|
|
Cinco
obras argentas en busca de director
Una aproximación hacia la Estética del No Suceso de Miguel Tenreiro (autor de
Obra Incompleta).
Por Alejandro Margulis
Miguel Tenreiro es un escritor argentino de perfil bajo, bajísimo, que sin
embargo ha escrito una obra literaria literalmente monumental: un solo libro
(titulado Obra Incompleta) de más de 700 páginas que publicó Gárgola, la misma
editorial que se le animó a Los Sorias de Alberto Laiseca. En ese libro los
personajes -absolutamente argentinos, aunque sesgados por la petulancia y la
mediocridad, el esoterismo y hasta lo patético- desandan las páginas con la
tristeza resignada de quienes saben que nunca les va a pasar nada importante en
la vida, y tal vez por eso mismo se inventan una realidad problemática, ridícula
incluso. Para las criaturas que fabrica Tenreiro cuanto mayor es la simpleza de
la vida, peor les va.
Ahora este autor cuasi secreto, que después de semejante opus decidió dejar de
escribir porque ya había dicho todo lo que tenía para decir, encontró un modo de
nuevo de acercar su desesperanzada y acaso satírica visión del mundo a nuevas
personas: empezó a escribir teatro.
Se dice de él
Llegó a la agencia hace un par de años por recomendación de unos amigos y
colegas de la SEA (Sociedad de Escritores y Escritoras de la Argentina) y desde
entonces he estado acercando su libro a toda clase de personas. Desde Marcelo
Cohen a Pacho O´Donnell, desde directores de teatro y actores independientes a
periodistas radiales y de los suplementos culturales de los Medios, desde
alumnos de mis talleres hasta uno que otro lector civil al que sorprendí con la
entrega. De todos estos lectores, el más perspicaz fue Marcelo Cohen, quien al
cabo de unos meses me hizo llegar un comentario notable. En pocas líneas
consideró a nuestro autor uno de esos escritores de la literatura argentina
“empecinados, irrefrenables, de explosión solitaria” que son miembros de la raza
de los que “sólo pueden vivir en la imaginación, o con la imaginación de por
medio entre ellos y los hechos, y sólo pueden imaginar escribiendo; es decir,
escritores más allá del destino de lo que escriben; y no es que la recepción no
les importe, por supuesto, pero pueden prescindir del destino de lo que
escriben, por el momento”.
Cohen lo decía en función de ese libro casi imposible de leer, tan estruendoso
en su apuesta silenciosa y definitiva. Y quizás por eso agregaba: “Para esos
escritores siempre es por el momento. Tenreiro es así. Ha escrito barbaridades y
de golpe saca un libro con por lo menos seis libros adentro”.
Cuando leí ese comentario yo primero no supe qué pensar pero cuando el propio
Tenreiro me transmitió su agradecimiento me di cuenta de que Cohen era elogioso
hasta la hipérbole. “En este hombre -agregaba- hay una fruición de las
extravagancias y truculencias de la vida del país, en sus pliegues menos
atendidos, que roza el costumbrismo y escapa hacia lo gótico: los rizos visibles
de una ola profunda que viene de Arlt y de Laiseca, entre muchos otros”. Y
aunque en parte Cohen consideró problemática “la exhaustividad de las escenas,
una economía narrativa que no concibe los límites de la situación, que es una
especialidad, o una condena, de la narración” fue el primero en consignar la
fuerza con que Tenreiro “redunda, como si esperase juntar más audacia”
arrastrado solamente por “su propia potencia, la necesidad de contar y la
abundancia de invención” que “se lo llevan en andas”. Y concluía Cohen,
profético: “Salud a este libro y a su autor".
Teatro del no suceso
Y ahora Tenreiro se volcó al teatro. Y así como ofrecí y sigo ofreciendo su obra
magna por todas partes, he comenzado a mover sus piezas de dramaturgia -que son
cortas, de cuanto mucho unos quince minutos de duración- entre la gente del
teatro, esos abnegados de toda abnegación artística, gente capaz de cualquier
locura con tal de llevar a escena las puestas originales de la creación
literaria.
Las obras son cinco, y sus títulos dicen poco pero dan una idea clara de su
estética del no suceso: El pacato, que cuenta la historia de un empleado de un
empleo mediocre que no lo es pero finge serlo para impresionar a su hijo;
No tan
malo, donde asistimos al asesinato de un veterinario de barrio que nunca se
concreta; Sin signos de violencia, donde un falso muerto descubre la ineptitud
del aparato policial;
Tiempo quieto, donde un conflicto entre vecinos de medio
pelo se resuelve del modo más ridículo, y Un par de hijas, donde tres mujeres se
disputan una herencia miserable y nauseabunda, y al final se estafan mutuamente.
En No tan malo el aire grotesco y costumbrista de estas pequeñas escenas se
lanza a la parodia, ese modo sutil del homenaje, pero apuntando nada menos, y
con excelente puntería, al propio Beckett. Ahí ocurre este diálogo desopilante:
NENA (grita hacia puerta 2).- Bajá Godot, que no te van a hacer nada.
VETERINARIO - ¿El gato se llama Godot?
LOS 3.- Sí.
VETERINARIO - ¿Quién le puso ese nombre?
NENA.- Un novio que tenía.
VETERINARIO - ¿Era estudiante de teatro?
NENA.- ¿Cómo sabe?
VETERINARIO - No importa, no importa. No puedo creer que estemos esperando a
Godot.
En este tono transcurren las fabulaciones teatrales que ahora circulan por
Buenos Aires en busca de un director, acaso uno con vocación docente, acaso uno
lo suficientemente osado como para ir a contramano de los golpes de efecto
convencionales. En el espacio de la imaginación berreta recreado por Tenreiro
nada es lo que aparentemente es. Ahí, en la claustrofobia de la nada misma, al
igual que ocurre en sus novelas y cuentos, el único heroísmo posible es el de
inventarse una hazaña pueril.
Interesados en conocer las obras de teatro de Miguel Tenreiro, solicitarlas sin
cargo a AGENCIA LITERARIA AYESHA LIBROS (FCB: Ayesha Libros). O bien a
alejandromargulis@hotmail.com y
alejandromargulis@ayeshalibros.com.ar
(FCB:
Alejandro Margulis). Contacto: 155-4744893
Marzo 2014