertos componentes de índole tradicional, vindicarán la necesidad de pensar
desde el aquí y sobre el aquí.
Esta resistencia tenaz a las doctrinas importadas sin filtro crítico no solo
tendrá como corolario la profundización del autoconocimiento de nuestra
realidad. Los representantes de esta corriente de pensamiento al considerar que
las categorías principalmente concebidas en Europa no ofrecían perspectivas
acabadas para comprender la problemática local ni regional, irán avanzando hacia
una instancia de reflexión (autorreflexión) que les permitirá gestar, a través
de la recurrencia a modalidades especulativas específicas, un desarrollo teórico
propio. En ese orden de ideas puede afirmarse que sus integrantes aspiraran a
construir una estructura teórica integrada por categorías ciertamente
originales para interpelarnos desde lo político, lo económico, lo cultural, lo
social y lo histórico.
Es en esta fase donde aparecerá la autorreflexión, proceso que, según autores
como Arturo Jauretche, implicará inicialmente un “desaprender” ciertas
formulaciones subyacentes a un sistema de pensamiento, que para el autor,
contribuían a garantizar la dependencia integral del país. Para Arturo Jauretche
y Ernesto Goldar las construcciones ideológicas incorporadas acríticamente
cumplirán el rol de ocultar o deformar ciertos aspectos de la realidad
conduciendo a quienes así las asimilaban hacia procesos de alienación
intelectual5.
Dentro de este encuadre el pensamiento nacional ira desarrollando conceptos
político-económicos que interrogaran al tejido social desde una esfera material,
es decir, que indagarán sobre la realidad económica y productiva como por
ejemplo las nociones de oligarquía, semicolonia, movimiento nacional, burguesía
nacional, organizaciones libres del pueblo, etc. Pero además se ocuparán de un
dispositivo cultural pedagógico e ideológico que -según sus máximos exponentes-
contribuía a garantizar la sujeción material y cultural del país a partir de
categorías como las de alienación, medio pelo, las zonceras, intelligentzia y colonización
pedagógica. Además exponentes filosóficos locales recurrirán a especulaciones
vinculadas a la conciencia nacional y ser nacional, ya que, como sostuvo en
alguna oportunidad Juan José Hernández Arregui: “(…) la verdadera independencia
de una nación comienza a materializarse cuando su comunidad comienza a generar
una filosofía independiente6
En el artículo citado al comenzar este texto coincidíamos con Manuel Urriza que
el carácter movimientista que asumió el primer peronismo solo podía ser
analizado a la luz de las luchas anticolonialistas de la época.
Bien vale recordar en ese sentido que para numerosos autores nuestro país
ingresará al siglo XX inmerso en una ficción de republica independiente.
Mientras las instituciones políticas aparentaban funcionar a la perfección, e
inclusive se preveía tempranamente la posible ampliación de la base de
sustentación electoral, una pléyade de pensadores e intelectuales realizarán
ingentes esfuerzos a fin de acreditar y denunciar la relación de dependencia de
nuestro país respecto del imperio británico, pero además observaran, que la
Argentina en particular, no se referenciaba con la metrópoli londinense de igual
forma que lo hacían aquellos estados ocupados de facto por fuerzas
cívico-militares imperiales, tales como Egipto e India.
De esta reflexión surgirá una línea de análisis que conducirá a la noción de
semicolonia, categoría que permitirá dar cuenta en forma más acabada de nuestro
estatus en el plano internacional, pero que además, determinara a ciertos
pensadores, a esbozar aunque asistemáticamente formas y modalidades de
organización política y social permitan romper los lazos de dependencia.
Comenzará entonces a concebirse la idea de movimiento nacional.
Cabe recordar que con la crisis del liberalismo mercantil se ingresará en una
nueva fase histórica y económica conocida como imperialismo. Los monopolios
reemplazaran al mercado que aparecía como regulador mágico de la economía para
el ideario liberal. Las potencias europeas, en una carrera económica y militar,
se lanzaran en búsqueda de nuevas regiones donde desembarcar en tanto ejército
de ocupación, como en el caso de China, Egipto y la India. Por su parte, la
fusión entre el capital industrial y el capital bancario permitirá el
surgimiento del capital financiero, fenómeno típico del imperialismo económico.
