¿Inversiones
o expoliación?
Apuntes sobre las inversiones
extranjeras en Nuestra América a partir de la mirada de Carlos Montenegro.
Por Juan Godoy*
Tema recurrente y absolutamente actual en Latinoamérica, y en nuestro país es el
papel que cumplen, pueden y que dicen cumplir las inversiones extranjeras en
nuestra economía. Variados estudios acerca del tema existen que lo analizan
desde diferentes perspectivas ideológicas y aspectos. Aquí pretendemos abordar
los estudios acerca de las mismas que realiza el boliviano Carlos Montenegro, en
tanto consideramos ha sido un personaje no grandemente difundido, más bien
ocultado, y al mismo tiempo pensamos que puede ayudar a echar luz sobre la
cuestión. No nos interesa (no es nuestro campo), tratar la temática propuesta a
partir de una mirada económica (aunque tenga entrecruzamientos con la misma),
sino la intención es considerar el papel político cumplido por el capital
extranjero en los países coloniales y semi-coloniales.
Un párrafo aparte merecen algunos aspectos biográficos que consideramos
pertinente resaltar. Carlos Montenegro, personaje de Nuestra América silenciado
por el aparato cultural, no por casualidad es llamado por Augusto Céspedes y
Mario Baptista Gumucio como “el desconocido”, fue parte de la generación
nacional de bolivianos que despiertan a la conciencia nacional en las
postrimerías de la guerra entre Paraguay y Bolivia, azuzada por las petroleras
durante la década del ‘30, la guerra del Chacho (de la cual participa como
Auxiliar del Estado Mayor). Escritor de innumerables artículos periodísticos,
varios en forma anónima y/o con pseudónimos, pensador nacional, anti-imperialista,
interesado en la cuestión nacional, participe del derrocamiento de Tejada
Sorzano, e influyente en el llamado “socialismo militar” liderado
fundamentalmente por Toro y Busch (tiene injerencia en la creación del
Ministerio de Trabajo, la nacionalización de la Standard Oil, la creación del
Banco Central boliviano, etc.), por presiones internas lo designan Delegado en
Buenos Aires. En la Argentina, si bien traba relación con Borges, Storni, Gómez
de la Serna, también se hace amigo de Arturo Jauretche, y probablemente de
Scalabrini Ortíz (se pueden encontrar numerosos puntos de contacto entre sus
obras, como asimismo con la de Hernández Arregui). Es influido también por el
revisionismo histórico argentino. Funda más tarde Razón de la Patria (RADEPA), y
en 1941 participa de la primera reunión de lo que sería el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR). Se niega los intentos de soborno para acallar
su voz de los barones de la “rosca minera” Hochschild y Patiño. (Piñeiro
Iñiguez, 2006)
En el 43 edita uno de sus más importantes trabajos: “Nacionalismo y Coloniaje”
donde aborda la génesis del nacionalismo popular boliviano, sostiene allí: “este
libro aspira a restablecer la verdad del devenir boliviano, desconocida o
falsificada por el pensar y sentir antibolivianista con que se concibe y se
escribe una grande porción de la historia patria” (Montenegro, 1943: xviii). Se
desempeña como Ministro de Agricultura del movimiento nacional acaudillado por
Gualberto Villaroel, pero el Departamento de Estado con algunos comunistas
bolivianos presionan por su salida, y finalmente se lo designa Embajador en
México, no obstante al tiempo, luego del derrocamiento y asesinato de Villaroel,
vuelve a Buenos Aires como exiliado. Escribe por entonces en Sexto Continente
donde lo hacía Scalabrini y Alicia Eguren entre otros. Piñeiro Iñiguez afirma
que influye sobre varios grupos, como el de Puiggrós en su paso del comunismo al
peronismo, o bien en Ramos en su paso a la izquierda nacional, asimismo es muy
probable que haya tenido influencia directa en Juan Perón. En Bolivia en 1952
estalla la revolución del MNR, pero Montenegro ya está muy enfermo, hace grandes
esfuerzos para llegar a La Paz, estrecha un abrazo con Paz Estenssoro, dicta
alguna conferencia sobre la nacionalización de la minería, y pocos meses más
tarde, en marzo de 1953, se apaga la luz de este luchador revolucionario.
(Ibídem, 2006).
