El
discurso racista de invisibilización de los afroargentinos
Por Enrique Carpintero
Imagen: Candombe federal por Martin Boneo (fragmento)
Había transcurrido más de media hora de la entrevista y María seguía muy
confusa. Lo único que aparecía con claridad era su motivo de consulta: “Tengo
mucho miedo de tener hijos.” Estaba casada hacía 5 años. Sentía un gran amor por
su marido, pero desde hacía 2 años, cuando decidieron que quedara embarazada,
comenzó a evitar las relaciones sexuales. Aún más, las tenía durante el período
en que no era posible el embarazo. Igual estaba con miedo de que ese recurso
fallara. La sensación que trasmitía era de pánico. No había más datos, ya que
sus silencios se prolongaban durante varios minutos. Hasta que, con mucha
angustia dice: “Mi familia de origen desciende de afroargentinos que vivieron en
la época de la colonia. Luego todos se casaron con blancos; todos los que
conozco de mi familia son blancos, pero en mi cuerpo siguen estando los genes de
mis orígenes. No soy racista, pero ¿qué hago si tengo un hijo negro? Sé que esto
es casi imposible. Pero pensar que esa mínima posibilidad pueda ocurrir, me da
pánico. No lo puedo soportar.”
Debo decir que el relato me sorprendió. Que alguien me dijera que era
descendiente de afroargentinos no era una circunstancia que habitualmente
hubiera escuchado. Sin embargo, trabajar con los prejuicios de la paciente me
llevaron a conocer una historia borrada por la historia oficial.
La sombra del sujeto
La palabra “discriminación” proviene del latín y significa “separar”,
“distinguir”, “diferenciar una cosa de otra”. En este sentido es un acto
necesario en la vida del sujeto. En el nacimiento el bebé se separa del cuerpo
de la madre, la cual representa la unión, la ilusión de haber sido “Uno”, de ser
“completo”. Sus efectos quedan en lo que llamo los factores estructurantes
primarios: narcisismo primario, angustia primaria, autoerotismo, odio primario y
funcionamiento desde el principio de displacer-placer. A partir de allí el
Primer otro constituye un espacio-soporte imaginario, afectivo, libidinal y
simbólico que permite pasar del yo primitivo al yo-soporte del interjuego de la
pulsiones vida, Eros y las pulsiones de muerte. Luego, la castración edípica
instala la alteridad donde se reconoce al otro como otro diferente. Es decir, se
discrimina lo “Uno” del otro que representa en el imaginario lo que no se tiene
y que jamás se tendrá: la ilusión de la totalidad perdida. Este proceso
necesario se realiza con tensiones en tanto se ponen en juego las
identificaciones primarias y aquellas que el sujeto va logrando a lo largo de la
vida.1 Es aquí donde el sujeto se encuentra con una sombra en lo más íntimo que,
como dice Freud, “es algo que asusta, ya que pertenece al lado oscuro de nuestra
personalidad y que poca gente se atreve a admitir con sinceridad semejante clase
de sentimiento.” La negación de esa sombra que alberga los factores
estructurantes primarios se proyecta en el otro que se transforma en lo sucio,
lo malo, lo siniestro, lo diabólico; es decir, lo opuesto a aquello que el
sujeto cree que únicamente es. De esta manera lo que no se quiere ser se lo
niega proyectándolo en el otro. Su exclusión es una negación de lo que se
rechaza donde la discriminación se sostiene en la violencia para negar la
alteridad. Por ello el problema de la discriminación no radica en la diferencia,
sino en el resentimiento y la violencia que produce el otro en tanto nos
representa la castración, la ilusión de la perfección perdida. Esta violencia es
un intento de reforzar una unidad en tanto se proyecta en el otro lo que se teme
de uno mismo, ya que sostiene la negación de la identidad de aquel atributo que
es rechazado en la intimidad del sujeto y desvalorizado o condenado por la
cultura.
Cuando nos preguntamos: ¿Qué se discrimina? tenemos que dar cuenta de paradigmas
que gobernaron diferentes épocas de nuestra historia. El argumento más utilizado
en todos los tiempos fue: para garantizar la pureza racial, excluyendo a los
pobres, los ancianos, los negros, las mujeres, los homosexuales, los
discapacitados, los gitanos, los extranjeros. En Occidente el paradigma lo
podemos encontrar en el nazismo y la Inquisición de la Iglesia Católica. En la
actualidad persisten estas formas de discriminación donde en cada sociedad vamos
a encontrar sus propias características.
