ZONA
LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“En 2001, Víctor Redondo capitaneó una especie de
rebelión contra la SADE”
Entrevista a Wenceslao Maldonado* por Rolando
Revagliatti.
Wenceslao Maldonado nació el 29 de julio de 1940 en
Buenos Aires, la Argentina. Fue sacerdote salesiano
entre 1965 y 1989. Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana
de Roma) y letras en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en la Università
degli Studi (Trieste). Fue docente, hasta 2008, de griego clásico, latín y
literatura italiana; se ha dedicado a la traducción literaria en estas lenguas.
En el género poesía publicó los libros “La estación necesaria” (1990), “El
hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses del deseo antiguo”
(1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997, Primer Premio XIX Encuentro
Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la Argentina,
1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head of the
Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento, 2012),
“Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este siglo se publicaron las
libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad de sombra”, “Manual de osos
prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de guerra”,
“Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”. En 2008 se edita
un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La proctomaquia o
El cantar de los culos. Poema épico-paródico de Aristón de Mitilene”. Obtuvo el
Primer Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la Secretaría de
Cultura de la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura Gótica” (1999). Su
segundo libro de narrativa breve aparece en 2004: “Fronteras”. Y en 2012 se
edita su novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus obras teatrales, “La
historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos” (presentación irreverente
de poemas eróticos griegos) han sido representadas entre 1997 y 2000.
Últimamente ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando un país para
Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los fantasmas de
Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013). Integró el
grupo Zeus Teatro.
1 — ¿Qué libros tenés previsto publicar? ¿Tenés dramaturgia inédita y sin
estrenar?
WM — Espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde hace tiempo:
“Nocturno siciliano”, poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de
los cuales fueron editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina,
Provincia di Enna. La serie “strade di Troina” (calles de Troina) fue publicada
por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar un libro de narrativa,
escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba a llamar “L’incontro”
(“El encuentro”), proyecto pospuesto
pero no depuesto… Y tengo además dos libros
de narrativa listos, la novela mitológica “Hipócalo. Pasión de hombre y
caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco nouvelles sobre mis
ancestros imaginarios: “Bienes de familia”.
En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década del ’90,
unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado pesado. Lo
que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos encuentros de
poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero leer poemas
inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos últimos veinte años,
entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y este final de año 2013: (1)
“El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un mismo espejo”;
(3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario incierto de
este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser el gran
payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación de
recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de una
vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el
mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días
terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América
2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el misterio
y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”; (17)
“Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin – poemas
convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en
silencio”.
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Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin, no creo
que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho a la
publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un futuro
más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una
especie de meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre,
con la que viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las
manos “El mar y la hoguera”, libro que me había prometido ilustrar una amiga
artista plástica, inspirado en la relación de vida, amor y muerte entre Aquiles
y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro libro que me encantaría tener
publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la
antigüedad clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al
Minotauro y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino
invisible de los muertos. Hay un cuarto libro todavía que quisiera ya verlo
impreso, y es “Hay voces en las paredes”, porque tiene que ver con los recuerdos
en la localidad de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al 400 en la que
vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de sinceramiento con
mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras vivió. Seguramente,
lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas es “Recorridos
breves de un largo itinerario” porque, como anoto en la lista de libros
inéditos, reúne cuatro libros escritos durante los cinco años que viví con mamá
y tienen que ver con actitudes mías de una nueva etapa.
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La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y sí,
escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero
algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia
de la Odisea. Y ahí quedó, porque el director me dijo que eso se podía dar sólo
en el Teatro San Martín de otros tiempos… Con “Islaín el solitario”, me sucedió
que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música para los
coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las buenas
intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con posibilidades de
resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la Gorgona”, nada menos que
para una ópera, como me había sugerido el querido y recordado Eduardo Gudiño
Kieffer, quien presentara la primera edición de esta obra; otro amigo músico,
miembro de una importante orquesta, me hizo la propuesta, por lo que hice la
adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había
hecho la versión en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses”
de la Smith College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13,
Issue 2, pág. 68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”,
porque mi amigo me decía que para una ópera iba a ser más fácil… Bueno, allí
estamos todavía, a la espera. Lo más frustrante fue darle, por meses, a los
ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de
“Fuegos” de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por
Karina Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los
payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los
papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”.
Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé
resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo
como traductor. El año pasado se estrenó “Creando un país para Alicia” del
escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por
presentar “Los fantasmas de Joyce”, del mismo dramaturgo, con la Compañía
teatral Quinto Piso, bajo la dirección de Daniel Godoy.
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Wenceslao Maldonado con José Emilio Tallarico,
Rolando Revagliatti, Jorge Cambiaso, etc., en 2006 - Foto Daniel Grad
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Wenceslao Maldonado y Ariel
2 — ¿Qué nos trasmitirías sobre tu quehacer de traductor?
WM — De los clásicos greco-latinos no tengo de qué quejarme ni preocuparme; son
lo que son, y hay muchas traducciones de todo tipo, entre versiones literales
duras, a traducciones retorcidas y hasta las formas poéticas más sorprendentes.
Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de recordar a Horacio Castillo, que
me aconsejó con sabiduría y me corrigió con gran prudencia. Pero siempre uso mis
versiones; para las clases de latín y griego he preferido hacer una traducción
más cercana a la letra, para que sirva como instrumento y clave de los secretos
de esas lenguas. En libros de ensayos trato de hacer justicia con los valores
poéticos de los textos, que tienen lógicamente múltiples dificultades, ante todo
por pertenecer a lenguas muertas que ya han perdido a sus hablantes; y, además,
porque se escribieron en contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto
a estos tiempos nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura,
ya que muchos se distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la
tendencia a considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.
Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores italianos.
Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre el que hago
con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor Ángel
Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo, como es
el caso de “El encanto de la oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina
Comedia”. En este momento, o en estos últimos años, he traducido varias obras
del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de él textos de narrativa,
poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y
otras historias”, sobre todo por la parte de la abundante información sobre
Roma. Me exigió redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para
clarificarle al lector de habla hispana las múltiples referencias sobre historia
romana, sobre su riqueza arqueológica y artística, incluida abundante
documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje que el que imaginaba,
y agradecí haber vivido tantos años allí, como para ubicarme y entender los
desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios de la Urbe, según pinta
la novela.
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Wenceslao Maldonado con Lidia C. Carrizo,
Carolina Rodríguez, Silvia Pastrana, Rolando Revagliatti, etc., en 2011
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3 — ¿Y sobre tu quehacer en escenarios teatrales?
WM — Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi primer grado en una
escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido vinculado al teatro.
Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida como Titita, o Titita
Muras por su apellido de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi
fantasía, la que me impulsó a la creación desde esa temprana edad, y la que me
hizo trabajar en el papel de payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta
su muerte acaecida hace más de diez años, me acompañó siempre, absolutamente
siempre en todos los acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de
libros a los que se asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño,
adolescente, adulto, “la maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y
dirigir teatro infantil. Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de
Ramos Mejía, vino a ver las instalaciones del bello teatro de ese instituto.
Vino acompañada de un adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar
Nuñez, quien desde ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me
acompañó en casi todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer
libro que presenté en 1990, “La estación necesaria”, hasta el año pasado 2012,
cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la maestra ausente pero viva con
“Réquiem de guerra” y “Diálogo de pájaros”. ¡Una de las grandes maravillas de mi
vida!
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Desde aquellos seis años de mi primera actuación, seguí mi recorrido con los
salesianos de Don Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio Santa Isabel,
de San Isidro, me sentía ya un actor consumado con ocho años, y hasta intentaba
escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros, D’Almedia, Toyos y
yo. Es que también tuvimos allí un maestro excepcional y gran actor como fue
Mariano Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex alumnos, mientras que el
Padre José Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y guiones para diversos
eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce años al Seminario
Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio como fuera el Padre Juan
Morano, ilustrador de revistas, escenógrafo y director de teatro, quien asociado
a Carlos Forno, peluquero y maquillador del Teatro San Martín, formaron una
dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que tenía casi todas
sus sorpresas preparadas sobre las tablas de semana en semana. Eran tiempos en
que se daban obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid, generalmente
arregladas por los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y muchas veces,
con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo un tenor segundo
de poco volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con papeles
secundarios. En 1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me dije que
era una oportunidad para seguir con el teatro escolar que había aprendido,
aunque ya con ínfulas universitarias.
