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El
Kirchnerismo como interrogante
El kirchnerismo surgió como una provocación política a la sociedad argentina y
en ese plano el envión de acciones y lenguajes surtió efecto mientras el
panorama económico-político fue beneficioso. Pero queda la interrogación por la
provocación: ¿Esa provocación ha sido revolucionaria, transformadora,
reparadora? Si la respuesta a la perspectiva reformista es afirmativa queda
entonces otro interrogante que exige un debate: Hasta dónde el reformismo, hasta
dónde el Estado.
Por Conrado Yasenza*
Imagen: "Yo se que ustedes recogerán mi nombre”, acrílico de Carlos Gorriarena.
Son tiempos políticos que incomodan y desafían a quienes apoyan el proceso
reformista iniciado en 2003 denominado Kirchnerismo. Son tiempos de desgarro que
parecieran remitirnos circularmente a otros tiempos políticos ya vividos aunque
camuflados bajo el arte de la simulación y las retóricas dramáticas de la
historia nacional. Levantamientos policiales, corridas bancarias, extorsiones y
especulaciones financieras variadas que acorralaron a un gobierno que afirmó que
jamás devaluaría para finalmente hacerlo. Es cierto, la devaluación tuvo su
contrapartida en programas y convenios, como Precios Cuidados y Progresar, que
buscaron mitigar los efectos que sobre el salario de los trabajadores tuvo la
devaluación. Quizás las consecuencias de acordar con el lobo y su falso atavío.
Desde aquel tiempo pretérito es que retorna, con la densidad de una presencia
arcana, la frase pronunciada por Juan Carlos Pugliese, Ministro de Economía del
presidente Raúl Alfonsín: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el
bolsillo”. Y esa persistencia ha dado lugar a otra pregunta que nada tiene de
nuevo y que recorre el tiempo, la hora: ¿El Gobierno se ha derechizado? Pregunta
que inicia el ciclo de respuestas que la derecha política argentina – una veloz
definición – balbucea ante el dictado detrás de bambalinas del orador del
pillaje: Los argentinos ya están cancheros, austeros, quieren cuidar el trabajo
y no perderlo, y por ello aceptarían una reducción de sus salarios, ha dicho el
diputado peronista Felipe Solá (Frente Renovador). Quien fuera periodista en una
época y que hoy ha hecho del cinismo una forma del desprecio, un modo de estar
en la vida sabiendo el precio de todo y desconociendo el valor de nada, se ha
manifestado en la misma dirección política. Pero continúa pendiente una
pregunta, aquella que supone que el gobierno se ha derechizado. La respuesta es
no, y se completa con la noción de gobernanza, es decir, un presidente
gobernando que entra en contacto con otros actores políticos y sus apetencias.
Lejos está del idealismo deliberativo y, quizás, relativamente cerca de la
política concebida en términos de ejercicio adversativo: La política como un
campo de acción donde se dirimen intereses y conflictos y donde siempre alguien
queda afuera. Entonces, es falso que el gobierno se haya derechizado, y si la
interacción con esos poderes que pujan para hacer pesar sus intereses ha corrido
circunstancialmente de órbita al gobierno, habrá que dar testimonio de ello,
hacer pública la posición, aquella incomodidad a la que se aludió inicialmente,
y dar el debate necesario del modo más amplio y franco posible. Ahora, la
pregunta por la derechización del gobierno complejiza el panorama social a
discutir porque habilita otra interrogación: ¿Se ha derechizado la sociedad?
Cuestionario ya extremadamente complejo. Si así fuera, vuelve la memoria
política y Raúl Alfonsín le habla a su partido: Yo no creo que la sociedad se
haya derechizado pero si lo hubiese hecho lo que nunca puede hacer el
radicalismo es derechizarse sino preparase para perder elecciones.
Se dirá también, desde la izquierda no peronista, que se ha producido en el
Gobierno un corrimiento hacia la ortodoxia, enunciado que encierra la potente
figura de la estafa, de la traición, de la farsa circular que el sistema
político – sus hombres y mujeres – le infligen a la vida social. La vida, como
la vinimos concibiendo en estos casi doce años, se ve seriamente acechada por
esta noción que alientan sectores del poder empresarial, industrial y de la
producción de alimentos y fármacos o remedios; representantes en muchos casos de
un capitalismo de pillaje para el cual la vida, la alimentación y la salud, es
decir, derechos humanos esenciales, son sólo una cuestión financiera, una
aritmética del debe y el haber, un registro contable. Parte de una sociedad que
ofrece como remedo a los “males populistas” la panacea retrospectiva de un país
con un 25% de desocupados, salarios de hambre con precarización laboral y un 50%
de pobreza y marginación. Eso es lo que persiguen los que aún insisten en dar un
golpe de mercado que busca producir una mega devaluación. Es que el capitalismo
que impera en nuestro país no es ni un capitalismo serio ni salvaje; es el
capitalismo de pillaje para el que la usura y el derroche constituyen la virtud
y esencia misma del sistema.
