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y 6 de abril de 1811. El primer 17 de octubre
El primer choque con los ingleses luego de 1807, y casi el primer caceroleo.
Por Eduardo Rosa
Conforme a lo dispuesto por la junta el 27 de mayo, se pide a los cabildos de
las provincias que envíen diputados Pero al ir llegando estos, a principios de
1811 los ilustrados ven peligrar sus planes, pues los “provincianos” no traían
las mismas ideas iluministas que ellos.
Moreno dice que lo dispuesto el 27 de mayo era “fruto de
la inexperiencia”. La orgullosa Buenos Aires no iba a compartir el poder con
provincianos. Los morenistas conspiraban; contaban con el Club (del café de
Marcos) y el regimiento “la Estrella”. La ingenuidad de Saavedra no le permitía
sospechar de estos ni tampoco que una fuerza oculta y poderosa – la masonería
cuyo conductor era el Dr. Julián Álvarez – acababa de unir a los jóvenes
morenistas con los “viejos” del cabildo en una común repulsa contra los
provincianos.
Un técnico, por regla general conoce muy bien el árbol pero es incapaz de ver el
bosque. Para eso hace falta un político, y Moreno era más técnico que político.
Si toda su inteligencia indiscutible y toda su energía arrolladora la hubiese
puesto en la auténtica revolución americana, que nada tenía que ver con “La
ciudad Perfecta” de Rousseau” hubiera dado excelentes frutos. Moreno era un
hombre de gabinete. Le faltaba estaño. Tal vez su juventud le impidiese escuchar
a otros menos dotados pero con más receptividad sobre lo que la gente piensa y
quiere y no sabe expresar. Moreno tenía muchas virtudes, pero le faltaban dotes
de Jefe. Ese jefe popular que interpreta lo que quiere la gente, ese jefe que no
existió en los primeros días de la revolución. Porque Saavedra, en el cual el
pueblo confiaba, no tenía la estatura requerida.
Por eso el pueblo, entusiasta al principio fue cayendo en una atónita
indiferencia. Veía a los revolucionarios en obscuras conversaciones con los
ingleses, que no eran tan ocultas, ya que oficiales del Misletoe, el Martine y
el Pitt, buques ingleses en el puerto de Buenos Aires conversaban con las
autoridades recientemente impuestas.
Y al pueblo se lo dejaba de lado, porque “era “una multitud privada de luces que
solo piensa en sus primeras necesidades” o era el “vulgo que solo se condice por
lo que ve”. (Palabras del reciente decreto de supresión de honores). Y oía que
la junta recibía precisas instrucciones del embajador inglés ante la corte de
Río de Janeiro.
¿Ese era el precio necesario para conseguir la libertad?
Lord Strangford, el embajador gringo maniobraba para que no se rompiesen los
vínculos con España, ya que necesitaban que la península se ocupase de Napoleón
y no de reprimir la sublevación americana. Para eso necesitaban autoridades
adictas, como parecían ser muchos porteños.
LOS ORILLEROS (se conoce en la historia oficial como la “Asonada”)
Inesperada, sorpresivamente, sobreviene el levantamiento de las orillas que dará
una fugaz tintura de pueblo a la Revolución.
A las once de la noche del sábado 5 de abril se sabe que grupos de quinteros y
arrabaleros, casi todos con su caballo, se juntan en diversos lugares de la
periferia de la ciudad. En silencio iban rumbo a la plaza de la Victoria cuyo
ámbito llenan a medianoche ante el desconcierto de los jóvenes iluminados
y el temor de los vecinos principales ante la chusma de las orillas.
Un cronista relata así el inicio del levantamiento, en el que “Se apeló a los
hombres de poncho y chiripá contra los hombres de capa y casaca”:
“Al anochecer del día 5 de abril empezaron a reunirse hombres emponchados y a
caballo en los mataderos de Miserere, a la voz del alcalde de barrio don Tomás
Grigera, cuyo nombre sólo conocido hasta ese día entre la pobre clase
agricultora, principió a ser histórico para este país: a medianoche penetraron
por las calles de la ciudad, y antes de venir el día ocuparon la plaza Mayor
como mil quinientos hombres, pidiendo la reunión del cuerpo municipal, para
elevar por su conducto sus reclamaciones al gobierno.”
