Balance
sobre las elecciones sudamericanas
Un repaso breve por las elecciones de estas últimas
semanas, y de estos últimos años, nos advierte sobre la pervivencia de gobiernos
de corte reformista/populista en la región que a pasear de la novedosa
sustentabilidad electoral de los oficialismos gobernantes, los mismos observan
una sensible pérdida de votos y la presencia de una nueva oposición política de
características distintas a las anteriores.
Por Mariano Fraschini*
A finales de noviembre, con la segunda vuelta en Uruguay, quedará definido el
mapa electoral sudamericano de este año. A la fecha, Brasil decidió en una
elección muy reñida la continuidad de de Dilma Rousseff y el PT y Bolivia
certificó el color azul masista reeligiendo a Evo Morales por un tercer mandato.
Sin lugar a dudas que el peso específico de cada una de estas elecciones es
diferente. La votación brasilera se llevó todas las miradas, ya que la disputa
entre Rousseff y el opositor Aecio Neves, tuvo un impacto directo sobre la
región y el mundo. Luego del balotaje entre el expresidente frentista Tabaré
Vázquez y el blanco Lacalle Pou , quedará diagramada la cartografía regional a
la que luego se sumarán el año próximo nuestro país y en 2016 Perú.
Un repaso breve por las elecciones de estas últimas semanas (y de estos últimos
años) nos advierte sobre la presencia de tres elementos que merecen subrayarse:
a) la novedosa sustentabilidad electoral de los oficialismos gobernantes en la
región, a la par que se observa b) una sensible pérdida de votos de la totalidad
de los gobiernos sudamericanos y c) la presencia de una nueva oposición política
de características distintas a las anteriores.
Vayamos por partes. Sin lugar a dudas, el actual se trata del periodo más
extenso de mantenimiento de un proceso político de características reformista,
progresista, populista o nacional y popular (en cualquiera de sus versiones) en
democracia. Los gobiernos sudamericanos del giro a la izquierda que revalidaron
sus mandatos durante estos últimos días (y años), mantuvieron el poderío
electoral durante más de una década. El chavismo se dirige hacia los veinte años
de gobierno; luego del triunfo de hace unos días el PT va hacia los 16, el
Frente Amplio uruguayo de confirmar su victoria a fin de mes, se extenderá a los
15, el kirchnerismo, de triunfar el año entrante, irá por los 16 y Ecuador y
Bolivia cumplirán los 10. La ampliación de derechos económicos y sociales, la
fuerte reducción de la pobreza, de la indigencia y del desempleo, la
conformación de una nueva clase media regional, la recuperación de la política
como un activo transformador y las mejoras tangibles para un vasto porcentaje de
ciudadanos, explican a grandes rasgos la sostenibilidad popular de estos
gobiernos. Este fenómeno novedoso en nuestras latitudes evidencia la
potencialidad de los nuevos movimientos políticos, nacidos de las ruinas del
neoliberalismo a principios del siglo XXI, y del apoyo popular que obtuvieron, y
que mantienen, a pesar de las peripecias económicas y del evidente desgaste de
la gestión de gobierno. Éste es un dato insoslayable que no se debe pasar por
alto a la hora de abordar la realidad sudamericana para entender la pervivencia
de estos gobiernos y el apoyo que concitan alrededor de un programa económico y
social que abandonó en mayor o menor medida el neoliberalismo local.
Sin embargo, se torna evidente una sensible disminución del potencial electoral
de estos gobiernos del giro a la izquierda. Las recientes elecciones son la
muestra palmaria de un retroceso electoral, que a su pesar, les permite a los
oficialismos continuar validándose en las urnas. El 51,5% de Dilma Rousseff,
luego de los más de 60% de Lula en 2002 y 2006 y del 56% de la misma presidenta
brasilera cuatro años atrás, el impresionante 60% de Evo, tras los 64% de 2009,
el reñido balotaje que se anuncia en Uruguay tras las importantes distancias
obtenidas en 2004 y 2009, y la mínima ventaja del chavismo el año pasado, luego
de una década de preeminencias absolutas, ejemplifican como los oficialismos
llegan a primar con lo justo. El desgaste luego de décadas en el gobierno, la
escases de estrategias para dar respuesta a las nuevas demandas de un electorado
que “va por más”, la difícil tarea que implica continuar administrando el Estado
con ofertas novedosas y la emergencia de una oposición original, que no impugna
en su totalidad la obra de gobierno, emergen como variables explicativas de este
achicamiento electoral de los oficialismos regionales.
Este último elemento resulta crucial para comprender la competitividad electoral
de las oposiciones sudamericanas. Enfrentados, en un primer momento, a una
oposición que intentó retomar rápidamente las riendas del estado y torcer las
transformaciones económicas y sociales de los últimos años, los oficialismos
regionales se encuentran hoy jaqueados por candidatos que plantean una nueva
estrategia electoral. Lo que he denominado en otro lugar “el dilema de la
caprilización” enfatiza la presencia de un discurso que va por la “positiva”,
que se presenta como la “solución” más que como la “oposición” y que promete
mantener lo bueno de los modelos de inclusión y rectificar lo “malo” de los
mismos. Las banderas de la “seguridad” y de la lucha contra la inflación y la
corrupción flamean en el firmamento opositor sudamericano, como propuesta
superadora de un modelo económico y social que parece contar con un importante
grado de apoyo.
Pasó octubre, y dos oficialismos volvieron a reelegirse, y un tercero está en la
puerta. Si sumamos la revalidación chavista del año anterior, la del Partido de
la “U” en Colombia en junio, sólo Chile cambió el color político. El dato
evidencia la fortaleza electoral de los oficialismos, que a pesar de perder
votos, continúan siendo hegemónicos en el nuevo paradigma sudamericano.
*Doctor en Ciencia Política (UNSAM), docente de la carrera de Ciencia Política (UBA),
y coeditor del blog colectivo Artepolítica.
Fuente: La Tecl@ Eñe. Revista Digital de Cultura y
Política
http://lateclaene6.wix.com/revistalateclaene