Escolaridad
protegida o demagogia punitiva
Por Gabriel Brener (i)
En Mendoza proponen
un programa de escolaridad
protegida, que se utilizará, según dicen, en situaciones excepcionales, para
separar de la escuela a un estudiante con problemas de conducta quien solo podrá
vincularse con la escuela en forma virtual y/o a través de un “profesor enlace”.
Persigue la intención de generar mejor convivencia, y quien impulsa esta
iniciativa aclara que “nos hemos ocupado mucho de estos chicos (los
problemáticos, los “manzana podrida”) y ahora hay que ocuparse del resto”
Trataré de poner de manifiesto algunas ideas que sostienen esta propuesta, lo
que hay por debajo de lo que se propone, lo que no se dice, lo que queda
invisibilizado:
A quien se protege? Al estudiante que se separa?
Como se supone que alguien a quien se lo separa del entorno en el que
transgredió la norma pueda aprender de ello, repararla, aislado de dicho
contexto. En todo caso aquí existe una analogía con la posición de alguien
privado de su libertad, que encerrado debe pagar una pena. Entonces será
cuestión de reconocer la condición punitiva de una decisión pedagógica sin darle
tantas vueltas. Si a este problema escolar se lo resuelve por presión, o mejor
dicho más cerca de la prisión que de la educación, se asume e institucionaliza
una clara judicialización de la educación, que no es otra cosa que un profundo
acto de banalización de la cultura y la ciudadanía, un empobrecimiento acelerado
del acto educativo, la confirmación de una democracia tutelada y de bajísima
intensidad.
A quien se protege? Al resto del grupo? A los que quieren estudiar?
Tampoco. Porque al evadir, esconder o expulsar al conflicto (o al “conflictivo”)
se pierde la posibilidad de resolver un problema en contexto. Ningún problema
social es resuelto fuera del entorno o condiciones que lo hicieron posible.
Excepto que aún se siga creyendo que la realidad escolar es una mera suma de
diversas partes (sujetos, normas, etc.) y no una trama compleja de relaciones.
Excepto que se explique la realidad, los saberes o una situación conflictiva en
términos binarios, de víctima y culpable, buenos y malos, haciendo una reducción
o simplificación de una realidad escolar que siempre es compleja y con múltiples
condicionamientos.
A quien se protege? Al profesor/a?
Decisión demagógica que opera bajo el supuesto de la restauración de autoridad
(como si fuera posible) y de la expulsión de la manzana podrida como (única)
causa del problema de convivencia, del mismo modo que algunos creen que la
evaluación resuelve todos los problemas de la educación. No nos sirve un apoyo
incondicional, porque sería renunciar a las reglas de un funcionamiento
democrático. Deben existir condiciones, que regulen el trabajo del hacer
docente, que regulen las responsabilidades de estudiantes, con fecha de
vencimiento, sujetas a revisión cada tanto. Aquello del apoyo incondicional al
docente no es otra cosa que un refuerzo a la omnipotencia de un modelo
pedagógico que ha fracasado, el de un adultocentrismo a miles de kilómetros de
los estudiantes, el que sostiene una educación bancaria donde uno (en general el
adulto) sabe y los otros son depositarios de esa dosificación pedagógica. Así no
se lo empodera al docente, se lo debilita. Hay que comprender que su autoridad
no es algo que perdió. Solo se pierde lo que se tiene. Y la autoridad no es algo
que se tenga como si fuera una cosa. La autoridad se ejerce, porque es siempre
en relación. Por eso hay que desconfiar de los discursos de la restauración.
Restaurar es algo que se hace con los objetos (madera, bronce) la autoridad es
una relación entre sujetos. Al profe se lo fortalece con formación permanente
gratuita, en servicio y universal, con herramientas de construcción
participativa que mejoren la gestión de directivos y docentes (Guía Federal de
Orientaciones para el Abordaje de Situaciones Complejas en las escuelas) y con
la posibilidad de que los acuerdos de convivencia funcionen seria y
responsablemente, con el necesario ejercicio de la sanción, no como punición
sino como acto de enseñanza, aprendizaje y reparación.
La demagogia punitiva intenta resucitar a esa escuela santuario de un mundo
ideal , escuela que se alejaba y se distanciaba del contexto del que formaba
parte, eficaz en algún momento ( para algunos sectores de la sociedad) pero que
ya no lo es porque han cambiado las coordenadas de época, escuela que ya no es
el monopolio de la transmisión ni de los saberes, ni de la cultura sino una
institución más, clave y única , que debemos intentar que se legitime en el
desafío de hacer un lugar para vivir (mejor) y ensayar otros modos de estar con
los demás, y no la continuación de la desigualdad por otros medios, esa
anticipación cantada de frustraciones que algunos explican como falta de mérito
o de esfuerzos.
