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“Las
cárceles fueron experiencias difíciles de abordar, en el plano emocional”
Entrevista a Eugenia Cabral por Rolando
Revagliatti
Eugenia Cabral nació el 29 de noviembre de 1954 en Córdoba (ciudad en la que
reside), capital de la provincia de Córdoba, la Argentina. El 1981 fundó junto a
los poetas Hernán Jaeggi, Susana Arévalo, César Vargas y Carlos Garro Aguilar,
el grupo literario “Raíz y Palabra”. En el período 1988-1992 estuvo al frente de
Ediciones Mediterráneas, sello abocado a la difusión de poetas de su provincia.
Durante 1991-1993 dirigió la revista “Imagin Era – La Creación Literaria”.
Colaboró, entre 1993 y 2000, en el suplemento cultural del periódico “La Voz del
Interior”. Es asesora literaria desde 1996, junto al director Paco Giménez, del
teatro “La Cochera”. Ha coordinado talleres literarios en la Universidad
Tecnológica Nacional (Facultad Regional Córdoba) (1994), la galería de arte
Marchiaro (1993), la Biblioteca Popular “Libertad” (2010-2011), las cárceles de
Villa María y penitenciaría de Córdoba y la Biblioteca Provincial para
Discapacitados Visuales (2010-2013). Mantuvo
www.losviajadores.blogspot.com.ar entre 2010 y 2012. En 1986 formó parte del
núcleo fundador de la Primera Feria del Libro organizada por la Municipalidad de
la ciudad de Córdoba. Presidió la delegación Córdoba de la Sociedad de
Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Ha sido miembro honorario de la
Escuela Freudiana de Córdoba. Es vocal primera de la comisión directiva de la
Biblioteca Popular “Libertad. Para la integración latinoamericana”. En 1999 se
editó su libro de relatos “La almohada que no duerme”. Y entre 1986 y 2012
fueron apareciendo sus poemarios “El buscador de soles”, “Iras y fuegos – Al
margen de los tiempos”, “Cielos y barbaries”, “Tabaco” , “En este nombre y en
este cuerpo”. Es la responsable y prologuista de “Poesía actual de Córdoba – Los
años ‘80” (Ediciones Mediterráneas, 1988) y quien tuvo a su cargo el estudio
preliminar del volumen “Un golpe de dados, poema de Stéphane Mallarmé”
(Editorial Babel, 2008). Su quehacer ha sido incluido, por ejemplo, en
“Antología poética – Grupo Raíz y Palabra” (1984), “Desde Córdoba 20 escritores”
(1986), “Los poetas de acá – II” (1993), “Poetas 2” (selección y prólogo de
Juano Villafañe, Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 1999), “Árboles nativos
del centro de Argentina” (estudio ecológico realizado por Ulf Ola Karlin y Pablo
Demaio, 2002), “La tierra del conjuro” (selección e introducción de Andrés
Utello, 2005), “La pisada del unicornio” (libro CD-ROM del proyecto “Escritura
por la identidad”, coordinado por Mariano Medina, Edición de Teatro x la
Identidad y Abuelas de Plaza de Mayo, 2006), “Zepol (Variaciones en torno a la
desaparición de Jorge Julio López)” (2009). En 1991, en reconocimiento a su
labor literaria y cultural, le fue concedido el Premio de Poesía “Instituto
CIDAM”, así como en 2011 fue distinguida con la Ley 9578 de Reconocimiento al
Mérito Artístico de la Provincia de Córdoba. Su pieza teatral “El prado del
ganso verde”, ambientada en la batalla de Goose Green, durante la denominada
guerra de Malvinas, fue estrenada en el teatro La Cochera en diciembre de 2013,
con la dirección de Giovanni Quiroga. Permanece inédito su libro “Vigilia de un
sueño. Juan Larrea: apuntes sobre su residencia en Córdoba, Argentina
(1956-1980)”, que comprende un ensayo basado en investigaciones bibliográficas y
documentales, un apéndice con trece entrevistas a personas que conocieron al
autor y otro con documentos fotográficos nunca antes dados a conocer.
1 – Es acercándote a tus treinta años, Eugenia, y todavía durante la última
dictadura cívico-militar, cuando con otros poetas fundás “Raíz y Palabra”.
