El
éxito del cóndor
Por
Pedro Patzer
El viento de los Valles Calchaquíes siempre narra antiguas leyendas. Los viejos
arrieros las recuperan, ellos suelen decir: “Huayra Tata me contó” Parece ser
que el padre viento hubo de confesarles que el cóndor no envejece nunca y que
cuando éste siente que su inmortalidad comienza a abandonarlo, se eleva a lo más
alto, pliega sus alas y se deja caer hasta que la muerte, que desde hace siglos
lo espera, lo encuentra en las peñas. El viento aborigen afirma que cada vez que
un cóndor muere, crece en el corazón del cielo andino un pedazo de desierto.
Hay quien le da un uso superficial a la palabra éxito, despreciando su origen
etimológico que viene del latín “exitus”, que significa salida, por lo tanto,
éxito es “encontrar una buena salida a una situación” El éxito del cóndor
consiste en alcanzar la cima de la vida para irse de la vida. El destino de
imprescindibles personalidades de nuestro continente se parece al del cóndor.
Felipe Varela y el éxito del cóndor
Felipe Varela nació en las alturas de los sierras catamarqueñas, en un rancho
pobre de Huaycama. De niño miraba al cóndor volar y pensaba que él que nada
material tenía, poseía el privilegio de contemplar a la majestuosa ave desplegar
sus alas cual ceremonia ancestral. Siempre sospechó que el cóndor traía consigo
preguntas de otros tiempos, preguntas que desde hace cientos de años andan
errantes por los andes, preguntas parecidas a los silencios de vasija de sus
andrajosos paisanos, preguntas que la montaña murmuraba y que el río sugería en
su idioma antiguo. Varela fue el último montonero, lo que consiguió traducir del
cóndor lo volcó en un manifiesto en el que llama a la unión americana y en el
que repudia la guerra al Paraguay. Murió en 1870 exiliado (en Chile) y pobre,
calumniado por la historia de la oligarquía que le dio trato de "caudillo
sanguinario" y por su folklore que le hizo canciones que entre otras cosas lo
retratan como el que "viene matando y se va". Sin embargo, Felipe Varela
consigue el éxito del cóndor ya que el pueblo lo sube a la cima de su memoria,
lo bautiza como "El Quijote de los andes" y lo asciende a las máxima altura de
su cultura: lo hace copla y lo canta: “La República Argentina/ siempre ha sido
hostilizada,/ porque quienes gobernaban /con mala fe caminaban. / Ahora que
viene encima / levantada su bandera, /la gloria y la primavera/ florecen por sus
caminos, / gritemos los argentinos: /¡Viva el Coronel Varela!”
La Machi y el éxito del cóndor
El siglo XX tenía 37 años cuando a pocos kilómetros de Esquel, en la pequeña
comarca Nahuelpan, fueron desalojados (golpeados y sus viviendas quemadas) más
de 300 mapuches, entre niños y ancianos, a instancias de la familia Amaya que
aseguraba "ser dueña de esas tierras". Los mapuches tuvieron que emprender el
éxodo: caminaron treinta kilómetros hasta llegar a Lago Rosario donde se
aquerenciaron. Sin embargo de a poco fueron regresando a Nahuelpan, pero no sólo
volvieron para poblar la comarca sino que retornaron para soñar, a través del
pewma, a sus muertos; regresaron para descubrir allí su tahiel (su canto
sagrado); volvieron para ejercitar el Pürrün (baile sagrado), es decir,
eligieron retornar a Nahuelpan para realizar allí la rogativa sagrada, el
Camaruco, ceremonia en la que los mapuches se encuentran con sus antepasados.
La parte más intensa del ritual es dirigida por la Machi (médica hechicera y
consejera de la tribu) que en el momento crucial del Camaruco levita hasta sanar
de sus enfermedades (físicas y espirituales) a los presentes. La Machi se eleva
hasta alcanzar la cima de lo sagrado, la cumbre de lo humano, la cresta donde el
más allá se alcanza en el más acá. Desde ahí, cual éxito del cóndor, anuncia el
fin de la ceremonia.
Facundo Cabral y el éxito del cóndor
Facundo Cabral no tenía otra posesión material más que su guitarra. Desde que su
mujer y su hija murieron en un accidente aéreo, vivía en un hotel. Se hacía
llamar “Vagabundo first class” “Un vagabundo que nunca pide, un vagabundo que
sólo agradece”. Tenía la mezcla justa de burdel y templo, de atorrante y santo;
sus milagros arrabaleros no hacían ver a los ciegos, ni caminar a los lisiados,
sus milagros consistían en ponerle libertad a los corazones colmados de
calabozos. Se codeó con Krishnamurti, Borges, Perón, la Madre Teresa, Atahualpa
Yupanqui, Ray Bradbury, aunque nunca dejó de ser aquel pibe pobre que andaba por
las calles de Tandil, un chico pobre que aprendió que la riqueza no se encuentra
en el mundo, que la riqueza se halla en la vida. Así fue que este trovador actuó
en 165 países y su canción “No soy de aquí, no soy de allá” fue grabada en
muchos de idiomas, aunque donó sus regalías (un millón de dólares) a la obra de
la Madre Teresa. Facundo no necesitaba la riqueza del mundo, de hecho, los
tesoros del mundo lo empobrecían, del mismo modo que los dolores del mundo no lo
derrotaban: “No hay dolor del mundo que sea más fuerte que la vida”. El 9 de
julio de 2011, Facundo Cabral fue asesinado en Guatemala por sicarios que lo
confundieron con un empresario, vinculado al narcotráfico. Recibió una decena de
disparos. Horas antes, en su último concierto, había manifestado: “Es difícil y
raro decirlo, pero este es el final, pero yo soy lo que se va de este mundo
feliz, porque hice la vida que quería hacer, porque fui dueño de mi vida y lo
seré hasta el último minuto”
Pan y Cielo, el blog de Pedro Patzer
www.pedropatzer.blogspot.com.ar