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Entrevista a Hugo Chumbita por Pedro Pesatti
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El autor de "Hijos del país" considera que en el origen mestizo de
grandes hombres de la historia argentina radica la clave que explica
las características de los movimientos que lideraron. Asegura que San
Martín, Yrigoyen y Perón llevaban en su sangre la más pura sangre americana.
Hugo Chumbita
es doctor en derecho por la Universidad de Barcelona e historiador.
Ejerce la docencia como profesor de Derecho Público e Historia Argentina
en las universidades de Buenos Aires y La Matanza. Es autor de numerosos
libros: "El enigma peronista" (1989), "Ultima frontera. Vairoleto (1999),
"Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en la Argentina"
(2000), "El secreto de Yapeyú. El origen mestizo de San Martín" (2001),
"Hijos del país: San Martín, Yrigoyen y Perón" (2004) y coautor del
"Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas (1989). Junto a León Gieco
comparte la autoría de la canción "Bandidos rurales".
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"Nada es imposible en la política argentina"
-Hugo: en su libro "Hijos del país" usted
sostiene que San Martín, Yrigoyen y Perón eran mestizos. ¿Sobre que
evidencias apoya su tesis?
-La evidencia de que Yrigoyen era nieto de una “china araucana” está
en la primera biografía de él que escribió Manuel Gálvez, sobre lo cual
encontré numerosos testimonios concordantes. El caso de Perón es muy
notorio, el doctor Hipólito Barreiro lo ha documentado en un libro reciente,
y no hay duda que su madre era india “de padre y madre”. En cuanto a
San Martín, se trata de una investigación en la que desde el año 2000
estoy aportando pruebas testimoniales de la tradición oral y escritos
de las personas que lo conocieron en su época, y espero que podamos
llegar a realizar el análisis de ADN para comprobar que era hijo natural
del brigadier Diego de Alvear y de una joven guaraní.
-¿Estos rasgos comunes fueron determinantes en lo que cada uno de ellos
produjo en términos históricos?
-Francamente pienso que estas “marcas de origen” en sus vidas, su “lado
materno” indígena, explica por qué -no obstante su educación europea
y su ascenso a la clase burguesa- hicieron que estos hombres se identificaron
con el pueblo criollo y movilizaron a las masas mestizas de su tiempo
en la guerra y en las luchas políticas, predicando la emancipación,
tanto de la dependencia externa como de la explotación social, con una
concepción americanista. San Martín organizó los ejércitos poniendo
en pie a las “castas” de negros, indios y gauchos; Yrigoyen fue el líder
de los orilleros, campesinos e hijos de inmigrantes, y Perón condujo
a las nuevas clases obreras. En el dilema de ser colonizados por la
civilización occidental o rechazarla, en distintos momentos de nuestro
proceso histórico, con aciertos y desaciertos, estos movimientos resolvieron
la ambigüedad del mestizaje con la voluntad de crear una opción propia,
adoptando, o mejor adaptando, la cultura, los sistemas y la tecnología
europea para que sirviera a un plan de liberación americana.
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-Usted es un hombre que tiene actuación política. Creo que Mitre decía que un historiador no puede interactuar con el pasado si antes no tuvo experiencia política ni que un político puede interactuar correctamente con su presente si desconoce el pasado de su país. Cito a Mitre porque estamos hablando de San Martín y a él le debemos su primera biografía. ¿No considera un déficit de nuestro funcionamiento político el desconocimiento que en general existe sobre el proceso histórico en el que nos toca actuar?
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-Es cierto. Mitre sostenía lo que usted
expone y sería un punto en el que concuerdo bastante con él. Pero el
tema tiene su complejidad. A un historiador ajeno a la experiencia política
le faltarán elementos para comprender las contradicciones de la lucha
social, pero me parece más grave que un político ignore la historia,
porque en ese caso será como un ciego obrando a tientas. Conocer la
historia de nuestro país es importante porque en muchos aspectos seguimos
enfrentando los mismos dilemas. Ahora bien, su pregunta suscita otras
cuestiones sobre la relación entre historia y política. La obra de Mitre
es un ejemplo de lo que Jauretche llamaba “política de la historia”,
es decir, la manipulación del pasado para justificar un proyecto político,
que en aquel entonces era el modelo oligárquico neocolonial. Es muy
dudosa la historia escrita por el político profesional -en el sentido
de Max Weber, del hombre dedicado full-time a la política- porque va
a estar demasiado sesgada por sus intenciones y compromisos. Los historiadores
de partido han cometido errores imperdonables. Política e historia,
en conclusión, son dos tareas autónomas, que no pueden estar separadas
de manera tajante, pero entre las cuales debe existir una neta distinción.
-Usted ha producido como historiador verdaderas revelaciones sobre el
peronismo. ¿Cómo se comprende lo que usted mismo dio en llamar "el enigma
peronista"?
-Ese es el título de un libro que empecé a escribir exiliado en España,
para explicar el peronismo a los europeos: un empeño utópico, por no
decir imposible. Además, los argentinos mismos no podemos explicarlo
pensando con las categorías europeas, ése es el fondo de la cuestión.
