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Discursos
y dominación
Friedensreich Hundertwasser : The 30 Day Fax Picture (1994)
Los discursos responden a relaciones de poder que se naturalizan y se vuelven
invisibles. Y esos discursos dominantes modelan las sociedades. Nuestra forma de
ver el mundo, la forma de situarnos en él, la idea de felicidad y de sentirnos
seguros, son construcciones discursivas. Las sociedades tienden a darle un
fundamento externo a las prácticas discursivas, lo cual vuelve al pensamiento
dominante, incuestionable. Pero en determinados momentos históricos se dan
procesos de autonomía, y es en ese marco en el que podemos cuestionar, modificar
y resignificar los discursos dominantes.
Por Roberto Samar*
Pensamos la realidad a partir de discursos sociales dominantes que construyen
las sociedades. Estas construcciones en general las heredamos de nuestros
antepasados, pero también las fortalecemos desde la industria del
entretenimiento: Los medios de comunicación hegemónicos, los videos juegos, las
películas y series televisivas consolidan miradas del mundo que reproduciremos
en acciones cotidianas.
Obviamente, muchos de estos discursos responden a relaciones de poder que se
naturalizan y se vuelven invisibles.
A modo de ejemplo podemos tomar la invisibilización de los pueblos originarios
que habitan en nuestro territorio y la idealización de los países que nos
dominaron. Esto se evidencia en frases que recorren nuestro sentido común como:
“Los Argentinos descendemos de los barcos”. Cuando en realidad el 56 por ciento
de los habitantes de este territorio tiene sangre de los pueblos originarios.
Como lo demostró el estudio que desarrolló el Servicio de Huellas Digitales
Genéticas de la Universidad de Buenos Aires.
Asimismo, esto se evidencia en discursos científicos, los cuales también están
atravesados por relaciones de poder. Como las prácticas nefastas de exponer los
cuerpos de líderes de las Comunidades Indígenas en el Museo de Ciencias
Naturales de la Plata.
También en la escuela naturalizamos miradas de nuestros dominadores cuando
estudiamos el planisferio desarrollado en Europa. Donde el centro son ellos.
Mientras nuestra región se encuentro abajo y al costado. Disminuidos en nuestro
tamaño. Como una metáfora de cómo quieren que nos veamos.
Como señalaba el pensador Arturo Jauretche, “los planos, los mapas y los
planisferios han sido ideados en el Hemisferio Norte. Entonces el Hemisferio
Norte está arriba y el Sur, abajo. En el infinito estelar que este planeta
navega no hay arriba ni abajo; son los espectadores de la navegación los que
resuelven qué es arriba y qué es abajo”.
Otro discurso que compramos de los países del Norte es “la Criminología
Mediática”. Según el Dr. Raúl Zaffaroni, este es un discurso que nace en Estados
Unidos y se expande por el mundo. El cual nos lleva a pensar en un mundo
bipolar, dividido entre buenos y malos. Donde se construye un chivo expiatorio
sobre el cual canalizamos nuestros miedos y prejuicios.
En Estados Unidos, éste lugar lo ocupan los negros y los latinos. En Europa, los
migrantes de África. En nuestra región, son los jóvenes en situación de pobreza.
Este relato, como toda construcción discursiva incide en las prácticas. El
detalle es que el sistema penal no detiene a “los malos”, sino que afecta
directamente a las personas con carencias (sean de recursos económicos,
intelectuales, de capacidad laboral). Porque el sistema de detención se aboca a
los casos más fáciles y a los que cuentan con menos herramientas para
defenderse. Según el Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución Penal del
año 2007, se sostiene que en el plano educativo, el 47 por ciento tiene sólo el
primario completo y hay un 23 que ni siquiera logró terminarlo. Asimismo, el 55
no tenía profesión ni oficio al momento de la detención. En el mismo sentido,
cabe aclarar que el 58 por ciento de los detenidos son procesados, es decir son
técnicamente inocentes.
En el mismo sentido, coherente con esta mirada, aumentamos nuestra cantidad de
presos. En el año 1996 teníamos 25.163 presos y en el año 2012 llegamos a tener
62.263. Es decir, como sociedad, tenemos mucho más del doble de los presos que
teníamos a mediados de los 90. Sin embargo, no nos sentimos más seguros. En
realidad, paradójicamente cada vez pareciera que tenemos más miedo.
Claramente, más allá del pedido de aumentar las penas y la cantidad de presos,
no se generó más seguridad.
Asimismo, la cárcel genera efectos que muchas veces dificultarán aún más la
inclusión pos penitenciaria. El haber estado preso es un estigma, a esa persona
se le dificultará vincularse con su entorno familiar, con sus vecinos, con sus
afectos. También le será difícil conseguir un empleo.
Otro discurso/práctica naturalizada es el consumismo. Sintetizado en: “ser es
tener”. Donde la felicidad va asociada a la obtención de objetos. En ese
sentido, la discriminación social a personas que están en situación de pobreza
es una práctica cotidiana. Según el Mapa Nacional de la Discriminación 2013 del
INADI, “85 de cada 100 encuestadas/os considera que en la Argentina se
discrimina mucho o bastante a las personas pobres.” Es decir, jerarquizamos,
excluimos, aislamos a las personas en función de su capacidad de compra.
Nuestra forma de ver el mundo, la forma de situarnos en él; nuestra idea de
felicidad y de sentirnos seguros son construcciones discursivas. Por lo cual,
las podemos cuestionar, modificar y resignificar.
En ese sentido, según el filósofo Cornelius Castoriadis, la mayoría de
sociedades humanas son instituidas dentro de la heteronomía, lo que es decir,
“dentro de la ausencia de autonomía”. Esto significa que a pesar de que las
instituciones, las normas, la moral, la definición de lo que está bien y de lo
que está mal son construcciones de los hombres; muchas sociedades tienden a
darle un fundamento externo, lo cual vuelve al pensamiento dominante
incuestionable.
En la actualidad estamos viviendo un momento histórico de gran autonomía. Un
momento de ampliación de derechos producto de conquistas colectivas. La ley de
Matrimonio Igualitario, la Asignación Universal por Hijo, la Ley de Educación en
Contexto de Encierro, la Ley de Identidad de Genero, la Ley de servicios de
Comunicación Audiovisual, entre otras.
El desafío es animarnos a seguir pensándonos autónomamente y continuar
profundizando los cambios desde nosotros mismos.
*Licenciado en Comunicación Social UNLZ-Docente de la UNRN
@robertosamar
La Tecl@ Eñe - Revista de Cultura y Política
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