ZONA
LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“Voy a las milongas a bailar y ahí
-mientras dura el embrujo- soy una Ivette, una Malena, una Margot...”
Entrevista a Alicia Grinbank por Rolando Revagliatti
Alicia Grinbank nació el 20 de noviembre de 1949 en Buenos Aires, ciudad en la
que reside, la Argentina. Egresó en 1993 en la especialización Literatura, por
la Alianza Francesa de Buenos Aires. Entre otros, obtuvo en el género poesía el
Primer Premio del Concurso Literario “Olga Orozco” (con prosa poética) en 2002 y
el Primer Premio del Concurso Literario “Alberto Luis Ponzo” en el mismo año,
organizados ambos por la Universidad de Morón, así como el Primer Premio en el
Concurso “Carlos Alberto Débole” por su libro “Curanto” en 1993; Tercer Premio
en el Concurso de Poesía “Leopoldo Marechal” organizado por el Museo Saavedra en
2000, mientras que en el género cuento recibió el Primer Premio en el Certamen
“Discurso Abierto” en 2005; además, el Segundo Premio en el Cuarto Certamen
Literario Programas Médicos en 2006, el Primer Premio de Cuento de la Editorial
Torremozas, España, en 2011 y el Segundo Premio del Concurso Victoria Ocampo en
2013. Coordina talleres de orientación en la escritura y cursos de lectura desde
1987, en forma privada y en instituciones de su ciudad y del conurbano
bonaerense. Como profesora de francés enseña y traduce. Poemas y artículos suyos
aparecieron, por ejemplo, en el suplemento cultural del periódico porteño “La
Razón”, en la revista “Uno Mismo” de la ciudad de Buenos Aires, en el periódico
marplatense “La Capital”. Incursionó en la co-coordinación de un Café Literario
en 2007: “Mirá Lo Que Quedó”, junto a Alfredo Palacio, Alberto Boco y Rolando
Revagliatti. Fue invitada a participar de la Antología Oral de la Poesía
Argentina en 1996; asimismo fue incluida en las antologías “Poetas Argentinos de
Hoy” (editada por la Fundación Argentina para la Poesía, con selección de Julio
Bepré y Adalberto Polti, 1991), “Por la Senda del Reencuentro Chileno-Argentino”
(editada por el Centro Cultural Chileno “Gabriela Mistral”, 2005), “Testimonios
del Presente” (Editorial La Luna Que, 2008), “Memorias del Vino – Poemas
Elegidos” (en Uruguay, 2007), “Travesías Poéticas – Poetas Argentinos de Hoy”
(edición bilingüe español–francés, Editorial L’Harmattan, 2011), “Antología de
Poesía Argentina 18 Poetas” (Alción Editora – Reflet des Lettres, 2012), etc.
Publicó los poemarios “Bruma y verdor” (1987), “Curanto” (1992), “La balsa de la
medusa” (2002), “Noche cerrada” (2006) y “Pulmón de manzana” (2011); y en
co-autoría con Manuel Bendersky: “Alguien que amo rodea mi cintura” (poemas
cubanos, 1993).
1 – Y un día naciste…
AG – Sí, en el barrio de Floresta, cuando los niños jugábamos en la calle. Mi
padre era un pequeño industrial que cuando podía zafar de su trabajo se sumergía
en la lectura –gran lector el viejo-: tal vez ahí empezó todo para mí como
escritora. Mi madre –gran laburante la vieja-, atendiendo sus cuatro hijos y
“sacando las papas del fuego” cuando a mi padre los vaivenes financieros le
naufragaron su economía. Después vivimos en el barrio de Flores, a una cuadra de
la Basílica que frecuentaba la familia Bergoglio, y fue en esa adolescencia que
aparecieron los primeros textos literarios; en el colegio secundario destacaba
en Literatura, Castellano, en las materias humanísticas e idiomas, pero era
pésima en Matemáticas y Física. Amé el idioma francés desde chica y comencé a
estudiarlo a los catorce años; la cultura francesa me fascinaba y, ya adulta,
completé ocho años de estudios en la Alianza, los últimos vinculados a la
civilización y a la literatura (Marcel Proust, Gustave Flaubert, Jacques Prévert…).
