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La
revista Línea y la libertad de expresión
Por Enrique Manson
“La libertad de expresión en la Argentina está siendo cercenada", afirmó
el columnista político del diario La Nación, Joaquín Morales Solá.
Prefiero la cárcel al odio y la descalificación, prefiero la cárcel a
que el Estado cambie la historia de mi vida”. Estas expresiones se
manifestaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la
OEA, la misma que visitó la Argentina en 1979 para conocer el estado de
tales derechos, incluyendo la libertad de expresión en aquellos
terribles años.
Días atrás, Tiempo Argentino publicó un reportaje a Tomás Sanz en el que
el fundador y director de la revista Humor la recuerda como
“salvoconducto, con la que tantos miles que resistían anónimamente a la
dictadura se reconocían en la calle.” Entonces era más difícil decir
públicamente que estaba cercenada la libertad de expresión, y las
cárceles –o destinos mucho peores- estaban a la vuelta de la esquina.
En 1978, los adelantados de Humor se atrevieron a utilizar la máscara
humorística como código para los iniciados que, efectivamente, esperaban
regularmente la salida de la revista. La única que se atrevía a salir
del discurso complaciente.
Sin embargo, para quienes habían hecho de la militancia peronista un
compromiso de vida, no alcanzaba con “cargadas a Martínez de Hoz, a Idi
Amin con uniforme militar, como un mensaje para la dictadura.”
Es cierto que el peronismo era el gran derrotado. La muerte del General,
las sangrientas luchas internas, el gobierno de Isabel, el recuerdo de
López Rega, parecían explicar el castigo político. Que no era poco
castigo, porque a la pérdida de fe que había hecho inimaginable
enfrentar a los uniformados y civiles del 24 de marzo, se sumaba la
multitud de peronistas presos, exiliados, privados de sus derechos y,
fundamentalmente, desaparecidos, con todo lo que esta palabra encerraba.
Sin embargo, quedaban quienes podían tener la fuerza suficiente como
para empeñar una nueva etapa de la batalla cultural.
Con precarios medios materiales y distribución mano a mano, Fermín
Chávez publicó en mayo de 1980 el primer número de Pueblo Entero. Con un
contenido que no evitaba los temas polémicos y las críticas a la
dictadura, escribían en él, además del propio Chávez, Osvaldo
Guglielmino, Arturo López Peña, Aníbal Ford, Juan Carlos Neyra, José
María Castiñeira de Dios y otros.
Al mes siguiente, apareció la revista Línea, con la dirección de José
María Rosa. El veterano historiador orientó la publicación en el sentido
de una dura crítica a la dictadura, desde una posición peronista. Línea
era, en lo formal, una revista política de características
tradicionales, al mejor estilo de las clásicas Primera Plana o Panorama,
de las que la diferenciaba su identificación con el peronismo. Al
director lo acompañaba un grupo de jóvenes militantes, encabezado por
Rubén Contesti, que habían tenido experiencia en las luchas políticas de
la JP de los setenta. Artículos sesudos y una notable carga de ironía en
las caricaturas y los títulos de sus tapas la convirtieron en lectura
obligada de muchos.
Rubén Chacho Contesti era un diputado nacional de 26 años el 24 de
marzo. Desaparecida su agrupación de origen, y muertos la mayoría de sus
dirigentes, volvió a Rosario. No pasó mucho tiempo cuando empezó a
viajar a Buenos aires para retomar contactos. Pero estos viajes eran
decepcionantes. Los dirigentes que no estaban presos le comentaban que
“las cosas están muy mal”, y no eran pocos los que se habían alineado
con Viola o Massera, lo que no era exclusivo de los peronistas. Pero los
jóvenes que lo recibían a su regreso le preguntaban: ¿Cuándo empieza la
resistencia? De esos grupos surgió la idea de los cursos de Historia.
Pronto invitaron a Fermín Chávez, quien sugirió: “Hay que invitarlo a
Pepe Rosa”. Chacho lo llamó por teléfono y se quedó asombrado de que el
propio Pepe lo atendiera. De inmediato aceptó y lo llevaron a Rosario.
El viejo luchador se asombró de la asistencia de un público masivo, y
así surgió la idea de publicar una revista. Sería de Historia, desde
luego, porque la política estaba más que prohibida.