El punto de partida de un pensamiento americano es entender que hemos
sido colonizados. Los chinos o los asiáticos, incluso los africanos,
preservaron al menos sus idiomas: nosotros hablamos y pensamos con la
lengua del colonizador. Bueno, el intento de “El enigma peronista” era
desentrañar algunas claves de este movimiento, tan característico de
nuestro país, y a pesar de que se publicó en 1989 todavía es un texto
legible, por lo que lo pondremos en Internet para que siga circulando.
El peronismo, volviendo al interés de su pregunta, es muchas cosas,
un “encadenamiento de memorias”, una cultura popular, con todas nuestras
virtudes y defectos, que, contra la opinión de Borges, creo que son
“corregibles”, y que encierra en potencia una posibilidad de realización
nacional.
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-Usted también sostiene, en un tiempo donde
todos auguran su desaparición, que la política argentina está centrada
en los dos grandes partidos tradicionales: la UCR y el PJ. En estos
momentos parece que el radicalismo se dividirá en dos facciones: el
de que aquellos que gobiernan y el de los que no gobiernan. Mientras
unos están de acuerdo en estrechar filas con el presidente Kirchner,
los otros sostienen todo lo contrario. ¿Cómo observa este proceso donde
el gobierno nacional, sin duda, juega un papel clave?
-En la política argentina nada es imposible, pero la vigencia del peronismo
y del yrigoyenismo se asientan en fundamentos culturales persistentes.
Hoy responde a la continuidad de dos líneas históricas que tienden a
articularse: el justicialismo expresa las reformas social-nacionales
y el radicalismo las conquistas liberal-democráticas. Esto ya estaba
planteado en “La hora del pueblo” del tercer gobierno de Perón, como
una entente con los radicales. Es lógico, entonces, que se mezclen o
se combinen en la opción que encarna este gobierno. Pero además están
las diferencias de clase, y también es coherente que dentro de ambos
partidos se polaricen tendencias de derecha o de izquierda. Me parece
clarificador que se conformen dos frentes, uno de centroderecha y otro
de centroizquierda, aunque en su interior se esgriman los dos escudos
partidarios.
-Hoy se habla a menudo de los mitos de la historia Argentina. En realidad siempre los hubo, la historia está atravesada de mitos que también la construyen. Se habla de mitos, como sinónimo, muchas veces, de mentira. Y son dos categorías distintas. Pero hablemos de mito en el sentido correcto de esta palabra. ¿Cuáles son los grandes mitos, aquellos de carácter fundacional, que tienen presencia permanente en nuestra relación con el pasado y también con el presente? Me refiero a aquellos mitos que explican mejor que mil palabras lo que somos.
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-Los mitos, en esa acepción positiva, son
como una religión laica que necesitamos para ser una nación. El mito
de la oligarquía mitrista, según el cual éramos un apéndice de la raza
blanca europea destinada a gobernar el mundo, nos llevó a ser una semicolonia.
El mito de la unidad americana (entiéndase sudamericana, porque pienso
que tenemos que evitar el galicismo de definirnos como latinoamericanos
o “latinos”) es el que puede animar el gran proyecto de futuro para
nuestros pueblos: fue la pasión eficiente en la vida de un tipo como
el Che Guevara, fue la semilla perdurable de los acuerdos de integración
de Perón, y es lo que mueve el proceso actual de las masas que se levantan
desde Venezuela a Bolivia.
-Sigamos con los mitos. Nos enseñaron desde muy pequeño que España es
la madre patria. La historia nos muestra que madres españolas no tuvimos:
las madres eran indias, y muchas veces por la fuerza. España, en todo
caso, es un padre abandónico. ¿No habrá llegado la hora de encontrarnos
con nuestra verdadera madre, la misma que tuvieron San Martín o Perón?
-Usted lo expresa con una metáfora que resume el significado de mis
ensayos historiográficos. En los países sudamericanos somos descendientes
de esas dos vertientes étnicas, una enaltecida y la otra negada. Este
fue el drama íntimo de San Martín, Yrigoyen y Perón, como si fueran
el espejo de nuestra historia. El legado paterno, o sea la cultura occidental,
es un caudal valioso que debemos aprovechar críticamente, pero desde
cuyo centro hemos sido despreciados y explotados. Mientras que el legado
materno, la cultura y la realidad amerindia, sigue siendo una vivencia
misteriosa, un tesoro humano y espiritual ignorado, en cuyo rescate
se cifra nuestra propia identidad.
-La última, Hugo: ¿es optimista con respecto al futuro del país?
-Decididamente sí. En el 2001 aquí hubo una revolución, de carácter
cultural, un giro copernicano en las conciencias, con la movilización
social que puso fin al experimento neoliberal y demostró que la voluntad
popular puede sobreponerse a la corrupción de los políticos y la represión
policial. ¡Y eso que no había grandes líderes ni partidos que la condujeran!
Pero sus efectos van fructificando. Como que estamos llegando a la madurez.
Pedro Pesatti