Panlogismo o historicismo para educar

Por Ana Jaramillo*

“Yo sé tanto como tú que todo cuadro general, todo concepto general es sólo una abstracción…se agotaron todos los “lugares comunes sobre lo justo y el bien, las máximas de filantropía y de sabiduría, las perspectivas de todas las épocas y los pueblos”. ¿Para todas las épocas y los pueblos?- y por lo mismo, desgraciadamente, no para el pueblo que debía adoptar ese código como si fuera su traje.”
J.G. Herder1

“Deja que en un escenario humano obren todas las pasiones humanas, que en cada época jueguen de acuerdo a su edad. Y también en cada continente, en cada nación.”
J.G. Herder

Podemos rastrear los orígenes del historicismo en el siglo XVIII en Europa tanto en Giambattista Vico como en
Johann Gottfried Herder y su posterior resonancia en el siglo XX a través de Benedetto Croce.

Herder sostenía que “Cada nación lleva en sí el centro de su felicidad, así como cada esfera lleva en sí su
centro de gravedad (…) Todo aquel que hasta ahora se ha ocupado en descubrir el progreso de los siglos suele
desarrollar una idea predilecta; la del incremento de la virtud colectiva y la felicidad individual. Para eso se
construyeron y se inventaron ciertos hechos; se despreciaron o se silenciaron hechos adversos; se ocultaron
aspectos íntegros; se tomaron las palabras por actos, la ilustración por felicidad, ideas numerosas y sutiles
por virtud, y de esta manera se hicieron “novelas sobre el mejoramiento universalmente progresivo del
mundo”, novelas que nadie creyó, o por lo menos no así los auténticos discípulos de la historia y del corazón
humano”2

Por otra parte, para el filósofo de la historia, ¨la inteligencia práctica del género humano se formó en todas
partes bajo el influjo de las necesidades del modo de vida, pero siempre es una flor del genio de los pueblos,
hija de la tradición y de las costumbres¨3.

Criticando a Voltaire y su enciclopedismo, Herder ironiza sobre la universalización de la cultura y lo que la
humanidad de todos los continentes le deberían a Europa con la contribución del comercio y el Papado.

“¿A dónde no se fundan colonias europeas y a dónde llegaran? En todas partes los salvajes, cuanto más se
prestan para nuestra conversación. En todas partes se aproximan, sobre todo por el aguardiente y la
opulencia, a nuestra civilización, y pronto serán ¡Dios mediante! hombres como nosotros, hombres buenos,
fuertes, felices”…

…“Nuestro sistema comercial”, ¿Es posible imaginar algo superior a la refinada ciencia enciclopédica? ¡Qué
miserables eran los espartanos que utilizaban a sus ilotas para la agricultura; qué bárbaros los romanos que
encerraban a sus esclavos en prisiones subterráneas! En Europa la esclavitud ha sido abolida porque se
calculó que los esclavos costaban más y rendían menos que la gente libre. Nos permitimos una sola cosa:
utilizar tres continentes como esclavos, comerciar con ellos, desterrarlos en minas de plata e ingenios de
azúcar. Pero total no son europeos ni cristianos y en cambio recibimos plata y piedras preciosas, especias,
azúcar y una enfermedad secreta, es decir a causa del comercio y en pro de la mutua fraternidad y la
comunidad de las naciones.

“Sistema comercial”. Lo grande y exclusivo de esa organización es evidente. Tres continentes devastados y
organizados por nosotros; nosotros despoblados por ellos, enervados; hundidos en la voluptuosidad, la
explotación y la muerte; eso se llama obrar con prodigalidad y felicidad”4.

Creyendo en la Providencia, imagina otro futuro y sostiene que “Cuantos más medios e instrumentos
inventemos los europeos para sojuzgaros a vosotras las demás partes del mundo, para engañaros y
saquearos, con todo quizá alguna vez os corresponda a vosotras triunfar. Nosotros atamos las cadenas con
que vosotros nos arrastraréis; las pirámides invertidas de nuestras constituciones se van a poner en pie en
vuestro suelo y vosotros con nosotros”.

Herder critica fuertemente el eurocentrismo y sostiene que el hombre es hijo de su tiempo, ¨es hijo del acaso
que le hizo nacer en tal o cual región y determinó también su capacidad de goce y la clase y medida de sus
alegrías y sus sufrimientos según el país, la época, la organización y las circunstancias. Sería un
engreimiento ridículo pretender que los habitantes de todos los Continentes deberían ser europeos para vivir
felices. ¿Acaso nosotros mismos hubiéramos llegado a ser lo que somos fuera de Europa?...5

Se concluiría en un absurdo para el filósofo, sosteniendo que los hombres de todos los Continentes que han
pasado miles de años, no habrían vivido de verdad ¨abonando tan sólo el suelo con vuestra ceniza para que
al fin de los tiempos vuestra posteridad hallara la salvación gracias a las bendiciones de la cultura europea¨6
Crítico de las guerras, de las formas de gobierno y del Estado artificial y su papel para los hombres, concluye
que no se ha logrado todavía justificar en manera alguna cómo un hombre pueda tener por nacimiento el
derecho de dominar a miles de sus hermanos, ni por qué pueda mandarles a su arbitrio, sin un contrato
previo y sin limitaciones, entregar a miles de muertos sin responsabilidad alguna, consumir los tesoros del
Estado sin tener que rendir cuentas y cargar con este motivo los impuestos más pesados precisamente sobre
los pobres.7

