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La Fundación
Eva Perón y las asistentes sociales
Por Norberto Alayón *
En 1977 entrevisté a Ramón Antonio
Cereijo, en el marco de la
investigación que estaba realizando
acerca de los antecedentes del
Trabajo Social argentino, la cual
dio origen al libro “Historia del
Trabajo Social en Argentina”
publicado originalmente en Lima,
Perú en 1978 y su última y quinta
edición en 2007 por la editorial
Espacio de Buenos Aires.
Cereijo fue un economista porteño,
nacido en 1913 y fallecido en 2003,
ministro de Hacienda del presidente
Juan Domingo Perón desde 1946 hasta
1952, y administrador y apoderado de
la Fundación Eva Perón. Fue, a la
vez, un hincha fanático del club
Racing de Avellaneda (recuerdo su
estudio profesional con paredes
recargadas de escudos, cuadros,
fotografías de jugadores, del “club
de sus amores”). También, por
supuesto, fue peronista.
En esa ocasión, generosamente me
facilitó diversos materiales que
pude fotocopiar sobre la Fundación.
Uno de esos documentos era copia de
un informe que contenía la
transcripción de una entrevista
grabada que le había realizado el
historiador Leandro Gutiérrez, el 13
de julio de 1972. Dicha entrevista
se llevó a cabo dentro del Proyecto
de Historia Oral que el Instituto
Torcuato Di Tella desarrollaba
conjuntamente con la Universidad de
Columbia.
En la documentación encontré una
reveladora referencia sobre la
participación de los agentes de la
acción social de esa época, en las
actividades que desplegaba la
Fundación. Mencionaba Cereijo que
“una de las iniciativas más
importantes de la Fundación fue la
de gestionar ante los Poderes
Públicos las pensiones a la vejez,
las que se mantienen hasta el día de
hoy” (se refería a 1972). Y
agregaba: “Estas pensiones se
acordaron a las personas de más de
60 años y que por supuesto no se
encontraran amparadas por regímenes
de previsión o que tuvieren recursos
propios. La Fundación, por medio de
su personal de visitadoras,
(destacado mío) fue la encargada de
asesorar al Ministerio de Hacienda
de la Nación sobre el otorgamiento
de esos beneficios”.
“El acto de entrega de las pensiones
a la vejez por parte de la Sra. Eva
Perón fue uno de los más
trascendentales y emotivos, porque
los que tuvimos el privilegio de
estar presentes pudimos observar la
emoción que trasuntaban los rostros
de hombres y mujeres que estando sin
medios para poder subsistir después
de haber dejado lo mejor de su ser
en el paso por la vida, contaban
ahora con un respaldo económico que
les aseguraba la satisfacción de sus
necesidades más apremiantes”. (Cereijo,
1972).
Beatriz Ventura de Bruzatori, nacida
en 1925, es una asistente social
graduada en el Instituto de Cultura
Religiosa Superior de la calle
Rodríguez Peña 1054 de la ciudad de
Buenos Aires. Se desempeñó
profesionalmente en el Hogar de
Tránsito Nº 2, que funcionaba en la
calle Lafinur 2988 (hoy Museo
Evita), de la Fundación Eva Perón,
hasta el golpe militar de septiembre
de 1955 que se autodenominó
“Revolución Libertadora”. Continuó
referenciándose siempre con el
peronismo y se asumía como
“peronista de Evita, no de él (por
Perón)”. En 1959 fue Supervisora
Docente en el Instituto de Servicio
Social (que funcionó en la calle
Bolívar 1128), dependiente del
Ministerio de Asistencia Social y
Salud Pública de la Nación. En 1976
asumió como Directora de la Escuela
de Servicio Social de la Universidad
del Salvador.
Hacia fines de agosto de 2013, a sus
88 años, pude obtener de ella, a
través de una familiar directa en
virtud de sus problemas de salud,
algunas breves declaraciones que
ilustran el accionar profesional de
las asistentes sociales en la
Fundación. Recordó, por ejemplo, que
se llamaba “células mínimas” a los
grupos de asistentes sociales que
eran enviadas por Eva Perón a
trabajar a las distintas zonas del
país que solicitaban ayuda.