¿Cuáles fueron los lineamientos, los objetivos de aquel grupo literario? ¿Qué
actividades promovieron? ¿Durante cuanto tiempo?
EC - “Raíz y Palabra” surgió como respuesta a la censura literaria y destrucción
de material bibliográfico (quema de bibliotecas) impuesta por la dictadura
militar. Casi todos éramos o habíamos sido militantes de diferentes partidos de
izquierda y necesitábamos responder a la represión y la censura, por alguna vía.
Por otra parte, veíamos que los escritores del Partido Comunista y del
Socialismo seguían escribiendo con recetas realistas o populistas y, aunque
teníamos actitud e intención política, lo que amábamos era la poesía, sin
recetas de ningún aparato partidario. Entre 1981 y 1985 promovimos lecturas
públicas de poesía, intentamos la utopía de recuperar la SADE para los
escritores, presentamos una antología con poemas de nuestros integrantes,
participamos en actos por los Derechos Humanos, etcétera. Pero lo esencial era
que desde nuestra formación como grupo encarnamos una respuesta a la que
comenzaron a adherir escritores, músicos, pintores. Había quienes no formaban
parte del grupo pero se integraban en cada propuesta agregando lo suyo. En 1986
y 87, “Raíz y Palabra” con otros autores formamos el “Movimiento de Escritores
por la Liberación” y publicamos tres números del periódico cultural “El Cronopio”.
En septiembre de 1987 sufrí un accidente de tránsito muy grave y, desde allí,
por razones obvias, César Vargas —que era mi pareja y papá de mi hijo de tres
meses en ese momento— y yo, dejamos de participar, aunque todos los escritores
de Córdoba, prácticamente, estaban permanentemente ayudándonos.
2 - ¿Qué autores llegó a difundir Ediciones Mediterráneas?
EC
- Ediciones Mediterráneas comenzó con la publicación de “Poesía actual de
Córdoba- Los años ’80”, que prologué y antologué. Allí sólo tomé autores de mi
ciudad, sobre los que tenía abundancia de datos y materiales, pues si hubiera
tomado el interior provincial lo único que conocía eran los nombres notables. Y
no quería hacer eso.
Algunos títulos publicados después: “Hijos del sol”, de Jorge Torriglia (1988),
autor de Villa María; “La carga”, de Pedro Jorge Solans (1989) y “Fisura” de
Sergio Silva (1989), autores de Villa Carlos Paz; “El mago”, de Marcelo Torelli
(1989); “El escriba de los epitafios”, de César Vargas (1990).
3 – Es probable que haya llegado a mí, cuando salía, algún número de “Imagin
Era”. O quizá sólo supe de su existencia y me quedó resonando el título. Te pido
que la describas y, también, que nos refieras cuáles han sido algunos de los
escritores difundidos y en qué géneros.
EC - “Imagin Era” fue un proyecto editorial que pretendía refrescarse del tedio
de la etapa del menemismo. Utópico, por eso el título. Queríamos reflejar un
diorama de voces, sacudir las cortinas polvorientas de ese estilo light, como si
la literatura y el arte fuesen yogurt descremado. A pesar de su limitación
comercial —razón de su final—, difundió poesía, cuento y ensayo escritos por
autores de Córdoba, aunque ya no residieran en ella. Se presentó en el instituto
CAyC, de Buenos Aires; consiguió un buen comentario en “Diario de Poesía”; fue
incluida en un catálogo del Museo de Arte de las Américas, de Washington. En
fin, algo logramos. Entre los nombres que publicamos y hoy se conocen
ampliamente, están el del novelista Carlos Busqued, la cineasta Paula Markovitch
y la artista plástica Anahí Cáceres. Las ilustraciones fueron de Oscar Páez,
Crist, Verónica Amaya. En las plaquetas, muchos nombres que no cobraron
notoriedad, pero hay textos valiosos, como el de Hugo Busso, un filósofo que
ahora reside en España.
4 – En el ’96 te asomás al mundo del teatro (o
quizá ya te habías asomado y es en ese año que empezás a involucrarte). Lo
cierto es que “de menor a mayor” llegás a concebir una pieza de tu absoluta
autoría (estrenada e inédita). ¿Nos trasmitirías cómo ha ido fluyendo en vos
esta inserción de ya más de tres lustros, aportando, colaborando, seleccionando?
