El Pensamiento Nacional y la Salud Pública
(I)
Por Francisco José Pestanha *
Con la colaboración de Melina Aversa.**
A lo largo de nuestra historia, las políticas públicas han atravesado diversas
etapas; no solo en cuanto a las orientaciones conceptuales e ideológicas a
partir de las cuales fueron elaboradas sino también por sus modalidades de
concepción, proyección y ejecución. En el caso particular del período
comprendido entre 1946 y 1955 -conocido como “el Primer Peronismo”-, estas
fueron consecuencia de la planificación estratégica de dos instancias
organizativas impulsadas desde el Estado: el Consejo Nacional de Postguerra
primero y el primer Plan Quinquenal después. Más allá de esta circunstancia, sin
ninguna duda ambas fueron influidas por la matriz epistemológica y conceptual
autodenominada “Pensamiento Nacional”.
Tanto el Consejo como el Plan Quinquenal fueron diseñados a partir de una
convocatoria que intentó aglutinar referentes de distintas disciplinas,
pertenecientes a diversas extracciones ideológicas y políticas, con el fin de
concebir un plan integral y armónico de gobierno. No obstante, a diferencia de
otras etapas de nuestro devenir, la composición de los cuadros que las
integraron estuvo íntimamente vinculada a un proceso histórico-cultural que
precedió al peronismo triunfante el 24 de febrero de 1946, expresado en la
matriz citada en el párrafo anterior.
El proceso histórico cultural al que nos referimos fue protagonizado por
componentes de una generación que, entre otras expresiones, protagonizaron “una
inédita convulsión cultural”: la misma que Juan W. Wally, en su tristemente poco
difundida obra “Generación de 1940. Grandeza y Frustración”1, denomina
“generación décima de la historia argentina”. En su trabajo Wally analiza
meticulosamente la labor artístico-cultural de la progenie que define como
“generación argentina de 1940”, es decir los nacidos entre 1888 y 1902. Según el
autor, dicha generación "… fue la de mayores riquezas individuales de nuestra
historia"; sostiene, además, que “… a partir de 1940, y muy especialmente en
1943, se advierte el decidido protagonismo histórico y el pase a primer plano de
la generación décima de la historia argentina, de acuerdo a la cronología
propuesta por Jaime Perriaux, inspirado en el pensamiento de José Ortega y
Gasset. La generación décima (…) tiene su etapa de formación entre 1910 y 1925,
(…) de gestación entre 1925 y 1940 y de gestión entre 1940 y 1955”2. Wally,
posicionándose en un historicismo de nítida orientación nativista, sostiene en
su obra la tesis de que una verdadera conmoción estético-cultural precederá a la
revolución política, la que a la vez le otorgará sentido a través de la labor
interpretativa de numerosos pensadores y organizaciones proto-peronistas tales
como F.O.R.J.A (Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina).
Coincidentemente autores como Fermín Chávez, en múltiples obras, señalan los
hitos y los protagonistas que concibieron y difundieron algunas de las
ideas-fuerza que nutrirán al Primer Peronismo.
En lo atinente a la cuestión de la Salud Pública, la influencia de esa corriente
de pensamiento que fue configurándose durante las décadas previas a los
acontecimientos de octubre de 1945 estuvo representada, principalmente, por una
figura injustamente olvidada durante decenios: el Dr. Ramón Carrillo.
Bien vale señalar que a poco tiempo de producirse la revolución de junio de
1943, más precisamente el 21 de octubre, se dictó el Decreto 12311 mediante el
cual se creaba la Dirección Nacional de Salud Pública y Asistencia Social
dependiente del entonces Ministerio del Interior a cargo de Alberto Gilbert,
quien fue reemplazado inmediatamente por Luis César Perlinger (substituido
posteriormente por presión de Juan D. Perón en razón de sus posiciones cercanas
al fascismo). Este Decreto estableció un marco de “centralización de la cuestión
de la salud”, aglutinamiento que según los considerandos de la norma “… cuenta
con la aprobación unánime de todos los círculos científicos (…) constituye desde
hace tiempo el fundamento y la tendencia de medidas legislativas y
administrativas y es indudablemente una de las aspiraciones más concretas y
urgentes de la opinión publica del país”3. Un año después, a instancias de la
Dirección Nacional se obtuvo la sanción de la ley 12912 (Decreto-ley 31589/44)
que en su artículo 21 ordenaba que “… el organismo sanitario nacional formule
los planes nacionales de sanidad y adopte las medidas para su cumplimiento”4.
