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De
compadritos, tangos y cante jondo
Por Eduardo Pérsico
…todos los movimientos del compadrito revelan al majo; el movimiento de los
hombros, los ademanes, la colocación del sombrero y hasta la manera de escupir
entre los colmillos, todo es de un andaluz genuino.
Domingo Faustino Sarmiento.
Se dice que el tango nos llegara por los años 1880 desde la habanera cubana y
que al recibir letrillas prostibularias se transformara con perfiles
enriquecedores y otros no tanto. También que los primeros tangos fueron sólo
bailables, sin canto, y por 1890 se le agregaran letras picarescas y lunfardas y
acaso eso no fuera muy incierto. Más esa idea es ajena al aporte de la raíz
andaluza de los primeros tangos, tan evidente en don Angel Villoldo como autor
fundacional cuya obra más meritoria se diera a inicios del siglo veinte. Y aquel
razonamiento que hizo inseparable al tango del lunfardo, -ese código entre dos
para que no se entere un tercero- al fin resultarían dos expresiones
independientes aunque dos absolutos perfiles argentinos. Creíbles, con identidad
libre de la colonia y que bien entrado ya el siglo veintiuno, persisten en la
entretela de nuestra identidad. Por más que el tanguillo andaluz, la habanera y
el fado portugués ayudan a interpretar el origen del tango y su sensiblería que
persiste.
Pese a no ser al principio un género cantable, el especialista Roberto Selles
dice que la milonga fue ‘una especie musical surgida del canto, como su
antecesora, la guajira flamenca’, en cuanto ‘milonga’ es una voz del Quimbunda ,
habla de los negros de Brasil que significa ‘milonga: muchas palabras,
palabrerío’. Así que hoy decir ‘déjese de tanta milonga’ expresa ‘por favor, no
hable de más’; algo que enlaza a las guajiras acriolladas entonadas por los
porteños con letrillas andaluzas de carnadura prostibularia y ya por 1868,
aparece el primer tango en Argentina, ‘El negro Schicoba’, del organista de la
Catedral de Buenos Aires José María Palanzuelo, y que era una jugueton canción
andaluza que decía ‘un tango cara cun tango, un tango cara cun té, dame un
besito mi negra ahora que nadie nos ve’. Más tarde, en Danzas Clásicas Españolas
de Caballero Bonald se habla del ´bartolo’ o ‘bartolillo’: ‘Bartolo tenía una
flauta con un agujero sólo y su madre le decía, tocá la flauta Bartolo’. Que en
Uruguay se adaptara por milonga y en Argentina se cantara ‘Bartolo dejó una
mina, yo no la quiero dejar, porque me calza me viste y me da para morfar’.
Anterior a esto ya existían tangos andaluces marcados con el ritmo de la
habanera cubana, como el ‘Queco’, sinónimo de quilombo o prostíbulo, que
cantarían las tropas del general Arredondo por 1875. ‘Queco vení pal hueco,
Queco, te tengo que hablar’, ya como tango compadrito, y en Colección de Cantes
Flamencos, de Antonio Machado y Alvarez de 1881 se nombra ‘El Tango de la
Casera’ que aludía a las romerías de la Recoleta, reuniones familiares de día y
por la noche reunía a los primerizos bailarines de tango. El ya mencionado Angel
Villoldo, - primer autor profesional del tango con rigor musical pero letrista
de ‘La Morocha’, su tango más renombrado de 1905 sobre música del pianista
Enrique Saborido, concebiría a ese tema como un cuplé a ser cantado por la
‘española’ Lola Candales quien junto a Saborido actuaban en un cafetín de la
calle Reconquista en Buenos Aires. Y un poco al margen, tanto el pianista
Saborido como la ‘cupletista española’ Lola Candales eran uruguayos de
Montevideo; y por esas cosas…
Por 1906 Angel Villoldo compone letra y música de ‘Cuidado con los Cincuenta’,
un tema ingenioso que medio siglo más tarde grabado por varias orquestas
modernas. Y ese tema por su letra y el tratamiento musical inusual sería
considerado como un indudable tango andaluz: ‘una ordenanza sobre la moral
decretó la autoridad policial, y por la que hombre se debe abstener decir
palabras dulces a una mujer. Chitón, que al que se propase cincuenta le harán
pagar’. Además del reconocido ‘Cuidado con los Cincuenta’ quedan otros rastros
del género chico español en los compadritos del precursor Villoldo: ‘aquí tienen
al torito, el criollo más compadrito que pisó la población’ hoy mismo suena como
zarzuelero y divertido. Y se nos ocurre que este mismo autor, - que fuera
también tipógrafo de oficio- acaso conociera la opinión que Domingo Faustino
Sarmiento diera en su libro ‘Facundo, Civilización y Barbarie’por 1845: ‘en
Buenos Aires sobre todo, todavía está muy vivo el tipo popular español, el majo…
todos los movimientos del compadrito revelan al majo; el movimiento de los
hombros, los ademanes, la colocación del sombrero y hasta la manera de escupir
entre los colmillos, todo es de un andaluz genuino’. Una aguda observación de un
Sarmiento poco concurrido en el ámbito de la tanguería.
Durante más de cien años el tango tuvo notorios cambios rítmicos y sus letras
marcarían notoriamente la literatura de los argentinos. Hoy los escasos nuevos
tangos cantables sostienen su argumentación de lo personal a lo social, y aunque
su construcción lo tiende a ser música de cámara propia para hábiles solistas,
su espíritu sostiene el ‘sabor’ inherente a su origen. Y ya Jorge Luis Borges
por 1930 había advertido sobre la calidad literaria de sus letras: ‘de valor
desigual porque proceden de plumas heterogéneas, las letras de tango que la
inspiración o la industria han elaborado, integran un inextrincable Corpus
Poeticum que los historiadores algún día vindicarán. Es verosímil que hacia 1990
surja la sospecha de que la verdadera poesía de nuestro tiempo no está en ‘La
Urna’, de Enrique Banchs ni en ‘Luz de Provincia’ de Carlos Mastronardi, sino en
las piezas imperfectas que se atesoran en ‘El alma que Canta’. Y sin ambages se
refirió Borges a una popular publicación semanal que difundía letras de nuevos y
viejos tangos, agregaría el escritor ‘esta suposición melancólica o una culpable
negligencia, me ha vedado el estudio de ese repertorio caótico’. Una reflexión
propia de un indudable argentino como él, sobre nuestra canción identificatoria...
Pero no sólo a propósito del tango nos debemos algunos debates, sino a propósito
de otras expresiones de nuestros hábitos y cultura. Que a veces los argentinos
no encaramos acaso para mantener vigentes ciertas contradicciones. (2013)
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
www.eduardopersico.blogspot.com