¿CEO'scurece
la educación?
Por Gabriel Brener*
Evaluar en contexto, educativo y de país.
La evaluación es de esos temas que está presente en forma permanente, un
tema del que todo el mundo quiere hablar, pero cuando nos ponemos a hablar
de la evaluación no nos ponemos de acuerdo sobre qué estamos debatiendo. Lo
primero que debemos saber es que la evaluación es un relevante componente de
lo educativo pero hay que entenderla siempre en relación a muchos otros
componentes, nunca como un asunto aislado de su contexto.
Estamos en un país que ha cambiado abruptamente. Uno podría decir que ha
mutado, de la noche a la mañana, en muchas cuestiones. Y en educación hay
fuertes indicios, no con tanta firmeza y claridad como en otros planos de la
gestión de gobierno y vida social, que ameritan estar atentos y al cuidado
de los derechos sociales, tan claramente estipulados por las leyes
educativas vigentes.
Cuando beneficiás al empresariado rural, cuando desconocés leyes que han
sido votadas en forma democrática y favorecés a corporaciones empresariales,
mediáticas y financieras en detrimento de las mayorías de a pié; cuando
parecés ningunear, o al menos obviar, el funcionamiento necesario del
Parlamento; cuando hay criminalización de la protesta social; cuando los
pibes tienen que mostrar el DNI, que no pasaba desde la dictadura, nos pone
en evidencia que ha cambiado el panorama y la vida cotidiana de los
argentinos independientemente de lo que piense cada uno. Cuando algo más de
la mitad de un país votó a un gobierno, pero algo menos que la mitad se
manifestó desde otra perspectiva, uno tiene que pensar menos en una
distribución arbitraria de los recursos y las medidas y más en la
construcción de ciertos consensos o diálogos (y más si ello fue promesa y
causa de triunfo electoral). Sino, como dice Alejandro Grimson, hay que
inventar una catástrofe para justificar medidas antipáticas, antipopulares.
Dicho de otro modo, y volviendo a educación, se está evaluando con aplazos
lo que antes se daba por regular y/o aprobado.
Hablar de educación no significa hablar de evaluación. Significa también
hablar de la sociedad en la que vivimos, significa poder tratar de tantear
el ritmo cardíaco de lo que pasa con los jóvenes y con las escuelas. En esta
distribución arbitraria y violenta de la economía, o sea , en este
“reordenamiento” que aprieta la mano del capital y va soltando la del
trabajo, hay también un reordenamiento de la portación ( ya no tan plural)
de la palabra, hay negación (y criminalización) de la protesta social y hay
una invisibilización por parte de un conjunto de medios de comunicación de
los aconteceres al respecto, la educación todavía no ha mostrado desde las
políticas públicas cuál será la brújula , será porque hace solo minutos de
acordaron paritarias( aunque condicionadas y con provincias en paro).
Hay anuncios de un instituto de la evaluación de la calidad educativa que
por ahora es más anuncio que información concreta respecto a lo que va a
ocurrir. Como decía Bourdieu, por ahora muestra pero no explica.
No está mal hablar de evaluación y de calidad porque no son malas palabras,
además no tienen dueño, por más que el diccionario neoliberal suponga que le
pertenece la exclusividad, nos resistimos a creer en ello. No lo tiene
registrado. Es campo de disputa y hay que darla, en las aulas, las escuelas,
los patios, los medios y la cola del super. Calidad, Evaluación, no explican
nada por sí solas. Lo que tenemos que pensar es qué entendemos cuando
hablamos de evaluación y a que nos referimos con calidad. Si hablás de
calidad y la separás de inclusión estás, de alguna manera, cayendo en
definiciones que han sido muy conocidas por los argentinos (en los 90) y en
la región (en especial por los hermanos chilenos como los “mejores” de la
clase). Cuando aceptas ese divorcio estas naturalizando la lógica mercantil,
la aceptas como natural, como la única posible, entonces podes creer que las
decisiones importantes en educación trasmutan en ecuación mercantil, asunto
de gerentes y ya no de docentes, dándo por legítima aquella publicidad de
Grundig, “caro pero el mejor”, o lo bueno es para pocos y lo que es masivo
disminuye en cuanto a calidad.
