En
2003 se publicó la primera edición
A 40 años Monte Chingolo: “La guerrilla atacó donde el enemigo era más fuerte”
Foto: Mariano Armagno
La investigación "Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina",
fue reeditado hace unos días. Coincide con los 40 añs que se cumplen del ataque
al Batallón Domingo Viejobueno. Su autor, Gustavo Plis-Sterenberg, habló con
Infojus Noticias sobre la mayor operación del ERP, la lectura que hizo la
guerrilla en ese contexto y de los errores militares que cometieron.
“En el Ejército soviético hasta me hicieron bautismo: puse la mano sobre los
fierros de un cañón recién disparado y me la pasé por la cara, que me quedó toda
negra. Y ahí ya era un artillero”, cuenta Gustavo Plis-Sterenberg, autor de
Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina, que acaba de ser
reeditado por Editorial Planeta. Plis-Sterenberg es, además, un destacado
director de orquesta que fue becado por la URSS en 1985 para estudiar en la
actual San Petersburgo –“Leningrado, en el 85 todavía era Leningrado”, aclara-.
En una charla con Infojus Noticias, habló de la necesidad del libro, hizo un
balance del ataque al Batallón “Domingo Viejobueno”, de la lectura que hizo la
guerrilla en el contexto pre-dictadura y hasta compartió historias de su paso
por la revolución sandinista y por la guerra ruso-chechena.
Doce años después de la primera edición del libro, para Plis-Sterenberg cambió
el contexto en el que se recibe. “El objetivo -además de contar la operación-,
era contar qué es un militante. Los militantes de hoy, como de ayer, son los
jóvenes, y ellos tienen la necesidad de saber qué fue la militancia
revolucionaria, no para repetirla, sino para adaptarla a la nueva realidad”. La
experiencia militar del autor y su formación musical se plasman en el relato: no
sólo usa un preciso vocabulario castrense para describir la operación a lo largo
del libro, sino que “es como el primer movimiento de una sinfonía que tiene tres
partes: la exposición, que son los personajes presentados al unísono; el
desarrollo, con todo lo que participan y transforman unos a otros y, por último,
la re-exposición, que es cómo quedó lo del principio y en qué fue transformado”.
Plis-Sterenberg se valió de testimonios de ex guerrilleros y militares, además
de informes del ERP, del Ejército y de la policía. “Yo tengo la coartada de ser
el director de orquesta, y soy uno de los grossos. Con la orquesta pedía hacer
conciertos en ciudades donde sabía que podía conseguir testimonios, y así
conseguí cosas invalorables en Barcelona, en México y en otros lados”, cuenta.
También recuerda cómo consiguió los informes de inteligencia: “Fui a ver a un
mayor del Ejército y le dije que los guerrilleros estaban hablando y los
militares no. Él tenía los libros de guerra del año 1975 de distintos
batallones, por ejemplo el 601, pero no los soltaba. Como vi en su oficina
libros y charreteras de ejércitos de Europa Oriental durante la Segunda Guerra
Mundial, en Rusia me fui a la casa de un militar y me traje una pila de libros.
El tipo se agarró al techo con las uñas de contento y me dio 15 minutos para
leer todo el informe. Yo llevé un grabador y recité todo el documento. Así
accedí a la información”, explica sonriendo.
Los errores estratégicos
Plis-Sterenberg humaniza a través de sus descripciones a los combatientes y
también es muy crítico de los errores militares que cometieron. La batalla de
Monte Chingolo, según él, fue una divisoria de aguas. “Ahí abandonaron la
táctica de menor a mayor: eligieron atacar al enemigo donde era más fuerte, y
además sabían que los esperaban y se mandaron igual”, explica. En el libro
cuenta los antecedentes de la batalla, esos seis ataques a guarniciones
militares periféricas que fueron escribiendo la historia militar del ERP. Sobre
Monte Chingolo en sí, el autor considera que “el ERP para entonces había perdido
un poco el rumbo, estaban cantando victoria en una situación que no era de
ascenso de masas sino de retroceso. Esos jóvenes tomaron las armas ante la real
posibilidad de transformar las cosas tomando el poder. Acá no se hablaba de si
se podía tomar el poder, sino de cuándo: ¿lo tomamos en cinco o en diez años?”.