Croce sostenía que “no tiene sentido, la acusación corriente dirigida al historicismo de que induzca a la
adoración del hecho cumplido y al quietismo, cuando explica en su espiritual necesidad y justifica por lo tanto
el pasado, porque aquél estímulo es sin embargo estímulo de la acción, y el pasado que así se piensa nunca
fue cumplido y estable, pues siempre está en movimiento y cambio y es inescindible de nuestro presente,
inquieto también él y sin descansar en soluciones, sino laborioso al plantear problemas que serán nuevas
soluciones”8

Para Isaiah Berlin, fue Giambattista Vico el padre del concepto moderno de cultura y de lo que podríamos
llamar pluralismo cultural9. Resalta que fue el napolitano quien entendió que cada cultura tiene una escala de
valores propia que se van desplazando con el tiempo, pero nunca plenamente puesto que las generaciones
siempre comprenden las visiones anteriores. Distingue el historicismo del relativismo spenceriano cerrado
sobre sí mismo, o encapsulados o aislados incapaces de comprender otras culturas. Para Vico, si lo humano
tiene algo de significado, debe haber algo en común que, con imaginación y esfuerzo, logre comprender otras
culturas. Para Berlin, el método viquiano es el mismo que el de los antropólogos sociales modernos
intentando comprender las “elaboraciones imaginativas” de otros pueblos y otras épocas sin rechazarlas por
bárbaras o irracionales.

A Vico no le interesa la experiencia individual sino las sociedades. Para ello en la Ciencia Nueva nos propone
entrar imaginativamente a través de la fantasía para entender la autoconciencia colectiva de las distintas
épocas y pueblos, descifrando y comprendiendo su historia cultural. Esta perspectiva, para Berlin, es
“indispensable para su concepción del saber histórico”10

Benedetto Croce había aclarado que: “el historicismo se dio cuenta de que los problemas de la filosofía no
sólo no se someten jerárquicamente a uno de ellos, así como no pueden definirse numéricamente, que
responden a exigencias lógicas de la mente humana. Ellos son inagotables e infinitos, porque nacen siempre
nuevos e individualizados del impulso de la historia, que ofrece la materia particular a cada pensador”11.

Continúa Croce mostrando la identidad entre filosofía e historicismo y sostiene que de ello surge un nuevo
programa educativo: resulta un nuevo programa educativo “para el historiador, y para el filósofo: para el
historiador, de quien se espera que integre siempre mejor la historia con la filosofía, y que discierna donde
se plantea el problema verdaderamente historiográfico y donde el problema es en cambio de mera erudición
y filología, y que haga más vigorosos, ricos y concientes los conceptos que adoptan en la interpretación y en
la construcción de la historia; para el filósofo, que debe apropiarse todo lo que pueda de la realidad que se
despliega delante o lo confunde alrededor, la realidad que toda es historia, poniéndose en relación y en
recambio con este aspecto del espíritu, antes que con cualquier otro, y sin olvidar que las ciencias naturales
o naturalizadas son una elaboración abstracta y práctica de la historia, dirigida y disciplinada por las
matemáticas. Sólo otra forma del espíritu tiene el derecho de ocupar junto de la historia y de la filosofía, y no
es la ciencia físico-matemática, sino el arte y la poesía, la fantasía que abre el camino a la alianza sintética
del pensamiento; en la cual el antiguo dicho que la historia está próximo a la poesía, y es el quid de la
poética a su alrededor”12.

Comparando la Filosofía de la historia hegeliana con el historicismo propuesto también nos explica: “Y
cuando a fines del siglo diecisiete y principios del dieciocho un gran filósofo dotado de un ingenio histórico
original, Hegel, entendió que filosofía e historia debían unificarse, y aportó el pensamiento dialéctico, esa
unión falló su signo, porque Hegel unió la filosofía, no con la historiografía, sino con la construcción a priori,
que tenía el nombre de “Filosofía de la historia”, extendida por él de la historia política y moral y también a la
historia del arte y de la misma historia de la filosofía; y su historicismo y el de otros idealistas alemanes y
sus seguidores era de una historicidad con diseño predeterminado, una mitología con vestimenta filosófica e
histórica.

