ZONA
LITERARIA - EL TEXTO SEMANAL
“¿Existe un género cinematográfico que se pueda denominar
‘gay’?”
Entrevista a Héctor Freire por Rolando Revagliatti
Héctor Freire nació el 10 de diciembre de 1953 en Buenos
Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Es Profesor en Letras por la
Universidad de Buenos Aires. Recibió el Premio y la Beca a la Investigación
Literaria Ciclo 2003, otorgada por el Fondo Nacional de las Artes, por su
proyecto “Poesía Buenos Aires (1980 / 1990)”. Ha sido fundador de la Primera
Escuela Literaria del Teatro IFT (“Idisher Folks Teater”), jurado del Fondo
Nacional de las Artes (género ensayo), jefe de redacción de la Revista de Poesía
“Barataria”, así como de la Revista Cultural “La Pecera” (Mar del Plata) y
director de la Revista de Cultura “Rizoma”. Forma parte del consejo de redacción
de la Revista “Topía” (Psicoanálisis, Sociedad y Cultura), además de ser el
responsable de la sección Arte y Cine. Lo es también de las secciones Arte y
Erotismo de la revista virtual
www.elpsicoanalitico.com.ar. Es integrante fundador del Grupo de
Investigación (filosofía, arte y psicoanálisis) Magma y secretario de la ONG del
mismo nombre, y fue el compilador junto a Yago Franco y Miguel Loreti del
volumen “Insignificancia y autonomía (debates a partir de Cornelius Castoriadis)”.
Seleccionó y prologó la antología “El cine y la poesía argentina” (Ediciones en
Danza, 2011). En el género ensayo publicó “Literatura y cine, uso del video en
el aula” (en co-autoría con Maximiliano González Jewkes, 1997), “Sostiene
Tabucchi (todo es una película)” (en co-autoría con Roberto Ferro, Maximiliano
González Jewkes y Ana Paruolo, 2000), “De cine somos (críticas y miradas desde
el arte)” (2007), “El cine en su laberinto: literatura, pintura y sociedad”
(2009), “Cine en tiempos de insignificancia” (2013). Entre 1994-2014 formó parte
del grupo de docentes-capacitadores del CEPA (Escuela de Capacitación Docente.
Pedagogías de Anticipación), dependiente de la Secretaría de Educación de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Poemas de su autoría han sido incluidos en las
antologías “De la utopía al compromiso” (1988), “La poesía del siglo XX en
Argentina” (Colección Visor de Poesía, Madrid, España, 2010),“Muestra 18 poetas
argentinos” (2014), “Muerte” (2015), “Poesía de pensamiento. Una antología de
poesía argentina” (Editorial Endymion, Madrid, España, 2015). Publicó los
poemarios “Quipus” (en co-autoría con Patricio Sabsay y Daniel Calmels, 1981),
“Des-Nudos” (en co-autoría con Daniel Calmels, 1984), “Voces en el sueño de la
piedra” (1991), “Poética del tiempo” (Grafiti, Montevideo, Uruguay,1997),
“Motivos en color de perecer” (2003; Premio Fondo Nacional de las Artes),
“Satori” (2010; con segunda edición, castellano-francés, en 2013).
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1 — Uno de los tres narradores de la magnífica novela “La pista de hielo” de
Roberto Bolaño, dice: “Las calles estaban luminosas, como las calles que uno
identifica, a veces, con la infancia, y pese a que aquel fue un verano
caluroso…” ¿Qué calles —o plazas o salas cinematográficas o…— identificás con tu
infancia?
HF — Creo que la infancia junto al lenguaje son “la patria” del poeta. Y
teniendo en cuenta que la infancia es hiperbólica y exagerada, ya que está
atravesada por la memoria, me hace acordar a la metáfora que utilizaba Federico
Fellini al respecto, y que para él es fundamental en el proceso creador de un
artista: la figura de un inmenso transatlántico sumergido en la oscuridad del
fondo del mar. Que de vez en cuando manda alguna lucecita a la superficie. No es
casual que ese inmenso transatlántico aparezca muchísimos años después en su
famoso film “Amarcord” (que en dialecto quiere decir “yo me acuerdo”). Muchos de
mis poemas surgen de esas “epifanías” provenientes de la lejana y a la vez
próxima infancia. El barrio, las calles que rodean al Parque Lezama, el patio de
la casa grande con sus helechos y jazmines, y en especial la presencia de mi
abuela materna, aparecen muy a menudo en mis textos. Además, fue mi abuela la
que me regaló mi primera máquina de escribir. En este sentido, creo que la
poesía como la infancia, tienen una cualidad estática y estética propia. Su
presente es la extensión del pasado, de la memoria. Sin tiempo, me sigo
preguntando ¿qué fue de las caricias de mi madre?, de la dulce música de las
siestas en verano? Es como si solamente hubiésemos aprendido a olvidar. Sin
embargo, es extraño que esas imágenes sigan habitando el recuerdo: lo imposible
es cierto. Así es el recuerdo: “olvido habitado”. Un espectáculo que aparta lo
físico de lo real. El resultado, simulacro y representación: poesía. ¿El lugar
donde se guarda lo que fuimos? ¿Lo que alguna vez fue nuestro?