Me casé muy joven, así que anduve a los tumbos procurando entender de qué se
trataba el matrimonio, cuando yo, en realidad, estaba más para seguir
estudiando. A mis veinte años nació mi hijo Alejo, y un lustro después mi hija,
Lucía (ellos dos y mis cinco nietos son los mejores premios de la vida).
2 – Y un día escribiste.
AG – La literatura parecía no tener cabida en la cotidianeidad de una muchachita
judía “bien casada”. A mis veinticinco años comenzó la gran crisis (la lucha ha
sido mucha): la literatura estaba esperándome y yo no acudía: no me alcanzaban
mis lecturas solitarias ni mis poemas sueltos: algo “allá afuera” precisaba ser
explorado por mí. Y ahí me conecté con muy buenos maestros: Mario Morales, Syria
Poletti, Santiago Kovadloff, Humberto Costantini. Me orientaron tanto en poesía
como en narrativa. A los pocos años ya coordinaba talleres y me involucraba en
la vida literaria de Buenos Aires, concurriendo, participando en lecturas
públicas y en presentaciones. Continué mis estudios especializándome en
literatura francesa. Fui docente en literatura y en idioma francés de alumnos
secundarios y, más tarde, los talleres que coordinaba crecieron en número y en
diversidad, cuando organicé grupos de taller de escritura y de lectura en cuento
y novela, actividad que continúo. Además de los grupos privados, de las
correcciones de libros o ensayos de profesionales de diversas disciplinas y de
traducciones que realizo, tengo a mi cargo desde hace varios años un taller de
lectura y análisis: “Degustando Cuentos”, en un espacio cultural del barrio
Villa Urquiza.
3 – No has publicado todavía tu narrativa breve.
AG – No, pero va a suceder este año. Vengo más imbuida con mis cuentos (los que
siempre escribí pero sin “atenderlos”). La narradora me sitúa en otro lugar como
escritora. La poesía fue una inconsciente necesidad, casi autobiográfica (desde
luego, no ignoro que cualquier palabra escrita es ineludiblemente
autobiográfica). Concebir historias “ajenas” es una labor más rigurosa: el
contacto objetivado con los personajes y argumentos no es lo mismo que el
trabajo poético que, en general, proviene de cimbronazos, miedos, desdichas y
anhelos de la propia vida del poeta. (Partiendo de “Curanto” yo ya estaba
narrando en cada poema.)
4 – ¿Y si nos trasmitís las características de tus historias, si la microficción
te convoca, si prevés alguna nouvelle…?
AG – Puedo adelantar que el libro de cuentos se titulará “El lento crecer de la
marea”, título a su vez de uno de los textos del volumen, el que estará dividido
en dos apartados. El primero de ellos reúne historias vinculadas al mar: ese eje
temático responde a que el mar es uno de mis paisajes más amados; siempre -desde
que era una niña- con mis padres, hermanos, tíos y primos veraneábamos en la
costa; luego, adulta -casada y con hijos- y hasta ahora, el mar fue un lugar
revisitado. El segundo apartado del libro consta de cuentos urbanos… o
suburbanos, pero es nuestra ciudad su escenario. Mis cuentos son, en su mayoría,
realistas, y diría que ese modo es el que más me satisface a la hora de escribir
y de leer; aunque me rindo ante los “encantamientos” de la literatura fantástica
de Cortázar. Con respecto a la microficción, hace poco tiempo -a propósito de un
concurso- he escrito unos relatos que no debían superar las 100 palabras, y en
el transcurso de mi vida literaria hubo algunos breves o muy breves. Por otro
lado, tengo en mente algo más novelístico –algunas páginas comenzadas ya– sobre
historias de mujeres y hombres en desdichas y desencuentros amorosos.
5 – No nos vemos, me parece, desde 2008. Nunca te vi bailar, pero recuerdo que
habías incorporado la música tanguera a tu vida.