A los pocos días de asumir Perón como Presidente de la Nación transfirió las
funciones del Consejo Nacional de Postguerra a la Secretaría Técnica de la
Presidencia. Dice Santos Martínez5 que a esta Secretaría le fueron encargadas
las tareas de reformas y racionalización administrativa, planificación,
coordinación y formas de sujeción de cuanto tuviera relación con los problemas
financieros, económicos y sociales del país. Fue esta Secretaría la encargada de
preparar el Plan Quinquenal 1947-1951 presentado al Congreso en octubre de 1946.
Tiempo después y siguiendo la orientación del Plan, fueron propuestos por el
Poder Ejecutivo dos proyectos de ley: “Bases del Código Sanitario y de las
Facultades Otorgadas al Organismo de la Sanidad Nacional” y “Construcciones y
Servicios Sanitarios”.
Tal como menciona Mignone6, en diciembre de 1946 se publicó la primera edición
del Plan Analítico de Salud Pública, desde donde se intentaba abordar todas las
derivaciones teóricas y prácticas de esas dos leyes básicas de la Sanidad
Nacional. El Plan Sanitario, tal como lo afirmó la misma Secretaría de Salud,
tuvo como objetivo disponer de un programa orgánico, metódico y ajustado a las
necesidades mínimas del país, donde se hacía hincapié especialmente en las
urgencias.
Como puede observarse, el Primer Peronismo asumió una modalidad de gestión
basada en una planificación realizada sobre bases empíricas y un extraordinario
diagnóstico del estado sanitario de la población, a contrapelo de los gobiernos
precedentes donde la Salud Pública, y en especial aquella dirigida a los
sectores de menores recursos, no había constituido prioridad alguna.
Las propuestas formuladas por Carrillo secundado en aquel entonces por el Dr.
Germinal Rodríguez7, un especialista en medicina social y preventiva,
contemplaban todos los aspectos vinculados a la higiene pública, a la higiene
industrial y la medicina del trabajo, a la farmacología y control farmacéutico,
a la creación de plantas industriales médico farmacéuticas, a la creación de una
droguería central, a la creación de un Instituto de Higiene Social, de un
Instituto Médico Social de Rehabilitación de Inválidos, uno similar para la
Medicina e Higiene Escolar y otro orientado a la Fisiopatología del Deporte, a
la construcción de hospitales y estaciones sanitarias de observación y
aislamiento en las fronteras y puertos, y a la creación de una Escuela Técnica
de Salud Pública, entre otras tantas previsiones.
El Plan de Orientación Sanitarista concebido por Carrillo fue preciso, efectivo
y abrumadoramente exitoso y contó con elementos de diagnóstico muy importantes,
entre ellos los resultados de los exámenes médicos que se les practicaban a los
ciudadanos al ingresar al servicio militar, información de la que obtuvo
conocimiento al hacerse cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del
flamante Hospital Militar Central. En esa institución, además, conoció a Juan
Domingo Perón cuando este acompañó a su madre, Juana Sosa, a atenderse en el
hospital. Según algunas fuentes8, Carrillo cumplió con la misión de entregar dos
cartas confidenciales de Perón cuando preparó especialmente una habitación
aislada “para el preso de Martín García”. Eran cartas clave con respecto a lo
que se avecinaba: una dirigida al Coronel Velazco y la otra a Eva Duarte.
El resultado de la planificación efectuada por Carrillo y su equipo se
materializó entre 1946 y 1954 cuando, entre otros extraordinarios logros, la
dotación de camas pasó de 66.000 a 132.000 (cifras aproximadas), se edificaron
más de cuatro mil establecimientos sanitarios, disminuyó ostensiblemente la
mortalidad por tuberculosis, se redujo notoriamente la mortalidad infantil del
90 por mil al 56 por mil, se erradicaron epidemias como el tifus y la brucelosis
y enfermedades endémicas como el paludismo, y aumentó visiblemente la esperanza
de vida de los argentinos y argentinas en menos de una década.