En cambio, franco en su original naturaleza había sido el historicismo de Vico que no interponía aquella
suerte de mitología entre filología y filosofía, y unificaba las dos, cumpliendo una con la otra, pero Vico no
hizo escuela y no tuvo continuadores, como tampoco de la síntesis a priori de Kant no se trajeron ni se
extendieron las consecuencias, proviniendo de ella el concepto del juicio como juicio histórico.
El historicismo ha tenido su justificación y su fundamento teórico en una nueva teoría lógica del juicio,
declarado en su verdadera y única forma, juicio histórico y conteniendo siempre una afirmación histórica, aún
cuando en apariencia se presenta en forma de definición de términos conceptuales, lo cual es siempre la
implícita remoción de una dificultad, y una dificultad se liga siempre a una situación de hecho, y a resolverla
en el acto mismo es clarificar y cualificar aquella situación, y al cualificarla, existencializarla”13.
El filósofo también se refiere al Ensayo sobre la Revolución de Nápoles de 1799 de Vincenzo Cuoco (1770-
1823) como una de las primeras manifestaciones del pensamiento viquiano, anti-abstrato, anti-iluminista e
histórico y de la nueva historiografía fundada en el concepto del desarrollo orgánico de los pueblos y de la
nueva política, la política del liberalismo nacional, revolucionario pero moderado al mismo tiempo
contradiciendo la teoría de los “apóstoles iluminados”. Dicha posición la asume Cuoco en su Ensayo, luego
de haber sido protagonista de la revolución y deportado a Marsella. La caracterización de revolución pasiva
que hace de los acontecimientos de 1799 será retomada posteriormente por Gramsci que sostiene que “el
concepto de "revolución pasiva" debe ser rigurosamente deducido de los dos principios fundamentales de
ciencia política: 1) que ninguna formación social desaparece mientras las fuerzas productivas que se
desarrollaron en su interior encuentran aún posibilidades de ulteriores movimientos progresivos; 2) que la
sociedad no se plantea objetivos para cuya solución no se hayan dado ya las condiciones necesarias”14.

Cuoco sostenía en su ensayo: “Nuestra revolución, siendo una revolución pasiva, la única manera de
conducirla a buen fin era aquella de ganarse la opinión del pueblo. Pero la mirada de los patriotas, y la del
pueblo no eran las mismas: ellos tenían distintas ideas, distintas costumbres y aún dos idiomas diferentes.
Esa misma admiración por los extranjeros, que había retrasado nuestra cultura en los tiempos del rey, esa
misma formó al comienzo de nuestra república el obstáculo más grande para establecer la libertad. La nación
napolitana se podía considerar dividida; dos pueblos divididos por dos siglos y por dos grados climáticos.
Dado que la parte culta se había formado sobre modelos extranjeros, su naturaleza era distinta de aquella
que necesitaba la nación entera y que solamente se podía esperar del desarrollo de nuestras facultades”15.
Así su historicismo viquiano se unía al liberalismo gradualista y antijacobino.

Para Cuoco entonces, el fracaso de la revolución jacobina con sus altos ideales humanistas y de justicia, no
se debió sólo a la reacción de la monarquía borbónica y de la Iglesia, sino también a la oposición de vastos
sectores populares, de campesinos y plebeyos.

El error de los republicanos fue creer que se podían transportar o imponer las ideas y los programas
revolucionarios franceses a una nación distinta por su historia, costumbres, ideales religiosos y políticos. Sin
embargo, continúa Cuoco, la revolución podría haber triunfado si hubiera surgido del fondo mismo nacional.
La constitución extranjera estaba muy lejos de la napolitana, fundada en máximas abstractas, lejanísima de
los sentires napolitanos, leyes que trasladaban usos, caprichos y defectos de otro pueblo.

Expresando una postura maquiavélica, sostiene que no se puede ignorar la realidad efectiva, la historia como
complejidad concreta dentro de la cual están entrelazados la realidad y la idealidad, la razón y el
sentimiento, la tradición y la innovación. Su historicismo también lo refleja en su propuesta pedagógica que,
si bien pretende incorporar a los estratos populares en particular a la vida social y política, no se debe
entender la educación como imposición de principios abstractos e ideas generales. La educación debe partir
de las necesidades reales del pueblo a través de un lento y gradual proceso que conduzca a la conciencia de
su historia y su nivel de civilización para construir una cultura avanzada.

Croce sostiene que ya a principios del siglo XIX, con el idealismo filosófico se leía a Vico y se lo comprendía,
pero no se pensaba más que la Razón venía a interrumpir el curso de la historia, sino que era inmanente y
laboriosa en todo momento de la historia. También la nueva cultura modificó la práctica política, ya no
reformadora con el monarca iluminado o fuerte, no más republicano cosmopolita ni constitucional-
municipalista, “con el culto a la Razón aunada con la fe en la Providencia divina o en la Razón histórica”.

En su propio libro sobre la Revolución napolitana, Croce sostiene que las innumerables narraciones de la
historia de aquel período podría hacernos pensar que ya no hay más nada que hacer, si esa frase pudiese
ser aplicada a la historia en la cual “las renovadas demandas por efecto de las experiencias del presente,
hacen necesaria una revisión continua y reelaboraciones de las construcciones literarias del pasado”16. Allí
Croce vuelve a hablar del revisionismo aunado al historicismo.

En su libro Teoría e historia de la historiografía, el filósofo italiano nos explica que la historia es la historia
viva, contemporánea, es un acto de pensamiento, mientras que la crónica es la historia pasada, muerta, es
un acto de voluntad. La historia se vuelve crónica muerta cuando ya no es pensada.

Para él, el proceder de la filología “sin verdad y sin pasión” es lo que diferencia al filólogo del historiador. Su
erudición puede llegar a ser ignorancia fastuosa. Propone antitéticamente a esa erudición, un mapamundi
político en beneficio de “la inteligencia y no de la memoria”. La historia filológica la destruyen sus cultores al
concebirla sin vínculos con la vida. “La historia es, ha sido y siempre será la misma, historia viva,
contemporánea que son la crónica, la filológica, la poética y la practicista”.

