De la injusta omisión de Eva Perón en Mujeres Argentinas, obra de Ariel Ramírez y Félix Luna

Por Pedro Patzer

“En esta vieja cultura frita”
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

La historia oficial ha omitido la lucha emancipadora de los caudillos populares, sus manuales ignoraron a Felipe Varela, Chacho Peñaloza, Facundo Quiroga, entre otros. De mencionarlos eran retratados como salvajes. Del mismo modo la cultura oficial le ha dado a ciudades, pueblos, calles nombres de colonizadores mas ninguno de caudillos populares ¿Acaso existe en Buenos Aires un monumento a Felipe Varela, una plaza llamada Angel Vicente Peñaloza? Siempre los profesores de historia nos hablaron de la crueldad de la mazorca de Rosas. Coincidimos en ello, pero: ¿Por qué jamás se han referido al brutal degüello del Chacho Peñaloza, y de cómo su cabeza fue exhibida como trofeo de la civilización en la plaza de Olta? “Sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, las chusmas no se habrían aquietado en seis meses” (Sarmiento)

Se supone que es la cultura la que debe recuperar del olvido algunos hechos y nombres, sin embargo, es ella la que muchas veces ha sido cómplice de la manipulación de la historia: el Facundo de Sarmiento hace de Quiroga un torturador: “Incapaz de hacerse admirar o estimar, gustaba de ser temido;pero este gusto era exclusivo, dominante, hasta el punto de arreglar todas las acciones de su vida a producir el terror en torno suyo, sobre los pueblos como sobre los soldados, sobre la víctima que iba a ser ejecutada, como sobre su mujer y sus hijos” La zamba La Felipe Varela de Ríos y Botelli hace del caudillo catamarqueño un asesino: “Galopa en el horizonte, /tras muerte y polvadera/ porque Felipe Varela/ matando llega y se va” Con estos antecedentes, entre tantos otros, no resulta curioso el caso de Mujeres Argentinas, obra de Ariel Ramírez y Félix Luna de 1969, dedicada a destacadas patriotas. Allí encontramos representadas musical y poéticamente a Juana Azurduy; Rosarito Vera, maestra; Dorotea, la cautiva; la gringa chaqueña; Alfonsina Storni; Guadalupe Cuenca, viuda de Mariano Moreno; Manuela Pedraza; Mariquita Sánchez de Thompson; todas mujeres de mérito ¿Pero no se olvidaron de alguien? Notable es la omisión de la argentina más universal de todos los tiempos: Eva Perón. ¿Con qué ritmos habría que musicalizar la canción de Evita? ¿Cabe Evita en una dulce zamba? ¿Le será propicio el misterio de la vidala?¿Acaso la emergencia ancestral de una baguala?¿La desesperación de la chacarera, el abismal desierto de la milonga, el río insurgente del chamamé y la canción litoraleña? ¿Será el tango el ritmo donde acunar el espíritu de Evita, o quizás el cielito que tanto masticaron los heróicos soldados de la independencia? ¿Será pues, el triunfo, ese ritmo lleno de derrotas, el apropiado por hacer música el alma de Eva? ¿Tal vez la cumbia villera, la murga, el cuarteto o una canción de rock nacional? ¿Qué guitarra, qué legüero, qué piano, qué violín, qué acordeona podría alcanzar su pasión? ¿Qué letra conseguiría ilustrar sus treinta y tres años de eternidad? ¿Qué plegaria musical se debiera hallar para rezarle a nuestra virgen pagana de la historia contemporánea? ¿Qué canción de pensión, qué oración de parroquia de pueblo y de orfanato de provincia, qué grito de gol de potrero y de llanto de recién nacido en la modesta salita, qué vidrio roto por los niños del porvenir, qué secreto de juventud brindado por los viejos sabios, qué poema descamisado, cuántos versos descalzos, qué palabras parecidas al pan, que acordes similares a la sed?

La pregunta sigue aguijoneando nuestros corazones: ¿Por qué omitieron a Eva Perón de la obra Mujeres Argentinas? Quizás la respuesta esté en algunos silencios, en ciertas derrotas culturales, en la misma lógica de quienes quitaron del himno nacional argentino (original de 1813) sus versos más combativos: “¿No los veis sobre Méjico y Quito/ arrojarse con saña tenaz,/ y cuál lloran bañados en sangre/ Potosí, Cochabamba y La Paz?/ ¿No los veis sobre el triste Caracas/ luto y llanto y muerte esparcir?/ ¿No los veis devorando cual fieras/ todo pueblo que logran rendir?/ A vosotros se atreve, argentinos/ el orgullo del vil invasor./ Vuestros campos ya pisa contando/ tantas glorias hollar vencedor./ Mas los bravos que unidos juraron/ su feliz libertad sostener,/ a estos tigres sedientos de sangre/ fuertes pechos sabrán oponer”

Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
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