Los afroargentinos
"Acusar a un negro por error es una alegría permitida que nadie va a andar
cuestionando si hay un mínimo de razón para matarlos. Es un asunto de higiene."
Fiebre Negra de Miguel Rosenzvit2
El ingreso sistemático de africanos transportados como esclavos al puerto de
Buenos Aires comenzó en 1580. La mayoría provenía de Senegal, Gambia, Sierra
Leona, Ghana y Angola.3 Víctimas del hacinamiento, el hambre, la tortura y las
enfermedades, los que sobrevivían cuando llegaban eran encerrados en galpones de
la zona de Retiro para ser vendidos. La esclavitud era un fenómeno urbano ya que
se compraban esclavos para servir a las tareas del hogar y obtener ganancias por
medio de su explotación. Muchas familias vivían de sus trabajos como artesanos
al vender sus productos en las calles.
El sistema esclavista estaba ligado a los comerciantes porteños unitarios muy
fuertes durante la Colonia y en los primeros años de la Independencia.4 El
partido federal de los saladeros bonaerenses de Rosas, Anchorena y Ezcurra
tampoco tenían ideas abolicionistas. Los esclavos eran utilizados como siervos
en la campaña de Buenos Aires por los hacendados y los representantes
eclesiásticos. Según el censo de 1778 en Buenos Aires el 30% de la población era
negra, en Santiago del Estero el 54%, en Catamarca el 52%, en Salta el 46%, en
Córdoba el 44% y en Tucumán el 42%. Es decir, la población de personas negras
era muy importante.
¿Sería eso nacer liberto? ¿Poder llorar a grito pelado y en la mismísima puerta
del cuarto de la patrona? Azucena había nacido bien esclava, una década atrás, y
Julia, la menor, de siete años, le había errado a la Asamblea del XIII apenas
por un mes.5
En la Asamblea Constituyente de 1813 se otorgó la “libertad de vientres”, que
establecía la libertad de los niños negros por nacer, pero los otros continuaron
bajo diferentes formas de servidumbre. Debimos esperar 43 años para que recién
en la Constitución Nacional de 1853 se declarara el fin de la esclavitud.
La estructura social del Río de la Plata era similar a la de otros países de
América Latina: se fundaba en el racismo. El español consideraba nobles a
aquellas personas que no tenían entre sus ascendientes a moros, judíos y negros.
Para obtener un cargo público debía constar en su árbol genealógico la ausencia
de “mala sangre” por tres generaciones.
Ahora bien la pregunta que se impone es ¿Qué pasó con esa significativa
población negra?
En primer lugar debemos señalar que los africanos y afroargentinos participaron
activamente en la lucha por la Independencia. Luego de cinco años en el ejército
se les ofrecía la libertad. Situación que casi nunca sucedía ya que los mataban
antes. Durante la Invasiones Inglesas las compañías de Pardos y Morenos tuvieron
una destacada participación en la defensa de Buenos Aires. Cuando San Martín se
hace cargo del ejercito del norte de los 1200 hombres, 800 eran negros. De los
2500 soldados negros que iniciaron el cruce los Andes solo regresaron 143. Sin
embargo, el enfrentamiento que más vidas de afroargentinos se cobró fue la
cruenta guerra con el Paraguay durante 1865-1870. Los batallones argentinos
estaban compuestos por soldados negros que fueron mermados durante la lucha. Un
año después, en 1871, se desata la epidemia de fiebre amarilla. Los barrios más
castigados fueron los habitados por negros en el sur de la ciudad. Eran barrios
desprovistos de higiene y de toda organización sanitaria. Mientras los blancos
se mudaron y crearon la Zona Norte de la ciudad, el ejército rodeó toda la zona
y no les permitió emigrar. Los negros quedaron encerrados en sus barrios donde
murieron masivamente y fueron sepultados en fosas comunes.6
...hasta donde puede llegar la mentira. -¿La mentira oficial, decís? -Claro. Por
ejemplo, ese cuento de la esclavitud benévola. Puede ser que les tuvieran
cariño. A los caballos también les tenían cariño. Pero si los tenían que
carnear, los carneaban y si los tenían que dejar tirados en una posta, los
dejaban tirados en una posta. Mira, te voy a contar una anécdota de mi familia,
quizá ya la leíste porque es bastante conocida. -Contame, contame, ¿de tu
familia? -Si, tatarabuela, o tataratatarabuela, no se bien. Había quedado viuda
porque a su esposo lo habían matado en las invasiones inglesas. En las primeras.