¿Cuándo se produce el giro tendiente a la concreción de “El prado del ganso
verde”? Y teniendo en cuenta que hace poco “debutaste” como dramaturga en una
sala y con actores representándola y público asistiendo, ¿cómo —cuánto—
exactamente te movilizó?
EC - Es cierto, al mundo de teatro me había asomado desde niña, participando en
el elenco de la Provincia, pero era un juego. Después comencé a asistir a
funciones de teatro y fui tomando el lugar que elegí definitivamente: el
espectador. Paco Giménez, antes de proponerme que colaborase en la adaptación de
“Un tranvía llamado deseo”, me conocía de asistir al Teatro La Cochera. Digo que
mi lugar es el del espectador incluso aunque haya escrito un texto para ponerlo
en escena, pues sigo siendo el que toma asiento en la platea.
Desde 2001 Paco Giménez me pidió otro tipo de trabajo, consistente en analizar
los textos como a mí me pareciera. Estrictamente buscar en cada texto en
particular, sin mapa previo. Relaciones entre personajes, relaciones con el
contexto histórico, lingüístico, artístico; entramado de situaciones, todas las
variantes posibles. Mi tarea fue ampliar la visión de cada obra, de cada autor,
para aportar a la idea original y dirección de Paco y a la creación colectiva de
cada elenco.
Antes de “El Prado del Ganso Verde” había intentado escribir dos o tres textos
teatrales, pero no fluyeron como debían. En este caso, hubo en 2012 una
convocatoria a un concurso sobre el tema de la guerra de Malvinas —no recuerdo
cuál era— y escribí para enviar. Había estado reuniendo algunos discursos de
héroes reales —americanos, sobre todo— que me interesaban para elaborar una
propuesta teatral. Venía pensando en uno del Comandante Prado, casi al final de
su libro “La guerra al malón”. Ese párrafo tiende un puente de significados
históricos entre la denominada Conquista del Desierto del siglo diecinueve y la
Guerra de Malvinas. Y escribí con el mismo criterio o actitud que ponía en los
análisis: ofrecer a los actores y al director un texto para que puedan trabajar.
Teníamos la ventaja de que ya habíamos participado juntos en otros espectáculos
de La Cochera, eso facilitó la experiencia. Lo que más me movilizó fue ver
convertirse un texto en acciones, imágenes, sonidos. O sea, volví al lugar del
espectador, o nunca me moví de allí. Luego, la repercusión de un tema tan
complejo y sentido por mis compatriotas en un público específico, el de teatro.
Además, descubrir que los jóvenes no saben mucho que digamos de ninguno de esos
dos conflictos, por ejemplo, y que pese a ello entienden la propuesta y les
despierta interés. Eso fue muy gratificante.
5 – Desde luego, en tu labor de coordinadora de
talleres literarios, que lo hayas sido también en ámbitos penitenciarios,
promoverá en muchos de nuestros lectores el interés por conocer lo que vos
quieras trasmitirnos sobre dicha singularidad (la cual, entiendo, ya un cierto
número de escritores viene desarrollando en nuestro país).
EC - Las cárceles fueron experiencias difíciles de abordar, en el plano
emocional. El preso común es una especie de misterio para mí. No puedo
comprender cómo hacen para soportar la prisión. Reconozco que en eso la
limitación es mía. Hay colegas que trabajan desde hace muchos años en las
cárceles, como Andrés Utello, en Villa Dolores. Yo sólo pude soportar un año.
Sin embargo, logré que produjeran —tanto en Villa María como en Córdoba— buena
cantidad de textos y sostener una relación amable y distendida. Los traté como
iguales en cuanto a capacidad, explicándoles que todos los seres humanos
poseemos tres facultades universales: la observación, la memoria y la
imaginación. Los ejercicios literarios se basaban en eso. También me permitió
explicarles que autores como Shakespeare no eran difíciles de entender por los
temas que tratan, sino que la dificultad principal consiste en que utilizan un
lenguaje muy antiguo, que ya pocas personas conocen.