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Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine —eran los años esplendorosos de
Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o De Sicca— me
enganchó el periodista Alejandro Rossiglione para sus programas en Radio Porteña
y allí me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta el cambio de mano con Radio
Continental. Creo que entonces hubo un viraje en mis preferencias de docente. El
teatro pasó a ser en mis esfuerzos colegiales un bien de lujo para determinadas
ocasiones anuales, mientras que el cine, con talleres y actividades de
cine-debate, se convirtió en mi preferencia de actividades extra-programáticas.
Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996; última,
escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue “Cinco
días de mayo”, un verdadero fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión
cinematográfico, que hizo filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se
estrenó en el cine Metro el 21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela,
con copia de regalo para todos los espectadores invitados.
Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo Gamarra, a
quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián Porcel de
Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus Teatro – grupo
de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances de
poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los
Muchachos”, sobre epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos,
obra con la que, desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo,
el teatro Ift y el espacio teatral de la Galería Ghandi.
Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la muerte de mi
hijo Alejandro. Lo que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad de
sombra”, obra de poesía que reúne mi dolor de esos años, y que presenté en la
SEA, acompañado por los dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.
Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para realizar
performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en la SEA con
una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del Tango —de
La Plata— en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural, me
prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el
Obelisco, y en septiembre en la Avenida Boedo, parando en todas las esquinas
emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los
escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.
Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008 y 2012,
con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine y teatro,
pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se quiere, de
lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario “Clarín”,
como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada Cultural” de
“Diario de Trelew” y en la Revista “NEXO”.
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Wenceslao Maldonado con los poetas
Carlos Barbarito y Cristina Pizarro
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4 — ¿Algo sobre “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de
Grecia”, esa antología anotada? ¿Y sobre “La proctomaquia o El cantar de los
culos”?
WM — Actualmente el archivo de “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la
poesía de Grecia”, se encuentra en su totalidad de cinco capítulos, y con la
versión incómoda de notas al final de cada uno de esos capítulos, en mi propia
página web en el tópico “traducciones”. Se trata de una selección de textos que
terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi regreso a la Argentina,
hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en talleres y cursos.
En estos veinte años he multiplicado los encuentros sobre poesía erótica de la
Grecia clásica, así como también de la Roma monárquica, republicana e imperial.
Mis charlas no eran omnicomprensivas, sino más bien tomaba algunos puntos
neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea, el teatro griego del
Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas alejandrinos. A veces he hecho
cursos centrándome en algún poeta en especial, como Safo, Calímaco, Teócrito o
Estratón de Sardes, y en el teatro he tenido preferencias por Eurípides y sus
transgresiones dramáticas.
Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma suerte de
encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez suceda
porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés por
Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del Satiricón
de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos ha llegado
fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”,
socializada el año pasado 2012 en Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del
Simposio, editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante
estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era
Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado “Banquete”, de
Platón.
Sobre “La Proctomaquia o el Cantar de los culos” aclaro sólo que se trata de un
“falso poema” de un poeta alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá
de lo llamativo que pueda ser el título, quiero explicitar que el libro es una
burla a la belleza que pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora
las diosas habían apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con
trampa, aquí son tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor
culo, Ares, Apolo y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita
misma. Y no cuento cómo termina la historia… Es posible acceder a ella a través
de internet.
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Wenceslao Maldonado con los poetas Miguel
Ángel Lens y Néstor Latrónico
5 — ¿Qué evocarías de tu rol en la docencia?
WM — Al jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me
cuesta llenar. Viví muy feliz como docente. No sólo porque me complacía dar
latín, griego o literatura italiana (en este último caso no se trataba de la
lengua, sino porque me gustaba estar en el aula). Estas materias las he dado en
nivel terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me reconfortaba, sobre
todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los últimos
cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente. Pero el
margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo una lectura
comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la propia expresión y
en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir, me ha fascinado
más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando que la perspectiva
educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que intelectivo.
Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de los ‘60 y
los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan eventos
multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y actrices,
fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros para…
¡hacerme leer poesía!
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Wenceslao Maldonado con María Amelia Díaz en
2008
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6 — ¿En qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero en lo que concierne a
viajes y residencias?
WM — Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento, que según me contó mi
madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del Diagnóstico que, por
aquel entonces, estaba ubicado en la avenida Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29 de
julio de 1940, a las 17.15, para ser precisos. Era un día de lluvia muy fuerte.