Ahora sí, vayamos a nuestro tema, y a los aportes de Montenegro al mismo. Desde
su concepción, los capitales extranjeros buscan los caminos más diversos, las
regiones más distantes, a partir de no poder permanecer en su “propio suelo”, ya
que complicarían el desenvolvimiento de la economía local. Es el “dinero
sobrante” que escapa de modo de evitar la caída del valor de la moneda. Es así
que llega, sobre todo a partir del último cuarto del siglo XIX a los países de
nuestra Gran Nación Latinoamericana, y ¿cuál es el objetivo de esos capitales?:
“el capital extranjero vino a la América Latina, teniendo por mira principal e
inequívoca la explotación de las riquezas naturales. Los servicios públicos, los
créditos, el comercio y las industrias de las naciones latinoamericanas. Sin
este móvil concreto, y sin tal interés directo, ni habría venido ni tendría por
qué venir” (Montenegro, 1962: 7)
Pone de relevancia las argucias utilizadas por el imperialismo y las oligarquías
locales a la hora de la justificación del ingreso de estos capitales foráneos,
argumenta “Las explicaciones que pretenden justificar su penetración y sus
privilegios atribuyéndole el don de proporcionar confort, bienestar y progreso o
civilización a los pueblos, no expresan exactamente la verdad” (ibídem: 7), y
diseminan por todo el “tejido social” una imagen pulcra, simpática del accionar
de éstos en nuestras economías.
Llama la atención el pensador boliviano acerca del interés constante de los
capitales extranjeros en ser parte de las actividades en los países
latinoamericanos, ¿por qué tamaño interés?, se pregunta, evidentemente no es por
estar interesados en el desarrollo de los países dependientes, por el progreso,
sino que el mismo radica en las enormes ganancias que remiten a sus países de
origen.
Con la presencia de los monopolios financieros en los países imperialistas, la
gran cantidad de capitales que quedaría inmovilizada es exportada a los países
dependientes, de modo que “su inversión responde exclusivamente al interés del
país exportador del capital, y no al de la nación en que se invierte”
(ibídem:10). De esta forma las actividades en las que se invierta serán las
relacionadas al interés extranjero, y no nacional, por lo que la economía local
resulta deformada. Las riquezas que se encuentras ajenas a este interés quedan
en el atraso, son impedidas en su desarrollo, y las demás son expoliadas, “el
efecto inmediato más importante del capital extranjero es la sofocación,
primero, y luego el aniquilamiento de los sistemas productivos al cual llega”
(ibídem:12) Este aniquilamiento es apuntalado por el aparato cultural se dirige
a fortalecer la conciencia colonial, y a que no se desarrolle una conciencia
nacional, así “en una sociedad de raíces coloniales como la de América Latina,
se ha educado una inclinación psicológica decidida hacia lo extranjero”
(ibídem:13). En este mismo sentido, el capital colonizador imperialista “irrumpe
rodeado de una imponente pero insidiosa y falaz propaganda (…) el despliegue de
esa propaganda es uno de los disfraces inconfundibles”. (ibídem:24)
El ejemplo de los ferrocarriles, larga y profundamente tratado por Raúl
Scalabrini Ortiz en los estudios que le valieron el ostracismo del aparato
cultural, es ilustrativo de la cuestión, pues no es el mismo papel que cumplen
los ferrocarriles en los países desarrollados, o a los cuales se los pretende
desarrollar, que el que cumplen en los países coloniales y semi-coloniales bajo
la injerencia imperialista, con su trazado en abanico, “la gigantesca tela de
araña que aprisiona a la mosca que es la nación”, en tanto, fundamentalmente a
través de la “política de tarifas” (subiendo y bajando el costo del flete según
su conveniencia), se traba el desarrollo de estas naciones dominadas
directamente, o con una independencia que solo es formal, se las mantiene en el
primitivismo agropecuario, como exportadora de materias primas a las metrópolis,
e importadora de los bienes manufacturados. Tengamos en cuenta entonces que los
capitales extranjeros no son “invertidos” en cualquier actividad económica, sino
en las que robustecen la dominación.
Las grandes ganancias que se producen en el país dependiente no quedan allí,
sino que se dirigen al país opresor. En las naciones coloniales y semi-coloniales
solo queda expoliación, miseria, desocupación, etc., además de su estructura
económica dependiente deformada por el imperialismo, e imposibilitada del
desarrollo industrial, necesario para ser una nación plenamente soberana. Bastos
ejemplos del saqueo imperialista tenemos en nuestro Continente. Dejar de lado la
quimera del beneficio de las inversiones extranjeras y el crédito externo es el
camino que nos marca este pensador boliviano olvidado. Numerosos ejemplos
también tenemos por estas tierras de movimientos nacionales-populares que
apuntaron al rompimiento de la dependencia, a la nacionalización de la economía
como forma de avanzar hacia la liberación nacional y a la construcción de una
sociedad más justa.
*Sociólogo (UBA).
Bibliografía
Montenegro, Carlos. (1943). Nacionalismo y coloniaje. Su expresión histórica en
la Prensa de Bolivia. Buenos Aires: Ed. Autonomía.
Montenegro, Carlos. Las inversiones extranjeras en América Latina. Buenos Aires:
Coyoacán.
Piñeiro Iñiguez, Carlos. (2006). Pensadores Latinoamericanos del Siglo XX.
Ideas, utopía y destino. Buenos Aires: Siglo XXI (editora iberoamericana).
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