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Gestión Pública Ambiental: de la “Zoncera” del desarrollo
sustentable hacia una doctrina nacional para la preservación de nuestros
recursos naturales.*
Por Francisco José Pestanha **
Artículo 40 - ... “Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de
petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con
excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la
Nación, con la correspondiente participación en su producto que se convendrá con
las provincias…”
(Del artículo 40 de la Constitución de 1949)
En alguna conferencia que dicte hace algunos años, sostuve que entre fines de
los años ‘90 y principios de los ‘80, emergió una doctrina en el mundo
ambientalista conocida como “desarrollo sustentable”. Afirmé, además, que a mi
entender mas que doctrina, la sustentabilidad constituía una verdadera
“ideología” de neto corte racionalista e iluminista que acompaño otra de mayor
incidencia conceptual y política: la de la “globalización”.
Mediante la ideología de la sustentabilidad se pretendió -y desafortunadamente
aún se pretende- establecer estándares, criterios, parámetros y procesos de
carácter “universal” para el aprovechamiento “racional” de los recursos
naturales, a fin de compatibilizar la explotación con su preservación.
Manifesté, además, que técnicos argentinos -algunos dentro de la Administración
de Parques Nacionales, organismo en el que presto servicios hace mas de veinte
años- se acoplaron “acríticamente” a esta “ideología de importación”, restándole
originalidad, creatividad, potencia conceptual y operativa, a un organismo
señero en materia de conservación de la naturaleza.
Concluí esa referencia señalando que los estados de Nuestra América,
verdaderos reservorios de recursos naturales, debían encarar seriamente un
proceso de elaboración doctrinaria en la materia, ya que la adopción de la
sustentabilidad como criterio rector, había traído aparejadas consecuencias
funestas.
Estas reflexiones, entre otras que fueron publicadas en algunas páginas de la
red, generaron cierta polémica en la que no quise inmiscuirme demasiado, dado
que, a mi entender y en lo que respecta específicamente a la Administración de
Parques Nacionales, correspondía al conjunto de trabajadores, técnicos,
funcionarios y especialistas hacerlo. Considero importante reiterar, además, que
si bien Parques Nacionales no es él único organismo de carácter público con
competencia en la preservación de los recursos naturales, la importancia
estratégica de los recursos protegidos, la vasta superficie sobre la que ejerce
su jurisdicción, como así también la probada capacidad de sus agentes, la coloca
en un primer plano a nivel sudamericano.
Algunos amigos insistieron en que les indicara cuales son las principales
críticas que recaen sobre noción de sustentabilidad y que les señalara, a mi
entender, aquellos presupuestos sobre los que habría que elaborar una doctrina
propia para nuestros recursos naturales. Es por tal razón que, aceptando el
desafío, voy a aprovechar esta oportunidad para esbozar algunas reflexiones
provenientes de nuestro pensar esperando que resulten de utilidad para aquellos
que aspiren a desarrollar alguna postura alternativa a la dominante.
Antes de abocarme al análisis referido, quiero señalarles que nuestra corriente
de Pensamiento Nacional se orienta, esencialmente, hacia lo estratégico. Hago
especial mención a este tópico, ya que hay quienes circunscriben nuestra
actividad a un grupo de “autodenominados” pensadores, que dedican su tiempo a
rememorar o a refritar melancólicamente el pensamiento de los “malditos de la
historia argentina”, tales como Raúl Scalabrini Ortiz, José María Rosa, Fermín
Chávez, Arturo Jauretche, Saúl Taborda y tantos otros. Por el contrario, el
Pensamiento Nacional más que concentrarse en el pasado o en el presente, orienta
sus especulaciones hacia el futuro, pero no hacia ese porvenir malentendido como
progreso indefinido que desprecia lo histórico, lo pretérito, sino hacia un
devenir que nutrido por él, se proyecta sobre el fruto de la experiencia.
Reitero enfáticamente: nosotros recurrimos a lo histórico como producto de la
experiencia compartida, como recurso de aprendizaje y, en ese sentido, somos
historicistas porque creemos en la importancia que tiene el pasado en la
construcción del presente y del futuro. Por eso, hurgamos en él y no nos
conformamos con versiones “oficializadas”.
Por último, cabe aclarar, que las críticas formuladas a continuación no
encuentran impulso en ningún interés particular ni especifico, ni se basan en
una disposición destructiva. Sino que, por el contrario, las mismas son fruto de
la experiencia personal y sólo aspiran a fomentar un debate, que consideramos
necesario en estos tiempos, donde nuestro organismo rector, la Administración de
Parques Nacionales, está sufriendo notorias convulsiones debido a una
indefinición existencial que genera una parálisis inercial.
