A
52 años del asalto al Policlínico Bancario, el golpe de la Tacuara peronista
Por Sebastián Giménez *
Arturo Illia había ganado hace poco las elecciones con escasísimos votos frente
a la vasta mayoría de los proscriptos que tenían prohibido elegir a su líder.
Una mañana lluviosa en Buenos Aires, y el día no ofrecía contrastes con una
situación política gris, con una democracia amordazada y una violencia que se
mostraba como una tensión en el aire. En la urbe porteña, la mayoría llevaba a
cabo la máxima quizás más conservadora del líder extrañado, del trabajo a casa y
de casa al trabajo. Pero esa normalidad de violencias, de proscripciones, de
censura y silencios impuestos sería cuestionada por las rebeldías de los
jóvenes.
El MNRT (Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara) había elegido al
peronismo como vía para la revolución nacional y ese día, 29 de agosto de 1963,
quedaría marcado como la primera acción de la guerrilla urbana en la Argentina.
El objetivo, inesperado, sorprendente: el Policlínico Bancario y el camión de
caudales que transportaba los sueldos de los empleados. Esos jóvenes, que no se
resignaban a vivir en el país de la opresión, buscaban una cosa que parecía
entonces imposible: el retorno de Perón. No eran muchachos pobres sino “chicos
bien”, algunos de familias encumbradas, y otros hijos de empleados de clase
media que no tenían ninguna urgencia propia pero que habían palpado la tensión
de un país huérfano del líder añorado. No tenían sed de aventuras, sino de
justicia.
La ambulancia se detuvo a tres cuadras del Policlínico. Al volante iba Horacio
Rossi. Atrás, José Luis Nell y Tommy Rivaric custodiaban al supuesto enfermo,
que no era otro que el chofer original del vehículo dormido por un calmante. En
unos minutos, la calma reinante iba a verse sacudida. Cuando vieron acercarse el
camión de caudales, Horacio Rossi puso en marcha la ambulancia, activó la sirena
y avanzó a contramano por avenida Gaona. En la barrera, fueron detenidos. “Se
nos muere, por favor”, imploró Rossi. El agente de control levantó la barrera
dejándolos pasar. Justo después, ingresó al Policlínico Bancario el camión de
caudales.
Tomando la ametralladora PAM, José Luis Nell se arrimó al camión gritando con
voz firme: -Esto es un asalto. Lo franqueaba Tommy Rivaric con el fusil FAL, y
otros tacuaras armados entre la gente en el patio del Policlínico.
Entonces, se desencadenaron los hechos. Un movimiento, una resistencia, y José
Luis Nell disparó sin quererlo la ametralladora. Dos personas cayeron, otras
fueron heridas en el desenlace trágico. Poco tiempo después, la mayoría de los
participantes en el asalto serían detenidos. El primer golpe de guerrilla urbana
en la Argentina inauguraría el camino sinuoso y contradictorio del compromiso
militante, la violencia y los ideales liberadores de una generación de
argentinos que no se acostumbraron a la opresión.
A 52 años de esos hechos dolorosos, el contexto actual nos invita a valorar, con
sus contradicciones, la democracia que supimos conseguir. Hoy no hay
proscripciones ni persecuciones por ideas políticas. Pero algo que quizás no
debamos perder es la capacidad de rebelarnos contra la injusticia desde la
militancia y el compromiso, como lo hicieran aquellos jóvenes que no se
conformaron con el país que se había pensado para ellos.
*Licenciado en Trabajo Social. Autor del libro “El
último tren. Un recorrido por la vida militante de José Luis Nell (1940-1974)”.
30/08/15