Coincidente con este recuerdo de
quien fuera una participante directa
en la Fundación, la politóloga
Carolina Barry (2008) señala que
“Las llamadas ‘células mínimas’ de
la Fundación Eva Perón eran grupos
de cuatro asistentes sociales, a los
que podían integrarse también
enfermeras, que se ocupaban de
realizar relevamientos
médicos-sociales en todo el país”.
Eva Perón, en su libro “La razón de
mi vida” de 1951, mencionaba que
“Las mujeres que trabajan conmigo,
asistentas (sic) sociales,
visitadoras (destacado mío),
enfermeras, no saben lo que es el
cansancio ni el sacrificio”. Y
agregaba: “Yo trato de ir a ellos
(se refería a la gente necesitada)
con mis ‘células mínimas´”. En el
mismo texto, Evita recuerda que
Perón manifestaba que “Los pueblos
muy castigados por la injusticia
tienen más confianza en las personas
que en las instituciones”.
Beatriz mencionó también que a las
asistentes sociales de la Fundación
no se les requería adscripción o
antecedentes peronistas para
desplegar su labor: “sólo había que
ser muy profesional y responsable”.
Y negó (contrariando las versiones
que aparecen en alguna bibliografía
sobre la Fundación) que tuvieran que
usar distintivos peronistas en sus
horas de trabajo o que fueran
obligadas a asistir a actos o
manifestaciones del gobierno
peronista de la época.
En el año 2011, bajo la dirección de
Alejandra Marino, se realizó un
documental (titulado “Las muchachas”
y estrenado en 2012) con el
patrocinio del Instituto Nacional de
Cine y Artes Audiovisuales (INCAA).
En dicho documental, la asistente
social Beatriz Bruzatori señala con
firmeza “(si) la persona necesita;
ahí está Evita. Yo no le pregunto a
nadie si es peronista o no es
peronista. Veo si necesita, porque
esa es la consigna que yo tengo”.
Según Barry (2008), “en cada uno de
los Hogares de Tránsito (fueron
tres) se desempeñaban un total de
treinta y nueve personas, que
cumplían distintas funciones: una
directora, dos secretarias
administrativas, una médica, una
ayudante de médica, cuatro
asistentes sociales (destacado mío),
cuatro religiosas, un portero, cinco
cocineras y veinte mucamas”;
agregando que “las asistentes
sociales daban cauce a los problemas
y eran las responsables de su
solución desde el momento mismo en
que las mujeres ingresaban hasta su
egreso”. Barry le adjudica a Evita
la expresión “el servicio social
(destacado mío) es el alma de esta
institución”.
Sobre las mujeres alojadas en los
Hogares, la misma autora menciona
que “las asistentes sociales
comenzaban con la ardua tarea de la
encuesta y el fichaje social, que
incluía los datos personales, el
estado de necesidad, la condición
social, los medios de subsistencia,
etc. Las entrevistas podían durar
varias horas. Luego de la entrevista
realizaban un diagnóstico y
pronóstico preventivo y se las
derivaba al consultorio médico”.
Ana Carmen Macri (Anita Macri, la
“Peti” como le decía Evita) nació en
julio de 1916 en el Hospital Alvear
de la ciudad de Buenos Aires. La
entrevisté el 28 de agosto de 2013,
a los 97 años de edad, en su
departamento de la calle Paraguay al
800. No es asistente social, pero se
acordaba de Beatriz Bruzatori (“una
alta, morocha”; “estaban tres
asistentes sociales”, precisa). Fue
secretaria del Hogar de Tránsito Nº
2 y al poco tiempo quedó a cargo de
la dirección. Finalizó su trabajo en
la Fundación al ser designada por
Evita como Delegada del Partido
Peronista Femenino en las provincias
de Tucumán y Santa Fe. En las
elecciones de noviembre de 1951, en
las que por primera vez votaron las
mujeres en Argentina, fue electa
Diputada Nacional.