Concluye que todo debe reformarse en la historia, “y la historia a cada instante, se afana en perfeccionarse, o
sea en el propio enriquecimiento y profundización, y no hay historia que nos satisfaga, porque toda
construcción nuestra engendra nuevos hechos y nuevos problemas, y requieren nuevas soluciones”.
Niega la historia universal, ya que la historia es pensamiento y en tanto pensamiento de lo universal está
siempre particularmente determinado. Los sistemas cerrados de la filosofía, como la historia universal son
para Croce relatos fantásticos cosmológicos. “Al hacerse la historia actual y la filosofía histórica se elimina
tano la filosofía de la historia, como las cadenas causales del determinismo”. Concluye que la filosofía de la
historia está muerta en su positividad, como cuerpo de doctrinas con todas las formas de lo trascendente. No
hay filosofía ni historia, ni filosofía de la historia, sino historia que es filosofía y filosofía que es historia. La
historia es siempre obra de los hombres como producto del intelecto y de la voluntad humana y de esa
manera refuta el carácter dualista e idealista tanto de Hegel como de Vico donde la Providencia o la Idea se
sirven de los fines particulares y las pasiones de los hombres. La verdadera historia es la historia del
individuo en cuanto universal y de lo universal en cuanto individuo.

Al filólogo le resulta imposible preservar noticias, documentos y monumentos por su infinitud, por lo cual
selecciona, transcribe, ordena, y el resto lo rompe quema o vende por kilo. No existe sin embargo un criterio
lógico de selección porque se está moviendo en el ámbito práctico y por lo tanto la decisión es siempre
“motivada por las necesidades prácticas y científicas de un determinado momento o época”, se justifica en sí
misma y por sí misma.

Sin embargo, Croce no tiene en cuenta que el filólogo historiador también tiene una perspectiva y sus propias
pasiones, puede no ser un “amontonador maniático” ni un “coleccionista de antigüedades” científico, objetivo
o neutral. Cuando pensamos la historia, entonces y buscamos verificar con documentos o noticias que
coleccionó el filólogo, nos damos cuenta que quizás el documento fue quemado, no merecía ser considerado
como un hecho histórico o fue vendido por kilo debido a las propias pasiones y perspectivas políticas. El
filólogo tampoco es impermeable a ellas.

La historiografía viviente como la define el filósofo, es un “acto de pensamiento (filosófico) correlativo a un
estímulo práctico moral y es preparación para una acción”17.

Allí es donde se hace necesario el revisionismo que se aúna al historicismo, ya que en el conocimiento de
las pasiones generales y dominantes, de las ideologías y políticas imperantes en distintos momentos de
cada historia concreta, hemos visto desaparecer justamente aquellos documentos o archivos que hubieran
atestiguado algún hecho histórico, aunque esa verificación o testimonio no lo haría verdadero, ya que nada
“podrá impedir que un nuevo documento o la mejor lectura de uno viejo” lo destruya. Las reglas elementales
de la metodología histórica, continúa el napolitano, “niegan resueltamente el dualismo, el moralismo
abstracto y el antihistoricismo”.18

Como el filósofo napolitano, no creemos en el panlogismo, en la universalidad abstracta, en las leyes de la
lógica abstracta trasladadas a la historia como si existiera una historia científica neutral pensada y
expresada desde una neutralidad científica y objetiva trascendental a la historia misma. “El pensamiento
histórico es pues especificado e individualizado y no genérico y abstracto, porque especificada e
individualizada es la necesidad práctica a que responde, especificada e individualizada la acción práctica en
que desemboca”19, concluye el filósofo.

Por esa razón, Croce nos advierte sobre los equívocos que existen con el concepto de libertad, donde uno de
ellos es confundir el liberalismo con el librecambio económico. Nos explica que la vida económica es materia
y propone distintos sistemas como el librecambio, el proteccionismo, la economía regulada y racionalizada,
el monopolio o la autarquía económica, pero ninguno tiene carácter moral sino económico y podrá ser
adoptado o rechazado por la voluntad moral conforme a las diversas situaciones históricas.20

No se puede confundir el concepto de libertad con el ordenamiento económico. Para Croce, no es que existe
libertad formal y libertad real. Para él, la libertad formal según se pretende diferenciar es un principio moral,
la única libertad, y la llamada libertad real es en realidad un ordenamiento económico, particularmente “el
soñado ordenamiento económico igualitario del comunismo”

Por otra parte, la libertad como conciencia moral, es reguladora de la justicia, pero es un concepto filosófico y
no jurídico.

Aún hoy se sigue confundiendo liberalismo con liberismo como define el filósofo al liberalismo económico.
Para él cuando al liberalismo económico se le confirió “valor de ley social” naturalizada o como providencial,
pasó de ser un legítimo principio económico a ser una ilegítima teoría ética con “una moral hedonista y
utilitaria para la cual el bien consiste en la misma satisfacción de los deseos en cuanto tales, que es ...la
satisfacción del capricho individual o de la sociedad entendida como término medio de individuos21.

