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Ganadores
de la década
Al conjunto de América Latina le fue muy bien en la década pasada y hubo avances
en la distribución de la riqueza. No obstante, el boom de las materias primas en
los mercados internacionales impactó en la región re-primarizando sus economías.
América Latina sigue vendiendo al mundo casi exclusivamente commodities.
Argentina fue contra la corriente: el gobierno aplicó políticas para frenar
aquella tendencia y darle prioridad a la actividad industrial. Pero existe un
dato que merece atención: Además de contener los brutales embates gestados por
el poderoso agro pampeano, las políticas aplicadas desde el gobierno no
alcanzaron para cambiar el paisaje de un tejido industrial débil, incompleto y
extraordinariamente concentrado
Por Jorge Halperín*
Ilustración Carlos Alonso: Carne
Si se ensaya el ejercicio de leer como un cuentito con moraleja el conjunto de
las noticias cotidianas y columnas de “Clarín”, “La Nación”, “Perfil”, “Infobae”
y el circuito audiovisual y virtual de estos medios empresarios opositores,
entre otras cosas se lleva uno la impresión de que en el paisaje de la política
y la economía hay un protagonista excluyente que es el gobierno, y todos los
otros actores sólo se mueven como respuesta “natural” a las torpezas y
embestidas oficiales.
La manera en que presionan sobre el gobierno, su altísimo protagonismo y el daño
que le hacen al conjunto de la sociedad la concentración económica, los
monopolios y oligopolios y la posición dominante nunca es un tema en esos
medios. Es invisible. Y, probablemente, la mayoría de los argentinos no tenga la
menor idea.
Esto viene a cuento para medir la relación entre poder y visibilidad en la
batalla cultural para ganar el sentido común.
Al conjunto de América Latina le fue muy bien en la década pasada y hubo avances
en la distribución de la riqueza. No obstante, el boom de las materias primas en
los mercados internacionales impactó en la región re-primarizando sus economías.
América Latina sigue vendiendo al mundo casi exclusivamente commodities.
Argentina fue contra la corriente: el gobierno aplicó políticas para frenar
aquella tendencia y darle prioridad a la actividad industrial.Lo cierto es que,
además de comerse una pelea brutal con el poderoso agro pampeano, no alcanzaron
esas políticas para cambiar el paisaje de un tejido industrial débil, incompleto
y extraordinariamente concentrado. El ejemplo es la industria automotriz, que
fue la fuerza de arrastre de la industria junto con la construcción, y cuya
integración es tan débil que el 80 % de los componentes de los autos son
importados, cuando no los autos completos. Consecuencia: mejor le va a la
industria automotriz y al resto de las industrias, peor les va a las reservas
del Banco Central.
Y eso, junto con una rentabilidad extraordinaria de los commodities en los
mercados mundiales, explica que, también entre nosotros, los principales
ganadores de la década ganada fueran los exportadores de las materias primas del
agro, la minería y el petróleo. Los avances producidos en materia de democracia
y en calidad de vida de las mayorías justifican hablar de una década ganada.
Pero, en rigor de verdad, los grandes ganadores de la década ganada son esas
minorías poderosas paradas sobre los productos de la tierra.
Por eso no es sorprendente que el único actor de peso que pudo hacer morder el
polvo dos veces en diez años a los gobiernos kirchneristas sea el gran capital
del agro y las exportadoras cerealeras. Y estamos pensando en la votación
negativa de la Resolución 125, en 2008, y en la fuerte devaluación que forzaron
en enero.
No podrían haber sido las petroleras ni las mineras. ¿Por qué? Porque son
trasnacionales enormemente poderosas, pero sin capacidad por sí solas para
producir un hecho político: no tienen las inmensas ramificaciones que posee el
agro en todo el país, con decenas de miles de pequeños y medianos productores, y
una miríada de pueblos en todos los rincones que dependen de la bonanza del
campo.
Sólo la oligarquía terrateniente pampeana y el selectísimo club de cerealeras
que exportan al mundo fue capaz de arrastrar en una alianza anti-gobierno a
pequeños y medianos productores y arrendatarios rurales, sectores de la gran
industria y clases medias de los grandes centros urbanos, con la ayuda crucial
del oligopolio mediático, su socio en Papel Prensa y otros medios opositores.
Y tan fuerte ha sido ese poder, que este enero puso en aprietos al gobierno,
ahora sin necesidad de que los pequeños y medianos productores volvieran a
cortar las rutas ni presionar a partidos de la oposición para clamar a favor del
campo.
Es cierto que esta vez tomaron al gobierno en falsa escuadra: hoy se atraviesan
nuevas dificultades, básicamente las que surgen de las presiones inflacionarias
y los problemas que traen a las reservas la fuga de divisas, la enorme factura
de importación de combustibles y la igualmente enorme factura por importaciones
de insumos. Sin contar con que el deffault de 2001 nos
convirtió en el único país de la región que no accede a créditos
internacionales.
Pero hasta la inflación remite al esfuerzo hecho por industrializar. Porque, en
buena medida, es la reacción de los sectores concentrados a las políticas que
aplicó el gobierno para no re-primarizar la economía, apoyando fuertemente a la
industria y a la creación de millones de empleos. Que el salario medio de
Argentina sea superior al de casi todos los países de América Latina no es
casual: se explica por el poder recobrado aquí por los sindicatos por el bajo
desempleo, y por la fuerza de las paritarias. Pero, claro, la puja distributiva
es a los trompazos inflacionarios.
Hace muchas décadas escuché a un conocido sociólogo decir que Argentina es un
país con industrias, no un país industrial. Y lo explicaba diciendo que los
industriales no reinvierten sus ganancias en industria sino en campos, y en
aquel momento la fuga de divisas aún no tenía el tamaño monstruoso de hoy.
Así, cuando nos va bien y el consumo alcanza topes, nos empieza a ir mal.
Pero, con este escenario, en las tensiones que se vienen sufriendo este verano
sólo hay dos grandes actores: de un lado, las corporaciones y, del otro, el
gobierno popular. No hay nada más, excepto el oligopolio mediático y sus amigos.
Los partidos de la oposición no figuran: no levantan demasiado la voz para
cuestionar al gobierno, pero tampoco para apoyarlo ante la ofensiva cambiaria.
Probablemente, apuestan a un eventual futuro en el cual las corporaciones no les
bajen el pulgar como alternativa de gobierno.
Y el sindicalismo, al cual el gobierno empoderó notablemente en la década,
aparece dividido y algunos tirando besitos a los ajustadores. Hace falta que
adviertan los riesgos de soltar la mano a esta política que los incluye, y
también hace falta que el gobierno siga pareciéndose a sí mismo, pero redoble el
esfuerzo en una política para ganar aliados porque en esta película hay muchos
actores que andan por ahí sin letra.
*Periodista
La Tecl@ Eñe Revista Digital de Cultura y Política
http://lateclaene6.wix.com/revistalateclaene#!jorge-halpern/ct05
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