Anita, en su libro “Mi biografía
política” (INIHEP, 2006), menciona:
“Cuando las mujeres y niños entraban
al Hogar eran entrevistadas por las
visitadoras sociales (destacado
mío), quienes les tomaban los datos,
escuchaban los problemas que ellas
planteaban, el motivo del ingreso y
corroboraban la autorización de la
Fundación para que fuesen
aceptadas”. Respecto a su propia
labor, inicialmente de carácter
administrativo, señala que “cuando
era fuera de hora y las visitadoras
sociales no estaban, yo me encargaba
de tomar nota de todas las
necesidades y se las pasaba al día
siguiente a las monjas (que
pertenecían a la Congregación
Hermanas del Huerto) o a las mismas
visitadoras”. En el citado
documental “Las muchachas”, Anita
Macri expresa que “las visitadoras
que correspondían a ese
establecimiento (se refiere a los
distintos Hogares de la Fundación)
se ocupaban de la solución de los
problemas”.
Acerca de las “células mínimas” que
actuaban en la Fundación, en el
diario “Democracia” del 21 de
diciembre de 1947 se menciona que
las “Cédulas (sic) Mínimas de Ayuda
Social están constituidas por cuatro
visitadoras (destacado mío), una
jefa y una dactilógrafa móvil, que
se trasladan en camionetas hasta los
centros del país donde han de
ejercer su acción social y
humanitaria”. En la edición del 23
de diciembre, el diario “Democracia”
vuelve a destacar la labor de las
Células Mínimas, mencionándolas con
su correcta denominación y no con la
de “Cédulas”.
En la tercera edición (1950) de la
publicación oficial “La Nación
Argentina” aparecen varias
referencias sobre las funciones y
actividades de las “células
mínimas”.
“Las Células Mínimas llegan hasta
los más apartados rincones,
interiorizándose de las necesidades
de los desafortunados,
solucionándoles todos sus problemas
y llenando todas sus necesidades”.
Se describen las actividades de las
células mínimas, mencionando que:
- Facilitan empleos.
- Internan a niños en Colegios.
- Hospitalizan enfermos.
- Devuelven a la sociedad hombres
útiles que ya habían sido
descartados de la labor humana.
En relación a mujeres y niños
desamparados, se destaca: “La
Fundación Ayuda Social “María Eva
Duarte de Perón”, por intermedio de
sus células mínimas, deriva estos
casos a sus Hogares de Tránsito,
donde se les presta atención
confortable a la mujer e hijos y se
busca la solución integral al
problema que los aflige”.
“La Fundación, por intermedio de sus
células mínimas trajo desde Santiago
del Estero hasta la Capital Federal
gran cantidad de niños”.
“A un año de la habilitación del
primero de estos Hogares, la
cantidad de casos sociales
(destacado mío) resueltos asciende a
la cifra de 45.324 y la cantidad de
personas atendidas es de 60.180”. La
mención del término “casos sociales”
seguramente se referencia con la
intervención específica de las
asistentes sociales, habida cuenta
de que es una terminología propia
del campo del Servicio Social
profesional.
En el folleto “Hogares de Tránsito”
del Servicio Internacional de
Publicaciones Argentinas (SIPA,
1950) se destaca que “Un grupo de
visitadoras sociales de la Fundación
de Ayuda Social Eva Perón tiene a su
cargo la tarea de buscar soluciones
en el terreno práctico y concreto de
los hechos”. En otra publicación de
SIPA, de la propia Fundación, bajo
el título “Ciudad Infantil y los
Hogares-Escuela” (1950) aparecen
otras referencias a la presencia y
actuación de las visitadoras
sociales: “En la Ciudad Infantil,
por ejemplo, el servicio social que
nutre el poderoso organismo está
regido, como en las demás
instituciones, por un grupo de
personas especializadas en estas
tareas, denominadas Visitadoras
Sociales o Células Mínimas”. “Anexo
a la dirección de la casa, tienen su
despacho los visitadores sociales
del Servicio Social de la Ciudad
Infantil”.
Asimismo en el fascículo Nº 79 de
“Polémica”, bajo el título “La
acción social del peronismo” (Buenos
Aires,CEAL,Noviembre de 1971), su
autor Carlos Russo reproduce una
fotografía del Archivo General de la
Nación con el siguiente epígrafe:
“Visitadores de la Fundación de
Ayuda Social María Eva Duarte de
Perón censan a las víctimas de una
inundación del río Matanza con el
fin de proveerles alimentos, ropas,
etc.”.