Concluye que es posible sostener, “con la más sincera y vívida conciencia liberal, ciertas medidas y
expedientes que los teóricos de la economía abstracta clasifican como socialistas, e incluso será lícito hablar
paradójicamente…de un “socialismo liberal”.22

Pero esta confusión que explica Croce entre liberismo y liberalismo, en los países de América Latina
continúa, identificándose el librecambio económico con el liberalismo filosófico y también político. Ello hace
que también se denominen “populistas” (peyorativamente con sentido demagógico y autoritario) a aquellas
democracias populares elegidas por la voluntad moral de sus pueblos, que teniendo las virtudes
republicanas con los tres poderes funcionando, buscan la justicia social, la independencia económica y la
soberanía política para cuyo fin nacionalizan sus recursos naturales o deciden qué medidas económicas
proteccionistas o socialistas toman de acuerdo a su situación histórica como fueron los gobiernos
cardenistas o peronistas. Otra vez se utiliza el panlogismo sin tener en cuenta las diversas culturas
históricas de los distintos pueblos.

LA FILOSOFÍA COMO HISTORICISMO PARA EDUCAR EN NUESTRA AMÉRICA: LA DECOLONIZACIÓN
PEDAGÓGICA Y CULTURAL Y EL MODELO DE SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES DE IDEAS

“El hombre americano tenía que resolver sus problemas con urgencia y una de las soluciones se las ofrecía
la cultura de Europa, de aquí que se apropiase de este tipo de soluciones. Pero ahora que la cultura europea
ha dejado de ser una solución convirtiéndose en un problema; ahora que ha dejado de ser un apoyo para
convertirse en una carga; ahora que las ideas tan familiares nos eran a los americanos se transformaron en
objetos siniestros, desconocidos, oscuros, y por lo tanto peligrosos, ahora, repito es cuando América
necesita de una cultura propia, ahora es cuando tiene que resolver sus problemas en otra forma bien distinta
a la forma como hasta hoy los había resuelto. Esta otra forma no puede ser ya la imitación, sino la creación
personal propia… América hasta ayer eco y sombra de la cultura europea, tiene que procurarse tierra firme, y
resolver por cuenta propia los problemas de su circunstancia”.
Leopoldo Zea

“la Universidad, en lugar de servir al desarrollo nacional, se acoraza en el ideal ecuménico de la cultura, que
es el modo abstracto e impersonal de mirar al país con el prisma agrisado de las ideas extranjeras. Tal idea
cosmopolita de la cultura universitaria es la forma institucionalizada de la alienación cultural del coloniaje, y
en su almendra, la Universidad misma del imperialismo, empeñoso en romper todo proyecto de
nacionalización cultural en los países dependientes. Así se aparta a las generaciones estudiantiles-que
también son oriundas en alta proporción de las clases medias- de la realidad nacional que se transforma, no
por la acción de la Universidad, sino por las fuerzas sociales que las luchas nacionales de los pueblos
engendran en su seno”
J.J. Hernández Arregui

Se han denominado los modelos de acumulación de capital de acuerdo a las políticas estratégicas de
acumulación de capital y de desarrollo (objetivos, proyectos y políticas) implementadas en distintas latitudes
y en distintas épocas históricas de acuerdo a los grupos de interés que se privilegian o que detentan y
hegemonizan el poder político.

En nuestro país se han implementado diversos modelos de acumulación de capital de acuerdo a las distintas
políticas implementadas a lo largo de su historia, que a veces se denominan desde categorías económicas y
a veces desde categorías políticas que denotan las opciones de política económica. Así tuvimos modelos
agroexportadores, de sustitución de importaciones, industrialistas, desarrollistas, liberales o neoliberales,
etc.

Desde otras latitudes hablan en la actualidad del modelo argentino que aún no tiene nombre. El New York
Times le recomienda a Obama implementarlo para aplacar el “malestar económico” y en Europa lo
recomiendan para salir de las crisis. El diario neoyorquino habla del crecimiento de nuestro país sin haber
perjudicado al pueblo, reduciendo el nivel de pobreza y el desempleo, sin aplicar las políticas de ajuste
recomendadas por los organismos financieros internacionales.

Al modelo argentino se lo define como heterodoxo de acuerdo a la posición frente a las recetas “ortodoxas” de
los organismos internacionales financieros, sobre el manejo del gasto público y del endeudamiento, los
ajustes estructurales frente a las crisis, etc.

Desde otras posiciones, utilizando categorías creadas en cenáculos europeos hablan de fascismo y
populismo para hablar de los actuales gobiernos democráticos de América Latina para denostarlos, como si
esos procesos y gobiernos políticos surgidos en determinada época y lugar pudieran replicarse en otras
épocas y culturas. También se olvidan que la democracia griega se construía y convivía con esclavos y que
aún persisten democracias en Europa democracias que conviven con monarquías, reyes y princesas.

Como sostiene Ángel Rama, la fórmula “educación popular+nacionalismo” puede traducirse sin más por
“democracia latinoamericana23

También nos recuerda Rama que Simón Rodríguez “razonó que las repúblicas no se hacen con “doctores, con
literatos, con escritores”, sino con ciudadanos, tarea doblemente urgente en una sociedad que la Colonia no
había entrenado para esos fines: Nada importa tanto como el tener Pueblo: formarlo debe ser la única
ocupación de los que se apersonan por la causa social”24.