Hechas estas aclaraciones comenzaré por esbozar en primer lugar – aunque sea en
forma muy sucinta – una aproximación básica a las nociones de “desarrollo”, de
“sustentabilidad”, y de “desarrollo sustentable”.
La “Zoncera” del desarrollo sustentable
Un mito es una ficción alegórica. Los mitos no solamente se encuentran presentes
en el universo de lo religioso, sino también, en el mundo de lo cultural y en el
campo de las ideas. El liberalismo económico, por ejemplo, funda muchas de sus
deducciones en razonamientos cuasi míticos, como es el caso de la “mano
invisible” del mercado. Se intentará acreditar a continuación que inicialmente
la noción de desarrollo sustentable es simplemente una fábula que acompaño, no
por casualidad, a otra mayor: la de la globalización.
Como enseña el académico mexicano Daniel Murillo Licea1, la dicotomía
desarrollo/subdesarrollo comenzó a aparecer a mediados de los años ‘50. Suele
atribuirse al ex presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, la creación del
apelativo “subdesarrollo” para señalar - sin establecer diferenciaciones - a un
cúmulo de países de África, Asia, e Hispanoamérica que se encontraban muy por
debajo de los “estándares” económicos de las potencias de la época y, sobre
todo, de los de Estados Unidos, Estado capitalista emergente de la segunda
guerra mundial.
Mientras que la idea de desarrollo presuponía la existencia de un modelo de
“crecimiento económico” exitoso a seguir, la del subdesarrollo, según Murillo2,
era toda una definición y una conceptualización emergida del “otro”. Es desde el
centro, en términos de la dicotomía centralidad/periferia, donde estableció esta
partición a partir de una idea de desarrollo, sinónimo de crecimiento económico.
Por su parte, una definición clásica de desarrollo sustentable es enunciada por
el mismo Murillo, haciendo referencia al reporte Brundtald donde se sostiene que
éste es “aquel desarrollo que satisface las necesidades de las presentes
generaciones, sin comprometer la habilidad de las futuras, para satisfacer sus
propias necesidades”3. Tanto la idea de desarrollo como la de subdesarrollo
surgieron, entonces, al calor de la expansión de la economía capitalista,
recibiendo como contrarrespuesta desde el bloque socialista la teoría de la
dependencia. Es en el marco de la noción del desarrollo - y en tanto - dentro de
la órbita del capitalismo central, donde surgirá posteriormente la ideología de
sustentabilidad. Ante los crecientes reclamos contra las consecuencias de la
contaminación hiper industrialista, surgirá esta idea (la de sustentabilidad)
como una forma de incorporarle al economicista un adjetivo (sustentable o
sostenible) al concepto de desarrollo que permitiera, diríamos, “alivianarlo”.
Aún en la hipótesis de que la “idea” de la sustentabilidad hubiera surgido de la
periferia, la apropiación del concepto como veremos, resultó inmediata.
Si bien es cierto que, como hemos observado, en el decurso de los tiempos se han
ensayado definiciones un poco más abarcativas, e inclusive, críticas a la noción
de sustentabilidad, lo cierto es que la idea misma de desarrollo sustentable
estuvo teñida de un economicismo de origen que redujo lo humano a lo
estrictamente económico. Aunque determinadas políticas desarrolladas en su
nombre incorporaron ciertos factores de tipo cultural, en la práctica concreta,
se observa que la idea de sustentabilidad se ha consolidado como “estrategia
para sostener el desarrollo -como sinónimo de crecimiento económico- y no para
apoyar el florecimiento y la perduración de una vida social, infinitamente
diversa”4. Gustavo Esteva5 otro académico que ha abordado críticamente la
cuestión, ha dicho en plena sintonía que “(…) la llamada realidad del desarrollo
con su cosmético actual de ‘sustentabilidad’, no es sino un eufemismo más para
disimular el desastre cotidiano y mundial”.
Para sus mentores, la idea de sustentablidad implicaba la interrelación y la
compatibilización de tres factores: el crecimiento económico, la reducción de la
pobreza y el cuidado de los ecosistemas. Ahora bien: ¿Qué incidencias tuvo sobre
la realidad concreta? ¿Qué logros específicos se obtuvieron a partir de la
puesta en práctica de esta ideología?
Puedo sostener, sin temor a equívoco, que quienes nos encontramos vinculados a
la cuestión de la conservación somos plenamente conscientes que la idea de
desarrollo que emerge como sinónimo de crecimiento económico, avanzó y aun
avanza paulatina e inexorablemente sobre los recursos, dado que dicho
crecimiento está sustentado en un tipo de economía vinculada a la actividad
lucrativa con base en las necesidades humanas, que no admite frontera alguna y
que ha logrado, a partir de diversas estrategias, –entre ellas, la del
desarrollo sustentable- perforar los límites normativos y políticos que
determinan los criterios de conservación.