6
– Quería que supieras que estuve releyendo tus respuestas en http://lapoesiapregunta.blogspot.com.ar/2011/12/eugenia-cabral-cordoba1954.html
y que confirmo que ellas están, para mí, entre las más comprometidas con la
propuesta que conlleva el Cuestionario Schmidt. Y conecto con esto: ¿sólo
manejaste el blog Los Viajadores? ¿Por qué razón no persististe? ¿Algo te
decepcionó? ¿Lo retomarías?
EC - Sí, sólo incursioné en Los Viajadores. Después tuve la mala idea de entrar
en Facebook y me envicié. Todo parece más fácil. Pero tengo que volver al blog,
porque quiero pasar todo lo de “Dulce Vecino”, mi compilación de textos y
documentos gráficos sobre Juan Larrea, esa página que administro. Necesito crear
algo más estable que una página de Facebook. Me preocupa el tiempo que insume la
Internet; y fatiga la vista y la espalda. Lo positivo es que proporcionalmente
se consigue mayor lectura, aunque sea superficial o no, depende, pero hay una
circulación publicitaria. A veces, es importante. Llama la atención sobre un
tema, al menos.
7 - No quiero dejar pasar la oportunidad de inquirir sobre tu participación en
“Árboles nativos del centro de Argentina” y en el libro CD-ROM. Y si bien para
los “locales” consubstanciados el nombre de Jorge Julio López y su desaparición
nos sigue, por lo menos, perturbando, para los que no estén al tanto, sería
oportuno que nos des un perfil de tu “Zepol”.
EC - Mi participación en “Árboles nativos...” fue involuntaria. Mariano Medina,
que coordinó la publicación, tenía el poema que figura allí, pero yo ya lo había
desechado. Me llamó para contarme lo que iba a hacer y respondí que si a él le
gustaba, lo incluyera. Ocurre que no podían proponerme nada más hermoso que
publicarme en un libro sobre árboles, era un sueño no soñado. También fue
Mariano Medina quien me incluyó en “La Pisada del Unicornio”. Él recopiló
material de todos los que figuran en el CD y nos avisó de la edición, nada más.
Pero nos conocemos tanto, de la época de “Raíz y Palabra” —Mariano era muy
joven—, que sabe de lo que se trata cada vez que hace algo.
En “Zepol”, sí, fui convocada por Iván Ferreyra para escribir algo sobre la
desaparición de Jorge Julio López. El secuestro seguido de muerte es una
realidad que persiste en la Argentina motivado por distintas situaciones. Trata
de personas, represión policial a ciudadanos comunes. Pero lo de López tuvo
características políticas precisas, demostrando que el kirchnerismo no fue
capaz, pese a su política de derechos humanos, de frenar la actividad de los
“desocupados” del Proceso, que volvieron a tener tarea con ese secuestro, con
las muertes y fugas de militares condenados, con la falta de cooperación ex
profeso en la búsqueda de cuerpos asesinados y de niños secuestrados. En una
palabra, la lucha contra la represión prosigue. Para los trabajadores, para los
militantes políticos, para los ciudadanos en general. Luego, en 2012 y 2013, me
ocupé de la edición del libro “Poesía por Mariano Ferreyra”, una compilación de
textos enviados desde diversos sitios de nuestro país, por medio de Internet.
8 – He leído en alguna parte que estabas escribiendo un relato fantástico
extenso cuyo título es “Ahora, en el Paraíso”: ¿lo has concluido? ¿Primera
inmersión en lo fantástico? Y que estabas preparando un volumen con relatos
sobre temas relacionados con la militancia política durante las décadas de 1960,
1970 y 1980: “La flor nacional”. Lo mismo: ¿lo has concluido? Y por extensión,
Eugenia: aparte del libro sobre el poeta español Juan Larrea, ¿qué otras obras o
trabajos tenés “en la gatera”?
EC - Sí, he concluido esos libros. Ya veré si encuentro editores. “Ahora, en el
Paraíso” es mi primera incursión en lo fantástico pero no sé si el género es
fantástico. Habla de la historia bíblica y de una posible historia no bíblica
del mundo. Qué sé yo.
También tengo unos poemarios, escritos desde 1997: “Códice”, “Creatura solar”,
“La voz más distante”, que son breves; “La ciudad de amapolas”, “Reloj de
esfera”, “La canción de las contradicciones” y uno más que espera título.