Fue, hace 203 años el primer 17 de octubre, con los mismos personajes y los
mismos prejuicios en su contra. Era el aluvión zoológico. Eran la gente de las
orillas, los descendientes de los viejos “Trinitarios” que fundaron Buenos
Aires, (no los del puerto, los “porteños” que se enriquecieron con el
contrabando), los habitantes de la periferia llenaban la plaza de la victoria
ante el desconcierto de los miembros del Café de Marcos, que ven materializado
el “pueblo”, del que tanto hablaron pero que nunca escucharon.
A las doce de la noche, la plaza de la Victoria estaba llena de gentes que
rodeaban el edificio del Cabildo en un imponente silencio. Los regidores
buscaron la protección de la Fortaleza donde quisieron averiguar, con los
miembros de la Junta, el origen y propósitos de la nocturna presencia del
pueblo. Como se sabe que está Grigera aparentemente al frente de la pueblada, se
lo llama: Vieytes le pregunta en tono conminatorio quién había ordenado la
concentración intempestiva y Grigera contesta reposadamente: “El pueblo tiene
que pedir cosas interesantes a la Patria”.
El propósito era sustituir la Junta por el gobierno “único” de Saavedra, que
mantenía aún su prestigio – ¡pese a todo! – en la masa popular; el vehículo
fueron los alcaldes de la periferia, sobre todo Tomás Grigera, alcalde de las
quintas, y su intérprete el Dr. Joaquín Campana, abogado de prestigio en las
orillas.
Tomás Grigeraera un vecino afincado que ejercía en sus pagos, según V .F. López,
“una especie de patriarcado bondadoso y responsable”. Sus modos de hablar y sus
conceptos, siempre graves y sentenciosos, revelaban el hábito que había
contraído de resolver las contiendas de sus convecinos con máximas de moral y
buena ley según las entendía”. El Dr.Joaquín Campana había estudiado derecho y
recibido el título en la Universidad de Chile. Plegado a la revolución de Mayo
no compartía el desprecio hacia el pueblo de los morenistas. Era nacido en
Montevideo en 1783. Había españolizado el apellido irlandés de su padre,
Campbell.
El “petitorio”.
“El pueblo de Buenos Aires desengañado a vista de repetidos ejemplos, de que no
sólo se han usurpado sus derechos, sino que se trata de hacerlos hereditarios en
cierta porción de individuos, que formando una facción de intriga y cábala,
quieren disponer de la suerte de las Provincias Unidas, esclavizando a las
ambiciones de sus intereses particulares la suerte y la libertad de sus
compatriotas, ha resuelto con la energía propia de su carácter proponer a V. E.
las siguientes condiciones para que, desbaratando el partido sospechoso,se
restituya al pueblo injustamente despojado…”.
Se pedía la expulsión de todos los europeos de cualquier clase y condición que
sean “que no acreditasen de modo fehaciente su lealtad al gobierno”,
descartándose las “informaciones sumarias” de los alcaldes de la zona céntrica.
La Junta sustituyó la expulsión por un impuesto proporcional
dado las penurias del erario. Sobre cada español de “lealtad sospechosa”,
sería llamado Grigera a informar.
¿Quienes los habían Movilizado?
Saavedra en sus memorias dice que ocurrió “sin mi noticia ni conocimiento” (Por
eso Mitre, enemigo de las exteriorizaciones populares dice que “es la única
revolución de la historia cuya responsabilidad nadie se ha atrevido a asumir” –
no sé por que me recuerda al 20 de diciembre del 2001).
Aquello era una eclosión espontánea del pueblo que no había leído el “contrato
social” tal vez porque no supiera leer, pero sabía muy bien que había que hacer.
El propósito era cambiar TODA la junta (¿qué se vayan todos?), reemplazándolos
por la jefatura exclusiva de Saavedra. (Aún mantenía prestigio entre la gente).
Los morenistas (Moreno ya había muerto de cólico
miserere) llaman en su ayuda al regimiento de la Estrella, comandado por French.
Pero no vienen…. se han diluido ante la masiva presencia de los orilleros. Los
demás regimientos han abierto la puerta de sus cuarteles, plegándose a la ola
popular. De los jóvenes intelectuales del “Café de Marcos no ha quedado ninguno.
Los vecinos “de posibles” han atrancado sus puertas.
No obstante los “descamisados” esta vez no obtienen un triunfo plano. Les falta
un jefe, y Saavedra no tenía la estatura ni la sensibilidad de jefe,
Acabarán por contentarse con el alejamiento de los morenistas en helicóptero
(perdón, tal vez no fuese así). Campana – la figura obscura y sin gloria, según
Mitre – toma el lugar de Moreno.
