Al
rescate de un poeta silenciado
El sábado 19 de Septiembre de 2015 se colocará una baldosa por la Memoria en
homenaje al periodista, poeta y militante Jorge Alberto Money en la esquina de
Avda. Callao y Rivadavia, Buenos Aires, a las 15 hs.
(Nota de Silvina Friera en Página/12 el 21 de agosto de
2009)
La Triple A lo secuestró, torturó y asesinó el 19 de mayo de 1975, un crimen que
provocó que los diarios de Capital decidieran suspender su edición. Ahora, la
colección “Los detectives salvajes” recupera sus poemas, “hijos bastardos de mi
piel”.
Por Silvina Friera
Aun a riesgo de que lo llamaran heresiarca, como admitió en uno de sus poemas,
Jorge Money quiso que escribieran sobre su tumba: “Yo soy ese hombre, que estuvo
en la tierra”. Tener entre las manos y acunar con la mirada cada uno de los
versos de la antología En la exacta mitad de tu ombligo, publicada en la
colección “Los detectives salvajes”, que se presenta hoy a las 19 en el Centro
Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), implica quebrar ese macabro
silencio que impuso el terrorismo de Estado y reconstituir la vida de un cuerpo
torturado, sin uñas y con las manos quemadas, acribillado a balazos en los
bosques de Ezeiza, el 19 de mayo de 1975, por la Triple A. Estos versos, “hijos
bastardos de mi piel”, diría el poeta y periodista, perforan el temblor
filológico instaurado en este país hace más de treinta años. Su voz regresa,
pide la palabra. Y nos habla. En estos poemas del “loco diseñador de fantásticas
formas”, extraviados en pequeñas ediciones, algunos inéditos, recuperados de esa
carpeta de papeles amarillentos, percudidos por las agujas del tiempo, que el
poeta Alberto Szpunberg se llevó al exilio, “la lengua asoma su forma de reptil
inquieto”.
La noticia del descubrimiento del cuerpo del poeta y periodista, acribillado y
torturado a los 29 años, como recuerda su amigo Eduardo Panceira en el epílogo
de En la exacta mitad de tu ombligo, fue un golpe durísimo para el castigado
cuerpo social argentino. “Apareció muerto, cerca de Ezeiza, un periodista de La
Opinión. Se llamaba Jorge Money”, recuerda Eduardo Galeano en sus Días y noches
de amor y de guerra. “¿Cuándo nos tocará a nosotros?”, se preguntaban en la
redacción de Crisis. Los periodistas de todos los diarios de Buenos Aires
decretaron un paro total de actividades por 24 horas en señal de duelo y de
repudio por el asesinato. Al día siguiente, el martes 20 de mayo de 1975, no se
imprimieron los diarios nacionales editados en la Capital Federal. “Fue un
joven, como miles en esos años calientes, que se iluminó por el fuego de una
década en ebullición y abrazó la causa del socialismo nacional y popular, que
creyó que se anidaba en el peronismo”, precisa Panceira. “Pero en el peronismo
de masas, las mismas que resistieron heroicamente desde 1955 a las dictaduras
militares y que junto al cristianismo revolucionario y al marxismo parieron esa
‘juventud maravillosa’ que nunca dejó de serlo, aunque un líder anciano y caduco
la condenara. No extrañó a nadie que dentro del peronismo, ante el crimen, sólo
Montoneros lo reivindicara como ‘compañero’.”