El mito del desarrollo sustentable más que contribuir a establecer barreras al
crecimiento económico desenfrenado, ha coadyuvado a esa avanzada justificando
ciertos deterioros bajo premisas en apariencia “racionales” y ocultando bajo
discursos sensibleros, oscuros intereses. Si uno observa en forma detenida el
escandaloso circuito del financiamiento internacional, orientado hacia el
desarrollo sustentable y, en especial, el sistema “crediticio” del Banco Mundial
durante los últimos años, puede observar que mas allá de la inmoralidad que
presuponen sus costos -en especial los operativos y de consultoría
administrativa y técnica- la mayoría de los proyectos, en términos estratégicos,
resultan insustanciales, no sólo para la preservación de nuestros recursos sino,
lo que es peor, para los intereses de nuestro país y de nuestra región. Ciertas
veces, las necesidades coyunturales de funcionarios o responsables de áreas,
terminan justificando obras y emprendimientos que – bajo el paraguas de la
“sustentabilidad” – causan gracia y pena a la vez.
Las críticas al “criterio de sustentablidad” comenzaron a emerger desde los
países periféricos. Jorge Aumedes, ex presidente de Parques, ya en la década del
‘90 tenía una mirada sumamente desconfiada hacia esa idea que aparecía como
“novedosa”.
Pero fue hace siete u ocho años que en la versión local de Le Monde Diplomatique
fue publicado un artículo que se tituló: “El desarrollo sustentable, una idea
desvirtuada”. Dicho texto, a pesar de su brevedad, resultó un instrumento artero
para comenzar a esbozar una crítica. Su autor, Saddurin Agha Kahn6, quien fuera
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, denunció en esa
oportunidad que “el dogma del desarrollo sustentable es engañoso por naturaleza:
confunde las mentes, tal como lo ha hecho, en su tiempo, la idea de que la
Tierra era plana, pero con consecuencias infinitamente más graves para la
supervivencia de la vida sobre el planeta. Las empresas se han apropiado del
concepto, desvirtuándolo, y hasta la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
trabaja en ese sentido” y sigue “(…) se trata en este caso de un oxímoron que
refleja el conflicto entre una visión comercial y una visión medioambiental,
social y cultural del mundo. Se convirtió así en un eslogan para las empresas
multinacionales y los sectores de negocios” -aquí agregaría los organismos de
financiamiento internacional-. Peor aún, abrió camino a una “reacción verde”, es
decir, la desviación progresiva del movimiento ecológico por un supuesto
“realismo empresarial”. Entre otras criticas a esta ideología, para Sadruddin,
“la idea de desarrollo sustentable fue desvirtuada por la de ‘utilización
sustentable’; una abominación orquestada por una corriente promotora de un
supuesto `’uso racional’, mientras que se trata de ocultar prácticas totalmente
contrarias. Este movimiento sirve de coartada a conductas destructivas y, de una
forma totalmente lamentable, se ha infiltrado en instancias claves como la
Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y
Flora Silvestres (CITES) y la Comisión Ballenera Internacional (CBI)”. De esta
forma, la “utilización sustentable” de los recursos marinos significa la matanza
de ballenas, mientras que la “utilización sustentable” de la fauna natural ha
generado una industria muy lucrativa de la carne de animales silvestres,
especialmente en África. Los adeptos a la utilización sustentable esperan
convencer a los africanos y a los asiáticos pobres, de no matar animales que les
reportan el equivalente a varios años de salarios, mientras que los ricos
europeos y estadounidenses, ávidos de trofeos, los cazan por placer”. Por
último, señaló también que “…la idea de desarrollo sustentable favorece el
dominio de las grandes empresas internacionales, según el nuevo principio ‘el
que paga al lobbysta fija las reglas’. Luego de la elección de George W. Bush
sólo se piensa en el intercambio de favores con el mundo de los negocios
estadounidense. Finalmente, la filosofía del desarrollo sustentable también
trajo consigo una idea execrable: la del consumo sustentable”
Ya en la época que se publicó el texto los términos “sustentablilidad” y
“globalización” gozaban de buena prensa y cierto “prestigio académico”. Pero mas
allá de las críticas certeras de Aga Khan, que contribuyeron a poner en el
tapete la apropiación del concepto por parte del mundo empresarial y las
consecuencias de dicha apropiación, existen otras que pueden formularse a dicha
idea, sobre todo si desde el punto de vista geopolítico nos interrogamos
reflexiva y seriamente respecto a cuál es el nivel real de antropización del
planeta, cuáles son las regiones mas antropizados y cuáles aquellas que
contienen reservorios estratégicos.