Al modelo argentino aun innominado, a mí me gustaría llamarlo “modelo de sustitución de importación de
ideas” lo que supone desterrar el colonialismo pedagógico y cultural que nos hizo creer que la historia se
construye desde la lógica racional y que ésta es universal para todos los tiempos y en todo lugar, lo que
llamamos panlogismo.

Desde la independencia de los países de Nuestra América, el tutor de Simón Bolívar, sostenía que el que
copia se equivoca. Sin embargo, desde la formación del Estado nacional, hemos copiado ideas y modelos
económicos y políticos tanto de los europeos como de los Estados Unidos. Es lo que Jauretche denominó el
“colonialismo pedagógico” de nuestros intelectuales que llevó a la dependencia e imitación de las formas de
gobierno y de las políticas económicas para solucionar nuestros problemas vernáculos.

El neoliberalismo de los ochenta y noventa aún sigue vigente como pensamiento, como política en distintas
latitudes. Todavía se sigue hablando de la educación como un gasto, mientras sabemos que es una de las
inversiones más estratégicas de nuestro país y de toda América Latina, no sólo para crecer sino para ampliar
la democracia y los derechos sociales y ciudadanos.

¿Qué ganamos importando en forma permanente “bienes de capital” descubiertos y producidos en otras
latitudes, sin preparar a nuestros hombres y mujeres para investigar y capacitarlos para la creación científica
y tecnológica adecuada a nuestra realidad y a nuestros problemas, cuando sabemos que esos bienes de
capital implican inversión en políticas de investigación y desarrollo?

Cuando insistimos en una educación con pertinencia, estamos a su vez calificando a los modelos de
educación implementados como impertinentes. Queremos insistir en invertir la versión cartesiana de las
certezas que provienen desde el pensamiento y la razón, cuando en realidad es desde nuestra existencia
temporo-espacial desde donde debemos pensar y construir nuestras certezas e ideas.

Desde el otro lado de los Andes, la educación superior continúa siendo simplemente un gasto casi suntuario
del Estado y no una necesidad de formar científicos, profesionales, académicos y tecnólogos que con
vocación nacional se comprometan con el desarrollo propio.

La gratuidad de la enseñanza universitaria decretada por el Presidente Perón en 1949, es una inversión
indispensable para sustituir la importación de bienes y de ideas, para cuestionar la verdad y el pensamiento
único. Si no fuera así terminaríamos siendo maquiladores de capital, de productos e ideas ajenas.

Afortunadamente, el Presidente Kirchner junto a otros presidentes de Nuestra América, se negó a aceptar el
ALCA. La supuesta globalización es un globo cuyo piolín lo manejan los poderosos, generando más pobreza
y menos democracia. Son los poderes hegemónicos los que dominan y por lo tanto nominan desde su lógica.

Las medidas políticas aplicadas desde el año 2003, desde el rechazo al ALCA, el desendeudamiento y el
pago de la deuda externa con reservas, la nacionalización y estatización de las pensiones, el
empoderamiento de los menos favorecidos a través de la asignación universal por hijo, la inversión de la
asignación presupuesta destinada al pago de la deuda hacia la inversión en educación, la derogación de las
leyes de punto final y obediencia debida, la restitución de las paritarias, el aumento bianual a los jubilados,
el matrimonio igualitario, la ley de medios suprimiendo los monopolios informativos y tantas otras medidas
que ensanchan los derechos democráticos del pueblo nos confirman que ya no somos maquiladores de ideas
ajenas.

En 1949, el filósofo y Ministro de Educación mexicano, José Vasconcelos, nos decía en el Primer Congreso
de Filosofía: “la verdad es armonía de pensamiento y realidad…afortunadamente, en nuestros pueblos, el
filósofo ha sido, por lo menos en la etapa heroica de nuestra formación nacional, un héroe de la idea; un
creador de cultura” (...) cada nueva doctrina filosófica se convertía en el alma de una cruzada de inmediata
aplicación social”25.

Tenía razón Ortega y Gasset, en su texto Ideas y Creencias, cuando nos explica la clara diferencia que existe
entre las ideas o los pensamientos y las creencias. Aclara que las ideas se tienen, mientras que en las
creencias se está. O quizás podríamos parafrasearlo diciendo que las creencias muchas veces nos tienen a
nosotros, y sólo cuando tenemos dudas comenzamos a pensar.

Las creencias parecen existir antes de pensar. Recurrimos al pensamiento justamente cuando la duda
amenaza la firmeza de nuestras creencias. Para Ortega nuestros comportamientos se deben más a las
creencias que a las ideas, a las implicaciones latentes con que contamos y que serían pre o sub
intelectuales. Para él es obvio que las ideas propias y de una época influyen sobre la existencia. Pero las
creencias son “ideas que somos” infra-intelectuales y a las cuales no llegamos por la vía del pensamiento o
el razonamiento.

Uno puede adherir a una idea de la realidad que tomamos como evidente o verdadera, pero existe una
distancia entre ellas y la realidad, podemos rebatirlas o dejar de pensarlas, sin embargo la creencia está
indisolublemente unida a nosotros.