Más allá de las cuestiones vinculadas al éxito obtenido por la política
sanitaria, Carrillo perteneció a la misma generación que fue promotora del
desarrollo de una clara alineación nacional, formación que tuvo íntima relación
con el proceso cultural descripto precedentemente y con una literatura de época
que receptó las ideas, conceptos y anhelos de una comunidad que aspiraba
fervientemente a su autodeterminación y que se expresó con nitidez en las
jornadas del 17 octubre de 1945 en la consigna “patria sí, colonia no”.
Carrillo compartía con otros científicos y pensadores de su tiempo una
concepción orgánica de la sociedad en plena sintonía con el pensar del mismo
Perón, tal como expresara en “La comunidad organizada”, concebida en un
“(…)clima epocal caracterizado por antagonismos de sistemas opuestos y de
clases, y que emerge como una propuesta de armonización entre los intereses
individuales y colectivos en el marco de una organización estadual que asegure
la dignidad de todos, y de una democracia real, donde el único verdaderamente
soberano y protagonista es el pueblo”9. Esta “comunidad organizada” emerge como
respuesta y propuesta a otra antítesis de la época, ya que “… evidenció una
exacta comprensión del conflicto latente que se establecía por entonces, entre
el adelanto científico-tecnológico por un lado, y la preservación y exaltación
de los valores de la dignidad del hombre, por el otro”10.
Si bien Carrillo provenía de una tradición católica, no dudará en impugnar
ciertas concepciones que a su criterio desnaturalizaban en la práctica tal
doctrina. En su discurso de asunción expresará que “(…) la medicina curativa de
las clases no pudientes, en virtud de ese régimen individualista tradicional, se
fundó principalmente en la caridad cristiana, base sentimental que resulta ya
anacrónica, socialmente insuficiente y moralmente diminutiva de la moralidad
humana”11. Tal expresión implica una evidente modificación del paradigma
sanitario de la época, para concentrarse en lo asistencial a través del concepto
de una medicina social orientada fundamentalmente a lo preventivo, y en donde la
dualidad “sanidad/enfermedad” se relacionan con el entorno en el que se
desarrolla el ser humano.
Carrillo comparte la prédica anticolonialista de la época y la necesidad de
integrar un movimiento dotado de esa épica emancipadora que nutre el surgimiento
del Primer Peronismo. Ese ideal emancipador cuyo objetivo será la liberación
integral del país “(…)es ideológicamente definitorio dada la implantación
histórica de estos movimientos en un continente estructuralmente dependiente y
trae como consecuencia que, como en toda empresa independentista nacional, los
movimientos agrupen en función de la pertenencia a la nación más que de la
pertenencia a una clase. Esta circunstancia los hace policlasistas y, aunque
predominantemente se componen de los sectores populares y obreros, no están
atados a dogmatismos de clase; es decir, son más nacionales que
clasistas. Precisamente, el contenido nacionalista que portan es criticado por
ciertas perspectivas internacionalistas y esa característica, sumada
mecánicamente a la circunstancia de que varios de los líderes populares
provienen de las fuerzas armadas, basta para que algunas versiones los tilden de
‘militaristas’, ‘nazis’ o ‘fascistas’”12.
Carrillo y su equipo expresarán aquello que señaló el filósofo Armando Poratti,
cuando enunció que “(…)la imbricación de filosofía y acción resulta en nuestra
América de su mismo carácter esencial de mestizaje (…). Fue el único lugar donde
la expansión europea mezcló su sangre con las etnias nativas, a lo que agregaron
los africanos y otras fuentes múltiples. El mestizo es en sí mismo una
resultante no dialéctica, una unidad de diferencias reales y tal vez contrarias
(…). América entonces no permite, pues, un lugar claro desde el que se la pueda
‘contemplar’, esto es, hacer ‘teoría’ sobre ella. Se la entiende en la acción
que al mismo tiempo la va creando, en el trato con los elementos y conflictos
profundos que la constituyen”13.