AG – Y persisto: voy a las “milongas” a bailar y ahí –mientras dura el embrujo-
soy una Ivette, una Malena, una Margot, una Esthercita, una Madame Ivonne. La
tríada francés-literatura-tango me atraviesa. Este poema mío que transcribo, tal
vez exprese mejor que yo lo que siento en ese escenario:
TANGO BRUJO
Ese que vive en el suburbio
que usa mal los verbos y gasta cursilería en el chamuyo
ése que ciñe el talle en la milonga rea
en el loco giro desde el alma
o en el fangal del dos por cuatro
ése… te cabeceó a vos, morocha:
la sabia la ilustrada la que dice Macbeth de memoria.
Ahora su abrazo apaga la luz de tus páginas urdidas
te hace china cruel percanta
dulce muchachita perfumada.
Y si después el salón se desnuda de sombras y siluetas…
¿qué importa… qué importa del después?
Y para completarla, Rolando, también estudio canto con una excelente profesional
y cantante de tango. Fijate qué curioso: hace poco tiempo intenté "estudiar" con
ella un bolero ("Nosotros", precisamente) y si bien no es difícil, me costó
interpretarlo, me sentí mucho menos "suelta" que cantando tangos: ese género me
es más familiar, me hallo más identificada con él; seguramente esto obedece a
que mi padre, que era un amante de Gardel, nos cantaba sus tangos a mis
hermanos y a mí...: tuvo mucho peso esa impronta.
6 – Descubro ahora que cuando vos naciste, Alicia, yo vivía en Floresta. Y que
después viviste en Flores: yo vivo en Flores, a tres cuadras de la histórica
Basílica. Sigamos con nuestra ciudad: seguí vos con nuestra ciudad, vos, que
como yo, somos especímenes tan porteños, tan de este puerto, tan tangueros. ¿En
qué otros barrios residiste y qué te fue pasando con la Reina del Plata?
AG – Cuando me casé, dejé Flores -el barrio donde pasé mi adolescencia- y me fui
a vivir a Villa Crespo; después me alejé de lo urbano y viví con mi familia en
Olivos durante 16 años: allí conocí el frescor de los jardines, la quietud de
sus calles y amé ese lugar. Pero Buenos Aires “tiraba” y la circunstancia de mi
divorcio me trajo otra vez para la urbe: Belgrano, Núñez, fueron los barrios que
me vieron andar por esos tiempos; también residí en Bariloche, aproximadamente
un año; aunque bello su paisaje por donde se lo mire, nunca llegó a borrar la
huella de mi ciudad natal. Hoy vivo muy complacida a media cuadra de la estación
Colegiales y, si bien en todos mis libros aparece el aura de la Reina del Plata
nombrando sus lugares, su río, sus noches, sus tangos, “Pulmón de Manzana” -el
más reciente- tiene a éste, mi barrio, como centralidad poética.
7 – El 20 de junio de 2007, en el segmento “La Canción de Rolando”, dentro de
nuestro “Mirá Lo Que Quedó”, recitamos algunos poemas de “Palabras” de Jacques
Prévert (1900-1977): vos, Alicia, en francés, y yo, tus versiones al castellano.
¿A qué otros autores has traducido? Y hasta donde me consta, has traducido al
francés poemas de los argentinos Gustavo Tisocco y Juan García Gayo.
AG - A los que nombraste, agrego la traducción al francés del libro “La
cacería”, del poeta santafesino César Bisso, un poema del libro “Filamentos” de
Alfredo Palacio, y mis propios poemas de “Pulmón de Manzana” incluidos en la
antología “Travesías Poéticas”.
Aunque el tiempo no me sobra demasiado -entre los talleres que coordino, mi rica
vida familiar y mi propia escritura- voy a hacerme un huequito para uno de mis
tantos proyectos para el 2015: traducir del francés algunos cuentos de Guy de
Maupassant.
