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La Patria como desafío
Por Conrado Yasenza*
Imagen: Miguel Canatakis - Industria argentina.
Hace ya unos años atrás leí “Vivir afuera”, gran libro de Enrique Fogwill. De
alguna manera, aquel libro a través de la escritura tangencial o de la
interpretación territorial y subjetiva que el lector realiza sobre un texto
dentro de una materialidad terrestre e histórica, quizá a través de una
biografía personal cronicada, contada en forma de relato, manifestaba un clima
de época en el cual se sentaron las bases para la globalización mercantilista
del país, con una idea sencilla que hasta pudo haber pasado desapercibida: los
cuerpos, los ciudadanos, las personas, no pueden circular libremente por rutas y
caminos ya que la territorialidad del mercado ha sembrado sus retenes: El
recorrido o la circulación por los territorios es tal si el mercado accede a
ello. Allí están, nacen y se reproducen las autopistas. El viaje, el traslado,
la circulación es sólo posible si antes se paga el peaje. Para ello se proyectan
y se construyen, y es ahí donde se impone la idea de mercado como organizador
espacial y territorial del movimiento de los cuerpos, cuerpos objetivados,
cuerpos líquidos, intercambiables y descartables; cuerpos que se especializan en
la venta de sus cualidades de consumo, y como ornamentación moderna, una pátina
de subjetividad acorralada.
Es así como el mercado nos roba el cuerpo objetivo de nuestra subjetividad, el
cuerpo de la Patria. Esa Patria, que es necesario pensar. Esa idea o noción aún
más antigua que la de Nación o Estado. ¿Qué es la Patria? Podríamos decir que
supone la pertenencia a un territorio, a un suelo, implicado en una historia
diferencial, una historia propia y común, que produce las condiciones para que
surja un pueblo que culturalmente se diferencia y se acerca a otros. Pero la
palabra Patria, como lo expresó León Rozitchner, pudo ser la palabra Matria, ya
que el suelo patrio es el suelo materno, la pachamama, que en la cultura de gran
parte de nuestra región significa la primera y más profunda relación con la
tierra. Patria y Matria: Quizás es en esta primera occidentalización donde
emerge el dominio patriarcal; es tal vez en esa malinchenización donde comienzan
a esbozarse las primeras diferencias de clase; los que están incluidos y los que
no; los que están arriba y los que están por debajo; y también aquellos a
quienes en tiempos amables son contenidos por el concepto de Patria: los
extranjeros.
Entonces la Patria sería ese lugar primario donde las relaciones humanas son
abarcadas y compartidas. La Patria ligada a la noción de comunidad pero también
al territorio, a la tierra, al recorrido del suelo patrio y a la historia de ese
recorrido. Pero cuando toma forma la noción de Patria se tejen suposiciones: la
existencia de una tierra, la satisfacción de necesidades básicas, la cooperación
entre los habitantes de esa tierra y la producción de los hombres que satisfagan
esas necesidades al tiempo que alterarán la naturaleza y las relaciones entre
los hombres.
Habrá que pensar entonces en cómo la idea de Patria se conjuga con la de
mercado, y cómo a través de los tiempos, el mercado ha dominado la relación de
los hombres entre sí y de los hombres con el suelo patrio, con la tierra, con la
Matria y la naturaleza.
Aquella alusión a la novela de Fogwill remite a las complejas relaciones que los
hombres y mujeres del suelo patrio han establecido con su cultura, su economía y
su historia. Esa demarcación de peajes mercantilistas que delimitan el
recorrido, la habitabilidad y la comunión con el territorio es lo que
simbólicamente manifiesta la idea de vivir afuera, torna expresa la diferencia
entre estar incluido y estar excluido. Las restricciones del mercado en su
faceta neoliberal-financiera sólo hablan de dominio y reducción de esas
condiciones necesarias para que exista la Patria, para que haya historia. Y para
que haya historia y Patria debe haber nuevos hombres, nuevos desafíos, nuevas
necesidades que atender, nuevos rumbos que emprender o destinos a modificar.
Volver al imperio total del mercado –porque de ese dominio no hemos salido: es
más, aceptamos ese sino como ineludible – es restablecer las condiciones de
reducción cultural, política e histórica de una Patria – y de un suelo materno-
que en sus más de doscientos años ha vivido escasos momentos, raros momentos, de
felicidad y relativo dominio de las variables socio-económicas enlazadas a la
idea del mayor bien común posible. Y ello es así porque la Patria se asienta en
una materialidad que las izquierdas desconocen o niegan luego de descubierta,
mientras que la derecha siempre supo de ella, fue en su búsqueda, la conquistó y
reservó para sí. Por ello es que habitamos un mundo, una región y un siglo que
no ha podido modificar esa relación con un signo lingüístico que se opone
siempre con renovados bríos a la expresión de un enunciado material y cultural
cuyo lenguaje no sea la prevalencia de lo producido más allá de lo necesario
para que las relaciones de sociabilidad y cooperación se establezcan al calor de
comunidades para las cuales el peaje para acceder a la vida no sea
exclusivamente el consumo de bienes económicos sino condiciones dignas de
trabajo, salud, educación y, sí, ocio.
A partir de aquí, el desafío de pensar la Patria, su cultura, sus lenguajes y su
historia, la pasada y la que debemos construir.
* Periodista y poeta, director de La Tecl@
Eñe. Revista Digital de Cultura y Política.
http://lateclaene6.wix.com/revistalateclaene
Fuente: http://elbarullo.wix.com/el-barullo-de-conrado-yasenza#!la-patria-como-desafo/cnhw