El caso es que tenía tres hijos de cinco, cuatro y tres años. Los amos tenían un
solo hijo también de tres años. Los dos más chiquitos, el negro y el blanco, se
enfermaron de hepatitis y murieron el mismo día. En ese entonces, aunque no lo
creas, cuando un nene menor de siete años se moría, se hacía una fiesta, porque
se decía que iba directamente al paraíso. Se lo disfrazaba de ángel y se lo
velaba toda la noche. Bueno, los velaron juntos. Al blanco lo disfrazaron de
ángel y ¿el negrito? -No- dije. No quería adivinar. -Sí- movió la cabeza con
acentuada lentitud. -De demonio.
-Macabro. -La madre trató de quitarle el disfraz, pero la agarraron entre los
presentes y no la dejaron llegar. Como insistió y estaba arruinando la fiesta,
la azotaron. Igual siguió llorando y gritando por la maldición que le echaban
sobre su hijo. Y cuando más lloraba, más la azotaban-. Eva me miró sin poder
evitar un poco de resentimiento. Pero no iba dirigido a mi persona. -No existe
la esclavitud benévola-. Concluyó. -Esas son dos palabras que se repelen entre
sí.7
Otras circunstancias que son necesarias destacar refieren a que en esta sociedad
racista la movilidad social del negro era prácticamente imposible. Si bien sus
condiciones eran mejores que las de los regímenes esclavistas donde la
explotación se basaba en las plantaciones, sus condiciones de vida eran
lamentables. La mortalidad de los recién nacidos duplicaba la de los blancos.
Además, la natalidad era muy baja, pues los amos evitaban el casamiento de un
esclavo al igual que el embarazo de una esclava, ya que les impedía prestar los
servicios por los que fueron comprados. Era más económico reemplazar con nuevas
importaciones de esclavos la escasez de nacimientos y la gran cantidad de
muertos. Un hecho importante fue que la fecundidad de las mujeres negras era muy
baja ya que, como una forma de resistencia, no querían tener hijos debido a la
miserable situación en que se encontraban.
A fines del Siglo XIX y principios del XX la gran inmigración Europea fue
reemplazando los oficios que tenían los pocos negros que aún quedaban. Sin
embargo, los negros nunca desaparecieron como se ha escrito y se sigue contando.
Hay un ocultamiento intencional, como veremos más delante, de sus aportes a la
historia, la cultura y de sus descendientes.
La población negra se organizaba en “Naciones” conservando sus denominaciones,
sus ritos, sus costumbres y sus lenguas africanas.8 Esta resistencia cultural
adquirió la forma de periódicos y revistas que suscitaban grandes rivalidades.
La más significativa fue “El proletario” fundada en 1858 por el intelectual
negro Lucas Fernández. Esta expresaba “los intereses de clase”, los de la “clase
de color” en la necesidad de fundar un movimiento de “democracia negra.”9 En
estas publicaciones se debatía acerca de su vida social y cultural donde la
poesía era un elemento importante. Esta profusa actividad de los afroargentinos
fue disminuyendo aunque la podemos encontrar en muchas palabras de nuestro
lenguaje y en los orígenes del tango.10 Pero es en la historia oficial donde se
impone el mito de la Argentina como un país conformado por habitantes de raza
blanca donde ya no solo quedan afuera las poblaciones originarias, sino la
importante población negra.11 Cuando en 1996 el entonces presidente Menem viajó
a EEUU le preguntaron sobre los negros en nuestros país. Su respuesta fue
contundente: “En la Argentina no llegaron los negros porque nosotros abolimos la
esclavitud en 1813. No existen los negros. Ese problema lo tiene Brasil.”12
La creación de un mito racista
"A los blancos hizo Dios / a los mulatos San Pedro / y a los negros hizo el
diablo / para tizón del infierno."