8 – Juan García Gayo (1932-2013): un poeta que valoramos. ¿Cómo lo recordás vos,
que has leído textos suyos en la presentación del Grupo Travesías Poéticas en la
Alianza Francesa central? ¿Qué características tuvo aquella presentación,
quiénes intervinieron, cuándo sucedió?
AG – A Juan lo recuerdo con afecto no sólo por su condición humana sino también
por su poesía, que me impacta desde su audacia y originalidad: se mete con lo
cotidiano, con el absurdo, cuenta historias desopilantes mientras escribe
poesía; no obstante, detrás de esos rasgos que desacralizan el poema
ofreciéndose al lector como materia viva, hay una gran ternura y un sentido
dolor por lo cruel e injusto de este mundo.
La ocasión a la que te referís sucedió en 2009 en la Alianza Francesa central de
Buenos Aires donde se concretó -a través de video conferencia- un proyecto de
intercambio entre un grupo de poetas franceses y un grupo argentino. Los
coordinadores en Buenos Aires fuimos José Emilio Tallarico, Luis Raúl Calvo,
Ramón Fanelli y yo; en Francia -Paris más precisamente-, Nicole Barrière,
Philippe Tancelin, José Muchnik. Se homenajeó al poeta argentino Roberto Juarroz
y al poeta francés René Char y se conocieron en traducción simultánea poemas del
argentino invitado –Juan García Gayo de nuestro lado, y de Claude Ber, del lado
francés-. A mí me tocó el honor de traducir los poemas de Juan. Fue un hermoso
acto. Tuvo, además, la música en vivo del bandoneón de Enrique Patet sobre el
escenario del auditorio de la Alianza. Merced a la editorial L’Harmattan se
publicó el volumen bilingüe con textos de quienes conformamos “Travesías
Poéticas” y de otros poetas como, por ejemplo, Irene Gruss, Michou Pourtalé,
María Teresa Andruetto…, por nombrar solo algunos.
9 – Gayo, además, presentó tu último libro en la Biblioteca Nacional. ¿Cómo
fue?: sigamos recordándolo
AG – Nos embarcamos en una suerte de reportaje-conversación que rondó temas como
el quehacer poético, mi trayectoria, el sentido de mi elección literaria, mi
manera de construir el poema, la articulación entre forma y contenido, etc.
Tener a Juan como interlocutor, más que como disertante o crítico, me satisfizo
ampliamente: realzó la presentación del libro y, asimismo, permitió al público
estar ante un poeta de fuste quien, a través de sus preguntas, ponía de relieve
conceptos artísticos y filosóficos.
10 – “Ver Prévert”: así se tituló la semblanza poética que ofreciste en 2004 en
la Alliance Française del barrio de Belgrano. “Ver”, no sólo leer Prévert. ¿Qué
ves, qué viste hace una década y mucho antes, qué sugerís que vean quienes
todavía no se arrimaron a su obra?
AG – La elección de ese poeta como homenajeado provino del impacto que me
produjo la lectura -allá en mi adolescencia- de su libro “Paroles”. Todavía
tengo a ese librito en edición bilingüe (traducido por Juan José Ceselli),
descabalado el pobre en mi biblioteca pero refulgiendo con su ternura, su
profundidad y aguda mirada crítica sobre el mundo…: poemas inolvidables como
“Desayuno”, “Arenas movedizas”, “Pater Noster”; y sobre todo el titulado “Paris
at night”, donde el yo poético recorre a la mujer amada a la luz de encender
consecutivamente tres fósforos cerca de ella y luego sumergirse ambos amantes en
la completa oscuridad para estrecharse.
Cuando presenté aquel espectáculo, “Ver Prévert”, jugué con las sonoridades del
verbo ver y el apellido Prévert, pero además quería mostrarlo, que vieran a ese
grande. Fue, además, un hombre muy ligado al cine como guionista y ambientador.
Poetas como él, el mismo García Gayo, o Joaquín Giannuzzi nos revelan y develan
una otra poesía: sin altisonancias ni floreos: partiendo de lo nimio, lo
rutinario, lo doméstico, alientan emoción y pensamiento.