No será entonces que este sincericidio mendocino es una medida que , bajo la
apariencia de “proteger” a los que “escuchan y prestan atención” reafirma y
vuelve a legitimar el diseño histórico de una secundaria selectiva, que se
asocia a un discurso social y mediático que condena de antemano a millones de
pibes que son “ese sujeto inesperado” a quienes la ley de educación nacional
inclusiva del 2006 reparó como acto de justicia y reconoció como sujetos con
derecho de estar y aprender en la escuela. No será una medida extraordinaria que
puede mutar en ordinaria en la medida que millones de adolescentes no encajen
con un modelo ideal de estudiante, especialmente quienes portan rostro y gorrita
y pierden libertad sitiados por las fuerzas de seguridad con el DNI como
pasaporte de circulación cotidiana, y ahora la escuela en nombre de la
protección vuelve peligroso a quienes siguen estando en peligro.
Si hay manzana podrida se cree en la portación de un gen violento en el sujeto
(sea un pibe o un adulto) y no en el vínculo (entre estudiantes y adulto
escolar) como la condición fundante de la relación pedagógica y por tanto de la
temperatura del aula, de la sinceridad o falsedad en el vínculo entre
generaciones y con la enseñanza y el aprendizaje.
Quien nomina domina, esta manera de llamar a este programa como escolaridad
protegida es una trampa… a ciertos pibes los desprotege y los (de)vuelve a la
intemperie, y a los otros les niega esa oportunidad de intentar unir lo diverso
para confrontar con las adversidades. Y a los adultos les evita asumir esa
necesaria terceridad de transformar situaciones incomodas y difíciles en
territorio de aprendizajes, mas allá de primeras, segundas o varias
oportunidades.
Lo que revela el nombre de este programa no es la condición de protección de la
escolaridad sino la construcción de un otro amenazante, y su separación como
única forma de solución. A quienes trabajamos como docentes nos sobran motivos
para saber que hay algunas cosas que alivian de momento pero que luego vuelven
con un efecto boomerang, el chivo expiatorio depositario de todos los males
finalmente no era tal cosa, una buena dosis de esas dificultades comienzan a
aparecer en ese grupo, ese adulto y la relación con ese “único culpable” que
parecía haber sido exorcizado.
Al indisciplinado, al violento se lo considera portador de algo, “una cosa”, que
contagia (esa es la explicación de la manzana podrida) y hay que sacarla,
operación pedagógica que deviene en un acto de “saneamiento escolar” y
“restauración de la paz necesaria”. Lo contrario a la violencia no es la paz,
nos enseñaba el gran docente Mario Zerbino ( 19 proposiciones sobre la
violencia1) demostrando que esa falsa oposición es la negación del conflicto
como fuente de construcción de la vida de una institución.
Escuela protegida? No, es más de ese marketing seguritario para seguir calando
hondo con la pedagogía de la punición2.
1
http://www.oei.org.ar/edumedia/pdfs/T06_Docu5_19proposicionesparadiscutir%20_Zerbino.pdf
2 Ampliar en
http://www.alainet.org/es/articulo/176871
(i) Gabriel Brener es Prof. Enseñanza Primaria (Normal Nº 4) Lic. En Cs.
Educación (UBA) Especialista en Gestión y Conducción del Sistema educativo y sus
instituciones ( FLACSO). Docente de la cátedra de Didáctica General del
Profesorado en la Facultad de Filosofía y Letras de UBA y de la carrera de
Especialización en Conducción Educativa del ISFD J.V González, así como profesor
del Diploma y de la Especialización en “Curriculum y Practicas Escolares en
Contexto”, de la FLACSO y de la Universidad Nacional de Hurlingham. Ex
Subsecretario de Equidad y Calidad Educativa del Ministerio de Educación de la
Nación. (2013-2015).Co-autor “Violencia escolar bajo sospecha “(Comp. Carina
Kaplan ) Ed. Miño y Dávila Bs As. 2009. Co autor de “La escuela inquieta.
Explorando nuevas versiones de la enseñanza y del aprendizaje” Comp. Carina
Rattero .Ediciones Novedades Educativas, 2103. Buenos Aires. Autor de
“Periodismo Pedagógico. De escuelas, violencias, medios y vínculos entre
generaciones” Editorial Mandioca. Bs.As. 2014
02/05/16