Evaluar también es una palabra a definir. Evaluar es un componente del
proceso educativo tan importante como enseñar, como aprender, como los
contenidos y el curriculum. El problema aparece si evaluar se reduce a
controlar, a estandarizar, a comparar para disciplinar. Cuando evaluar no es
otra cosa que clasificar, sin importar el para qué, el qué, el cómo y el
quién. Sin considerar a qué costo? ( no económico, sino ético, pedagógico).
Si la evaluación supone solo una medición, sin atender las preguntas recién
mencionadas, entonces hay piedra libre para instalar como deseable una
lógica meritocrática y exitista del ranking. Todo el mundo esperando el oro,
la plata y el bronce y de los demás no se acuerda nadie, y cuando se
acuerdan, aquellos ya están bien al fondo, llenos de etiquetas que se han
convertido en estigmas. ( a contramano de aquella frase que identifica al
colectivero, “al fondo que hay lugar!”) En este caso, el fondo deja de ser
lugar, ya no hay lugar para los que quedaron atrás.
Por lo tanto, a tener cuidado con entrar por la puerta de esta lógica
mercantil de la evaluación, limitada a la competencia y descalificación. La
evaluación es importante cuando se la entiende como la obtención de
información relevante para comprender lo que está ocurriendo en la escuela,
y entonces desde allí mejorar los procesos y resultados de la enseñanza y
los aprendizajes.
La evaluación como Desconfianza
Con la evaluación pasa algo parecido que con la autoridad, y en esto los
medios de comunicación son artesanos seriales, de manera cotidiana e
insistente, instalando la asociación exclusiva, en el primer caso con el
control, y en el segundo con la imposición. Qué curioso que los rasgos
salientes de la autoridad presidencial tienen más que ver con la imposición
que con el consenso. Y la autoridad lejos de la imposición significa hacer
crecer al otro, aumentarlo. Autoridad está ligada a confianza.
Por lo tanto, estas concepciones de evaluación alimentan la desconfianza
como organizador pedagógico. La desconfianza de quienes enseñan respecto de
los que aprenden ( y viceversa), de la sociedad respecto de la escuela y los
enseñantes.
Desconfianza que sintoniza con una idea del otro como amenaza, y legitima el
“darwinismo social” como la regla más auténtica de mercado que al instalarse
va mostrando la debilidad de la regla protectora del Estado. Desconfianza
que legitima el sálvese quien pueda , el ganar a cualquier costo, el “self
made man” siglo XXI, todas ellas operaciones que enaltecen la competencia y
ridiculizan la cooperación (excepto si es donación).
Desconfianza que nutre las concepciones dominantes sobre evaluación, que
significan un debilitamiento del vínculo pedagógico, sentenciando destinos
anticipados de ineducabilidad para estudiantes, haciéndolos creer únicos
responsables de “su” fracaso escolar.
Desconfianza que es ideal para establecer rankings, calificar y condenar
docentes para clasificarlos en aquellos que sirven y los descartables, y en
esa ecuación de utilidad responsabilizarlos en forma exclusiva del “problema
de la educación”, sin importar contexto, ni condiciones del trabajo de
enseñar.
Desconfianzas que nutren una subjetividad de la punición como estandarte de
la “buena educación”, concediendo un nuevo “clima de época “y autorización a
los adoradores del todo pasado fue mejor y entonces se hace más fuerte el
imperativo de restauración de un anhelado viejo orden, de la más pura
conservación. Y esto es como un pié para que se sueltan aquellas voces que
se sentían “maniatadas” , allí se sinceran quienes hasta hace un rato,
asentían “lo políticamente correcto “pero lo sentían tan íntimamente
incierto. Y entonces surge ( a mi entender )el único sinceramiento de
precios. Que no es otra cosa que poner en valor, no de mercado sino de
Estado el derecho que tiene cada pibe o piba argentinos a ser parte,
aprender y terminar la secundaria, obligatoriedad que la sociedad argentina
ha sellado en la Ley de Educación 26206(2006) y compele al Estado a hacerse
garante de dicho derecho. Descartando aquellas opciones restauradoras que
vuelven con la ”selección natural” y el “mérito” ( que disfraza y oculta la
desigualdad) para justificar la idea que hay jóvenes que son para la escuela
y otros que seria mejor ofrecerles alguna variante “pedagógica” de servicio
militar.