Payada que aparece en el Martín Fierro de José Hernández
Michel Foucault plantea que “el discurso racista no fue otra cosa que la
inversión, hacia fines del siglo XIX, del discurso de la guerra de razas, o un
retomar de este secular discurso en términos sociobiológicos, esencialmente con
fines de conservadurismo social y, al menos en algunos casos, de dominación
colonial.”13 En este sentido el predominio de las ideas positivistas en el siglo
XIX daban una fundamentación “científica” al racismo. La división de las razas
en superiores (blancos) e inferiores (negros, indígenas, judíos, orientales,
moros, etc.) era considerada algo propio de la naturaleza. Esto llevó a que el
poder representado por la generación del ´80 (Roca, Mitre, Alberdi, Sarmiento)
impone una política conservadora basada en la idea de una Argentina compuesta
por una población homogénea de raza blanca diferente del resto de Latinoamérica.
Por ello esta invisibilización de los negros y las poblaciones originarias en la
Argentina se encuentra en la historia oficial. En los manuales, la historia de
los negros finaliza con la abolición de la esclavitud. En las iconografías se
ven negros hasta la época de la independencia; generalmente vendiendo muy
alegres sus productos, claro, sin decir que para sus patrones. Difícilmente
vamos a encontrar en cuadros de batallas, ejércitos de negros. Es así como el
mito de que “descendemos de los barcos” conlleva una actitud racista claramente
expresada en promover la inmigración Europea, fundamentalmente anglosajona.
El racismo blanco europeísta organizado desde el Estado encuentra su fundamento
en el artículo 25 de la Constitución Nacional concebida por Juan Bautista
Alberdi que fomenta la inmigración europea.14 Sus ideas se basaban en que “para
educar a nuestra América es preciso poblarla con poblaciones de Europa más
adelantada en libertad y en la industria.” Pero aclaraba: “hay extranjeros y
extranjeros. Todo lo civilizado es europeo, al menos en su origen, pero no todo
lo europeo es civilizado.” Esto lo supieron muy bien los inmigrantes de
principios del Siglo XX perseguidos por sus luchas sociales y políticas.15 En
esta perspectiva Sarmiento, que tenía un pensamiento fundamentalmente racista,
manifestaba: “Llego feliz a esta Cámara de Diputados de Buenos Aires, donde no
hay gauchos, ni negros, ni pobres. Somos la gente decente, es decir,
patriotas.”16 También estas ideas racistas propias del positivismo abarcaban a
sectores importantes de intelectuales. Por ejemplo, José Ingenieros sostenía que
“La historia no es un registro de la lucha de clases, ni de la lucha
institucional, sino antes que bien de la lucha racial.” De allí que consideraba
necesario que las razas blancas y no blancas se desarrollaran separadamente. Así
los negros y los indios perderían de manera inexorable en la lucha por el
predominio ya que consideraba a los afroargentinos “más próximos a los monos que
a los hombres.”17
Esta negación de la historia de los afroargentinos tiene un ejemplo
paradigmático en el relato sobre el “negro Falucho”. La historia de la muerte de
Falucho fue un invento de Mitre. Se sabe que un soldado negro fue fusilado en el
Callao durante 1830 por negarse heroicamente a rendir homenaje a la bandera
realista. Pero lo cierto es que no se llamaba Falucho, ya que este era un
soldado de San Martín que en ese año vivía en Lima. Es decir, el único monumento
que recuerda la historia heroica de un soldado negro que se encuentra en la
plazoleta triangular de Fitz Roy entre Santa Fe y Luis María Campos en la CABA,
es la de un soldado desconocido cuyo nombre se ignora.
Debemos reconocer que una sociedad donde se sostiene que no hay racismo, en
tanto representa a la Argentina como un “crisol de razas”, niega una parte de su
historia. No solo en relación a los negros y las poblaciones originarias.
Podemos citar la Liga Patriótica creada en el año ‘20 por el club Naval que con
el lema “Patria y orden” atacaba a obreros, judíos, anarquistas y socialistas.
Este grupo xenófobo compuesto por sectores aristocráticos y de la clase media
alta fue el que realizó en los barrios de Once y Villa Crespo el primer progrom
de judíos en la Argentina.
