Desaparecer
la protesta
Por Fernando Esteche*
Ella, chica bien de familia con interminable cantidad de apellidos, que jugó
a ser guerrillera sin combatir ni ponerse en riesgo, que se subió al buque
inglés en el Puerto de Montevideo, irrumpiendo y violando leyes
internacionales para flamear la bandera argentina; juegos de joven de clase
alta rebelde, que más tarde deploró a sus propios compañeros, que mandó en
cana gente, que buchoneó… Importantes pliegos de presentación para la hoy
Ministra Bullrich, que la han devuelto a su propio bando, al de su familia.
Barrilete cósmico fue la metáfora que Víctor Hugo Morales eligió para
nombrar la infinita gambeta de Maradona a los ingleses, pero conociendo el
derrotero político de La Piba, nadie mejor que ella para detentar el mote de
“barrilete”: barrilete sin cola, por lo imprevisible.
Había que ajustar porque así lo dictaba el Consenso de Washington en los 90,
y a ella le pareció oportuno ajustar bajando las jubilaciones y los salarios
estatales. Fue parte del gobierno de la Alianza, que detenta tristemente el
record de fusilamientos fatales en protestas sociales.
En base a tareas de inteligencia que ningún juez ordenó sino que
desarrollaron por motu propio, violando obviamente la ley de inteligencia
nacional, o por indicación del gobernador Morales, las fuerzas de
inteligencia jujeñas determinaron que era necesaria la presencia preventiva
de un cuerpo de gendarmes en esa provincia. Y ahí predispuesta y solícita La
Piba envío en un colectivo sin frenos a la muerte a 40 muchachos. La
urgencia y la improvisación golpearon su propia tropa.
En vísperas de las pasadas fiestas llegaron en carros hidrantes a disparar a
mansalva y sin ninguna mediación fuerzas represivas contra los trabajadores
de Cresta Roja. Más tarde la emprendieron con trabajadores cooperativistas
de la Municipalidad de La Plata. De pronto las promesas de diálogo que
esgrimieron en campaña se convirtieron en certeza de palos.
La Asociación de Trabajadores del Estado en diciembre, y a semanas de haber
asumido la Ministra de Seguridad denuncian interrogatorios paraformales
sobre filiación política e ideología de cada trabajador. Poco después
aparecen los despidos masivos para, a partir de allí, analizar caso por
caso.
La ministra tuvo su momento de gloriosa sombra con la saga ridícula de poner
todas las fuerzas federales a perseguir tres prófugos que parecían burlarse
deliberadamente de la piba ahora señora mayor. Terminaron siendo capturados
por una patrulla de policía de pueblo que los sorprendió cuando pedían un
vaso de agua a los vecinos.
La señora ahora intenta sus cinco minutos de gloria que borren tanto pifie
con el anuncio de que va a terminar con los piquetes. Los diarios de la
derecha festejan lo que titularon como “el fin de la patria piquetera”.
La señora expone un protocolo y anuncia que prohíbe palos, capuchas, gomas
quemadas; lo hace mientras los principales accesos a Ciudad de Buenos Aires
y en las principales ciudades del país se levantan columnas de humo negro de
por los menos 200 piquetes reclamando la libertad de Milagro Sala. Lo hace
cuando sabe que el 24 de febrero superando todas las divisiones los
trabajadores estatales en su conjunto, van al paro nacional repudiando los
despidos por el derecho al trabajo y al salario digno y van a marchar, y van
a cortar las rutas. El primer paro contra Macri.
Semanas antes en una barriada de la Ciudad de Buenos Aires, sus fuerzas
acribillaron a una murga que estaba ensayando, mujeres, menores, jóvenes. Al
mismo tiempo cansaban sus brazos apaleando vendedores ambulantes. Y antes
habían dictado la emergencia en seguridad que habilita a las fuerzas a cargo
de la ministra a allanarte la casa de oficio, a detenerte por averiguación
de antecedentes, a pedirte documentos por merodeador.
Los argentinos ya vivimos esa época, y sabemos cuál es la matriz cultural
que propone “ordenar” y “vigilar”.
Propone entonces prohibir palos y capuchas, y en esa alocada carrera de
prohibiciones va por la prohibición a las clavas de los pibes que hacen
malabares en las esquinas, por los baldes y secadores de los limpiavidrios,
por las franelas de los “trapitos”, por los bombos y platillos de las
murgas. Porque no sólo les preocupan y deploran las formas de protesta de
los sectores populares sino que también desprecian y deploran los
“rebusques”, el trabajo informal que ellos son incapaces de formalizar, las
celebraciones de lo popular; todo lo desprecian, porque gobiernan contra el
Pueblo.
Ahí la señora ministra abriga la siniestra ilusión de poder “desaparecer” la
protesta. No están pensando en cambiar las causas que producen la protesta
sino simplemente desaparecer la protesta.
Los primeros que intentaron la proscripción de lo popular fueron los de la
Revolución Fusiladora con resultados inequívocamente malos. Ya lo quiso
hacer Corach en su momento, luego la Alianza fusilando piqueteros, más tarde
Aníbal Fernández y Sergio Berni. No se puede contener la protesta, no se
pueden acallar los reclamos del Pueblo.
Los apaleamientos y persecuciones lo único que pueden provocar es disparar
más rebelión, más bronca y desatar una espiral de violencia. El único camino
es cambiar la política y en todo caso buscar genuinamente el diálogo y la
interlocución.
Hay que comprender que los repertorios disruptivos surgen precisamente ante
la desidia y el desdén de lo oficial cuando es interpelado por lo popular.
Uno no puede ir con un pliego de peticiones a un ministerio porque no lo
reciben; únicamente le prestan atención mediante la protesta.
Pergeñan estos protocolos porque están trabajando con una hipótesis de
conflicto que prevé altos niveles de conflictividad social, de protesta
callejera y de desbordes, directamente proporcionales a las políticas
antipopulares que pretenden imponer.
De eso se trata. Es el gobierno de los CEOs que gobierna para las grandes
empresas y en contra del Pueblo.
Es una restauración noventista y como claramente desde el marxismo se
afirma, la historia se da primero como tragedia y se repite como farsa. Y
nos toca atravesar estos tiempos de caricaturas de políticas estructurales.
Vuelven los noventa, vuelven las gomas quemadas.
En esta vocación prohibitiva seguramente en la desesperación terminarán
prohibiendo los helicópteros, suponiendo así que podrán evitar la
intempestiva salida que fatalmente se les anuncia en la medida de que sigan
minando las bases de consenso y gobernabilidad aplicando políticas
bestialmente agresivas a la vida cotidiana de nuestro Pueblo.
Hay quienes sostienen que esta no es una derecha boba, que no se trata de un
gobierno de CEOs depredadores irresponsables, sino que vienen con un
proyecto de largo plazo. De ser así, la ministra expresa una corriente
grotesca y bruta que atenta contra esos planes de largo aliento.
* Fernando Esteche es Secretario Político del MPR Quebracho, Dr. en
Comunicación Social y Profesor de Relaciones Internacionales UNLP.