Delia Ferré fue una de las
asistentes sociales de la Fundación.
Brindó su testimonio sobre la
situación social de la época y sobre
la intervención de la Fundación a la
profesora Silvia Elisabet Mazzuchi,
quien lo registró en su libro “La
Fundación Eva Perón - Homenaje al
cumplirse el cincuentenario de la
muerte de la Sra. María Eva Duarte”
(La Plata, Ediciones UPCN, 2002).
Ferré recuerda que “la situación en
el interior del país era alarmante.
La población estaba en un estado de
abandono y miseria conmovedor. Sobre
todo la provincia de Santiago del
Estero, donde pudimos detectar
numerosos casos de anemia y de sed.
Encontramos niños en las taperas más
abandonadas casi en condiciones
animales, o aún peor”. “Eva recibía
esa información minuciosa y en
función de ella determinaba un orden
de prioridades para comenzar las
obras y el envío de ayuda”.
Agregando que “con el tiempo nuestra
misión fue cubierta por las Unidades
Básicas que abrió el Partido
Peronista Femenino”.
En el libro de Otelo Borroni y
Roberto Vacca (“Eva
Perón”,CEAL,1971) se da cuenta de la
realización de un acto político en
apoyo de la fórmula presidencial
Perón-Quijano, llevado a cabo el 8
de febrero de 1946 en el estadio
Luna Park de Buenos Aires, el cual
fue organizado por un grupo de
militantes peronistas
universitarias. El acto, según la
crónica del diario “La Prensa” del
día siguiente, “comenzó con la
ejecución de las canciones de los
partidos Laborista y Unión Cívica
Radical, Junta Renovadora. Después
la concurrencia entonó el Himno
Nacional. En primer término habló la
señora Edelmira Giúdice, invocando
la representación de las asistentes
sociales (destacado mío)”.
Los mismos autores, en su otro libro
“La vida de Eva Perón - Testimonios
para su historia” (Buenos Aires,
Galerna, 1971) registran la ardua
labor diaria y las innumerables
actividades que desarrollaba Eva en
la Fundación, a pesar del avance de
su grave enfermedad que finalmente
la llevó a la muerte el 26 de julio
de 1952, a los 33 años de edad. En
dicho texto mencionan que el 22 de
abril de 1950, Eva Perón “recibió a
delegados de la Escuela de Servicios
Sociales de la Universidad
Pontificia de San Pablo, Brasil y
periodistas brasileños”.
En 1988, Peter Ross presentó una
tesis de doctorado en la Universidad
de New South Wales. Sydney,
Australia, en la cual señala que “En
cuanto a estructura y personal
capacitado, la Fundación alcanzaba
una profesionalización muy
importante para su época”. Agregando
que “La Fundación era, pese a contar
con una gran cantidad de técnicos en
su estructura, una institución
fuertemente politizada”. Obviamente
no podía ser de otra manera, ya que
el abordaje de las distintas
manifestaciones de la cuestión
social, en aquella época como en el
presente, implica siempre una opción
política concreta.
Por su parte, el politólogo
norteamericano George Blankten
(1917-2001), autor del libro “La
Argentina de Perón” (Chicago .
University of Chicago Press. 1953)
expresa que “En un sentido bastante
concreto, la Fundación significó una
revolución en el enfoque argentino
de asistencia social”.
Cuando se produce el golpe
cívico-militar que derrocó a Perón
en septiembre de 1955, se arremetió
encarnizadamente contra las diversas
instituciones y actividades de la
Fundación. Anita Macri, en su libro
del 2006, menciona que “sacaron los
azulejos españoles de los
establecimientos, se robaron el
instrumental de los sanatorios, se
llevaban las heladeras y la ropa de
cama de los policlínicos de la
Fundación. Eran parvas de objetos.