La experiencia nos ha enseñado a los nacionales a ser desconfiados, sobre todo,
respecto a las “ideas novedosas” que suelen emerger de los organismos
supranacionales de post guerra. Pero si uno observa detenidamente el desarrollo
de los foros mundiales impulsados por los Estados para el cuidado de la tierra,
observará inquietamente, que mientras en lo que a cuestiones ambientales se
refiere suele mirarse al planeta como una “unidad”, como un “todo”, pero cuando
de los beneficios económicos que producen la utilización de los recursos se
habla, nada de eso sucede. Se declama y reclama, por ejemplo, la
universalización para las futuras generaciones humanas de los Glaciares, de la
Amazonia, etc y nada se habla de la mundialización de los beneficios de la
extracción del petróleo, del gas, de los réditos bancarios y de otros tantos
recursos que parecerían no estar destinados a “todos”.
Además, debemos pensar que el ser humano es, a la vez, constructor de
ecosistemas en los que sobrevive y debe prosperar. En este sentido, entonces:
¿para que estandarizar universalmente modelos de conservación sin, por ejemplo,
establecer un sistema de “reciprocidad” entre aquellos que poseen los recursos y
aquellos que no poseyéndolos, detentan altos estándares tecnológicos que les
permitirían comenzar de inmediato un proceso de sustitución?
En síntesis: la idea de sustentabilidad, aunque haya sido reproducida por
espíritus ingenuos, o tal vez resignados, ha constituido un gran engaño producto
de las condiciones geopolíticas y económicas de la época. Se intentó incorporar
“lo ambiental” a “lo económico” en un momento en que era necesario neutralizar
las críticas a la industrialización desenfrenada. Como se ha dicho “sólo desde
un punto de vista económico, los recursos naturales relevantes para la acción
son escasos y limitados en un momento dado”. Nótese en ese sentido que nuestra
especie -sobre todo en los países altamente “desarrollados”- ha generado
técnicas que permiten manipular materia y energía para sustituir elementos que
obtiene directamente de la naturaleza. Por qué entonces no concentrar mayores
esfuerzos en la producción de tales instrumentos aunque sean inicialmente
antieconómicos, en vez de impulsar y promover estándares conservativos en
aquellas naciones que les sobran y que pueden explotarlos en forma regulada,
perfectamente compatibles con criterios de conservación
En la carta escasamente difundida que Perón había enviado al Congreso de
Estocolmo, se insinúa cierta idea de sustentablilidad que, como veremos a
continuación, ninguna relación guarda este criterio con el que prevaleció
posteriormente. La sustentabilidad terminó “en los hechos” constituyéndose en
una premisa que bien podría enunciarse como un imperativo emanado de los países
centrales; “Nosotros ya no tenemos recursos, pretéjanlos ustedes con ‘nuestra
ayuda’, para cuando nosotros los necesitemos”.
¿Hacia una nueva doctrina?
En la misma oportunidad que formule tales declaraciones hice mención a una
necesidad prioritaria: la de formular una doctrina propia de acuerdo a nuestros
recursos disponibles, a nuestros intereses y a nuestras necesidades
estratégicas, ya que la tendencia existente en un sector considerable de
nuestras elites técnicas e intelectuales hacia la importación acrítica de ideas,
había coadyuvado históricamente a potenciar nuestra dependencia cultural y
doctrinaria.
En lo que a medio ambiente refiere, la ideología de la sustentabilidad se
constituyó en un imperativo “medioambiental” que acompaño otro mas abarcativo:
el la de la globalización, concepto que, a ciencia cierta, representó una
tentativa orientada a imponer un orden económico especifico. Jauretche hubiera
definido ambas como las “zonceras” de la época.
Por razones de espacio no puedo explayarme sobre el concepto de doctrina7 pero
sí indicar que, para nosotros, una Nación sin doctrina es como un cuerpo sin
alma. Esta afirmación muy lejos de constituirse en una expresión nacionalista de
orientación chauvinista, es una necesidad insoslayable ya que hemos comprobado a
los golpes que los pueblos que no generan sus propias ideas, “viven en las ideas
de otros que generalmente son más poderosos”. Así como en la vida cotidiana como
enseña el pedagogo Gustavo Cirigliano 8cuando uno no vive su propio proyecto
termina viviendo en el proyecto de otro que generalmente es mas poderoso que el,
los pueblos que no desarrollan sus propias ideas resultan incapaces de adquirir
su plena soberanía.
Cada país o cada región, de acuerdo a su idiosincrasia, sus necesidades e
intereses, debe desarrollar su propia doctrina, la que lógicamente - en materia
ambiental - debe resultar compatible con la preservación de la naturaleza, valor
universal en si mismo no por que así lo declaren técnicos y políticos, sino por
que es inherente a nuestra especie que la integra y compone.