La voz de los que no tienen voz
Contaron con la colaboración de la Agrupación Scalabrini Ortiz de
periodistas y de varios colaboradores individuales, muchos de ellos
escribiendo artículos, aunque sin tener mucha confianza en que fueran
publicados. Se afrontaron temas difíciles como la financiación y la
distribución
En junio de 1980 se publicó el primer ejemplar de Línea. La tapa era
audaz, pero prudente, y mencionaba el diálogo político anunciado por el
gobierno en forma de desconfiada pregunta. La contratapa era un seguro
de que no se trataba de peligrosos zurdos: una foto de Juan Pablo II, el
nuevo Papa polaco, de notorio anticomunismo, con un epígrafe que decía:
El Papa de los pueblos.
Contesti escribió un editorial moderadamente político, pero debía quedar
claro que el director era José María Rosa, por lo que el texto salió sin
firma, aunque con la foto de Pepe y su nombre en la tapa como director.
En páginas interiores había, sí, un artículo suyo de carácter histórico.
Rosa había viajado a Córdoba. Cuando Chacho lo fue a buscar al
aeroparque, le preguntó “¿Cómo anda la revista?”. Contesti sin decir
palabra le entregó un ejemplar del primer número. Empezó a leerla
ávidamente, y quedó entusiasmadísimo. Le gustó la presentación, la
confección y, sobre todo, el contenido. Mientras tanto se habían
publicado avisos importantes en La Nación y Clarín, y la revista llegó a
los quioscos. Rosa, Contesti y familias viajaron de urgencia en el
Peugeot gasolero de Chacho a la casa de Pepe en La Barra de Maldonado a
esperar los resultados. Y los resultados fueron excelentes. Muchas se
llevaron los suscriptores, pero en los quioscos desapareció rápidamente.
Había compradores que la pedían, la doblaban y se la llevaban escondida,
recomendando al diariero que si salía un próximo número se la guardara.
En el segundo número, tal vez para provocar la clausura, se atrevieron a
poner a Perón en la tapa. Un General algo sesgado y con una pregunta:
“¿Está vigente el pensamiento de Perón?”. Además publicaron 12.000
ejemplares, contra los sólo 10.000 del número 1. En diciembre la tapa
tuvo una caricatura de Martínez de Hoz con gorra de general. Los
militares estaban haciendo el trabajo sucio de los intereses económicos.
La difusión de la revista impulsó la multiplicación de las conferencias
de Pepe en el interior. Lo invitaban a Salta, Jujuy, y en Río Gallegos
fue invitado a la inauguración del Ateneo Juan Domingo Perón del joven
Néstor Kirchner. Pepe y Contesti conocieron allí a su mujer, Cristina
Fernández, y asistieron a un acto multitudinario ?¡en Gallegos!? donde
Rosa se despachó sin medida contra la dictadura y se burlaba
abiertamente de los uniformados, pese a que buena parte de la asistencia
estaba integrada por militares, policías, prefectos y funcionarios
federales. En algún momento, Chacho se acercó al dueño de casa y le hizo
la evaluación clásica: “De aquí vamos todos en cana”. “No te preocupes”,
le contestó Lupín, como lo llamaban por su parecido con un personaje de
historieta. De ahí en adelante se convirtió en distribuidor de Línea en
Santa Cruz.
La revista se fue convirtiendo en lectura obligada de muchos.
Esperábamos el día de la salida con la explicable ansiedad. A sus
páginas fueron sumándose los nombres más significativos de los distintos
sectores del campo nacional, como Carlos Carella, Salvador Ferla, Luis
Alberto Murray, y los periodistas estables, Ricardo Fabris, Carlos
Campolongo o Roberto González, entre muchos otros. Con el elocuente
título Todos unidos triunfaremos, Rosa firmó el editorial del número 11,
salido en junio de 1981, e inspirado en la “advocación del general Valle
y los mártires del 9 de junio”.
En el medio, no faltó el artículo en que llamó pendejos en boca de un
imaginario Alfonso el Sabio de Castilla, a los jueces del proceso, y
debió afrontar un juicio por calumnias e injurias de Videla y Massera, a
quienes había llamado subversivos y corruptos en una tapa de la revista.
Con el periodismo militante de sus redactores y, sobre todo, con el
coraje a toda prueba de José María Rosa, fue, como lo enunciaba su
subtítulo, La voz de los que no tienen voz.
Línea fue clausurada por primera vez en mayo de 1981, a raíz de la
publicación de una tapa titulada "La Argentina Secreta". La ilustraba el
rostro vendado y amordazado de un hombre joven. En octubre de 1982
sufrió la clausura definitiva.
Eso sí, ni Pepe Rosa, ni Chacho Contesti se fueron a quejar a
Washington.
Noviembre de 2013
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