No querían nada que tuviera la sigla
FEP (Fundación Eva Perón) ¡Cómo
sería el odio! No fue una Revolución
Libertadora, fue una revolución
saqueadora”. Carolina Barry señala
que “parte del mobiliario (de la FEP)
y de los adornos fueron robados o
llevados a casas particulares de los
‘vencedores’”.
Néstor Ferioli, en su libro “La
Fundación Eva Perón” (Buenos
Aires,CEAL,1990) narra que “los
institutos de la Fundación fueron,
literalmente hablando, saqueados por
funcionarios del nuevo gobierno”.
“La vajilla de los Hogares Escuela
fue totalmente destruida en todo el
país, por los comandos civiles que
arrojaban todo a la calle”.
El mismo autor cita el testimonio de
Teresa Inés Sáenz de Miera, la cual
relata que “Aunque la orden emanada
era quemar las existencias de stock
de los depósitos porque ostentaban
la leyenda “Fundación Eva Perón”,
aparentemente los autos de los
incendiarios salían colmados de
objetos hacia las respectivas casas
de quienes conducían”. Miera había
sido testigo de hechos semejantes en
los depósitos de la calle Uriburu
920.
El 7 de agosto de 2006, el diario
“Página 12” publicó un reportaje,
realizado por Mario Wainfeld al
historiador norteamericano Mark
Healey. En el mismo, Healey refiere
que después del terremoto de San
Juan de 1944 la Fundación Eva Perón
construyó en esa provincia distintos
establecimientos y, entre ellos, dos
escuelas hogar, una para niñas y la
otra para niños.
Respecto a la actuación de la
“Revolución Libertadora”, en
relación a la Fundación, señala que
halló un expediente por el cual en
1955 “nombraron como interventora a
una abogada, antiperonista ella. Se
dedicó a convertir la colonia hogar
femenina en una agencia de formación
y colocación de empleadas
domésticas. Su ideario era sacar a
esas chicas para que trabajaran en
casas de familia, de gente como ella
o sus amigas”. Agregando que “hubo
protestas de las visitadoras
sociales (destacado mío) que
trabajaban en la colonia. Las
visitadoras eran profesionales, que
habían ganado su puesto antes del
’55, pero que tenían serias
tensiones con el peronismo. Pero no
aceptaron el giro impuesto por la
interventora e hicieron largas
denuncias en las que decían que eso
contradecía “los fines democráticos
de la Revolución Libertadora”. Al
mismo tiempo, las niñas se reunían
en el patio y gritaban ‘queremos que
vuelva Perón’”.
El 9 de septiembre de este año 2013
el gobierno nacional inauguró la
Casa de la Cultura Villa 21-24 de
Barracas. Se decidió que pasara a
ser la nueva sede de la Secretaría
de Cultura de la Nación y que su
titular, Jorge Coscia, mudara su
despacho existente en la actual sede
situada en el barrio de Recoleta y
lo trasladara a las nuevas
instalaciones de Barracas.
A raíz de esta muy importante
decisión política, Coscia narró un
episodio que lo impactó. Una persona
de nombre Martín, que se refugia en
el anonimato y no consigna su
apellido, manifestó por “twitter”:
“A lo mejor algún chico pasado de
paco lo asesina a Coscia. Va a ser
una desgracia con suerte”. Y Coscia,
con recuerdo vivo y legítima
indignación, señala: “Cuando pasa
eso, pienso en Eva Perón. Cuando te
entregás al trabajo social
(destacado mío), hay un montón de
hijos de puta a los que les duele”.
Más allá de que la referencia al
Trabajo Social por parte de Coscia
pueda resultar equívoca para los
profesionales, lo significativo de
este episodio es que se emparenta
crudamente con la visualización que
tenían ciertos sectores de la
sociedad, a mediados del siglo
pasado, acerca de las acciones
solidarias y reparatorias de la
Fundación Eva Perón. El odio que
concentró Eva Perón fue equivalente,
en espejo opuesto, a la fantástica
obra realizada en favor de los
sectores más vulnerados.