¿Es posible, entonces, definir una estrategia nacional en materia de
preservación a partir de una doctrina fundada en categorías propias?
Para ello, vamos a retrotraernos a la fecha que abarca del 5 al 16 de junio del
año 1972, cuando se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio
Ambiente Humano, en la Ciudad de Estocolmo y en la que un estadista argentino
exiliado en Europa, Juan Domingo Perón, presentó un documento a que nuestro
entender resulta trascendental en lo que a recursos naturales refiere. Dicho
instrumento - mas allá de quien lo haya generado – resulta de importancia, dado
que plantea una visión verdaderamente periférica en un marco internacional que
iniciaba una tentativa de ordenamiento ambiental con aspiraciones planetarias.
Reconozco que cuando se realizan este tipo de apelaciones y, sobre todo, cuando
se refieren a Perón, uno se expone a críticas que pueden extenderse hacia
límites tan imprecisos, que abarcan desde lo melancólico hasta lo paternalista.
Los iluministas -en especial los vernáculos- suelen despreciar la experiencia
histórica, sobre todo, cuando ella no responde a parámetros universalistas,
clásicos, o internacionales, o cuando se recurre a expresiones de líderes
americanos no del todo “políticamente correctos”. Pero como se ha comprobado,
hay mensajes históricos que revisten carácter estratégico y, en ese sentido,
quiero hacer mención a ciertas advertencias que Perón formulara en la carta a
Estocolmo, cuya lectura completa y análisis recomiendo, especialmente a quienes
en nuestro país se dedican a la cuestión ambiental.
En su época, la orientación ambientalista del tercer gobierno del ex mandatario
no fue bien comprendida, como señalaba Yolanda Ortiz9 “en la Argentina, aquel
intento de Perón por darle al problema ambiental la máxima prioridad, no fue
comprendido por la sociedad, e inmediatamente devino la dictadura, es recién
ahora que el tema ambiental se ha instalado con más fuerza. Pero tampoco hoy se
ha instalado de la mejor manera: el tema figura pero aparece el medio ambiente
como negocio o como conflicto. Los políticos no terminan de entender al mensaje
ambiental; tal vez, nosotros no sabemos enseñárselos” bien vale hoy releer ese
mensaje.
Analicemos por un momento cuales fueron los ejes centrales de dicho documento.
Perón señaló en primer lugar que: “Creemos que ha llegado la hora en que todos
los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la
humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la
biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de
la población y la sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir
de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada
internacional (….) y sigue “…El ser humano ya no puede ser concebido
independientemente del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa
fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda
la Tierra, sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas
décadas. Las mal llamadas ‘Sociedades de Consumo’, son, en realidad sistemas
sociales de despilfarro masivo basado en el gasto, por el que el gusto produce
lucro”.10
Nótese de inmediato, la existencia de cuanto menos cuatro elementos que componen
el diagnostico de los problemas ambientales de la época a saber: a)
contaminación del medio ambiente y la biosfera, b) la dilapidación de los
recursos naturales, c) el crecimiento sin freno de la población y d) el
sobre-estimación de la tecnología. El industrialismo desenfrenado ha generando
daños ambientales algunos irreversibles y la sobre estimación de la tecnología
amenaza a nuestra especie bajo el riesgo de la deshumanización. El problema
poblacional se vincula, a su vez, con el alimentario y, en términos
estratégicos, con la distribución de espacios, utilidades y con la producción
alimentaria.
A fin de aportar ideas concretas para la solución de estos conflictos a nivel
ambiental planetario, Perón recomendaba una serie de transformaciones, en
especial, en aquellos países altamente industrializados y tecnificados, a fin de
establecer el marco de “una convivencia biológica dentro de la humanidad y entre
la humanidad y el resto de la naturaleza”. Proponía una revolución mental,
especialmente en los líderes y, entre otras acciones, el establecimiento de
límites al progreso -como sinónimo de crecimiento económico-, el control de la
superpoblación en aquellos países que la sufrían -no es el caso de la Argentina-
y el mejoramiento integral de las masas a través de la optimización de las
condiciones de educación y salud.