Sin embargo, la creencia en la “razón humana” en la inteligencia, a pesar de que las teorías van cambiando,
ha “aguantado imperturbable” los cambios profundos según Ortega.

Ahora bien, creemos que se han realizado muchas más “historias de las ideas”, “historia de los intelectuales”
de cada país, latinoamericanas o universales, que historias de las creencias, que podrían derivar en
pasiones, o al decir de Bourricaud de las pasiones generales y dominantes en cada época y lugar. Dichas
historias para quienes “creen en la razón humana” en la inteligencia humana parecerían irracionales o
vinculadas al irracionalismo, aunque pensemos que nuestros comportamientos y la historia se producen más
por las creencias y pasiones, que por las ideas. Pasamos así de la trascendentalidad, la teología y la
teleología, al inmanentismo. El historicismo rechaza la concepción de que la Idea, o la astucia de la razón
hegeliana, o el desarrollo de las fuerzas productivas sean el motor externo prometeico responsable de la
creación, sino que son los hombres los que hacen la historia sin un fin último o destino prefigurado por algún
Dios. Se vuelve a plantear la relación ente lo particular y lo universal.

Coincidimos entonces nuevamente con Croce para encarar la descolonización pedagógica que no es sólo una
idea sino una creencia que a su vez es el prolegómeno de la acción cuando se pregunta ¿Qué es un
pensamiento, sin la pasión, sin la voluntad, sin la fantasía? ¿Qué es una fantasía que no haya sido nutrida de
pasión moral, de trabajo del pensamiento?26 .

La historiografía viviente como la define el filósofo, es un “acto de pensamiento (filosófico) correlativo a un
estímulo práctico moral y es preparación para una acción”.

Allí es donde se hace necesario el revisionismo que se aúna al historicismo para modificar la educación
superior.

En la actualidad, muchos gobiernos están decididos a construir la Patria Grande, a integrarnos como región,
no sólo en lo económico financiero, sino en lo cultural, lo educativo, lo social o lo político.

A las diez universidades creadas durante el gobierno peronista desde 1973, se sumaron las universidades
nacionales creadas a fines del siglo XX en Villa María en Córdoba y en el conurbano bonaerense, como la de
Quilmes, Gral. Sarmiento, Gral. San Martín, La Matanza, Tres de Febrero y Lanús, que comenzaron a
demostrar la necesidad de “llevar la universidad a la gente”.

Modificar los paradigmas milenarios de la universidad escolástica para pocos ilustrados, que ya cuentan con
un capital socio cultural en las grandes ciudades, comenzó a dar sus frutos. Miles de nuevos profesionales
comenzaron a egresar de las Casas de Altos Estudios de los cuales entre el 70 y el 90% provienen de
familias que jamás habían tenido la oportunidad de ingresar, siendo primera generación de profesionales.

A la gratuidad de la enseñanza de 1949, se sumó la posibilidad concreta de acceso por cercanía y por
horarios asequibles para los trabajadores.

A partir del gobierno de Néstor y Cristina Kirchner se sumó la creación de las universidades de Florencio
Varela (Jauretche), Moreno, Merlo, José C. Paz y Avellaneda en el conurbano bonaerense, así como la de
Chilecito, Formosa, Ushuaia, Chaco Austral, Río Negro y Villa Mercedes. En la actualidad otras tres
universidades en el conurbano tienen estado parlamentario como San Isidro, Almirante Brown y Hurlingham.

Mientras la Colonia española autorizó la creación de 33 universidades en sus dominios de ultramar, con
quince millones de habitantes, que significaba una universidad cada 500.000 habitantes, algunos “más
colonizantes que los colonizadores” hay quienes cuestionan la creación de las universidades del conurbano
donde habitan once millones de habitantes, con algunos municipios de dos millones de habitantes, que
podrán desarrollar su pensamiento propio sin tutorías pretendidamente universales.

Para el historiador Furlong, en su Historia social y cultural del Río de la Plata la razón de la Corona para la
creación de universidades eran las enormes distancias que existían entre las ciudades y porque “había que
facilitar a todos los nacidos en América que cursaran los estudios universitarios, si sentían vocación por
ellos”27. Concluye que la América hispana que “en el siglo XVI fue la de los soldados, en los siglos XVII y
XVIII fue la de los doctores”28

Para Furlong, la Corona española en su creación de universidades fue muy “generosa” y “manirrota”. Algunos
neoliberales también cuestionan el excesivo “gasto” que supone la creación de universidades para los
territorios donde habitan millones de personas que jamás tuvieron acceso a la educación superior.

Cuando Néstor Kirchner le propuso a la juventud que fueran transgresores, les estaba diciendo que no
acepten el “no se puede” como regla inamovible, como destino ineluctable de injusticia y sometimiento.
Sabemos que nuestros países no son pobres, son fundamentalmente injustos, ya que son ricos en recursos
naturales y humanos.