Y entonces ese barco del que hablaba Fellini, hoy navega a través de los poemas,
por los rincones de la vieja casa, perdido y sin tripulantes, alterando el
equilibrio interior de nuestros sueños. Ajeno a la velocidad de la vida actual,
se siente protegido en su viaje doméstico hacia ninguna parte, porque lo
esencial es navegar, seguir escribiendo. Las mismas habitaciones, los mismos
seres, las mismas puertas que dan a distintos puertos. La prisa en el retraso
que persiste: nunca ha llegado, porque nunca ha partido. ¿O es que sólo se viaja
para regresar? Éxodo, destierro, exilio. Infancia-Poesía: movilidad en la
fijeza. Entonces ese barco, vuelve exótico lo que nos es más familiar. Hay un
poema de mi libro “Poética del tiempo”, llamado “Nocturno”, que en los versos
finales sintetiza esta idea:
Ahora los sentimientos y los sueños/ de los días nuestros llegan al antiguo
patio/
como húmedos pasos para recordarnos/ que no sabíamos, ni sabemos aún qué decir/
acerca de la muerte.
“—¿Dónde estábamos?—” Preguntó mi hermano/ que todavía no había nacido./
“—En ninguna parte—”, contestó la abuela/ que ya había muerto,/ pasando una
ramita de albahaca fresca/ sobre los ojos secos de los helechos.
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Héctor Freire con Rita Kratsman, Marta Braier,
Lilia Argañarás, Sergio Daniel Mercado, Rolando Revagliatti, Marta Miranda,
María Dolores Lucero y Diego Viniarsky en 1999
El recuerdo torna circular al tiempo, la infancia no es el
pasado, sino su interpretación. La captura de esos instantes luminosos plasmados
en la escritura poética, es lo que dura. Y ésta, creo, es la “lógica” de la
poesía y su relación con mi infancia: en la superficie de su profundidad, el
tiempo se hace humano. Un raro instante de emoción que huye. En ese sentido, la
poesía entre lo que huye, permanece. Y donde lo insólito, lo extraño nace de lo
común. La infancia, la poesía, concentra así lo eterno en lo fugaz. Madura la
mirada: da peso a la levedad y gravedad a lo pequeño. Confronta y a la vez
desliza una intuición: no juzga, trata de comprender. Trata de “cazar fantasmas”
con palabras. La poesía quizás, no sea más que la mirada de ese niño solo,
sobrepasado por lo que le rodea.
En cuanto a mi primera experiencia cinematográfica: recuerdo dos, la “local”,
cuando íbamos con los amigos del barrio a ver los sábados o los domingos a la
tarde, dos o tres films seguidos. Varios géneros por el mismo precio: westerns,
aventuras, de terror (los cuentos de Edgar Allan Poe llevados al cine). Y la
otra experiencia inolvidable e irrepetible, cuando mi padre me llevó por primera
vez al centro, la sala Gran Rex, el Metro, el cine Ópera, y las salas de la
calle Lavalle. ¡¡¡Qué maravilla!!!, haber visto en pantalla gigante “Lawrence de
Arabia” del director David Lean, “Espartaco”, del genial Stanley Kubrick, y más
adelante en la escuela secundaria, guiados por la profesora de inglés, “2001,
Odisea del espacio”, del mismo director. Film que transformó el marco de
referencia de un género —la ciencia ficción— que se convertiría en uno de los
pilares de la industria durante las siguientes décadas. Pero toda esa cuestión
la entendí muchos años después, cuando me dediqué a estudiar e investigar
historia y crítica de cine. Sin embargo, todavía hoy, en los distintos cursos de
cine que dicto, nos sigue sorprendiendo: el célebre y enigmático símbolo del
monolito, el prólogo del film con el mono arrojando el hueso que se transformará
en segundos en una nave espacial. Quizá una de las escenas más logradas y
sintéticas de la historia del cine. Lamentablemente, hoy hay en el cine una
masiva industrialización de la visión, en detrimento de la construcción de una
mirada. En el cine actual (el de los efectos especiales) no hay tiempo para el
suspenso, en él solo puede haber sorpresa. Se privilegia el accidente en lugar
de la substancia duradera del mensaje.