En aquella conferencia participaron Estados integrantes del denominado “Tercer
Mundo”, aprovechando esa oportunidad, el ex presidente formula una primera
advertencia “…Cada Nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos
naturales. Pero, al mismo tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir, a
sus ciudadanos el cuidado y utilización racional de los mismos”. Perón prosigue
formulando una advertencia a los países “tercermundistas”: “debemos cuidar
nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios
internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de
industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología a donde rige la
economía de mercado. Ya no puede producirse un aumento en gran escala de la
producción alimenticia del Tercer Mundo sin un desarrollo paralelo de las
industrias correspondientes. Por eso cada gramo de materia prima que se dejan
arrebatar hoy los países del Tercer Mundo equivale a kilos de alimentos que
dejarán de producir mañana (…) De nada vale que evitemos el éxodo de nuestros
recursos naturales si seguimos aferrados “a métodos de desarrollo, preconizados
por esos mismos monopolios”, que significan la negación de un uso racional de
aquellos recursos (…) En defensa de sus intereses, los países deben propender a
las integraciones regionales y a la acción solidaria (…) No debe olvidarse que
el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la
ausencia de una auténtica justicia social y de participación popular en la
conducción estará en condiciones de enfrentar las angustiosamente difíciles
décadas que se avecinan11”.
De estos últimos párrafos pueden extraerse cuanto menos cuatro elementos para
comenzar a diseñar una doctrina nacional para la preservación de nuestros
recursos: Defensa de los Recursos Naturales para un aprovechamiento regulado y
soberano; Desarrollo autónomo de tecnologías autónomas compatibles con su
aprovechamiento; Integración regional para la defensa, y en su caso, para
aprovechamiento recíproco de los mismos; Explotación y preservación orientadas a
la consolidación de la Justicia Social.
- DE LA DEFENSA PARA UN APROVECHAMIENTO REGULADO Y SOBERANO
Este primer tópico resulta esencial y otorga un verdadero norte a la doctrina.
La presión de los monopolios económicos sobre los recursos es cada vez más
precisa, más artera y, como sabemos, el proceso de extranjerización de una parte
importante de nuestros recursos naturales no responde a una visión paranoica,
sino muy por el contrario, constituye un lamentable dato de la realidad. A lo ya
descripto respecto al documento de Estocolmo podemos agregar algún párrafo
extraído de los últimos discursos del ex presidente: “…No nos hagamos ilusiones
de que la historia puede cambiar en ese sentido. Si nosotros no estamos
preparados para defendernos, nos van a quitar nuestras riquezas y, para ello,
existen muchos medios” (…) “Las inmensas riquezas naturales de esta región deben
y pueden explotarse intensamente para beneficio de los pueblos que la habitan.
Si lo hacemos en forma racional, ello nos permitirá convertirnos en las naciones
ricas del futuro, a lo que justamente aspiramos para bien de nuestros pueblos”
(….) “La lucha por la liberación es en gran medida, lucha también por los
recursos y la preservación ecológica. En ella estamos empeñados. Los pueblos del
tercer mundo albergan las grandes reservas de materias primas, particularmente
las agotables”
Cabe señalar, además, que para Perón, a las Fuerzas Armadas les cabía una
misión: la de constituirse en defensoras de los recursos - y en tanto - garantes
de la liberación nacional, estableciendo, de esta forma, una hipótesis de
conflicto para ellas: “…la verdadera tarea nacional es la liberación (….) La
defensa se hace así contra el neocolonialismo y, el compromiso de las Fuerzas
(Armadas) es con el desarrollo social integrado del país en su conjunto”.
Brasil ha iniciado con suma convicción esta marcha y sus Fuerzas Armadas han
desarrollado -como una de sus hipótesis de conflicto- la defensa de la Amazonia.
Aunque pueda tildarse de militarista, el compromiso de las Fuerzas Armadas en la
defensa, es un imperativo fundamental que terminaría de una vez por todas con la
ausencia de hipótesis para ellas, obviamente sin descartar el conflicto -que no
es hipótesis- del atlántico sur.
El carácter esencialmente defensivo que nutriría a la nueva doctrina no
colisiona de manera alguna con el desarrollo de acciones específicas, tendientes
al aprovechamiento integral de los recursos. Muy por el contrario, la acción
defensiva debería orientarse tanto a la protección y preservación como a la
observación, exploración y explotación racional y soberana. Es por ello, que
este aspecto defensivo debería comprender, entre otras acciones, las de:
a) Destinar fuertes inversiones de recursos humanos y tecnológicos hacia la
investigación científica, orientada hacia la obtención de información básica
respecto a las potencialidades de los recursos, en especial, los biogenéticos y,
de corresponder, su aprovechamiento para nuestro beneficio y el de la región,
teniendo en consideración la experiencia ancestral en la materia.