En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de niño mucho tiempo. En 1946
emigramos hacia el norte de la Provincia, a Martínez, donde estuve hasta 1953. A
partir de 1954 entré al seminario menor de Bernal; y allí me recibí de maestro
normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960 ya estaba
instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de maestro, pero sólo por
tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a Turín, Italia, para estudiar
teología en lo que inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo Salesiano),
transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia Salesiana), ya con sede
en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y mientras seguía la carrera de Letras en
la UCA, daba clases de lengua y literatura griega y latina en Ramos Mejía.
Estuve luego tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la calle Dorrego al
2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero Ramos Mejía y luego
San Justo.
Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana: primero
como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial de una
zona, para terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas de la
Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de Buenos
Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo de mi
trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí por
largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos, como
la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los
estudios en la formación de los nuevos religiosos.
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En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones de hombres
(díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos, jesuitas,
maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos, etc.), me
eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia Argentina de
Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988, y que me
obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran habituales las
reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a reuniones incluso en
Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el periplo de encuentros
y reuniones.
Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de Europa,
como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué incluso a
Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque como
llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me tuvieron
detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna entidad
internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos países en
mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a Angola, para
ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía apenas un
año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina, Brasil,
Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las fuerzas del
Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese motivo no pude
llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba. Sin embargo, al
uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su parroquia de Calulo,
pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de que la embajada del
Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes andaban por esa zona. De
hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos el territorio nacional, nos
pararon soldados de las tropas cubanas, allí apostados, y nos sugirieron muy
amablemente que diéramos la media vuelta. Pero como Pepe insistió en que no
podía dejar abandonada a la gente de su parroquia, hacia allí nos fuimos. Todo
fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario, la gente de una calidez
total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de mi visita de tres días,
pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino a Dondo, un 2 de
septiembre. Al día siguiente, corrió como un reguero de pólvora la noticia de
que las tropas revolucionarias habían entrado en Calulo, y secuestrando a varias
personas, el primero a Pepe Uría, el párroco. Y se llevaron a los cautivos a
través de la selva caminando casi durante cuatro meses, soltándolos recién en la
Navidad de ese año 1983. Mis fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando
salí del país; y a pesar de que viajé en un avión militar con heridos de guerra
rumbo a Belgrado, esas imágenes se transformaron en el testimonio de un trabajo
riesgoso y de una vida precaria en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos,
en ambas márgenes del Kuanza, nunca perdieron su alegría. Todavía me parece
verles una sonrisa maravillosa. Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de
voz para contar…
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A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión fundamental en mi
vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia. Los motivos de
viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis superiores que se
hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí entonces ubicarme en el
departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto, gracias a la ayuda de
amigos y de la misma institución salesiana. Por ese entonces yo no sabía que
había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que ésta iba a ser mi casa en
la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte años. Había conseguido unas
pocas horas de clase en Castelar, y me moría de hambre.
Como un antiguo compañero de mis años juveniles me ofreciera un trabajo de
pedagogo en el Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso sueldo y la
posibilidad de investigar sobre escuela y discapacidad mental y la inserción de
los padres en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado, preparé mis valijas
y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya para siempre en esa
nación, a la que reconocía como “madre de mi formación cultural y artística”.
Allí viví tres años de trabajo, feliz por las posibilidades que se me daban,
incluso para participar en congresos europeos, como fue el caso de Alemania y
Portugal, llevando mis trabajos de investigación, mientras publicaba las
conclusiones en la revista de la Institución, convirtiéndome en colaborador. Y
hasta tenía posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el
caso de Luigi Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en
donde vivía con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno,
convertido ahora en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.
Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería mi padre
repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había fallecido
en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en Buenos
Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años después. Ante
este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya nunca pude
regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de una jueza
de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme cargo de un
menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi hijo del
corazón, Alejandro David.
Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La Coronilla,
última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con Brasil, en la
República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima actividad
comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis años, voy y
vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí salieron
obras como “La Proctomaquia…”, “El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”,
“Volver a La Coronilla” y otros últimos textos.
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Wenceslao Maldonado con Miguel Ángel Lens,
Néstor Latrónico, etc.
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Wenceslao Maldonado con Rubén Mettini
7 — No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina,
sino que, fuiste secretario de esa entidad durante un año.
