Pedagogía
de la punición
Salgo de esta conversa para tomar distancia, no de la distancia de la fila
disciplinada o de color verde oliva, sino la distancia que necesitamos para
fijar posición: el mejor lugar para formar a los chicos y las chicas es la
escuela, ámbito clave de construcción de ciudadanía democrática. Y si hay que
lograr más escuela, entonces profundicemos la extensión de la jornada, que se ha
iniciado y debe completarse como desafío de un Estado presente, de política
pública en educación y cumplimiento de las leyes.
Pero más distancia prefiero tomar de una pedagogía de la punición, que se monta
en buena parte del sentido común que confunde justicia con venganza, agitada por
la obsesión mediática del espectáculo, esa maquinaria cotidiana de linchamiento
verbal sin importar nada ni nadie. Una pedagogía punitiva de larga data, que
aprende a mutar y en estas horas se viste con tecnología, neurociencias y
empowerment, habla y entona sobre el futuro, con un especial hartazgo del
pasado, o sea, del pasado como ejercicio de una memoria colectiva y conciencia
de la propia identidad. Porque en cambio ensalza una versión idealizada de un
pasado al que hay que regresar como salvación, conjuntando un marketing de
seducción para que tú logres ser el mejor emprendedor con la idea de autoridad
como restauración. Obsesión con una idea de un pasado limpio y controlado,
especialmente ordenador, masculino por definición, de apariencias claras , de
gente "normal" y familias “bien constituidas". Reivindicación del pasado que
suele omitir (o niega) cualquier miseria humana ligada a injusticias,
dictaduras, patriarcados, persecuciones, discriminación, exclusión, y demás
maneras de estar y vivir propias de gran parte de nuestra historia.
Pedagogía punitiva que suele asociarse con la obsesión por la evaluación como
única solución a todos los males de la educación. En realidad no es evaluación
sino su simple reducción a estandarización, lógicas de control y clasificación
para disciplinar y descalificar. Una evaluación que solo reconoce como
aprendizajes a enlatados que se denominan competencias, siempre más a tono de un
producto de mercado que como efectos de una decisión pública de Estado. Un
gerenciamiento del saber escolar que puede preferir un copy paste disciplinado
que acumule buen puntaje y resultado que una relación de un sujeto con múltiples
significados. Porque los aprendizajes son sujeto y predicado, regla de tres
simple pero también son las tantas formas de ser mujer y varón, las drogas el
consumo y su prevención, aprender una canción, sobre genocidios y el juego como
forma de convivencia y expresión, entre tantos otros.
Graffiti de Bansky
Pedagogía punitiva para disciplinar docentes que se adapten con elasticidad a
las demandas del mercado y la tradición, como meros intérpretes más que como
autores, despojándolos de su condición de sujeto político de la enseñanza, que
se valida tanto por reconocer el valor de su autoría pedagógica como el de
trabajador/a y asalariada/o. Ambas cuestiones , claves en la constitución de la
identidad profesional y laboral de los docentes como arte y parte de una escuela
que se mejore a si misma y no como meros reproductores de modelos pedagógico
tercerizados.
Pedagogía punitiva que al mismo tiempo que disemina una idea del otro como
amenaza instala todo un proceso de “judicialización pedagógica”, que ha ido
consolidándose en los últimos años y que los medios de comunicación alientan y
potencian con la espectacularización de la violencia escolar y el bullying como
mercancía. Proceso que contribuye a desdibujar y empobrecer el lugar del
docente, emparentándolo más con un fiscal o abogado en busca de pruebas para
descubrir al culpable que con un educador que transforma cualquier situación
escolar en una oportunidad educativa, enseñando, acompañando, poniendo limites,
con la convicción de quien confía en el otro y no con la sentencia anticipada de
que ese otro es su propio culpable
Pedagogía punitiva que contribuye a naturalizar que los hay de primera y de
segunda, legitimando la sentencia mediática que cuando titula distingue entre
niño como sujeto de derecho y menor como objeto a sujetar o sujeto de desecho.
Con la violencia de estigmatizar a la mayoría de chicos y chicas, condenándolos
al fracaso y la impotencia, y aún más violencia cuando intenta convencerlos que
son responsables de dicha condena.
La escuela es el lugar para que los más pibes se constituyan como sujetos del
derecho y la democracia y el poliladron para jugar en el patio de la escuela, no
en las comisarías.
1 Para ampliar en torno a las nociones de violencia escolar y bullying:
http://www.alainet.org/es/articulo/172740
* Gabriel Brener es Prof. Enseñanza Primaria (Normal Nº 4) Lic. En Cs. Educación
(UBA) Especialista en Gestión y Conducción del Sistema educativo y sus
instituciones ( FLACSO). Docente de la cátedra de Didáctica General del
Profesorado en la Facultad de Filosofía y Letras de UBA y de la carrera de
Especialización en Conducción Educativa del ISFD J.V González, asi como profesor
del Diploma y de la Especialización en “Curriculum y Practicas Escolares en
Contexto”, de la FLACSO y de la Universidad Nacional de Hurlingham. Ex
Subsecretario de Equidad y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la
Nación. (2013-2015).Co-autor “ Violencia escolar bajo sospecha “( Comp. Carina
Kaplan ) Ed. Miño y Dávila Bs As. 2009. Co autor de “ La escuela inquieta.
Explorando nuevas versiones de la enseñanza y del aprendizaje” Comp. Carina
Rattero .Ediciones Novedades Educativas, 2103. Buenos Aires. Autor de “
Periodismo Pedagógico. De escuelas, violencias, medios y vínculos entre
generaciones” Editorial Mandioca. Bs.As. 2014