IMESA1
Cuando se concibe la evaluación docente y la evaluación de los alumnos en
clave de herramientas de mejoramiento de la enseñanza y el aprendizaje y del
fortalecimiento institucional sería recomendable pensar en términos de IMESA
(Índice de Mejoramiento de la Secundaria Argentina (
http://mejoraeducativa.com.ar/imesa/documentos/IMESA/IMESA_Documento_Marco.pdf
), que parte de la concepción de la escuela como el centro de cualquier
política de evaluación, ubica al docente como un sujeto que construye y no
como un objeto de control o disciplinamiento, y todo el esfuerzo está en
fortalecer la enseñanza y aprendizaje, confirmando al estudiante como sujeto
de derecho y de responsabilidad creciente.
IMESA no es otra cosa que una posibilidad de devolverle a la escuela lo que
la escuela produce, que es información. Devolución a través de un índice
constituido por tres indicadores. Uno de ellos es lo que producen los
operativos nacionales de evaluación a través de las pruebas de lengua y
matemática en la secundaria, otro es la información del tiempo medio que
tarda un pibe en hacer la secundaria y el tercer indicador está ligado a la
cantidad de pibes que terminan la escuela, a la tasa de egreso. Estas tres
informaciones permiten que la escuela obtenga datos propios y pueda mejorar
en relación a sí misma, no comparándose con otra para rankear, sino mirando
sus propias dificultades y configurando sus puntos de partida y objetivos de
mejora. En todo el país se trabajó con más de 6500 directivos entregándoles
el IMESA ( en mano) y expresándoles que la política en ese momento no era
establecer un ranking en donde solo valían el oro, la plata y el bronce, que
son maneras de clasificación y medición que alientan una concepción binaria,
de éxito y fracaso, de buenos y malos y por lo tanto contribuyen a procesos
de estigmatización en donde hay escuelas que sirven y escuelas que no y
tienden a convencer a sus actores de lo mismo. Por lo tanto, en esa lógica
depredadora, el Estado pasa a ser un árbitro que sanciona a las escuelas que
más les cuesta y premia a las que funcionan mejor, o sea reproduce lo que ya
sabía. El Estado debe cuidar el mejoramiento general de las escuelas
priorizando la protección de quienes están en condiciones mas desfavorables.
Y eso supone cuidar la información en primer lugar, evitando la tendencia (
social, mediática) a rankear para descalificar, preservando a las
instituciones educativas , y al mismo tiempo fortaleciéndolas con políticas
activas y universales de inclusión con calidad educativas.
No confundir el termómetro con la fiebre
Por todo lo expuesto es muy necesario e importante debatir escolar y
socialmente en torno a qué significa evaluar y estar bien atentos que en la
lógica de la evaluación como mercancía o como simple control, clasificación
y medición subyace algo así como una creencia en el valor del termómetro
como una solución de la fiebre. Una herramienta de evaluación no resuelve
los problemas de la educación, del mismo modo que un termómetro no lo hace
con la fiebre que mide. Si no confundimos la evaluación con la fiebre es
probable que podamos comprender los problemas educativos en su contexto,
atendiendo a la importancia de cada uno de sus componentes, sin creer que
todo va a remolque de la evaluación ni en ella como el único modo de
solución a todos los problemas de la educación. La evaluación es un
componente más, fundamental, pero no es un termómetro que resuelve las cosas
sino que ofrece información y a partir de ahí se puede ( se debe) tomar
decisiones para mejorar ( la salud en un caso, la educación en el que aquí
nos interesa)
La educación no es mercancía
Cuando Macri estuvo en Davos se fotografió con Sunny Varkey, que es el
fundador de Gems Education, una de las redes privadas de educación más
importantes del mundo y que tiene alrededor de 140 mil estudiantes y 100
escuelas en más de 11 países y con una ganancia de 500 millones de dólares.