WM — En realidad son tres las sociedades de escritores a las que estoy afiliado
como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina de Escritores, con su
antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi cuota
social, aunque voy poco. En 2001, Víctor Redondo capitaneó una especie de
rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales tuvieron
bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la SEA, la
Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que suscribimos
el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo el número de
socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar por el
reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de las
primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el 2°
piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la
lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas del
PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad Literaria,
subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri no vetó la
nueva ley.
Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de la
Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente
Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata de
llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta
organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas,
menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina
“Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal.
Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos
y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A.
(la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo
que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido
escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir
en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo
tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.
![](img/wm-8.jpg)
Wenceslao Maldonado con Patricia Sibar, José
Emilio Tallarico y Rolando Revagliatti en 2006 - Foto Daniel Grad
![](img/wm-9.jpg)
Wenceslao Maldonado con Rolando Revagliatti y
Daniel Grad en 1997
Wenceslao Maldonado selecciona poemas de su autoría (2006-2012), pertenecientes
a “Recorridos breves de un largo itinerario”, recopilación de recopilaciones en
cinco libros, para acompañar esta entrevista:
1.-
levedad de voces
en los labios
y nada más que alas
en la respiración
hasta espantarme
(del libro primero RESQUICIOS, palabra, 2006)
2.-
desbordada
mi locura levanta
su barrilete de fantasía
por cielos de libertad en las esferas
más azules de la altura
y despliega
(creo que sin vergüenza)
todo su deseo de un baile despreocupado
(ante el quiebre de las censuras)
todo el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante la burla del conformismo ciudadano)
toda la algarabía de su vestido en giros
(ante el malhumor que no respeta)
y mira lo que es
en el espejo interior del sentimiento
(en la carta de identidad de su existencia)
y baila baila baila
a viento suelto a cielo abierto
y ríe ríe ríe
la risa cuanto se quiera
mientras el cuerpo define
en el aire enloquecido de la altura
la elección del movimiento
(del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes para una vida
nueva, 2008)
3.-
no me fue fácil
hacer las paces
con el que fui
pero ahora
puedo despedirme de él
como si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
(del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta póstuma, 2008)
4.-
sabe
que no puede
decírselo más que a sí mismo
este espacio sin medida
con el sol derrumbado
en todas las distancias
sudoroso caminar sin rumbo
con pesadumbre sin saber por qué
no sabe
que es más que un caminante
tal vez un nómada olvidado
alguien de esa especie humana
que se fue dispersando
en la soledad de los afectos
en la vasta diferencia de la idea
sabe
que no hay un punto fijo sospechable
de ser el final
un árbol por ejemplo
o una casa en la lejanía
o un río que divida las comarcas
del silencio y la rutina
aunque fuera un agua
aburrida de estancarse
o una nube que marque alguna altura
no sabe
si hay altura o qué distancia
habría hasta el horizonte
porque la línea que cierra las fronteras
tal vez esté arriba
o a lo mejor pertenezca a los senderos
ahora desandados
perdidos en el cansancio permanente
de no poder recostar las fantasías
y sabe
que tendrá que seguir caminando lo que sea
hasta que ya no pueda más
hasta que las piernas rígidas se nieguen
a otro paso ciego
y no sabe
hasta dónde habrá llegado
y desde dónde vino
y para qué caminó tanto
y qué hay más allá
de la ceguera
(del libro tercero CICATRICES, desierto, 2010 )
5.-
es esta ausencia hijito…
obligado a dejarte que te fueras
aunque te tenía de la mano
destruyendo el adiós
vaciando los abrazos
dejando mudas las palabras
y hoy tan lejos...
yo que intenté ser padre y madre
de tu orfandad en ronda por la calle
cuento todavía
los días terribles del silencio
los años dolorosos de la pérdida
que se ahonda más y más por este hueco
y me empuja a rondar por tantas calles
de tu soledad
(del libro cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35, 2011)
6.-
la noche en la palabra
escarba
los sentidos posibles
que la garganta no expresa
descubre riquezas que se esconden
en la sutil fragilidad de lo profundo
muy adentro de uno
o tal vez encuentra
socavones del miedo y de la duda
desconocidos
(del libro quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5, 2012)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Wenceslao Maldonado y Rolando Revagliatti, 2013.
http://www.revagliatti.com.ar/040712_maldonado2.html
http://www.revagliatti.com.ar/040712.html
* Wenceslao Maldonado falleció el 10 de marzo de 2016.
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