Un proyecto en construcción… un pueblo en marcha

El siguiente video fue proyectado durante el cierre del Programa Formarnos en la UNLa en noviembre de 2014. La presentación la realiza el vicerrector de la UNLa (Universidad Nacional de Lanús), Dr. Nerio Neirotti, quien analiza la relación sujeto popular-proyecto político, resultando un valioso aporte para la formación política de la militancia.

1. Análisis de los dos últimos bloques históricos

Las grandes transformaciones de la realidad se hacen cuando hay una íntima articulación entre un gran sujeto popular movilizado y un proyecto político nacional.

Este proceso, esta imbricación entre sujeto popular y proyecto político, puede observarse en la conformación de bloques históricos cuyo principal rasgo es su carácter nacional, popular y democrático.

El primer bloque histórico que analizaremos tuvo vigencia de 1945 a 1976, año en el que la dictadura comenzó a desarticular el tejido social construido durante un largo período. Tuvieron que pasar más de 20 años para que a partir de 2003 se generaran las condiciones para la constitución de otro bloque histórico transformador, que sigue desarrollándose en nuestros días.

El primer gobierno peronista se irguió sobre la base de tres pilares: la clase trabajadora, el empresariado nacional y el ejército industrialista. También tuvo influencia y participación la Iglesia aunque luego defeccionó como lo hicieron el empresariado y el ejército. Durante el peronismo las organizaciones sindicales, las organizaciones cooperativas y las llamadas organizaciones libres del Pueblo formaron una ligazón que estaba dada por una identidad nacional y popular compartida.

Con el golpe militar de 1955, el bloque nacional y popular fue derrotado. Sin embargo, quedaron muchas cosas en pie.



En primer lugar, más allá de la proscripción política, se mantuvo la capacidad de movilización política que estuvo activa y en movimiento durante 18 años. En segundo lugar las instituciones que el peronismo había inscripto tales como los sindicatos y todas aquellas propias del constitucionalismo social como los derechos de los trabajadores, los derechos a la salud y a la educación, la protección de la niñez y de la tercera edad, permanecieron porque estaban en el imaginario y en la voluntad de todos los argentinos. En tercer lugar, la cultura peronista, que se transmitió de generación en generación. En esa familia argentina que había adquirido la dignidad del trabajo, del salario, y que había obtenido condiciones laborales dignas, vacaciones pagas, acceso a la educación y a la salud.

El movimiento peronista que luego de 1955 contaba con el apoyo sólo de los sectores populares y trabajadores fue ganando nuevos aliados, nutriéndose sobre todo de numerosos contingentes juveniles.

El régimen militar fue crecientemente presionado por una diversidad de organizaciones sociales y fuerzas políticas. El propio Juan Domingo Perón fue armando diversos frentes para aislar al régimen. Se produce, de esta forma, el regreso de Perón en 1973 pero tras su muerte un año más tarde, con la división interna del peronismo y el estado de debilidad de la organización popular, comienza el período más sangriento de la historia argentina.

La dictadura militar de 1976 terminó por romper lo que podríamos llamar un "empate hegemónico". Hasta ese momento histórico los sectores nacionales y populares impedían con su organización y lucha, que se limitaran o hicieran desaparecer sus derechos, pero no podían erigir un proyecto propio. A su vez, los sectores oligárquicos no contaban con las condiciones políticas para imponer un modelo neoliberal.

La resolución del empate hegemónico se definió no por las urnas, no por el juego político electoral sino a través de la supresión de nuestra ley fundamental, la Constitución Nacional y por medio de la represión, la prohibición de las actividades políticas, el autoritarismo, la prisión, la tortura y la desaparición de personas.

La dictadura militar destruyó las organizaciones sociales y políticas populares, quebró el tejido social solidario, desmembró a la industria nacional, debilitó al movimiento y a la organización de los trabajadores y derribó las instituciones instaladas durante el primer gobierno peronista.