La idea que surgió ahí está ligada a realizar un entrenamiento a docentes
para formarlos en nuevas tecnologías. ¿Saben qué dijo Sunny Varkey cuando lo
entrevistaron? Que la educación es un negocio sólido. Entonces tenemos que
pensar cómo reconstruimos una mirada que comprenda que el único que se puede
ocupar de las grandes mayorías es un Estado protagonista, que decide (y
protege) para las mayorías y no un árbitro que abre oportunidades de
negocios que se regulan por las reglas del mercado.
Pearson, la mayor empresa en educación del mundo, vendió dos compañías de
medios de comunicación por 2 mil millones de dólares y ese dinero lo
invirtió en educación. Para Pearson el secreto es haberse adueñado de dos
ejes de la educación: el currículum y la evaluación. De algún modo nos dicen
como lema: “si puedes medirlo, puedes controlar el resultado”. 2
Si la evaluación es comprendida como simple medición es solo para armar
rankings de buenos y malos. Si vos desconfiás de los pibes con gorrita,
vuelve a imponerse la lógica de la portación de rostro. Permítanme dudar que
políticas de este tipo puedan pensar la autoridad como autoridad
democrática, de esa que practica la confianza, en millones de pibes que son
una nueva generación en la escuela secundaria, en todo caso confirma un
estado de permanente desconfianza, y por tanto de exclusión ( aunque sea con
discursos de inclusión). Estas contradicciones nos tienen que permitir
pensar que no volvimos a los 90 sino que se trata de un gobierno de derecha
con fuerte legitimidad y apoyo en las urnas, que le imprime una lógica
gerencial y mercantil al funcionamiento del Estado. A veces se impone una
mecánica al estilo GPS, en la que se va “recalculando” acciones y
decisiones. Se avanza tres casilleros, y se retrocede. Táctica que en un
primer tiempo es valorada y señalada por algunos como sensible y
“democrática” aunque se puede transformar rápidamente en improvisación
serial.
Este y otros asuntos nos tiene que ayudar a comprender (con fuerte sentido
de la autocrítica) las cuestiones que no se hicieron, las que son desafíos
pendientes, denunciar lo que es avasallamiento del derecho, abusos de poder
y persecución, y andar fuertes en la lucha que tiene como convicción el
fortalecimiento de las políticas públicas educativas que han sido un cambio
de época, o mejor dicho un cambio de vida para millones de pibes/as y de
familias.
1 En este artículo se puede ampliar sobre IMESA
http://www.alainet.org/es/articulo/171235
2 http://futuroeducativo.com/pearson-donde-va-la-mayor-empresa-de-educacion-del-mundo/
* Gabriel Brener es Prof. Enseñanza Primaria (Normal
Nº 4) Lic. En Cs. Educación (UBA) Especialista en Gestión y Conducción del
Sistema educativo y sus instituciones ( FLACSO). Es Docente UBA, UnaHur,
ISFD J.V González y de la FLACSO. Ex Subsecretario de Equidad y Calidad
Educativa del Ministerio de Educación de la Nación. ( 2013-2015).Co-autor de
“Violencias en plural. Sociología de las violencias en la escuela” ( Comp.
Carina Kaplan ) Ed. Miño y Dávila Bs As. 2006 . y “ Violencia escolar bajo
sospecha “( Comp. Carina Kaplan ) Ed. Miño y Dávila Bs As. 2009. Co autor de
“ La escuela inquieta. Explorando nuevas versiones de la enseñanza y del
aprendizaje” Comp. Carina Rattero .Ediciones Novedades Educativas, 2103.
Buenos Aires.
Autor de “ Periodismo Pedagógico. De escuelas, violencias, medios y vínculos
entre generaciones” Editorial Mandioca. Bs.As. 2014 –
El presente artículo es una reescritura de una entrevista realizada por el
colectivo docente del Frente Educativo de Marcos Paz, en Enero de 2016.
http://www.ivoox.com/programa-n-4-audios-mp3_rf_10378467_1