Pero hay quienes se detienen en la declamación del imperio ideal de la
deliberación política como única y suprema instancia democrática. Todo lo demás,
es decir, los modos reales en que se realiza la política, huele a corrupción,
bóveda y triquiñuela mefistofélica. Esta visión es, por lo menos, ingenua, ya
que ni los tiempos ni las formas de hacer política son siempre iguales a lo
largo de un proceso político que lleva ya once años en el poder. Quizá la idea
de conformar un kirchnerismo épico es lo que ha entrado en discusión: Aquel
kirchnerismo que se declaraba pagador serial pero sin ataduras a las lógicas de
los mercados financieros internacionales o los organismos de crédito
multilaterales. El tiempo épico del “hasta aquí lo realizado, desde aquí vamos
por todo lo que falta”. Ese tiempo y esa noción de la épica como sustento
identitario de una reforma política provocativa e inusitada como lo ha sido el
kirchnerismo, ha cambiado. En parte por errores internos de diagnóstico en la
construcción de ampliaciones políticas para extender el campo de la batalla en
esos términos; en parte por una situación internacional muy crítica que diluye
economías y naciones. Tiempos que no son lineales, no son homogéneos, sino
coetáneos con experiencias globalizadas en términos políticos y económicos,
múltiples y disímiles, con problemas variados que se abordan con diversa suerte
al tiempo que se deben revisar construcciones y estrategias como también el
análisis de los errores que de ellas pudieran devenir. Tiempos para conversar
con memorias políticas del campo nacional y popular, y claro, con el propio
peronismo. Allí, en la discusión con la propia memoria peronista, subsiste una
relación con el kirchnerismo que desde su aparición ha sido siempre difícil y no
está resuelta, ya que cuando las cosas marchan bien, los gobernadores e
intendentes acompañan, y cuando no, existe la posibilidad siempre latente de
fuga hacia otras variantes o expresiones del peronismo
El Kirchnerismo: Una provocación política
El kirchnerismo ha sido una provocación política a la sociedad argentina, y en
ese plano el envión de acciones y lenguajes surtió efecto cuando el panorama
económico-político era beneficioso. Pero queda la interrogación por la
provocación: ¿Esa provocación ha sido revolucionaria? No. ¿Ha sido reformista?
Sí. Y entonces, hasta dónde el reformismo, hasta dónde el Estado, cómo se hace
política con una provocación que hoy exhibe como único y fiel exponente a
Cristina Fernández de Kirchner. Quizás, esta sea la tragedia de los gobiernos
con clivaje en las izquierdas que remiten a la retórica de lo popular, a la
apelación y convocatoria del pueblo cuando en determinado momento estos pueblos
no están, porque es sabido que los pueblos no están siempre, no son
incondicionales, y además son pueblos; no un todo orgánico y cerrado. Esos
pueblos se repliegan y el campo de batalla queda reducido a una arena de lucha
entre élites de izquierda y derecha. Y es allí cunado la tragedia política
consiste en que para las derechas ese mismo pueblo, amplio, heterogéneo, no
tiene relevancia, no conlleva importancia, mientras que para los sectores
políticos sustentados en las expresiones nacionales y populares, digamos para
los proyectos transformadores o reformistas, ese pueblo es vital.
Como lo ha expresado Horacio González, el desafío del kirchnerismo consiste en
generar un nuevo frente social y político que aborde o abreve en memorias
alfonsinistas, peronistas y socialistas, y que de la discusión para saber hacia
dónde va.
Teoría y práctica kirchnerista
El kirchnerismo ha batallado por darle forma y sentido a un capitalismo serio –
frente al capitalismo salvaje y de pillaje – que reinstale la idea de “burguesía
nacional”. Esto es aceptar la idea de un movimiento alejado de una praxis
política revolucionaria pero que sí abrió las puertas de un lenguaje
revolucionario en donde las lecturas son realistas frente al mundo globalizado
que no permite detectar claramente el modo en que se define el poder a nivel
mundial. Ese lenguaje ha sido revolucionario justamente porque ha creado
hendiduras en la política a través de la relación dialéctica entre teoría y
práctica. Es decir, nada de abstracto en las posibilidades transformadoras del
lenguaje si éste es completado con programas de inclusión como han sido las
políticas de Derechos Humanos, la Nacionalización de las AFJP, el Plan Igualdad
Conectar, la Asignación Universal por Hijo, el Plan Remediar y Sumar, la Ley de
Medios, la Ley de Identidad de Género, la ley de Matrimonio Igualitario, la Ley
de Paritarias, la expropiación del 51 por ciento de las acciones de YPF y
recientemente el Plan Pro.Cre.Ar (Programa de Crédito Argentino) y el plan
Progresar (Programa de Respaldo a Estudiantes de Argentina).