Pero la figura obscura y sin gloria esta llamada a escribir una de las páginas
más altivas de nuestra historia.
Strangford había pedido a la junta que mandase diputados a Cádiz y Campana
contesta ”Estas provincias exigen manejarse por sí mismas. Solo se entraría en
colación contra Napoleón si se reconoce su independencia” y “se debe hacer saber
al representante de esa nación (Inglaterra) que es preciso que se reconociese la
independencia reciproca de toda América, Y que no insista el embajador Inglés en
querer darnos de favor lo que se nos debe por justicia”
El 21 de junio la Junta da otro golpe a los ingleses en lo que más les dolía:
sus intereses mercantiles. A instancias del consulado prohibió la remisión de
géneros ingleses al interior, derogando la disposición de Moreno que lo
permitía; también que los extranjeros vendieran sus géneros al menudeo en la
capital. No se contentó allí; y como los introductores ingleses, favorecidos por
Larrea, demoraban el pago de los impuestos hasta vender sus mercaderías, la
Junta ordenó – por pluma de Campana – el 25 de junio que las deudas de los
introductores con la aduana tendrían un interés del 6% “sin perjuicio de los
apremios y ejecuciones que el administrador de la Aduana estimara convenientes”.
A sus enemigos natos (los jóvenes del café de Marcos y la gente “decente”) los
orilleros agregaron el de Strangford y los comerciantes ingleses. Eran enemigos
poderosos y no resistiría mucho tiempo.
Fue esta la primera vez que en forma oficial se habló tan concretamente de
independencia, lo cual indignó a Strangford que envió de inmediato a Sarratea a
Buenos Aires, para que pusiese coto a las “locuras de la chusma de medio pelo”
que dominaba al gobierno. Posteriormente Campana fue expulsado de la Junta
Grande, por disposición del Comité Patriótico morenista, que a pesar de que
muchos de sus miembros sufrían detención o exilio, continuaba siendo un factor
preponderante en todas las resoluciones que se adoptaban.
El 11 de setiembre se produjo el golpe. Por eso nuestra plaza 11 se llama así.
Ninguna plaza ni calle se llama 6 de abril.
Según una versión familiar, en la noche del 17 de Setiembre el doctor Campana
fue secuestrado de su domicilio y llevado detenido a Areco, donde se lo instaló
en la cárcel. Al reunirse la Asamblea General Constituyente en 1813 para tratar
la organización y gobierno que se daría al país, sancionó una ley que favoreció
a todos los incursos en delitos políticos y militares con las únicas exclusiones
de Cornelio Saavedra y Joaquín Campana. El presidente, tras muchas vicisitudes,
consiguió volver a Buenos Aires y que se lo reivindicara moral y materialmente.
Campana no tuvo esa dicha.
LAS MISMAS SEÑORAS GORILAS DE SIEMPRE
El 11 de setiembre hubo tumultos en la plaza: algunos jóvenes y muchas señoras
forman corrillos para hablar contra Campana y los compadritos.
Juan José Echevarria dejó en su Diario una nota pintoresca de la agitación
política e intervención de las señoras de la clase vecinal en los corrillos
públicos.
“Miércoles 18 de septiembre:…son las 4 y acabo de pasar por la plaza… se dice
que el objeto principal es quitar a Saavedra y hacer Presidente a Chiclana; y
que los diputados se vayan si quieren, o se queden acá para el Congreso… Andan
fijando carteles citando para mañana a la elección de diputados y demás.
Vaya algo de lo mucho ocurrido esta mañana: “peroró la Mármol, lo mismo hizo la
Angelita, también la Chepa (alias) la Guinda: ésta lloró en la exhortación;
también una de las Beruti; fueron concurrentes las Posadas, las de Endara; hubo
palmoteos, vivas, bravos, etc.”. (Nota: Las cacerolas eran entonces de barro;
poco sonoras y pesadas para las manos femeninas).
Pero la Revolución nacionalista – toda nacionalidad viene del pueblo – iniciada
el 25 de mayo y detenida en Buenos Aires, renacería en el interior; Artigas y el
pueblo oriental serían sus primeros intérpretes. La nacionalidad Argentina quedó
condensada, en su forma política, en una expresión definidora: el federalismo.
La “Patria Grande”, liga de las patrias chicas municipales.
Abril 2013
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