![]() |
|
Stephen
Hawking:
“No hay ningún dios. Soy ateo”
Esta semana presentará su visión del Cosmos en el Festival Starmus de Tenerife.
Por Pablo Jáuregui
Stephen Hawking (Oxford, 1942) ya no puede mover ni
un dedo. La devastadora enfermedad que empezó a corroer su sistema nervioso,
cuando sólo tenía 21 años, ni siquiera le permite manejar el ratón que usaba
antes para seleccionar palabras en su ordenador y transmitirlas a través de un
sintetizador de voz. Los músculos de su rostro se han convertido en las últimas
herramientas corporales que le quedan para comunicarse, activando con la mejilla
derecha un sensor acoplado sobre sus gafas.
Gracias a esta impresionante tecnología diseñada especialmente para él, Hawking
logra mover un cursor en una pantalla y activar así la legendaria voz robótica
que habla en su nombre con acento americano. Pero pese al esfuerzo titánico que
debe afrontar para compartir sus ideas, ha concedido una entrevista exclusiva
para los lectores de EL MUNDO.
Cuando aparece sobre su silla de ruedas en el hotel de Tenerife donde tiene
lugar nuestro encuentro, nos conquista nada más llegar, esbozando una entrañable
sonrisa con esos pocos músculos de la cara que todavía le sirven para expresar
pensamientos y emociones. Como los médicos ya no le permiten volar, Hawking ha
viajado hasta la isla canaria en un crucero de seis días para presentar esta
semana su visión del cosmos en el Festival Starmus, un congreso concebido para
divulgar los hallazgos de la astronomía a toda la sociedad.
De repente, me encuentro ante uno de los cerebros más brillantes del último
siglo, a punto de realizar la entrevista con la que siempre he soñado. Pero
cuando llega el momento de la verdad, me quedo tan impactado que no sé muy bien
ni cómo debo saludarle. Una de sus cinco enfermeras, Nikky O'Brien, se da cuenta
de mis titubeos y resuelve mis dudas de inmediato, cogiendo la mano de Hawking y
acercándola a la mía, para que pueda estrechársela.
Un 'gourmet' en Canarias
Tras agradecerle al científico más famoso y admirado del planeta el inmenso
privilegio de habernos concedido una entrevista exclusiva, le enseño el
maravilloso retrato de Ricardo Martínez que le hemos traído como regalo, y
también el espectacular set que hemos preparado para hacerle fotos, ante un
lienzo de constelaciones y galaxias pintado por otro de nuestros dibujantes,
Ulises Culebro.
«Espero que le guste. Si le parece bien, nos gustaría en primer lugar
fotografiarle con este fondo cósmico», le explico. Su respuesta afirmativa, que
tarda aproximadamente medio minuto llegar, es la primera palabra que nos
transmite a través de los movimientos de sus mejillas: «Yes». La enfermera
O'Brien, permanentemente pendiente de cada mínimo gesto de Hawking, empieza a
peinarle con ímpetu y nos confirma la aprobación del astrofísico: «Adelante, no
hay problema, le ha gustado mucho todo lo que habéis montado».
Mientras Hawking posa como un profesional para la sesión de fotos, levantando
los ojos para mirar a la cámara y regalándonos sus mejores sonrisas, le pregunto
a Nikky O' Brien si el profesor está disfrutando de su visita a Canarias.
«¡Desde luego! Incluso ya ha probado las papas con mojo picón y le encantan», me
asegura. A pesar de que su movilidad es cada vez más reducida, Hawking todavía
puede masticar bien la comida y es un auténtico gourmet.
Teniendo en cuenta la importancia crucial del sofisticado sistema informático
que utiliza el astrofísico para comunicarse, le pregunto a la enfermera de
Hawking si entre su equipo de cuidadores hay alguien con conocimientos de
informática, por si surge algún problema con su ordenador o el sintetizador de
voz. «Pues la verdad es que no, y el ordenador se queda colgado de vez en
cuando», me confiesa O'Brien. Sin embargo, si se produce una incidencia
importante, la enfermera nos explica que un informático de Cambridge siempre
puede entrar en el ordenador de Hawking mediante una conexión remota y resolver
cualquier problema.
Tres palabras por minuto
Con el sofisticado mecanismo que activa mediante el movimiento de sus mejillas,
Hawking logra escribir una media de tres palabras por minuto. Por eso, para
entrevistar al astrofísico británico, es una condición imprescindible enviarle
las preguntas con antelación. De lo contrario, el diálogo se extendería durante
muchas horas, e incluso días. En nuestro caso, le enviamos por correo
electrónico un cuestionario de 10 preguntas a finales de agosto, tres semanas
antes de que nos reuniéramos con él en Tenerife el pasado jueves.
Cuando termina la sesión de fotos, que Hawking ha soportado sin una sola queja,
me acerco a él y le pregunto si podemos empezar nuestro diálogo. De inmediato,
empieza a mover el cursor en la pantalla de su ordenador a través del sensor
acoplado a sus gafas, y veo que lo coloca sobre un documento de Word en su
escritorio que ha llamado «EL MONDO». Me hace gracia la pequeña errata en el
nombre de nuestro periódico, y sobre todo me emociona la idea de que el
infatigable explorador del cosmos haya dedicado unas cuantas horas de su tiempo
a contestar a las preguntas que le hicimos llegar por e-mail.