Ante la imposibilidad para las metrópolis de consumir la plusvalía extraída
mundialmente por la división internacional del trabajo, surgirá el fenómeno de
las transacciones financieras entre imperio, colonias y semicolonias, pero
estas, sen dará en un marco de relaciones de fuerza asimétricas, donde los
estados imperialistas a todas luces resultaran nítidos beneficiarios Jorge
Abelardo Ramos sostendrá al respecto: “Una relación cada vez más estrecha de
dependencia política, económica, financiera se establece entre el país acreedor
y el deudor”.7
Inglaterra –como potencia emergente se expandirá no solo a través de la
ocupación directa, sino también articulando vínculos económicos con naciones
periféricas como la Argentina. Nuestra situación en relación con la metrópoli se
configurará entonces “ (…) bajo el estatus de semicolonia”, concepto que
presupondrá que Inglaterra respete la independencia nominal obtenida hacia 1816.
Para los pensadores nacionales tal institucionalidad será a una mera formalidad
republicana, una “máscara” que encubrirá de la sumisión del país a los designios
colonialistas”8.
La influencia de la metrópoli afectará a los centros de decisión económica de
nuestro país. Los capitales británicos se irán adueñando sutilmente de los
principales resortes de gestión económica de una Argentina reducida al rol de
granja proveedora. Bancos, flota mercante, seguros, puertos y ferrocarriles
serán puestos en función de este régimen extractivo. La influencia Británica
adquirirá tal magnitud que - según señalarán los exponentes más críticos de esta
corriente de pensamiento - se tornaba difícil distinguir el límite entre la
independencia nominal y la dependencia real, ya que esta se reforzaba, como
mencionamos, con un “pacto implícito”. Esa asociación se concretará merced a la
acción de una minoría, la oligarquía” que no solo dominara los centros de
gestión gubernamental sino además las esferas de la justicia y del sistema
cultural.
El carácter opresivo del estatus semicolonial determinará una relación
antagónica y excluyente. Hernández Arregui sostendrá al respecto una premisa
fundamental que cruzara toda su obra y que señalara la contradicción principal
de la sociedad argentina de la época: Imperialismo-Nación. De allí surgirán
posteriormente otra: ¡Patria si, colonia No! y ¡Liberación o Dependencia! Ambas
constituirán banderas del primer peronismo. De esta contradicción que refiere
Arregui emergerá además el reconocimiento de de la existencia de una “cuestión
nacional”
De la cuestión Nacional emergerá a la vez la noción de movimiento nacional en
clara referencia a una herramienta que, para sus mentores, podría canalizar
política y socialmente las fuerzas liberadoras.
Es entonces en el marco de las relaciones asimétricas que se operaron a raíz de
los fenómenos colonialistas e imperialistas que puede darse cuenta de la génesis
histórica y conceptual del movimiento nacional y de su particular configuración,
circunstancias ambas que aún hoy, generan innumerables problemas de comprensión
para aquellos académicos e intelectuales que intentan observar repetidamente los
fenómenos americanos desde categorías euro céntricas.
1 Pestanha Francisco José: “Movimiento Nacional; una categoría de la periferia”.
Revista Escenarios: Edición Abril 2013
2 Pestanha Francisco José: “Las manos de Fermín”. En
www.nomeolvideorg.com.ar
3 Chávez Fermín: “Historicismo e iluminismo en la cultura argentina”.Buenos
Aires: Centro Editor de América Latina, 1982. ISBN 950-25-0640-5
4 Chávez Fermín: “Historicismo e iluminismo en la cultura argentina”. Ibídem.
5 Goldar, Ernesto: “La nación es una construcción original”. En
www.nomeolvidesorg.com.ar
6 Pestanha, Francisco José: ¿Existe un Pensamiento nacional? Ediciones FABRO, p.
166.
7 Ramos, Jorge Abelardo: La bella Época. Buenos Aires, 1973, Editorial Plus
Ultra, p. 21.
8 Bonforti; Emanuel. Introducción al Pensamiento Nacional. PROCADO. UNLA. Unidad
III.
* Francisco José Pestanha es docente y ensayista. Es Profesor Titular del
Seminario “Pensamiento Nacional y Latinoamericano” en la Universidad Nacional de
Lanús y Miembro de número del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico
Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”. Es actualmente Jefe de Gabinete del
rectorado de la Universidad Nacional de Lanús. Correo:
panchopestanha@hotmail.com.ar
[Artículo publicado en Revista
Escenarios UPCN – Edición mes de Agosto 2013]