Hijo de su tiempo, Money cumplió los mandamientos sartreanos de libertad y
compromiso. El mayor de tres hermanos de una familia de clase media
antiperonista nació en el barrio de Congreso, el 5 de abril de 1946. Estudió en
colegios privados (en el Don Bosco hizo la primaria, del Santa Catalina egresó
como maestro, profesión que ejerció unos pocos años) y cursó Derecho en la
Universidad del Salvador y Sociología en la UBA. A los 29 años contaba con
cuatro libros publicados: dos de poesía, Nuevas elegías a mí mismo (Montanari,
1967) y María Cuatropasos (editado en 1969 por Sudestada, la editorial de
Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde), y dos investigaciones
periodísticas, publicadas en 1973 por el Centro Editor de América Latina:
Banqueros, financistas y capitanes de la industria y El Maccarthysmo. Por las
hazañas que protagonizó, Money estuvo rodeado de un aura mítica en el seno de la
intelectualidad nacional y popular de fines de los ’60. Cómo no sentir
admiración por ese joven corajudo que se plantó frente al almirante Rojas, uno
de los jefes de la “Revolución Fusiladora” (certera definición de Panceira) y le
gritó “¡Asesino de Valle!”, sin importarle que el ejército de custodios del
criminal en cuestión se le arrojara encima y le propinara una paliza de la que
fue rescatado por los mozos del restaurante donde se hallaban. El otro episodio
que le dio espesor a su fama de héroe fue el Operativo Cóndor del 28 de
septiembre de 1966, cuando un grupo comando del Movimiento Nueva Argentina,
encabezado por Dardo Cabo, tomó simbólicamente las Islas Malvinas en
reafirmación de la Soberanía Nacional y en oposición a la política de Onganía.
Aunque no formó parte del contingente de esos 18 militantes que secuestraron el
avión, esa noche Money dejó frente al edificio de la Embajada del Reino Unido en
Buenos Aires una buena marca de metralleta, atentado que tuvo amplia repercusión
periodística.
Money puso el cuerpo y el alma en las calles, en las redacciones de los diarios
El Día (La Plata), Mayoría y La Opinión, en sus poemas. Panceira traza un perfil
del poeta que contrasta con el hombre de acción que se agigantaba a medida que
circulaba de boca en boca el relato de sus proezas. Money, más bien bajo y
delgado, elegante en los modales y en el vestir (siempre llevaba la estrella
federal roja en la solapa), de pelo largo bien peinado y bigotes, era callado.
Cuando hablaba lo hacía en voz baja, pero de manera firme. Sonreía con
facilidad, cultivaba la ironía y tenía un gran sentido del humor. En el primer
encuentro que tuvo con Panceira en 1967, puntapié de una profunda amistad, el
poeta teorizó sobre Lautréamont, descalificó al manifiesto surrealista, pero
recitó de memoria “Antes del cine”, de Apollinaire, y “Lluvias”, de su amado
Saint-John Perse. En ese momento bisagra en el que confluyeron jóvenes del
nacionalismo católico y del marxismo en las Juventudes Argentinas por la
Emancipación Nacional (JAEN), con la conducción de un Rodolfo Galimberti que
daba sus primeros pasos, Money se acercaba al peronismo revolucionario y
comenzaba a tutearse con Neruda, Eluard, Prévert, Pound, César Vallejo,
Maiakovski y Esenin. Lector voraz de poesía y ensayos políticos, le interesaba
la tríada de la narrativa italiana integrada por Pavese, Vittorini y Pratolini,
y los poetas argentinos Leónidas Lambor-ghini, Joaquín Giannuzzi y Luis Alberto
Murray, entre otros.
“Y he elegido este oficio para hablarte./ Y mi palabra te llegará/ como simiente
al surco abierto,/ como grano al molino,/ como plato a la mesa recién tendida./
La poesía es oficio de todos”, escribió en un poema, uno de los tantos que
probablemente garabateó en los bares que frecuentaba, con su letra pequeña y
redondeada, en servilletas, hojas de carpetas o papelitos que guardaba en sus
bolsillos. Imposible que alguien pudiera amordazar la boca de este “hereje”. Ni
la saña de esos infames sujetos que lo torturaron y lo mataron ha conseguido
amortiguar esa “furia milenaria” de su voz. “Benditos sean los que callan,/
porque de ellos serán las necrológicas de La Nación y el respeto de las/
generaciones venideras”, ironizó el poeta en un poema que tiene la forma de un
decreto-plegaria, rescatado y recuperado por el trabajo de hormiga que están
realizando los poetas Julián Axat y Juan Aiub Ronco, directores de la colección
“Los detectives salvajes” de Libros de la Talita Dorada. Son buscadores
infatigables de poesía inédita, perdida, escondida, mutilada por el terror,
anestesiada por la desidia y el olvido. En las íntimas vísceras de los versos de
Money, en la simple insurrección del verbo, se escuchan las pisadas de un
pensamiento que se sigue moviendo con el ímpetu de un animal inquieto.
Poema escrito por Jorge Money, con la forma del vientre de
su compañera embarazada.
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