Siempre
Néstor. Siempre Cristina. Siempre Patria
Por Florencia Villa
A veces, para escribir sobre el otro es necesario mirarse a uno
mismo.
2003. En ese entonces, arañaba los 17 años. Era un escenario
bastante difícil para nuestro país porque nos habían devorado y
parecía que no había salida. Reinaba la desesperanza. Ni la
utopía inherente a la juventud podía con esa realidad que nos
golpeaba día a día. Hasta ese año, yo formaba parte de las
pequeñas –grandes- luchas que llevaba adelante el centro de
estudiantes del secundario al que pertenecía. Los 24 de marzo.
Los 16 de septiembre. Días de la memoria. Días en que
marchábamos para recordar lo que fue el terrorismo de Estado.
Días para no olvidar. La plaza de mayo tenía poca convocatoria.
Creo que cada uno buscaba sobrevivir, como fuera. No existía el
otro. No existía ni siquiera uno mismo, como entidad de sujeto.
Pero ese año apareció Néstor. Inauguró un momento que, como el
inconsciente, sólo puede interpretarse pasado un tiempo. Era un
Néstor sin poder, prácticamente sin representación popular.
Recuerdo haber escuchado sus palabras en el Congreso, ya más que
repetidas y conocidas: “Vengo a proponerles un sueño…” En aquel
momento, esa propuesta eran palabras vacías. Promesas que
veníamos escuchando hacía tiempo y que jamás habían sido
consustanciadas. Palabras que estábamos cansados de oír. ¿Cómo
íbamos a creerle?
Con los años, esas palabras empezaron a cobrar sentido. En cada
acción, en cada decisión política, en cada acto simbólico,
Néstor comenzó a darle contenido a esas palabras inaugurales.
Creo que esa acción, dotar sentido, fue la que empezó a marcar
un nuevo camino. El camino del discurso empalmado a la acción.
Ya no eran palabras vacías. Así, entiendo que a muchos nos pasó
exactamente lo mismo. Nos identificamos con un camino, el de ver
reflejado en la práctica “lo que pienso” “lo que yo quiero para
mi país”.
Recuerdo ese inolvidable acto en la Ex ESMA, ese que me colmó
tanto como me angustió. En ese acto dimensioné lo que Néstor se
había propuesto: le estaba poniendo palabras al vacío, a ese
vacío que había desgarrado nuestra historia. No puedo dejar de
lagrimear al escribir estas líneas. No me lo contaron. Lo viví
en carne propia. Ese momento lo sentí. Lo sentí desde las
entrañas. Tenía 18 años y podía empezar a sentir y a creer en
algo. Empecé a creer que era posible. Era posible un país donde
no se olvidara, donde se enjuiciara, donde comenzaran a decirse
las cosas por su nombre.
Ese acto, para mi vida y creo que para la de muchos, fue el
punto de origen de una serie de decisiones que remarcaron ese
camino, el camino de ser contracorriente, de ir a favor de
nuestros intereses como país y de tener el coraje de mandar al
carajo a todo monstruo devorador, tanto externo como interno.
Néstor se convirtió en una figura, en vida y más aún, después de
su muerte. Su pasión la depositó en la construcción de una
Argentina distinta, que peleara por sus derechos, con
convicciones claras e inconmovibles, que buscara la
redistribución, que igualara, que otorgara dignidad y trabajo.
Por sobre todas las cosas, se apasionó en la construcción de una
Argentina donde la política no fuera una mala palabra o, peor
aún, una palabra vacía.
La plaza de mayo comenzó a llenarse.
Después, elegimos a Cristina. Si bien ella, en cada oportunidad
que tuvo, hizo alusión a ÉL, como compañero de militancia y de
vida, como si fueran UNO, nadie tiene dudas de que Cristina
brilla con luz propia. Fue una de las Presidentas que sufrió más
embates, desde todas las aristas, externas e internas,
políticas, económicas y, fundamentalmente, mediáticas. Fue
diagnosticada psiquiátrica y psicológicamente, fue (mal)etiquetada
de narcisista, fue cuestionada en su vida personal, fueron
sospechados sus hijos, fue sospechada de todo tipo de delito.
Fundamentalmente, fue objetalizada. Pareciera ser que un
porcentaje de la sociedad no fue capaz de soportar que una mujer
ocupara un lugar de poder, ese lugar tan temido pero también tan
deseado. No sólo eso. No soportó que lo portara con tanta
soltura, con tanta dignidad y, haciendo lo mismo que su
compañero, llamando las cosas por su nombre.
Cristina redobló la apuesta de Néstor. Es cierto, en ese punto,
sí fueron UNO. Cristina tuvo el coraje de estatizar entes que
creíamos haber perdido para siempre. Cristina le devolvió la
dignidad al Estado. Lo volvió confiable y lo convirtió en un
aparato que funcionara para todos nosotros.
Cristina nos conectó, Cristina redistribuyó, Cristina nos igualó
en derechos, Cristina le sacó la careta a unos cuantos. Ella
encarna lo que, entiendo, debe portar todo militante:
convicciones, audacia y coraje. Ella también se debe a sus
ideales.
Cristina apostó. Cristina formó cuadros. Si Néstor les dio
nacimiento, Cristina los fortaleció. Cristina reivindicó la
militancia, nos empoderó a todos nosotros, en todos los
estratos. Si eso no es liderazgo, entonces, ¿cómo se entiende
este fenómeno? Si hay narcisismo en Cristina es ese necesario
para erigirse como el líder que se despersonaliza tras una idea.
Nuestra referencia no es Cristina. Admiramos su templanza, su
coraje, su fortaleza. Nuestra referencia son las convicciones
que pudimos construir con y a partir de Néstor y Cristina.
Después de 12 años, la plaza de mayo se llenó de alegría y de
celebración. La plaza de mayo volvió a ser nuestro lugar.
Cuando una convicción toma forma y se fortalece, no se
desvanece, no desaparece, no se borra de un plumazo. Y esa es la
marca que encarnamos, que portamos en las entrañas. Néstor y
Cristina nos dejan palabras con sentido, creencias firmes,
apuestas posibles porque ambos nos demostraron, en uno de los
peores momentos de nuestra historia, que era posible.
Que era posible hacer algo distinto a obedecer. Que era posible
resurgir, rearmarnos y fortalecernos frente al mundo. Que era
posible la dignidad.
Errores, posiblemente, miles. Herramientas, sin lugar a dudas,
todas. Ellos nos ofrecieron las herramientas para instituirnos
como sujetos y, a su vez, para darle sentido al Otro como
sujeto. Así, se es Patria.
El 10 de diciembre de 2015 se cierra un ciclo que,
cualitativamente, nos marcó para toda la vida. Y les estaremos
siempre agradecidos. Quiero recalcar que lo genuino de ese
agradecimiento es que brota de nuestras entrañas.
Siempre Néstor. Siempre Cristina. Siempre Patria.