Posteriormente, desde 1983 hasta 2003 no se dieron las condiciones para que se generara un nuevo bloque histórico popular y nacional. Si bien se asistió a la recuperación democrática en 1983, fue una democracia lavada, una democracia jaqueada. Se habló de generar un nuevo movimiento histórico pero pronto se reflejó que tenía mucho de clase media y poco de clase trabajadora. También se hizo un gran hincapié en el anti-autoritarismo pero se estigmatizó a las organizaciones populares colocándolas al mismo nivel que la dictadura, poniéndolas en igualdad de condiciones y de responsabilidades. Se creó la “teoría de los dos demonios” sin tener en cuenta que a las acciones autoritarias desde arriba se respondió con resistencia y lucha desde abajo.

Luego, en la década del '90, el gobierno de Carlos Menem fue la domesticación del peronismo. Hasta superó al propio Alvear en la domesticación que éste hizo del radicalismo. Durante su presidencia imperó el “mercado” como mecanismo predominante de regulación social. Se impuso un Estado des-regulador y tercerizador que delegaba la provisión de servicios públicos a las empresas privadas. Se modificó la cultura y el imaginario colectivo. Se dejó de hablar de Patria para hablar de sociedad. Se dejó de hablar de pueblo para hablar de gente. La conducción pasó a ser gerencia. Los partidos políticos perdieron su esencia, ya no eran partidos con proyectos sino que eran partidos que se orientaban hacia lo que recomendaran las encuestas de opinión. Ya no había bases, ni militantes, ni organizaciones populares, sino sólo encuestados. No había convicciones, sólo opinión pública.

En el nuevo siglo llega el gobierno de la Alianza con Fernando de la Rúa y Carlos "Chacho" Álvarez. La Alianza se propuso ser la cara más prolija y humana del modelo menemista. Continuó con la misma política, hecho que se evidenció cuando realizó un recorte del 13% a los jubilados y empleados del Estado.

Y estalló el 2001. Fue en ese año donde las grandes movilizaciones reflejaron una eclosión que se venía incubando hacía ya mucho tiempo. Era una eclosión de masas y el comienzo de una nueva etapa. Allí comienza a perfilarse la constitución de un nuevo bloque histórico nacional y popular ya que se dan las condiciones para la articulación de un nuevo tejido social con las fuerzas políticas.


2. Proyecto nacional, sujeto popular y dinámica transformadora

Podemos realizar una analogía entre la tríada proyecto político nacional, sujeto popular y movimiento transformador con los componentes de la música: melodía, armonía y ritmo. Y en el marco de esta triada, como la música no puede ser desmembrada, tampoco podemos pensar en un bloque histórico donde no exista una articulación entre un proyecto, un sujeto y un ritmo movilizador.

El proyecto político sería la melodía porque marca el horizonte, es la estrategia que ordena y orienta el conjunto de políticas públicas. La melodía de una canción nos permite identificarla porque convoca y embellece a todos los restantes componentes de la obra.

El sujeto popular es la armonía. Es una conjugación de fuerzas políticas y sociales, un conjunto de organizaciones que representan sectores y grupos diversos de la sociedad que poseen un carácter protagónico pero que a la vez no son pura homogeneidad, sino que tienen diferencias internas que enriquecen todo el proceso.

Y el ritmo es el movimiento transformador. Porque se cristaliza en un flujo dinámico por el que transitan los demás elementos, dándole momentos de mayor rapidez, de respiro, de pausas y nuevos bríos.

La melodía es el proyecto político nacional. Sin embargo, antes que el proyecto irrumpa en escena aparecen algunos símbolos, algunos relatos que perfilan el horizonte. Por ejemplo el uso de la lapicera Bic que Néstor Kirchner utilizó cuando asumió la Presidencia dejando de lado la tradicional lapicera de lujo. O la herida en su frente cuando bajó a Plaza de Mayo y tomó contacto con el pueblo como no lo hacía un presidente en muchos años, desafiando cualquier limite protocolar. Se suma a ello la bajada del cuadro de Videla y Bignone del Colegio Militar, o la lectura del poema de Joaquín Areta “Quisiera que me recuerden”.