Para terminar este apartado citamos a Diego Buffa, coordinador del Programa de
Estudios Africanos en la UNC, que plantea: “Hasta la reforma de 1918 en la
Universidad de Córdoba todavía se exigía para ingresar la limpieza de sangre,
que no era otra cosa que no tener algún ancestro negro.”18
La utilización de la palabra “negro” como descalificación contra los pobres
En el censo de población de 2010 por primera vez se preguntó sobre quienes se
reconocen como indígenas y afrodescendientes. Cerca de un millar de personas se
afirman como indígenas y en 62.642 hogares existe una persona que dice ser
afrodescendiente. En estos hogares hay 149.493 personas. Un 51% son varones y un
49% mujeres. El 34,4% se hallan en la provincia de Buenos Aires. En CABA vive el
11,3%, en Entre Ríos el 6,8%, en Santa Fe el 6%, en Córdoba el 5,5%, en Mendoza
el 2,5%, en Chubut el 2,3% y en Salta el 2%. Hay que reconocer que existe un
subregistro ya que por prejuicios personales y sociales muchos no admiten su
filiación.19
Estos datos demuestran que la población de origen africano en la Argentina no ha
desaparecido. Si bien los descendientes de los esclavos de la época de la
Colonia han disminuido significativamente, encontramos descendientes de
inmigrantes de Cabo Verde que llegaron durante la primera mitad del siglo XX.
Así como inmigrantes brasileños, dominicanos y africanos.
El discurso racista utilizado por los sectores de poder donde se invisibiliza a
la población negra para decir “en la Argentina no hay negros” aparece en la
sociedad como una vuelta de lo reprimido en la utilización de la palabra “negro”
o “negra” en forma despectiva para discriminar a los obreros, inmigrantes de las
provincias y de países latinoamericanos. Es cierto que también se utilizan las
palabras “negrito/a” en forma cariñosa. Pero esto no es más que un sucedáneo del
“negrito/a” querido/a por su amo, pues se sometía dócilmente a sus reglas.
Podemos encontrar el “negro/a” como un apelativo que resignifica la palabra al
darle un contenido de valor y de fuerza.
Es a mediados del siglo XX durante la primera presidencia de Perón que los
sectores de clase media y alta descalificaban a los que venían del interior del
país con el calificativo de “cabecitas negras”. Este término se difundió
ampliamente para descalificar a los pobres. Un ejemplo lo da el pianista Miguel
Angel Estrella cuando fue detenido y torturado por la última dictadura militar:
“Me decían. ‘Vos nunca más vas a tocar el piano. Por que vos no sos guerrillero,
pero sos algo peor: con tu piano y tu sonrisa te metes a la negrada en el
bolsillo y les haces creer a los negros que pueden escuchar Beethoven’.”20 Hoy
son “negros de mierda” los paraguayos, peruanos, bolivianos que se aprovechan de
nuestros hospitales y/o universidades. Son los causantes de la violencia y la
inseguridad. Igual que los piqueteros o los obreros que cortan las calles de la
ciudad. La “portación de rostro” puede implicar ser detenido o que no se pueda
entrar en un lugar público; además de ser mirado con desconfianza.
Freud utiliza una frase, ya clásica, que es el “narcisismo de las pequeñas
diferencias” para establecer como la cohesión libidinal en los grupos, a partir
de un ideal unificante, puede llevar el odio al diferente. Es aquí donde
encontramos la figura del “chivo emisario” portador de todos los males que en
algunas sociedades aparece contra los pobres y los inmigrantes como causantes de
todas los males e inseguridades.
La cultura hegemónica del capitalismo tardío ha traído cambios de valores donde
el “ser” pasa por el “tener”. Es así como aquellos que no tienen dinero o los
que no tienen la belleza valorada socialmente se los margina. Su resultado es la
ruptura del lazo social en el que desaparecen las relaciones de solidaridad en
detrimento de formas de discriminación a veces explícitas y otras
invisibilizadas por un discurso “políticamente correcto”.
Notas
1. Carpintero, Enrique, El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser,
editorial Topía, Buenos Aires, 2014.
2. Rosenzvit, Miguel, Fiebre Negra, editorial Planeta, Buenos Aires, 2008. Esta
es una de las pocas novelas escrita sobre la esclavitud en la Argentina.
3. Okon Edet Uya, Historia de la esclavitud negra en las Américas y el Caribe,
editorial Claridad, Buenos Aires, 1986.
4. Los apellidos de estos esclavistas conforman el sistema de poder. Entre ellos
se encuentran: José de María Martinez de Hoz, Martín de Alzaga, Ventura Marcó
del Pont, Francisco Antonio Beláustegui, Juan F. Terrada, Martín de Sarratea.
5. Ídem cita 2.
6. Coria, Juan Carlos, Pasado y presente de los negros en Buenos Aires,
editorial Roca, Buenos Aires 1998. También Binayan Carmona, Narciso, “Pasado y
permanencia de la negritud”, Todo es Historia, Nº 162, Buenos Aires, 1980;
Schavelzon, Daniel, Buenos Aires negra, editorial Emecé, Buenos Aires, 1999.