Uno de los pilares de la revolución sanitaria que impulsó el Primer Peronismo de
la mano de Ramón Carrillo fue la Enfermería. En la Universidad Nacional de Lanús,
el Ciclo de Licenciatura en Enfermería y la Licenciatura en Enfermería con
dependencia académica en el Departamento de Salud Comunitaria (Resolución
Ministerio de Educación Nº 2111/98) fueron creados con el claro espíritu de
retomar algunos de aquellos valores sobre los que se sustentó esa profunda
transformación en materia de Salud Pública.
En palabras de Ana Jaramillo, una de las razones que orientan el rescate y
actualización de esos pilares se orienta a crear “(…) una epistemología de la
periferia así como para intervenir en la realidad de nuestras naciones; debemos
descolonizar los aún persistentes paradigmas europeístas y globalizadores en la
educación, la cultura y también en la toma de decisiones políticas que pretenden
ser universales ya que ellas no se aplican a sociedades imaginarias,
racionalistas y universales”.14
En cuanto al aprendizaje y los basamentos en los que se fundamentan las carreras
de Enfermería en la UNLA es menester destacar que la conformación del plan
curricular se enmarca en el campo de la Salud Pública, basado en los grupos
poblacionales. Se apunta a que el abordaje de la Salud Pública se trace mediante
dos dimensiones de aplicación: en tanto campo interdisciplinario de
investigación y como campo para la acción, con una concepción fuertemente
localizada en el servicio y promoción de la salud, la prevención, la asistencia
y la rehabilitación.
Estos principios integrales guardan estrecha relación con una herencia
proveniente de aquellos años de estoicas transformaciones estructurales y que se
reproducen en la enseñanza en esta universidad, en cuanto al estudio
epidemiológico de las condiciones de salud de las poblaciones humanas, en primer
lugar, y a la respuesta social organizada a esas condiciones de salud.
La incorporación del Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano como
condición de egreso para todos los alumnos de la Universidad -incluidas la
carreras referidas- permitirá a los estudiantes vincularse con el proceso
histórico, cultural y social que precedió a esa profunda transformación
sanitaria impulsada durante el Primer Peronismo. El objetivo es que el
estudiante pueda comprender que los distintos modos de concebir la salud no solo
responden a las condiciones materiales existentes en cada época, sino que
responden a cosmovisiones y concepciones del ser humano y de la sociedad. El
seminario, además, atraviesa cuanto menos dos siglos (XIX y XX) donde los
alumnos podrán observar otros períodos y otros procesos desde la lectura de
autores de las más diversas perspectivas y orientaciones.
En el marco del seminario, los alumnos del Ciclo de Licenciatura y de la
Licenciatura en Enfermería pueden optar por el abordaje de los procesos
socio-culturales que se operaron en nuestro país y en nuestra America, y elegir
el estudio de aquellos ejes que fueron determinando las distintas políticas de
salud. Quienes opten por el estudio de alguna obra de Carillo -u otro referente
de orientación sanitarista- podrán formular críticas con total libertad, ya que
el espíritu que guía a este seminario es el de aportar una información que
permita, por una parte, incorporar nuevos saberes, y por la otra, desarrollar un
amplio sentido crítico respecto a esos mismos saberes.
En suma, el Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano propone una
mirada critica sobre un esquema científico que presupone cierta asepsia, además
de estimular el compromiso social que debe primar en toda profesión, más aún en
las vinculadas a temáticas tan esenciales como la Salud Pública.
(I) Publicado en LA ENSEÑANZA DE LA ENFERMERÍA EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL Y
POPULAR. El caso de la Universidad Nacional de Lanús. Ramón Alvarez y Silvia
Cárcamo EDITORES- AUTORES. EDITORIAL UNIVERSIDAD NACIONAL DE LANUS- EDUNLA.
* Docente titular del Seminario de Pensamiento Nacional y Latinoamericano de la
Universidad Nacional de Lanús. Director del Departamento de Planificación y
Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Lanús
** Licenciada en Periodismo. Universidad Nacional de Lanús
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