El “odio de clases”, patrimonio
usualmente muy arraigado en las
clases pudientes, siempre abominó de
la ayuda destinada a la población
más necesitada. Ayer y hoy, en
palabras y acciones, propician dejar
en el desamparo y “a la buena de
Dios” a los sectores sociales
previamente empobrecidos y
degradados por el propio modelo de
funcionamiento social. A la inversa,
me reafirmo en la expresión -de
carácter axiomático- de que todo lo
que se le transfiera a los sectores
previamente vulnerados y
pauperizados, es siempre inferior a
lo que les corresponde como seres
humanos.
El “odio a los pobres” permanece
vigente en muchos, pero se prescinde
de reivindicar el necesario “odio a
la pobreza”, en tanto la pobreza es
una categoría esencialmente política
y económica, de la cual se deriva la
existencia de los sujetos “pobres”.
El problema (que hay que atacar
decididamente) es la pobreza, no los
pobres. Los pobres son el
“resultado” y las víctimas del
fenómeno de la pobreza. Antes y
ahora, se trata de la necesidad de
eliminar la pobreza y no de eliminar
a los pobres.
La ciudadanía en general y los
profesionales en particular siempre
deberíamos tener muy presente que
los pobres, como categoría social,
son las víctimas y no los culpables
de su propio pesar. Si lo
planteáramos en términos de
confrontación, tendríamos que tener
muy arraigado en nuestras prácticas,
que nuestro enemigo, nuestro
adversario, no son los pobres;
nuestro enemigo es la pobreza. En
consecuencia hay que rechazar,
repudiar, atacar a la pobreza; no a
los pobres que son las víctimas de
los procesos sociales de
empobrecimiento.
Conviene recordar que las personas,
al igual que los países, no son
pobres porque sí, o por fatalidad o
por una suerte de vocación
masoquista que los impulsa
suicidamente a perseverar en la
desgracia. Las personas y los países
suelen ser sometidos a complejos
procesos de empobrecimiento, ajenos
a presuntas razones biológicas,
raciales, culturales, tal como
intentan argumentar los sectores
sociales no pobres.
Resulta notable observar, cómo el
pensamiento discriminatorio, carente
de sensibilidad y sentido de
equidad, ha traspasado el propio
ámbito de los sectores del poder (o
de los sectores dominantes como se
decía en otras épocas) y se ha
instalado y ganado la conciencia (la
mala conciencia) hasta de los
sectores medios y aún bajos de la
sociedad.
La lucha ideológica, la lucha
cultural, forman parte inescindible
de la lucha política que, en su
sentido más abarcativo, prima en el
funcionamiento de todas las
sociedades. Y esto no es de ahora,
ni privativo de nuestro país. En
Argentina, hace ya mucho tiempo,
hace 154 años y me remonto al 13 de
septiembre de 1859, un Senador
Nacional manifestaba en un discurso
en el recinto legislativo: “Si los
pobres se han de morir, que se
mueran, porque el Estado no tiene
misericordia”. “El Estado no tiene
caridad, no tiene alma”. “La
sociedad no puede responder de las
personas que se encuentran en la
indigencia”. “¿Qué importa que deje
morir (se refiere al Estado) al que
no puede vivir, al que no puede
existir por sus desarreglos, por sus
defectos?”. “Los huérfanos son los
últimos seres de la sociedad, y
cuando hay hijos muy dignos de la
atención del Estado, a esos
huérfanos no se les debe dar más que
de comer”.
Esta brutal y si se quiere excelsa
pieza de “darwinismo social”, no le
perteneció a un ignoto político de
aquella época. Tales expresiones le
pertenecieron al controvertido
“padre del aula”, al “maestro de
América”. Le pertenecieron a Domingo
Faustino Sarmiento. Sin duda estas
manifestaciones, en boca de alguien
tan reconocido (que desempeñó muchos
cargos importantes y que llegó a ser
presidente del país entre 1868 y
1874) habrán contribuido a
fortalecer el desdén, el
resentimiento, el odio mismo hacia
los pobres.
Y si a alguien, entonces, como Eva
Perón, se le ocurría ya en el siglo
XX proponer y defender el “amor a
los pobres”, el “amor a los
humildes”, no podía sino más que
recoger y concentrar -desde el
injusto paradigma de la
discriminación y desde sus
apologistas y repetidores- el
profundo y visceral odio hacia ella
misma y a sus acciones en favor de
los desposeídos.