11 –Y pasemos a otro escritor francés: René Daumal (1908-1944), quien discernió:
“La materia prima de la emoción poética es un caos cenestésico. Una mezcla
confusa de emociones diversas es en principio dolorosamente sentida en el
cuerpo, como un hormigueo de vidas múltiples que tratan de escapar. Es por lo
común ese penoso sentimiento el que fuerza al poeta a tomar la pluma, ya sea que
lo experimente como una vaga e imperiosa necesidad de exteriorizarse, o de una
manera menos grosera.” Tanto en “Curanto” como en “La balsa de la medusa”
preceden los respectivos poemarios unas líneas tuyas que no percibo distantes de
lo que acabo de encomillar.
AG – Tienes verdad, Rolando: esos fueron mis primeros libros donde necesité tal
vez una humilde Ars Poética. El Curanto, esa comida típica chilena cocinada
lentamente en un hoyo en la tierra, me evocó la labor poética: el alimento crudo
-la materia prima que va largando sus jugos en el corazón del poeta hasta que un
día se anuncia y da a luz lo soterrado-. La Balsa de la Medusa, un famoso cuadro
de Théodore Géricault: náufragos en medio de la tempestad, como nosotros casi
hundiéndonos en la desesperación hasta que sobreviene la escritura -madero para
aferrarse, luz de rescate-. Las palabras de Daumal –“un hormigueo de vidas
múltiples”- me recuerdan a un concepto del francés Michel Houllebeq que
distingue a la rumia como una de las fases en la creación poética.
12 - ¿Qué relación existe entre obra y experiencia poética? ¿Son inseparables?
AG – Tendríamos que hablar de dos momentos fundamentales: el primero nace de la
captación -consciente o no- de un elemento, escena, situación o palabra que
desencadena la necesidad de verter en poesía lo visto u oído; germina adentro de
uno, recomponiéndose una y mil veces hasta que aflora en la escritura: tal
proceso conformaría a grandes rasgos la experiencia poética. El segundo momento
ocurre cuando se decide “poner manos a la obra”; esto implica corrección,
estilización de ese material primigenio; aplicarle objetividad, renunciar a
aquello que no favorece al texto. En mis talleres de escritura procuro
transmitir la idea de que si se trae un texto para considerar, debemos tratarlo
como un objeto más que como un sujeto; esto no desprecia la humanidad de quien
lo ha procreado, ni la emoción de ese autor -siempre hay que tenerla presente-,
pero si tiende a ser obra, no mera catarsis…, afinemos la mirada, “afilemos” la
pluma… Cortázar bien lo dice: “…cualquiera que vea un borrador mío puede
comprobarlo: muy pocos agregados y enormes supresiones…” Puede uno conformarse
con la primera instancia epifánica de captación inicial seguida de su explosivo
desmadre escritural; pero si decide constituir una obra con ese material, su
labor será entonces más racional, “terrenal” y distante.
13 - Es a partir de un diálogo con Joaquín Giannuzzi que mantuvo el poeta
Guillermo Saavedra, que me permito preguntarte: ¿Has contemplado palabras y te
has emocionado con ellas sin conocer sus significados y tras preservarlas de la
servidumbre del sentido, has intentado concebir un poema?
AG – Me sucedió eso, por ejemplo cuando descubrí la palabra clámide, de la cual
desconocía su significado (es una túnica romana, supe después); me pareció tan
hermosa, tan flor, tan pura, que la usé como seudónimo al enviar a un concurso.
Y otras veces ocurrió casi lo contrario en dos sentidos: conocer el significado
de una palabra, encontrarla antipoética -casi desagradable por sus
connotaciones- y necesitar sin embargo incluirla en un poema; a saber: uno de mi
libro “Noche cerrada” se anima con el vocablo esófago: “espero que el tiempo y
la hiel recorran su largo esófago/ y calme/ calme el ardor/ la nostalgia de tu
cuerpo”.