Hoy el kirchnerismo se disputa entre una Identidad de mínima expresión empírica
del peronismo – como lo es la liga de gobernadores e intendentes del conurbano
bonaerense - o un nuevo espacio social y político. Este frente interroga al
peronismo pero debe incluir a las memorias peronistas y hacerlas convivir con
otras porque de lo contrario el peronismo será un conjunto de anulación de esas
preguntas esenciales para ser un peronismo de familias estamentales. Esta es la
historia del peronismo: La superación del peronismo como un sujeto que marcha
hacia la interrogación para superarse. En este sentido son importantes también
los textos de John William Cooke. Para Cooke la teoría debe aportar “una visión
global de la Argentina”, “un marco histórico” que se sustenta en dos ejes: La
situación concreta en la que se realiza la acción política y una comprensión que
inscriba esa acción en una dirección. La teoría es una herramienta para la
batalla política (que también es cultural) Y la acción es fuente y objeto de la
teoría (es decir, una relación dialéctica entre teoría y praxis).
El Kirchnerismo ha presentado una escasa voluntad “leninista” – ha dicho Ricardo
Rouvier, un hallazgo intelectual arriesgado por novedoso - en cuanto a la
organización del movimiento, del partido, no del Estado. Lo que ha hecho el
Kirchnerismo – Néstor Kirchner fundamentalmente - fue darle vida al Frente para
la Victoria (algo que no es lo mismo pero que es muy parecido al peronismo, dijo
la Presidente en el discurso de inicio del ciclo legislativo 2014) para poner
límites al pejotismo. Néstor Kirchner lo creó y el FpV fue cursando distintas
expresiones basadas en un profunda desconfianza de Cristina Fernández hacia el
pejotismo, y el intento de esa estructuración se ha cristalizado en un enunciado
que no surge de la conducción sino que se basa en la prerrogativa del “hacelo
vos”, del “organícense”, pero sin profundizar esa discusión o voluntad de
estructurar un partido o frente superador del pejotismo. Quizás esta debilidad
se evidencia hoy en la disputa por evitar la fuga de intendentes y gobernadores
hacia el masismo y en el relativo descanso en la interna de la liga de los
gobernadores. Aquí entra en juego también la creación de un nuevo lenguaje
transformador que no se limite a pensar sólo en sus reparaciones y sí como una
invitación a seguir pensando y discutiendo los grandes problemas nacionales para
no caer en la reiteración de lenguajes globalizados donde las identidades
nacionales se difuminan en aras de una siempre controversial realpolitik. Esto
no es una abstracción ya que lo sería si se repitiera ese lenguaje que no
provoca, que no interroga, que no se pregunta por su marcha, por la construcción
de ese sujeto popular, de esa nueva corriente moral y ética con responsabilidad
de dar cuenta de un momento político que, como mínimo, y como se ha dicho aquí,
incomoda.
El Kirchnerismo tiene textos o retóricas a evocar para ello; entre ellos, los
textos iniciales de Néstor Kirchner, y también prácticas realizadas en estos
once años que exhiben una transformación pero implican un desafío por evitar la
cristalización y clausura del kirchnerismo en el sentido de la interrogación
hacia el futuro. Si no surge esta nueva lengua ética y moral (alusión al
imprescindible texto de Horacio González publicado en Página 12, “Una Nueva
Actitud”, donde en términos gramscianos, González propone una corriente ética y
moral que nos enfrente con la responsabilidad de advertir un momento de desgarro
y dar – y darse - cuenta de los escollos públicamente) es posible quedar
atrapados en el laberinto donde la élites dirigentes declaman discursos para la
frialdad marmórea de la inacción. De no poder explicarlos o esclarecerlos en
forma pública, apelando a la convocatoria de miles de ciudadanos que ven con
buenos ojos muchas de las acciones de gobierno desarrolladas en estos últimos
años, es posible que quedemos fijados en la lingua ética del capitalismo
globalizado donde todo es corruptible bajo las formas más abstractas y
espectaculares de la denuncia como único objetivo, comenzando por la propia
estructuración de un lenguaje que le de identidad a esa ética de la corrupción
globalizada, la misma que destruye historias, identidades nacionales y sujetos
sociales de fuerte raigambre popular.
El Kirchnerismo necesita reformular un espacio de preguntas abiertas, no
burocrático, articulado en el debate y la organización más amplia que
reconstruya la unidad del movimiento obrero y el movimiento nacional en base a
las características controversiales de la actualidad, con nuevas líneas de
coalición y filiación a las memorias políticas de los movimientos nacionales y
populares. No puede quedar fuera de esta nueva corriente una formulación sobre
el peronismo y su vocación de poder, la cual supone una vida intelectual elevada
junto a experiencias de resistencia y a un balance de la figura de Juan Domingo
Perón - o las facetas de los estadios políticos de Perón.
Es decir, no clausurar la experiencia de construir un espacio político
organizado que pueda ser aún mejor y más amplio. Eso es una identidad en
construcción, no una abstracción intelectual, aunque moleste porque implica un
esfuerzo por ensanchar la hendidura, por ampliar los interrogantes, por extender
las bases de ampliación política, por organizar desde el debate ese nuevo Frente
Social y Político que seguirá contando con la figura excluyente de Cristina
Fernández, además de ese piso de un veinticinco o treinta por ciento de apoyo o
simpatía social que, en la historia de nuestra sociedad y de los proyectos
reformistas, no es poco.
* Periodista – Director de la Revista La Tecl@ Eñe
http://lateclaene6.wix.com/revistalateclaene
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