Además, fui escribiendo “La ración de pan”, un libro con poesía política —género
que no es apreciado por la crítica, dicho sea con simpatía—; “Informe sobre
Mabel y Morgana”, una nouvelle fallida sobre un caso policial verídico; “Ellas”,
“Ellos”, “Cupido”, “Eros”, “Narciso”, “Tánatos”, una serie de cuentos sobre las
relaciones amorosas, probablemente también fallidos; cuentos basados en
personajes o en situaciones de Hans Christian Andersen, titulados “El ángel de
los pobres”, y poemas cuyo valor aún no consigo evaluar. Como ves, un surtido.
9 – Has divulgado movimientos, autores, confluencias de tu provincia. Has
investigado (y producido) a propósito de la historia de la traducción y de los
traductores de poesía a través del tiempo en Córdoba, y vos misma ¿has
incursionado en estas labores?
EC - Lo único que traduje fue un poema de Jacques Prevert y uno de cuatro líneas
del luxemburgués Lambert Schlechter, en ambos casos por no tener a mano una
traducción. No creo realmente haber incursionado en esa actividad, salvo por
poner al alcance del público la que hizo Agustín Oscar Larrauri de “Un golpe de
dados”.
10 - ¿Cómo es el mundo de la poesía en tu ciudad: las tertulias, las lecturas,
los bares u otros espacios, los colegas, los diarios, las radios, todo eso que
podríamos llamar “la escena literaria”? ¿Y qué diferencias apreciás respecto de
décadas anteriores?
EC - No participo demasiado en la actualidad, por motivos de trabajo y de
familia. Pero donde asisto, así sea eventualmente o por invitación, es de mucha
calidad, muy diverso en su producción, con gran participación de los jóvenes. La
mayor diferencia que aprecio con el pasado de los ochenta o de los noventa es
cuantitativo. Alto número de editoriales, nombres, lugares, que me llegan por
mail o por Facebook; no tengo ya un panorama general en cuanto a su estética.
Eugenia Cabral selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Mago dos veces
Hijo y nieto de hechiceros
es el poeta.
Lee en el fuego muerto
la primera intensidad de la llama.
Y adivina su rostro
en el más oscuro espejo.
*
Destino
Hija soy de la ceniza
donde el barro ha muerto.
Eran las glaciaciones
sobre el reino del verdor.
La mano de Dios que celebró la vida
soplando en los huesos del hombre
habrá sido plena de jugos
y frágil de tiempo.
Ahora
Dios sopla sobre el fuego
largo y frío
y se lleva la Historia al infinito.
(De “El buscador de soles”, Editorial Municipal de Córdoba, 1986)
*
Obertura
I.
La voz, seducida por el eco, descendía en la luz del cielo.
Hace tanto.
Óvalos de cobre y nácar, detenidos rostros de un vitral;
esparcidas en el dolor, la orfandad, cantábamos con los ojos entornados y
sonreíamos.
Luego, el cielo se cargaría de nubes y luego, se desataría la tormenta.
II.
Muerte al siglo XX. El deseo es el terror. La sinceridad es una ermita; el amor,
una ermita.
He tallado un rostro en el cuarzo. Lo he tatuado en la pleura, el ventrículo
izquierdo, el músculo sartorio.
Los bosques cumplirán un milenio al amanecer.
¿Amaneceremos con ellos?
Sentir beethovenianamente es una locura en estos tiempos.
(De “Iras y fuegos. Al margen de los tiempos”, Editorial Último Reino, Buenos
Aires, 1996)
*
Arcano II
Estás quieto y casi serio
sonriendo.
Observas los pedazos que dejo sobre la mesa,
el abrigo,
la taza.
Trozos, tajos, aberturas,
desmadejamientos,
yo, la insensata,
adormilada —recalando mentalmente en tus brazos—;
barco o sombra de barca en el agua que deslumbra,
liviana,
cargada, cargada.
Llega un barquito cargado de tiempo,
trozos tajos tientos temores
tucanes trompas trampas
torpemente insensata
gimiendo en la oscuridad del tiempo:
nada comprensible;
una atalaya para ver tus ojos;
y sentado,
quieto,
casi serio,
me observas;
danzo;
duplico entradas y salidas del universo;
algunas puertas —compruebo— cerradas;
otras y regreso
a ti
dulcísimo
sin acceso a este laberinto
donde cada galería
ostenta una lámpara.