En el prólogo de su libro “Temblor del cielo”, Vicente Huidobro dice: “…la
poesía es el vocablo libre de todo prejuicio…”.
14 - Así concluye la novela “Un comunista en calzoncillos” de la argentina
Claudia Piñeiro: “La vida es una sucesión de actos miserables interrumpidos por
unos pocos y pequeños actos heroicos, y es en el promedio de todos ellos donde
logramos sentirnos dignos. Donde queremos que al menos un testigo nos sepa
dignos. Aunque no lo seamos.” Y esto afirmó el filósofo español José Ortega y
Gasset (1883-1995): “La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una
suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhelamos ser.” Y para vos, Alicia,
¿qué es la vida?...
AG – Hoy, y destaco especialmente el momento, ya que el criterio sobre la vida
va cambiando con los años, hoy siento que la vida es no anclarse en esos
flash-back del pasado que retorna, que no sean ancla para vivir el presente; no
quiero para mí esos versos del tango “Naranjo en Flor”: “toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado”. A través del psicoanálisis exploré mi pasado y
comprendí las causas de los desaciertos, de las repeticiones, supe de dónde
provenían ciertos infortunios; con todo ese bagaje -mi libro interior leído y
releído- pienso menos y hago más. Tal vez eso sea la vida para mí: deseo con
acción, sueño con realización. Otro poeta asiste mi pensamiento en este sentido:
Eliseo Diego establece en un poema para su hija: “estar es lo único que
importa”. Y otra idea que estuve alimentando en estos últimos tiempos: que el
arte no sea para mí sólo esa cosa exterior que me conmueve a través de alguna de
sus expresiones –libros, cine, pintura-, sino cultivarlo en cada uno de mis
actos, de mis relaciones: comprender la importancia de lo que tengo y de quienes
están a mi lado, valorar el instante. Lejos estoy de ofrecer mi experiencia como
dogma, porque soy muy consciente de que las condiciones de cada vida son harto
diferentes entre sí, el azar –y solo el azar- me hizo nacer “bajo techo”, con
comida e instrucción para poder pensar posteriormente sobre la vida y además
“escribirla”.
15 - En ocasiones he visto en revistas, primeras versiones de poemas y segundas
y definitivas versiones –Borges, seguro-, lo cual permite asomarse “a la cocina”
del autor. También he visto que en “Roña criolla” de Ricardo Zelarayán (Libros
de Tierra Firme, Buenos Aires, 1991), éste incorpora al corpus cuatro poemas y
sus segundas versiones, y un poema con sus segunda y tercera versiones. ¿Te ha
sucedido que aspirando a pulir un poema, concluyeras con que la segunda versión
obtenida te resultara, en realidad, tan válida como la primera? ¿Has procedido
alguna vez como Zelarayán o estuviste tentada de dar a conocer dos versiones de
un poema?...
AG –Mirá, yo soy lenta, muy, tanto en la rumia como en la confección de un poema
o cuento. Y cuando sale a la luz ya está: puedo retocar mínimas cosas o adecuar
según la conveniencia. Un caso: expresiones en algunos poemas que no serían
entendibles a la hora de mandar a un concurso en el exterior; ahí sí meto mano y
adapto el verso o la palabra. Con los cuentos este trabajo es mayor y a veces
imposible, porque hay un espíritu en lo que narro que difícilmente se pueda
alterar mucho. Te doy un ejemplo para ambos géneros: un poema mío comienza así:
“Cuando yo era chica …” y al enviarlo al exterior preferí “Cuando yo era niña…”;
tengo un cuento muy porteño donde el personaje tanguero utiliza frases como
ésta: “…y de a poquito, como un duque, me la levanté”; es cierto que si se
quiere se puede traducir, pero la gracia de esa frase tan nuestra es
irreproducible. Por eso hay cuentos como el antedicho, que directamente no envío
a concurso fuera de nuestro país. Es probable que si alguna vez hago una
antología de mi propia poesía modificaré mínimamente algunas cosas, aunque no
creo que muestre las distintas versiones ya que -reitero- no habrá cambios
sustanciales.