Coincidimos con Ortega y Gasset cuando sostiene en La Misión de la Universidad, que las posibilidades no
se realizan por sí mismas, en forma automática. Es preciso que “alguien con sus manos y su mente, con su
esfuerzo y con su angustia, les fabrique su realidad”29. A su vez, nos aclara que para realizar la reforma
universitaria basta con quererla, pero hay que quererla de verdad. Y eso implica que queramos hacer todo
aquello que sea necesario para lograrla, incluyendo “dotarnos nosotros mismos de las cualidades
imprescindibles para la empresa”30. Cualquier otra cosa no significa querer,

Por esas razones, en la Universidad Nacional de Lanús entendemos que la educación superior no sólo debe
formar profesionales y ciudadanos sino debe formar hombres y mujeres para la Patria al decir de Arturo
Jauretche y por lo tanto desterrar el colonialismo pedagógico de las aulas. Al tener el privilegio de fundar una
nueva universidad, comenzamos bautizando sus nuevos edificios con los nombres de pensadores,
creadores, artistas, hombres y mujeres de la cultura nacional que habían sido desterrados de la formación
académica y cultural como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Manuel Ugarte, Leopoldo Marechal,
Rodolfo Ortega Peña, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Roberto Arlt, Héctor G. Oesterheld, Rodolfo
Puiggrós, Lisandro de la Torre, José Hernández, Ricardo Carpani, Tita Merello, Juana Manso, Juana Azurduy,
Lola Mora, Oscar Varsavsky o Macedonio Fernández entre otros.

Dichos homenajes no pretenden ser un homenaje póstumo, sino promover su vigencia entre la juventud. Se
continúa sembrando cultura, brindando teatro, cine, música, artes plásticas, danzas y otras actividades
artísticas en el territorio devastado y postergado por las políticas erráticas económicas y sociales.

Se instituyó un Seminario Permanente de Pensamiento Nacional para docentes, no docentes y estudiantes,
se enseña la historia de la Universidad en la Argentina, así como la historia latinoamericana y se reeditan en
forma permanente todos aquellos textos que habían sido prohibidos a partir de 1976.

Se creó el Observatorio Malvinas conjuntamente con Veteranos de Guerra y la Comisión de Familiares de
Caídos que produjo los textos para primaria y secundaria, obras de teatro, películas y muestras permanentes
itinerantes sobre la historia de las Islas Malvinas que ya se están utilizando en las aulas.

La Universidad, creada en 1995 instituyó su modelo y orientación hacia los problemas nacionales. Su misión
quedó claramente establecida en sus estatutos y principios que implica que su investigación y su formación
académica debe abocarse a coadyuvar a resolver problemas nacionales. Sus miles de egresados son en un
90% primera generación de profesionales como en general en todas las universidades del conurbano

Porque sabemos que la universidad debe pasar de la hermenéutica libresca a la hermenéutica social,
debemos invertir la tradición escolástica de las primeras universidades milenarias que pervive y que
problematizaba los textos interpretando la palabra sagrada, la Verdad revelada y comenzar a interpretar y
textualizar los nuevos problemas, a construir nuestra realidad con la cual podremos descifrar y armonizar
nuestra verdad. Y ésta es nuestra realidad y nuestra verdad. No constituye una idea sino una creencia: la
verdad como armonía entre pensamiento y realidad al decir de Vasconcelos.

Sólo así podremos crear voluntades entre los jóvenes para defender la democracia y la soberanía nacional al
mismo tiempo que trabajamos para la definitiva integración de Nuestra América, donde la construcción social
de la libertad y de la democracia no es imaginaria ni utópica como la de Tomás Moro, la de Campanella o la
de Bacon, sino que sigue siendo un lugar donde hacerla realidad.

NOTAS
1 Herder, J.G: Filosofía de la historia para la educación de la Humanidad, Espuela de Plata, España, 2007
2 ídem
3 Herder, J.G Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad, Losada, Bs.As, 1959
4 Herder*Filosofía…
5 Herder, Ideas para…
6 ibidem
7 ibidem
8 Croce, Benedetto: El carácter de la filosofía moderna, IMÁN, Bs.As, 1959
9 Berlin, Isaiah: El fuste torcido de la humanidad, Península, Barcelona, 2002
10 ibidem
11 Croce, Benedetto: Ponencia presentada en el Congreso Nacional de Filosofía, Mendoza, 1949
12 Op.cit.
13 ídem
14 Gramsci, Antonio: Quaderni del carcere, Einaudi, Torino, 1975
15Cuoco,Vincenzo: Saggio sulla rivoluzione di Napoli del 1799, 1806, archivos de internet (traducción propia)
16 Croce, Benedetto: La rivoluzione napoletana del 1799, Bibliopolis, Napoli, 1998
17 ibídem
18 ibidem
19 ibidem
20 ibidem
21 Croce, Benedetto: Ética y Política, IMÁN, Bs.As, 1952
22 ibidem
23 Rama, Ángel: La ciudad letrada, Tajamar, Chile, 2004
24 ibidem
25 Vasconcelos, José: “La filosofía de la coordinación”, en Actas del Primer Congreso Nacional de Filosofía”,
Universidad Nacional de Cuyo, Buenos Aires, 1950.
26 Croce, Benedetto: El carácter de la filosofía moderna, IMÁN., Bs.As, 1959
27 Furlong, Guillermo: Historia social y cultural del Río de la Plata, TEA, Bs.As., 1969
28 ibídem
29Ortega y Gasset: La misión de la Universidad, Alianza, 2002
30 Ibidem.


* Socióloga, rectora de la Universidad Nacional de Lanús

Octubre 2013