Al mismo tiempo, Plis-Sterenberg cree que “un aparato no puede reemplazar la
voluntad de un pueblo organizado”, y que “el ERP podría haber ganado en Monte
Chingolo, pero sólo hubiera sido un freno, un cambio de fechas para el golpe
militar”.
En este sentido, considera clave el cambio de mando que hubo durante la
planificación del asalto. El primer plan, el del comandante Ledesma,
“contemplaba la intervención popular. Para él, Monte Chingolo era un ensayo semi-insurreccional,
donde se aislaba la zona cortando accesos para evitar que llegaran refuerzos y
se tomaban antenas, canales de radio y TV para la lectura de proclamas. Se
esperaba así una movilización y la ayuda de la población tirando miguelitos en
las calles, impidiendo el avance militar”. Pero nada de eso pasó: “para los
militares fue un paseo, con muy poco se organizaron bien y se ocultaron bien
pertrechados en los puntos fuertes, en un predio enorme como ése donde uno no
sabe desde dónde le disparan”.
Para el autor, el ERP tuvo otros problemas que sellaron el fracaso. “La guerra
de insurgencia es eminentemente información”, explica, “y el ERP se negó a
torturar, considerando que no podían usar los mismos métodos que sus enemigos.
Los militares sí torturaron, y así consiguieron algunas victorias, aunque el
Turco Martín no cantó ni cuando le abrieron la panza con un cuchillo y le
metieron un hierro caliente y una rata adentro”. Plis-Sterenberg hace un
silencio: “Esto que cuento es real”, agrega.
Por otro lado, la organización fue avisada por sus propios miembros y por un
informe de Montoneros que contaban con un infiltrado entre sus filas. Jesús
Ramer Ranier, “el Oso”, provenía de otra guerrilla, las FAP-17, de extracción
peronista. Después de caer en manos de los militares, se convirtió en un doble
agente. Desde su rol de chofer tenía acceso a casi todos los movimientos del ERP,
y fue clave para Monte Chingolo ya que “todo lo que entregó el Oso estaba hecho
mierda, los percutores, las mechas, los detonadores de granadas. Hizo un daño
terrible”, explica Plis-Sterenberg. El Oso terminó confesando que trabajaba para
los militares y fue asesinado con dos inyecciones letales (la primera no le hizo
nada) por un tribunal revolucionario. Su cuerpo fue arrojado en el Bajo Flores.
"Un simpatizante organizado"
Para la reedición, el autor consiguió nuevos testimonios e historias, y aún le
falta agregar a una próxima versión el testimonio de Víctor Pérez, el “Chileno”,
quien declaró en la Justicia por todo lo que vio y oyó durante su captura en
diciembre de 1975, pocos días antes de Monte Chingolo. Además, el autor sigue
con la investigación, buscando nuevos testimonios y objetos –charreteras,
banderas, insignias- que piensa exponer. El ERP no es una organización más para
Plis-Sterenberg: se define como un “simpatizante organizado” de la organización,
“un perejil que hacía cosas chicas, pintadas, reparto y venta de prensa a través
de algunos contactos, volanteadas, no más que eso”.
Años más tarde, después del golpe militar y del fracaso de la experiencia
guerrillera, Plis-Sterenberg fue socorrista de la Cruz Roja y actuó como
paracaidista en Managua durante la revolución sandinista. Tras ser becado por la
Unión Soviética, asistió a su desintegración durante los 90 y participó de la
primera guerra chechena. Tiene definiciones precisas sobre los protagonistas de
la transición al capitalismo, Boris Yeltsin y Mijaíl Gorbachov –“dos traidores y
criminales”- y de Vladimir Putin –“un ex KGB entrenado para defender a su
país”-. En el prólogo de Monte Chingolo, agradece a quienes brindaron su
testimonio y “a esas personas, a su entrega absoluta e incondicional a los
ideales y banderas de la Revolución”, a quienes dedica el libro.
MC/LC
Infojus Noticias
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