Desgraciadamente persiste, en este
2013, una gran resistencia cultural
y política para aceptar los valores
de igualdad para todos los
habitantes de la Nación. La
Fundación Eva Perón y las asistentes
sociales que se desempeñaron en la
misma brindaron un firme testimonio
en pro de dichos valores, a partir
de su accionar concreto en la
defensa y cristalización de los
derechos sociales.
Diversas críticas se desplegaron
acerca del accionar de la Fundación,
tendiendo a relacionar sus prácticas
con componentes voluntaristas,
indiscriminados, anárquicos,
espontáneos. O bien, dudas acerca de
qué construcción de
“institucionalidad” se llegó a
consolidar, para evitar que todo lo
realizado en materia asistencial se
diluyera al desaparecer la
Fundación.
En principio, es necesario destacar
que la existencia de la Fundación
abarcó sólo 7 años, de 1948 hasta
1955. Y el período principal, por la
orientación y por el ímpetu que le
imprimió su fundadora, fue de 4
años, desde 1948 hasta 1952 en que
fallece Eva Perón. Una organización
que asumió de manera masiva la
atención de las problemáticas de los
sectores más postergados y excluidos
de todo el país, habría de requerir
de mayores tiempos para arraigar y
perfeccionar su funcionamiento.
Resultó obvio que, después de
septiembre de 1955, no se intentó
continuar ni mejorar lo realizado,
ni construir mayor
“institucionalidad”, sino
directamente descartar e interrumpir
-con extrema irracionalidad y
revanchismo- todo lo avanzado en
materia asistencial.
Lo cierto es que Eva Perón logró
instalar, a partir de su prédica y
de su acción, la transgresora y
profunda noción del “derecho a tener
derechos”, habilitando la irrupción
de un nuevo paradigma que
revolucionó conceptualmente el modo
de entender y encarar la cuestión
social.
A pesar de la intensa y destacada
labor que desarrollaron en la
Fundación las visitadoras y las
asistentes sociales y de la nueva
orientación que asumía a la
asistencia como un derecho, la
profesión en su conjunto no logró
apropiarse de este avance conceptual
que requería rescatar y valorizar
importantemente la dimensión de “lo
asistencial”, en el marco del
proceso socio-educativo del Trabajo
Social.
El propio Movimiento de
Reconceptualización, que irrumpió a
mediados de los años 60 y que
constituyó el momento de quiebre y
avance más importante de la historia
profesional, no logró comprender ni
procesar la enorme significación que
implicaba (y aún implica) el
“derecho a la asistencia” para la
población involucrada en las
prácticas del Trabajo Social.
Eva Perón, en “La razón de mi vida”,
realizó una trascendente y profunda
caracterización acerca de la índole
estructural de las problemáticas
sociales, cuando afirmó “Yo sé que
mi trabajo de ayuda social no es una
solución definitiva de ningún
problema. La solución será solamente
la justicia social (destacado mío).
Cuando cada uno tenga lo que en
justicia le corresponde entonces la
ayuda social no será necesaria. Mi
mayor aspiración es que algún día
nadie me necesite…”.
Por cierto, la búsqueda y la
consolidación de la justicia social,
como paradigma distintivo del
funcionamiento de una sociedad
determinada, requerirá asumir
profundos cambios estructurales en
línea con los principios de igualdad
que deben primar para todos los
habitantes de una nación. Pero…
mientras tanto, cabrá seguir
asumiendo -con firme decisión y con
la escala de recursos económicos
suficientes- la perspectiva del
afianzamiento y expansión creciente
de los derechos sociales, como una
contribución estratégica hacia la
inclusión y la equidad deseada.
Resulta pertinente recordar que el
Trabajo Social actual y sus agentes
profesionales (las y los
trabajadores sociales) mantienen
vigente su posicionamiento en
defensa de la justicia social, como
valor central en la consolidación de
sociedades dignas y, como tal,
plenamente humanas.
Buenos Aires, Septiembre de 2013.
* Trabajador Social. Profesor
Titular Regular
Facultad de Ciencias Sociales-
Universidad de Buenos Aires
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