Estos hechos simbólicos, estas señales, son indicios de la formación de un nuevo horizonte histórico. Podemos recordar muchas más. El cambio en la Suprema Corte de Justicia a los pocos días de asumir su gobierno, la política de derechos humanos, la reestructuración de la deuda externa, el No al ALCA, las nacionalizaciones, la estatización de los fondos de las AFJP y ya con Cristina Fernández de Kirchner al frente del poder ejecutivo, la Asignación Universal por Hijo, la estatización de Aerolíneas Argentinas, la expropiación de YPF, la implementación del programa Fútbol para Todos y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, entre otras. Todos estos hechos van marcando una huella… van señalando un camino… Y así se va construyendo un proyecto, con símbolos, con relatos.

Finalmente, a través de una serie de decisiones que se concatenan con acciones concretas, se forma un plan, un proyecto nacional. Pero el proyecto necesita del sujeto para concretarse.

El sujeto popular sería, en términos musicales, la armonía que expresa la voluntad política y el deseo militante. En el sujeto popular se armonizan diversas voces e instrumentos que pertenecen a un conjunto de fuerzas políticas y sociales distintas. Estas se identifican con el proyecto nacional a la vez que lo producen y le dan forma.

A partir de 2003, para articular sujeto y proyecto, la decisión política fue realizar varios acuerdos. Acuerdos de transversalidad, tratando de reunir e incorporar a distintos sectores y articular una nueva fuerza política. Posteriormente se dieron acuerdos de concertación con sectores afines del radicalismo y finalmente la incorporación de los numerosos contingentes de juventudes a los que Néstor Kirchner apeló durante toda su vida, esos que coparon las calles y plazas luego de su muerte en 2010.

Por último, el ritmo. El ritmo es el movimiento transformador que expresa la voluntad política de cambio. Y como todo cambio, como toda transformación, se desarrolla también una confrontación con los que oponen resistencia. La política es conflicto de intereses y a medida que se va conformando el sujeto popular también se va identificando quien está fuera o en contra del proyecto nacional y popular.


3. El bloque histórico hoy

Estamos inmersos en la constitución de un nuevo sujeto histórico que supone la articulación entre los intereses de distintas clases, sectores sociales y fuerzas políticas. Por ello debemos poner la atención en los diferentes sectores que conforman este nuevo bloque histórico.

No sólo debemos buscar dónde están los trabajadores, los profesionales o el empresariado nacional, sino apuntar también nuestra mirada a un nivel micro-social, incluyendo organizaciones locales de la comunidad, clubes, grupos parroquiales, cooperativas, organizaciones de artistas populares, de grupos de teatro, de músicos, de intelectuales, agrupaciones juveniles, blogs, iniciativas de comunicación democrática, etc. Es decir, tenemos un gran abanico de sectores sociales, políticos, económicos y culturales que componen la identidad de este nuevo movimiento nacional y popular.

Veamos a continuación la importancia que tiene la organización como estrategia de formación de un sujeto nacional y popular.

Existen varios teóricos de la izquierda internacional que plantean que los sectores populares o los trabajadores no deben organizarse porque eso lleva al autoritarismo de la decisión o al verticalismo y burocratismo de la organización. Pero debemos preguntarnos ¿Cómo se puede de esa manera generar un movimiento con la fuerza suficiente como para enfrentar, en la arena política, a un adversario? Porque muchos sectores impulsan la no articulación con los poderes políticos, alejándose de toda conducción y proyecto común, pero se olvidan que los grupos económicos concentrados están organizados desde hace tiempo ya y actúan conforme a sus propios intereses.

