En el abrazo de Estela y Guido

Por Pedro Patzer

En el abrazo de Estela y Guido, la amistad de Cruz y Fierro, Kosteki y Santillán cruzan el puente, Mafalda y el globo terráqueo dialogan porvenir.

En el abrazo de Estela y Guido, Juanito Laguna sale de la pobreza, Dorrego no es fusilado, Borges y Perón se permiten un café.

En el abrazo de Estela y Guido, los trenes regresan a los pueblos, los trovadores alcanzan la canción secreta de su pueblo, el clavel en el piano de Pugliese se transforma en jardines de música.

En el abrazo de Estela y Guido, Yupanqui y Spinetta ensayan los otros himnos argentinos, los ríos y los pueblos vuelven a tener sus nombres aborígenes.

En el abrazo de Estela y Guido, los “templos” de Lavalle vuelven a ser cines, y el amarillo de los libros usados de la Calle Corrientes, se hacen soles de los nuevos días.

En el abrazo de Estela y Guido, la vidala se conoce, en Buenos Aires, tanto como el blues, y a los peatones le crecen alas en la 9 de Julio.

En el abrazo de Estela y Guido, los canallas se quedan sin abogados, sin monumentos y sin publicistas, y la avenida Rivadavia se llama Jauretche y las parroquias se llenan de padres Mugicas y obispos Novaks y Angellelis.

En el abrazo de Estela y Guido, la Pachamama adopta a los hijos de los barcos, y la curanderas dan clases en la facultad de medicina, y Dios es amigo del Zupay de la salamancas.

En el abrazo de Estela y Guido, antes de “pensar en inglés”, aprendemos a pensar en quichua, guaraní, mapuche y todo idioma originario.

En el abrazo de Estela y Guido, el himno argentino recupera sus originales versos: “Se conmueven del Inca las tumbas /Y en sus huesos revive el ardor, /Lo que ve renovando a sus hijos /De la Patria el antiguo esplendor”.

En el abrazo de Estela y Guido, Evita no es Madonna, es una chica de Munro, Catamarca o mejor dicho, Evita vuelva a ser una piba de Los Toldos y el Che deja de ser un bailarín de Broadway, o una moda en una remera, y vuelva a ser un soñador rosarino, o un pibe que milita en un comedor comunitario, o un soldado de la unión latinoamericana.

En el abrazo de Estela y Guido, hay menos shoppings y más sociedades de fomento, no se habla del dólar blue, sino del dolor negro, el dolor de una negra historia, de muertos , oprimidos y almas colonizadas.

En el abrazo de Estela y Guido, los chicos de Malvinas y los pibes de Cromagnon hacen una ronda de conciencia, que se convierte en el gran viento de país, viento que nos ayuda a recordar.

En el abrazo de Estela y Guido, San Martín deja de ser ese santurrón que compuso Mitre, y pasa a ser ese hombre que fue, ese espíritu libre, con vocación latinoamericanista, con amor por los de abajo.

En el abrazo de Estela y Guido, Chacho Peñaloza y Felipe Varela regresan a los manuales de historia y se hacen remedios para las enfermedades campesinas aunque no den ganancias a los megalaboratorios.

En el abrazo de Estela y Guido, el azúcar ya no tiene la amargura del zafrero condenado a la pobreza, y Mariano Moreno no se hunde en la mar, y el teatro abierto se salva del incendio.

En el abrazo de Estela y Guido, no nos trae la cigüeña de París, nos trae el cóndor de los andes, el crespín de Santiago, la diuca de la Pampa.

Porque en el abrazo de Estela y Guido, un país se redime de amor, una Argentina se hace más humana, un pueblo comienza a parecerse a su propio sueño.

Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
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