(De “Cielos y barbaries”, Editorial Alción, Córdoba, 2004)
*
Tabaco
La rabia dura lo que el cigarrillo.
Luego el humo y la ceniza esparcen
la desmerecida forma de lo que ha sido.
Arder. Arder como la brasa ambigua
que no es llamarada ni es ceniza;
entre secuencias de orden y desorden
arder; arder cual perfume de maderas;
cual ocaso —furia postrer del día—
arder; en pausas de la informática,
detrás de los envases descartables,
con un sexo torpe entre torpes manos,
arder. Como sólo el fuego puede arder.
Como pasión y soledad pueden arder.
Astro perdido en la jungla del cielo
tornando a una casa y a unos padres,
arder. Solícitamente, en honor de un amante,
arder. Ofrecer la transparencia y pretenderla
cada vez con menos fuerza y eficacia.
Arder. En el templo de los bárbaros.
Arder, tan tenue como sea posible,
ante la fatiga de la mirada. Encender
los rubíes de la culpa entre el lodo funeral
y las arenas donde el hedor de lo muerto
sobrevive (¿para qué?) sin condena ni justicia.
En el horno de los bronquios se caldean
la sinrazón de existir abominando
y el humo: símbolo de olvido e impotencia
de querer retener lo que se esfuma
—antes eterno, ahora fugitivo—,
breve danza de amor entre los dedos,
ocaso que arrastra el cuerpo del día
—iluminado de amor— a oscura gruta,
para escandir las formas de la noche
cual sílabas de un poema revelado.
(De “Tabaco”, Editorial Babel, Córdoba, 2009)
*
Bautismo
He temblado junto a la pila bautismal
en la iglesia a oscuras. He temblado al verte de perfil
porque parecías un galo de la Alta Edad Media.
El techo de la nave central es combado y tiene costillas doradas
y pinturas en rojo. Temblaba en esta ciudad americana
y te señalé los santos tallados por aborígenes,
a lo largo de la nave izquierda. En esta ciudad o en esotra.
Somos criollos de varias generaciones, argentinos,
de apellido hispano, de cultura rioplatense,
de costumbres pampeanas, de silencios federales.
Si festejamos la patria comemos a la usanza del Noroeste,
si filosofamos lo hacemos a lo porteño
(la zamba marechaleana de la escisión).
En esotra ciudad o en ésta.
Agradecí a la penumbra que no le permitiese al temblor
avergonzarme. De pronto el ritmo de las frases no coincide,
el temblor ha desencajado alguna articulación.
Como gozne y goce, una es vértigo, la otra, silbo.
Un desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de San Francisco.
Pero los desastres de la melancolía se perciben a solas.
Un cloqueo, un chasquido se levanta con dificultad desde la greda
y, anfibio, atraviesa el patio, llega a la ventana.
Los dos somos jóvenes —él de catorce y yo, de doce años— y temblamos,
bajo el hedor acre de las vestiduras, en el siglo XIII,
ya no somos coloniales y barrosos españoles
desafiando a las autoridades del virreinato:
somos judíos conversos y sabemos leer.
Después nos convertimos en arrianos y vuelta a perseguirnos.
Más atrás aun en el tiempo, éramos adúlteros y nos lapidaron.
Entonces nos hicimos hinduistas y nos despreciaron.
Cometimos incesto y nos quemaron.
Mezclamos nuestras etnias y nos apartaron.
En esta ciudad y en esotra.
“Amor constante más allá de la muerte”,
nadie podría vencernos, salvo una clara eternidad.
Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos
esa como ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga
que te absorbe hacia los corredores del laberinto,
como los embudos de los ríos serranos a los nadadores angélicos.
Y supe lo de siempre: que, para el gran río,
representamos apenas un sorbo dulzón, como la sangre,
un puñado de moléculas y de entropía.
(De “En este nombre y en este cuerpo”, Editorial Babel, Córdoba, 2012)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Córdoba
y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Eugenia Cabral y Rolando
Revagliatti.
*
http://www.revagliatti.com.ar/061109_cabral1.html
Descargar la entrevista
en pdf
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