b) Promover una nueva normativa que incluya la orden constitucional,
estableciendo el máximo nivel posible de protección de los recursos a la usanza
del articulo 40 de la Constitución de 1949, y la modificación integral de la
normativa protectiva de los recursos que incluye –entre otras- las del régimen
de la tenencia y propiedad de la tierra, la de marcas y patentes y propiedad
industrial, de los recursos biogenéticos y de la Administración de Parques
Nacionales
c) Adecuar el sistema de control y preservación de los Parques Nacionales y
demás áreas protegidas a esta nueva hipótesis, dotando a la Administración de
Parques Nacionales y, en especial, al Cuerpo de Guardaparques Nacionales y a los
demás órganos competentes, de las facultades y recursos necesarios para llevar a
cabo esta nueva doctrina. Respecto al cuerpo de Guardaparques, las acciones a
desarrollar, implicarían una reformulación absoluta de sus condiciones de
acceso, de misiones y de sus competencias.
d) Establecer un marco de cooperación entre Nación, Provincias y Municipios, a
fin de garantizar los objetivos estratégicos y compatibilizar esfuerzos y
beneficios.
e) Determinar un mecanismo de restricciones al domino privado por razones de
orden publico ambiental.
- DESARROLLO DE TECNOLOGÍAS AUTÓNOMAS COMPATIBLES CON SU UTILIZACIÓN RACIONAL.
El desarrollo científico y tecnológico complementario a los fines de la doctrina
resulta vital. Pero la soberanía científica y tecnológica no puede fundarse en
la adopción acrítica de procesos, fórmulas, instrumentos y/o doctrinas. El país
debe desarrollar sus propias líneas de investigación, aplicada sobre todos
nuestros recursos preservando no solamente éstos sino, también, los resultados
de tales investigaciones.
- INTEGRACIÓN REGIONAL PARA LA DEFENSA, Y EN SU CASO, PARA APROVECHAMIENTO
RECÍPROCO DE LOS MISMOS
En concordancia con lo expuesto, Perón reivindicaba la necesidad estratégica de
una integración regional. En sus últimos tiempos afirmaba; “¿Cómo no podemos
llegar también nosotros a un acuerdo para integrar países, en donde todo nos une
y nada nos separa? Aquí es cuestión de hacerlo; allá, era cuestión de meditarlo
muy profundamente” (…) “Es un hecho indiscutible que en las distintas regiones
del mundo, las naciones se aglutinen y se unan no para hacer la guerra en el
sentido clásico, sino para defenderse y defender sus pueblos de los peligros
inminentes de una superindustrialización” (…) “la cuenca del Plata es, quizás,
la zona más importante de América Latina dentro de esa integración. En ella se
concentra la cuarta parte de la población del continente con un sector
extraordinario para las necesidades del futuro, tanto en reservas para la
superpoblación, como en medios para la superindustrialización que se va ir
produciendo (…) las inmensas riquezas naturales de esta región deben y pueden
explotarse para el beneficio de los pueblos que la habitan. Si lo hacemos en
forma racional, ello nos permitirá convertirnos en naciones ricas para al
futuro”
Respecto a la integración, sostenía que ésta debía estar acompañada de una
verdadera ratificación de los valores e idiosincrasia propias, proponiendo una
doctrina específica para el país y, además, la puesta en marcha de un verdadero
nacionalismo cultural.
Felizmente, en la actualidad se han potenciado los acuerdos regionales y, en ese
sentido, debería incorporarse en la agenda de la región el desarrollo de
instrumentos orientados hacia defensa mancomunada que, bajo el régimen de
reciprocidad, regule y determine los esfuerzos comunes y la distribución de los
beneficios
- EXPLOTACIÓN Y PRESERVACIÓN ORIENTADAS A LA CONSOLIDACIÓN DE LA JUSTICIA
SOCIAL.
Este es un componente vital. La idea soberanía presupone la de la justicia. En
este marco, la defensa y explotación racional presuponen el usufructo común de
los beneficios para todos. La orientación defensiva, no propone el desarrollo de
áreas guetos, sino, muy por el contrario, un mecanismo de usufructos compartidos
en que las comunidades lindantes a las áreas tienen una importancia
significativa.
BREVES CONCLUSIONES
Mediante las reflexiones precedentes se ha pretendido manifestar algunos ejes
sobre los cuales podría diseñarse una nueva doctrina. Como se ha indicado
anteriormente, éstas son simples reflexiones en voz alta - y además - los
tópicos propuestos no constituyen una regla taxativa. Quienes hemos trabajado en
el campo de la preservación, estamos sumamente preocupados no solamente con la
inercialidad que presupone la zoncera de sustentabilidad, sino también, por que
la reforma constitucional de 1994 no solo no ha contribuido con la instalación
de una doctrina nacional sino que, muy por el contrario, ha debilitado la
cuestión en términos negociales.
Para culminar, quiero hacer énfasis en una cuestión particular: en la
Administración de Parques Nacionales, la adopción acrítica de una ideología como
la sustentabilidad nos privo de desarrollar una propia doctrina para la
preservación de nuestros recursos y, como consecuencia, al no poseer doctrina,
el organismo ha atravesado tiempos inerciales por la ausencia de un sentido
estratégico común. Este déficit no sólo es cuestión de una gestión en
particular, es un problema estructural que habrá que revertir en lo inmediato.
