Día
del recolector de residuos
Por ley 24854 del Congreso de la Nación de 1997 se declaró el
2 de octubre como Día Nacional del recolector de residuos.
Vaya este pequeño texto en homenaje.
Morir el día de la primavera
Por H.S.
Hugo Soria tenía un trabajo de esos que no le gusta a casi nadie. Quizás uno de
los más despreciados de la escala social. Cuando yo era chico mi papá me decía
que si no estudiaba iba a terminar juntando basura. Y era terrible. No por el
trabajo en sí, pues a los ojos de un niño recorrer la ciudad arriba de un camión
inmenso y ruidoso era comparable a las correrías de Sandokán y los piratas de
Malasia. Lo terrible es que los recolectores de basura andan siempre corriendo,
siempre dando grandes voces entre chirridos de frenos y ruido de motores.
Siempre apurados. Mucho no ha cambiado la cosa, pues sigo escuchando casi los
mismos gritos, casi los mismos ruidos, y con el mismo apuro. Un amigo me decía
que los recolectores de basura deberían tener los sueldos más altos, ya que
hacen el trabajo más sucio -literalmente hablando- que nadie quiere hacer. Y
jamás de los ve ociosos. Muy por el contrario siempre están como atrasados en
cumplir vaya a saber qué planilla de horarios de vaya a saber qué oficina. Lo
terrible es la urgencia del horario. Y qué oprobiosa carga debe tener la basura
en el imaginario colectivo, ya que cuando queremos descalificar y humillar a
alguien decimos “es una basura”, o algo así.
Pues Hugo Soria hacía eso, juntaba basura. Tenía veintidós años y una vida por
delante. Y toneladas de basura de los otros recorrida entre sus manos, pasada
por su cuerpo, atravesada en su alma. Trabajaba para la empresa Cliba en la
ciudad de Córdoba. Iban -seguramente apurados, como siempre- por el barrio
General Paz cuando se resbaló y quedó atrapado bajo las impiadosas ruedas del
camión. Era el día de la primavera. Un humilde trabajador, dirán los caretas. Un
buen muchacho, replicarán los más. Un empleado desafortunado, murmurarán los
dueños de Cliba, mientras administran su reemplazo. Tal vez una esposa o una
novia, tal vez un amigo, tal vez su mamá y su papá, tal vez lo lloren y le dejen
una flor de esta flamante primavera, que él no podrá ver.
Y yo, que pude zafar de ser recolector de basura porque mi papá me amenazaba
para que estudiara, no sé cuánta lágrima habrá que verter por Hugo Soria en un
tiempo donde el imperativo categórico es juntar títulos y bienes, y sobre todo
dinero, mucho dinero, porque la posesión de objetos en este mundo capitalista y
mezquino, tramposo y miserable, es sinónimo de éxito.
Resulta escandaloso darse cuenta que para que algunos pocos no pierdan su tiempo
mientras juntan plata, muchos Hugo Soria se encargan de juntarles la basura.
Una flor y una lágrima para Hugo, un buen muchacho.
22 de septiembre 2008