Le pregunto en primer lugar si sigue creyendo, como dijo en el libro que le hizo
mundialmente famoso, Historia del Tiempo, que algún día lograremos una «Teoría
del Todo» para comprender las leyes que gobiernan el Universo, o si hay aspectos
de la realidad en las que nunca podrá penetrar la mente humana. Su respuesta
refleja una inquebrantable fe en el poder de la ciencia para desentrañar los
misterios del cosmos: «Creo que sí conseguiremos entender el origen y la
estructura del Universo. De hecho, ahora mismo ya estamos cerca de lograr este
objetivo. En mi opinión, no hay ningún aspecto de la realidad fuera del alcance
de la mente humana».
Ciencia 'versus' religión
En mi segunda pregunta, le pido que me aclare su postura sobre Dios y la
religión, que ha generado un intenso debate entre sus lectores. Por un lado, al
final de Historia del Tiempo, escribió que si algún día lográramos esa «Teoría
del Todo», conoceríamos «la mente de Dios». Pero posteriormente en su polémico
libro El gran diseño, afirmó que el Universo puede crearse «de la nada, por
generación espontánea», y que la idea de de Dios «no es necesaria» para explicar
su origen. Le pregunto, ante esta aparente contradicción, si cambió su opinión
en este terreno, y si se considera agnóstico o ateo.
Su rotunda respuesta deja muy claro que aunque muchos han llegado a calificar
como «un milagro» el hecho de que Hawking siga vivo, medio siglo después de que
se le diagnosticara una enfermedad cuya esperanza de vida suele ser de un par de
años, el astrofísico rechaza de plano todas las creencias religiosas: «En el
pasado, antes de que entendiéramos la ciencia, era lógico creer que Dios creó el
Universo. Pero ahora la ciencia ofrece una explicación más convincente. Lo que
quise decir cuando dije que conoceríamos 'la mente de Dios' era que
comprenderíamos todo lo que Dios sería capaz de comprender si acaso existiera.
Pero no hay ningún Dios. Soy ateo. La religión cree en los milagros, pero éstos
no son compatibles con la ciencia».
Antes de poder responder a cada pregunta, Hawking va seleccionando frases del
archivo donde ha dejado preparadas sus respuestas y las vuelca en un programa
llamado Speaker, que convierte textos escritos en frases que emite su
sintetizador. El software que produce la famosa voz de Hawking es de los años
80, la época de la traqueotomía a la que tuvo que someterse le dejó
definitivamente sin habla. En realidad, hoy existen programas más avanzados que
suenan mucho menos robóticos, pero Hawking lleva ya tantos años utilizando esta
voz, que se identifica plenamente con ella y no tiene ninguna intención de
cambiarla.
En una ocasión incluso le preguntaron si no preferiría instalarse un
sintetizador con un acento british, que se parecería mucho más a la voz original
de un nativo de Oxford como él. Pero Hawking respondió con su inconfundible
sentido del humor, que sin duda le ha ayudado a soportar tantos años una
enfermedad tan cruel: «con el acento americano, tengo mucho más éxito con las
mujeres».
La conquista de otros planetas
Tras dialogar sobre la religión, pasamos de lo divino a lo humano y le pregunto
si cree que sigue mereciendo la pena invertir millones en enviar misiones con
astronautas al espacio, o si le parece un despilfarro, como opinan muchos de sus
colegas científicos. El astrofísico tiene muy claro que la conquista del cosmos
debe continuar, no sólo porque «la exploración espacial ha impulsado y
continuará impulsando grandes avances científicos y tecnológicos», sino porque
puede representar un seguro de vida para la futura supervivencia de nuestra
especie: «Podría evitar la desaparición de la Humanidad gracias a la
colonización de otros planetas».
Tampoco puedo desaprovechar la incomparable oportunidad de poder dialogar en
España con Hawking, para preguntarle sobre los recortes que ha sufrido el campo
de la investigación científica en nuestro país en los últimos años. «¿Qué
mensaje le mandaría al presidente del Gobierno español si le tuviera delante,
sobre la importancia de invertir en ciencia?». El astrofísico, una vez más,
demuestra que no se anda con medias tintas. Éste es su recado para Mariano Rajoy
y toda la clase política de nuestro país: «España necesita licenciados con
formación científica para garantizar su desarrollo económico. No se puede animar
a los jóvenes a estudiar carreras científicas con recortes en el campo de la
investigación».
El tiempo se nos acaba y la enfermera O'Brien empieza a hacerme la señal de la
guillotina, pero veo en la pantalla de Hawking que aún tiene una respuesta más a
una pregunta que le hice sobre cómo le gustaría que le recordaran las futuras
generaciones. «Espero que se me recuerde por mi trabajo en el campo de la
cosmología y los agujeros negros», me contesta antes de que empiecen a
llevárselo sus enfermeras.
Me llama la atención que no dice absolutamente nada sobre el extraordinario
ejemplo que ha dado con su vida, al demostrar hasta dónde puede llegar la
capacidad de superación del ser humano ante la adversidad más cruel. Y mientras
desaparece por los pasillos del hotel, me acuerdo de una de sus sentencias más
inolvidables: «La Humanidad es tan insignificante si la comparamos con el
Universo, que el hecho de ser un minusválido no tiene mucha importancia
cósmica».
30/09/14 Diario El Mundo, España
|
|
|