Afortunadamente, la nueva gestión de Parques Nacionales que ha asumido
recientemente ha contraído el desafío desde el compromiso y la capacidad y
nuestras esperanzas renacen. La doctrina fija metas y objetivos. Fija el norte.
Establece el destino y el sentido común. Parque Nacionales, como organismo de
importancia estratégica para Argentina y para Suramérica, no puede carecer de
una doctrina y, aunque los iluministas de siempre lo nieguen, sólo con ella y a
partir de ella podrá conservarse y preservarse “racionalmente” para provecho de
estas y de las nuevas generaciones.
* Artículo basado en la conferencia dictada por Francisco José Pestanha el 5 de
agosto de 2010, en el marco de la décima edición del Taller para el Pensamiento
Nacional, en el Instituto Superior Octubre (FTERYH).
** Francisco Jose Pestanha es Profesor Titular Ordinario del Seminario
“Pensamiento Nacional y Latinoamericano” de la Universidad Nacional de Lanús.
1 Murillo Licea, Daniel es Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad
Autónoma Metropolitana de México.
2 Murillo Licea, D. (2004) “Falacias del desarrollo Sustentable, una crítica
desde la metamorfosis conceptual”. Red de Revistas Científicas de América Latina
y el Caribe, España y Portugal. Sistema de Información Científica. Economía,
Sociedad y Territorio. 4 (16)
3 Murillo Licea, D. “Falacias del desarrollo Sustentable” ibidem
4 Murillo Licea, D. “Falacias del desarrollo Sustentable ibidem
5Esteva, Gustavo citado por Murillo Licea, D. (2004) “Falacias del desarrollo
Sustentable, una crítica desde la metamorfosis conceptual”. Red de Revistas
Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal. Sistema de
Información Científica. Economía, Sociedad y Territorio. 4 (16)
6 Sadruddin Aga Khan fue un diplomático francés que desempeñó el cargo de Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (1966 a 1977) y encargado
de misión del Secretario General de la ONU y en la Comisión de Derechos del
Hombre. Presidio la Fundación Bellerive, que se dedica especialmente a
cuestiones ecológicas.
7 La elaboración de una doctrina nacional para Perón presuponía un gran llamado
a la especulación –acción en permanente contacto con la realidad, partiendo de
grandes postulados orientativos, los que deben necesariamente responder “(…)a
las aspiraciones, necesidades y, conveniencias nacionales y populares” (…) “Solo
los grandes principios doctrinarios son inmutables, y en tanto habrá que
adaptarse a las circunstancias actuales teniendo en consideración que “hay cosas
en las cuales podemos estar diametralmente opuestos en la apreciación, pero hay
sectores y factores de la nacionalidad con los cuales ningún argentino puede
estar en contra…”y, además “La doctrina nacional se conforma alrededor de estos
últimos, vale decir, de aquellos asuntos en que todos los argentinos debemos
estar de acuerdo para el bien de la Nación”
8 Cirigliano, G.F era Doctor en Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos
Aires en 1959. Fue profesor en las universidades Nacional de la Plata (1958),
Syracuse U. (EE.UU. 1961), Nacional del Litoral (1963), del Zulla (Venezuela
1964), U.B.A. (1966), P.U. Católica del Perú (1976), U.N. Abierta (Venezuela,
1977), Nacional de Mar del Plata (1984), N. de la Patagonia (1986). Se desempeñó
como Secretario Académico de la Universidad Nacional de Salta en 1972 y de la
Universidad de Buenos Aires entre noviembre de 1975 y marzo de 1976, para luego
exiliarse en Venezuela entre 1977 y 1980.
Es autor de más de 60 libros y publicaciones, prologando además otras tantas.
Entre sus publicaciones se destacan "Filosofía de la Educación" (1967),
"Educación y Política" (1969), “La Argentina Triangular: Geopolítica y Proyecto
Nacional” (1975), "La Educación Abierta" (1983), "Educación y País" (1988),
"Porque preciso luz para seguir" (1995), "Tangología" (2001) y "Metodología del
Proyecto de País" (2002).
9 En 1973 el entonces Presidente de la Nación Juan Domingo Perón creó la
Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, pionera en América Latina,
al frente de la cual nombró a la Licenciada Yolanda Ortiz.
10 Perón, Juan Domingo "Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo".
Estocolmo, 1972.
11 Perón, Juan Domingo "Mensaje Ambiental a los Pueblos”. Ibidem
(PUBLICADA EN REVISTA ESCENARIOS UPCN – MARZO 2014)
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