Alicia Grinbank selecciona para acompañar esta entrevista, en enero de 2015,
seis poemas de su autoría:
La mujer de Lot
Más vale -se dijo-
ser estatua de sal
que errar sin sabor en la boca.
Más vale -se dijo-
que mis pequeños ojos se impresionen
y salgan de sus cuencas y echen a volar
gritar por un instante
encenderme cantar
perder mi nombre para siempre
(¡que se lo lleve Lot como trofeo!)
Más vale -se dijo-
la boca abierta del misterio
lo que no me ordenó Dios
lo que está por verse
lo que no conozco.
(de “Curanto”)
Las que No
Infladas por el viento
las camisas del hombre
aletean
su colorida vacuidad.
No son esposas a la espera
de la ensombrecida bestia de oficina
esposas humeantes de hijos
esposas sociales de brocato en Navidad.
Las camisas del hombre secándose en la soga
saborean ya a cada lengüetazo de sol
el olor del hombre la piel del hombre.
Sin preguntas
como alegres cortesanas.
(de “La balsa de la medusa”)
Sangre y Orina
Alineados sobre la fría mesada
el frasco ambarino y el tubito rubí
irán al desguace microscópico.
Días después mi confiable clínico
leerá en el hermetismo cifrado del papel
y yo beberé sus vaticinios
con la ávida sed de la ignorancia.
Pero él ignora también:
reduce mi angustia a un color “ligeramente turbio”
ve brillantes hematíes en un campo
donde es noche cerrada.
Ciego a mis heridas dice “cristales no se observan”
Densidad: ¿cómo medir lo insondable?
Espacios abisales de células muertas
y recuerdos en flor.
Perdido él en mi niebla
perdida yo en su niebla:
no hay valores de referencia.
(de “Noche cerrada”)
No es el fulgor de la mañana
en la feria municipal al lado de las vías
ni el alboroto de changuitos
ni el regateo ni el pregón lo que conmueve.
Es a las dos de la tarde cuando levantan los puestos
que la belleza se alza:
esa dimensión de verduras pisoteadas
la fetidez más pura
perros lamiendo el sueño de algo entero
el osario de fierros que cargan los camiones
y esa calle
que no pide agua de socorro
sino -el próximo sábado-
la resurrección.
(de “Pulmón de manzana”)
- ¿Y qué es un traidor?-
-Bueno, es uno que jura y miente-
(“Macbeth” - Acto IV. William Shakespeare)
Sala de Espera
El bebé llora en el joven padre que lo mece torpe:
prueba con el chupete, mueve el cochecito,
lo levanta.
Persiste el arropadito se desgañita
se crispa mal sujeto entre esos brazos incapaces.
¿Y ella? ¿la dadora la dueña la nodriza?
Ya pagó la consulta en recepción y regresa.
Desabotona y descubre su pleno mediomundo
para el ansia del becerro.
Ya no cabes en la escena, joven padre.
Y lejos muy lejos de la niebla de ese goce
te preguntas por qué ella juró alguna vez bajo tu espada
que su manantial sería siempre y solo para ti.
(Inédito)
Escena Final
Está enojado el hombre, iracundo, digamos.
Y es lógico, ella lo ha crispado hasta la puteada.
Sacó de él lo que tanto calló y perdonó y contuvo.
Ahora es un hombre solo en la calle del dolor,
desfilan taxis vacíos parejitas abrazadas
y el hombre vuelve a su casa.
Abre las ventanas y de ella arroja las cartas,
alguna chalina perfumada.
Luego pega el grito. Se deja caer por ese tragaluz infame:
rebota en el patio de planta baja entre condones y verduras
desnucado feliz
por la noticia que ella recibirá a la mañana.
(Inédito)
Entrevista realizada a través del correo electrónico: En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Alicia Grinbank y Rolando Revagliatti, enero 2015.
http://www.revagliatti.com.ar/011003.html
http://www.revagliatti.com.ar/030428.html
http://www.revagliatti.com.ar/030428_grin.html