Vale la pena recordar todos los intentos obstaculizadores y hackeadores que recibieron los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, de los cuales la lucha de la patronal agropecuaria frente a la Resolución 125, es uno de los más representativos. No debemos olvidar las campañas sistemáticas de los medios de prensa que se complementaron con los rumores por lo bajo que se practicaban en diversos ámbitos opositores. Como la política es conflicto se generan estas situaciones de tensión, de lucha, de resistencia del establishment. Por todo ello es necesario organizarse. Porque con la organización se canaliza la fuerza, se fortalece la deliberación popular, se clarifican las ideas, se adquiere identidad política y se desarrollan nuevos liderazgos.

Hoy existen espacios democráticos para discutir y debatir, para construir un modelo y defenderlo, para pensar la relación que existe entre los intereses particulares de una agrupación, de un barrio o de un club con los intereses nacionales, con los intereses de la patria hoy y de cara al futuro.

Y aquí, también, hay que señalar la incidencia del proyecto político iniciado por Néstor Kirchner. En primer lugar porque puso freno a la voracidad de las corporaciones. En segundo lugar porque recuperó el Estado y a la política cuando nadie creía que iba a ser posible pensar que el Estado podía llegar a tener un rol predominante nuevamente, que regulase la economía, que distribuyese las riqueza social. Nadie confiaba en la política que fue catalogada como un juego de intereses particulares y corporativos.

Pero el proyecto político actual y el sujeto popular en formación que lo sustenta han modificado estas percepciones. Hoy la política es un ámbito cada día más concurrido por jóvenes y no tan jóvenes. A ello se agrega que estamos acompañados por gobiernos nacionales y populares en toda Latinoamérica. Venezuela, Ecuador, Uruguay, Bolivia, Brasil, Chile, son solo algunos ejemplos de esta nueva historia que se abre para nuestro país y para toda la región.

Por último… “Nuevos desafíos nacionales y populares”.

La experiencia histórica nos enseñó que no hay producción intelectual que no sea producto de algún momento de la historia y que esté inscripta territorialmente en un punto determinado. Por eso, nuestro desafío hoy es generar nuestro propio pensamiento nacional que acompañe esta articulación entre sujeto popular, proyecto nacional y dinámica transformadora.

La idea de formar un pensamiento nacional ya aparece planteada desde los orígenes de nuestra nación y ahora, con este nuevo bloque histórico, hay conciencia de la necesidad de pensar nuestros problemas desde nosotros mismos, desde nuestros propios intereses. Porque cuanto más nacional seamos, más universales seremos, como por ejemplo lo ha sido el Martin Fierro.

Ser nacional no significa cerrarse o aislarse del mundo sino que implica no perder la propia identidad nacional o renunciar a la misma. Hay una anécdota de Gershwin, el padre del jazz, quien siendo admirador de Ravel, el músico francés autor del famoso Bolero, le pidió que le enseñara, porque deseaba componer como él. A lo que Ravel le contestó: “No le voy a enseñar porque usted tiene que ser un Gershwin de primera y no un Ravel de segunda”. Este es el desafío que tenemos los argentinos. Ser argentinos de primera y no europeos o norteamericanos de segunda.

Las ideas no se trasponen, los proyectos no se copian y tampoco puede repetirse la historia. Se transfieren conocimientos, se reelaboran ideas y nuevos proyectos son movilizados por nuevos sujetos políticos.

Tal vez, estemos en las puertas de la constitución de una nueva articulación política, con peronistas y aliados, tal vez sigan floreciendo muchas organizaciones silvestres más y tal vez se multipliquen, como ocurrió en el pasado, los ámbitos colectivos de deliberación, de participación popular, de gestión asociada con el Estado, de definición de líneas estratégicas de gobierno.

Tal vez proliferen las escuelas de cuadros, con militantes, voluntades y deseos de proponer soluciones políticas y de instaurar, otra vez, valores trascendentes.

Tal vez todo eso se articule y la política deje de ser moneda de cambio y se transforme en fuente de compromiso.

Tal vez la melodía siga sonando y la voluntad crezca al ritmo de la multitud organizada, del pueblo.

Tal vez, y seguramente así ocurrirá, se mantendrá viva aquella consigna que decía "Patria Sí, Colonia No".