7. Ídem cita 2.
8. Ingenieros, José, La locura en la Argentina, editorial Losada, Buenos Aires,
1955.
9. Corbiére, Emilio, “El genocidio negro en la Argentina”, Argenpress, 12 de
abril de 2013. Esta revista fue fundada seis años antes que Carlos Marx y
Frederic Engels crearan la primera internacional.
10. Natale, Oscar, Buenos Aires, negros y tango, Peña Lillo editor, Buenos
Aires, 1984. También Villanueva, Estanislao, “El candombe nació en África y es
rioplatense”, Todo es Historia, Nº 162, Buenos Aires, 1980.
11. Este mito que caracteriza a nuestro país en el mundo, sigue presente en la
actualidad. Los atentados racistas contra los negros son algo cotidiano en EEUU.
El 18 de junio de este año en Carolina del Sur un joven blanco llamado Dylan
Roof entró armado a una Iglesia Africana Metodista y asesinó a 9 personas. Luego
de ser detenido dijo que tenía que hacerlo porque los negros “violan mujeres y
están tomando nuestro país.” Pero lo más llamativo fue cuando declaró que
defendía a los países de supremacía blanca. Entre los que admiraba estaba
Argentina como una nación compuesta exclusivamente de ciudadanos blancos.
12. Diario La Nación, 26 de noviembre de 1996.
13. Foucault, Michel, Genealogía del racismo, Caronte ensayos, Buenos Aires,
1996.
14. “El gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir
límites, ni gravar con impuesto alguno la entrada en territorio argentino de los
extranjeros que tengan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e
introducir y enseñar la ciencias y las artes”. Inicialmente la idea era incluir
a españoles, italianos y judíos los grupos que se excluían explícitamente ya que
-como decía Alberdi- “las razas que podían mejorar la especie eran aquellas que
provenían de Inglaterra y Francia”. Este artículo fue mantenido en todas las
reformas constitucionales y llega hasta la actualidad.
15. Costanzo, Gabriela, Los indeseables. Las leyes de residencia y Defensa
Social, editorial Madreselva, Buenos Aires, 2009.
16. Ruchansky, Emilio, “¿Negros en Buenos Aires?”, Argenpress, 4 de febrero de
2003. Sarmiento, Domingo Faustino, Civilización y Barbarie, editorial
Hispamérica, Buenos Aires, 1980.
17. Ingenieros, José, Sociología Argentina, editorial Losada, Buenos Aires,
1946.
18. Entre otros textos de una importante investigación sobre los negros en la
Argentina citamos “Pasado y Presente del aporte africano en la identidad
cordobesa contemporánea” María José Becerra, Diego Buffa, Claudia García, Juan
José Vagni, Juan Manuel Zeballos en http://www.alapop.org/2009/images/DOCSFINAIS_PDF/ALAP_2008_FINAL_275.pdf
19. Lipcovich, Pedro, diario Página/12, 30 de diciembre de 2012.
20. Pereyra, Glasy, “El pianista Miguel Angel Estrella recuerda la tortura en
Uruguay” en
http://glasypereira.blogspot.com.ar/2014/01/el-pianista-miguel-angel-estrella.html
* Psicoanalista. Egresado de la Facultad de Psicología UBA. Doctor en Psicología
UNSL. Director del Servicio de Atención para la Salud. Cursos y seminarios en
instituciones oficiales y privadas –entre otros- en la Universidad Nacional de
Rosario, de Mar del Plata, de San Luis y de Río Cuarto. Colaborador en revistas
y diarios nacional e internacionales. Director y autor de la Enciclopedia de la
sexualidad infantil (1994), autor de Registros de lo negativo. El cuerpo como
lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos
psicoanalíticos (1999), La alegría de lo necesario, las pasiones y el poder en
Spinoza y Freud (segunda edición 2007), compilador de Produciendo realidad. Las
empresas comunitarias (2002), coautor con Alejandro Vainer de Las Huellas de la
Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los ’60 y ’70. Tomo I:
1957-1969 (2004) y Tomo II: 1970-1983 (2005), compilador de La subjetividad
asediada. Medicalización para domesticar al sujeto. Director de Topía.
Correo: enrique.carpintero@topia.com.ar (link sends e-mail)
Editorial de Revista Topía n°74, Agosto/2015
Fuente: https://www.topia.com.ar