Esas experiencias, fueron como trazar un círculo poético que produce
tranquilidad ante la inmensidad de lo desconocido. Esa sensación que todavía
sigo sintiendo, como un estado de ánimo luminoso, cada vez que vuelvo a ver los
films de Fellini o Kurosawa. También al releer un poema de Pessoa, de César
Vallejo, o de algún cuento de Borges.
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2 — ¿Cómo fueron tus inicios literarios? ¿Quiénes fueron tus referentes poéticos
del país y del extranjero?
HF — Fueron muy dispersos. Creo que todo empezó cuando me recibí en la
secundaria. Y gracias a una profesora de Literatura, que daba unas charlas sobre
arte, poesía, cine, teatro, los días sábados a la tarde en una institución. Esos
cruces de disciplinas, con sus consecuentes relaciones, dejaron huellas. Luego
vinieron los talleres literarios, en especial el de una poeta y traductora
argentina, lamentablemente olvidada o no reconocida como se merece. Me refiero a
Elizabeth Azcona Cranwell, traductora, por ejemplo, de la obra de Dylan Thomas.
Con ella, además de trabajar nuestros textos, fuimos conociendo a poetas como
Antonin Artaud, y a sus amigas, Alejandra Pizarnik y Olga Orozco. Solía
visitarnos de vez en cuando Alberto Girri. Un libro de Elizabeth, “De los
opuestos”, publicado por Editorial Sudamericana, con comentario de Jorge Luis
Borges, me había impresionado mucho. Recuerdo dos poemas del libro: “La mudez
del poeta” (dedicado a Rimbaud) y “Las voces que destruyen”. Y que según Borges
parecen dictados por dos pasiones: “la de sentir y la de comprender lo sentido”.
Esas marcas las reconozco hoy en mi poesía.
Luego vinieron las reuniones informales con poetas amigos, Patricio Sabsay,
Daniel Calmels, con quienes fundé la Primera Escuela Literaria del Teatro IFT.
Mucha lectura autodidacta a la par de los estudios universitarios en la Facultad
de Letras de la UBA. Otro poeta importante para mí fue el contacto y la lectura
de la obra de Joaquín Giannuzzi. Y a través del traductor y poeta Lysandro
Galtier (también injustamente olvidado, sobre todo por el grupo de traductores
locales), conocí a los poetas griegos contemporáneos: Odysséas Elytis,
Constantino Cavafis, Yorgos Seferis. Traducidos del francés por Galtier, como
así también la obra de Michaux, de Saint-John Perse. Y muy especialmente los
poemas del lituano Oscar Vladislas de Lubicz Milosz: cómo no recordar su
monumental “El cántico del conocimiento”. Y esos versos que dicen: “sóplame la
palabra envuelta de sol, / la palabra grávida de cólera de este peligroso
tiempo.”
Después, y gracias a mis precarios estudios de italiano en la Dante, disfruté de
los poetas italianos Eugenio Montale, Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti,
Dino Campana, Umberto Saba, Cesare Pavese, y de toda la obra de Pier Paolo
Pasolini, quizás el último artista renacentista que dio Italia. Admiro mucho su
obra que abarca casi todas las artes: poesía-cine-teatro-pintura-ensayo-novela,
además de su compromiso y militancia política. Incluso le he dedicado varios
poemas. Otro italiano notable es Italo Calvino. Su obra también es monumental, y
si bien no se lo ubica como poeta, su bellísimo libro “Las ciudades invisibles”,
es poesía de gran nivel.
Todos ellos, junto a Eliot, Fernando Pessoa y Vallejo (la lista sería muy
larga), fueron un eficaz estímulo a la imaginación. Aprendí que la poesía es una
espinosa rosa que crece en el centro del jardín de las vanidades. Escribir
poesía es descubrir. La poesía como “duración inmóvil”: gradual acumulación de
pequeñeces visuales. Un detalle tras otro, ya que en los detalles se detiene el
tiempo. Un intento por agotar todo lo que se expresa por la inmovilidad y el
silencio. Poemas como sitios en el tiempo. Pensamientos que son instante y
memoria. Su sola existencia es un acto íntimo y sencillo. La evidencia de las
preguntas antes que la pertinencia de las respuestas.
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Héctor Freire en Ankara, Turquía, 2014
3 — ¿Qué filmes ubicarías en lo más alto del podio?
HF — Pregunta difícil de contestar, ya que son muchísimos. Voy a tratar de ser
lo más objetivo posible, en cuanto a la importancia y permanencia en el tiempo.
Su pertinencia técnica y sus innovaciones en el discurso cinematográfico. Y por
supuesto, mi gusto personal.
Podríamos utilizar el criterio que despliega Italo Calvino, en cuanto a los
clásicos en literatura, en su “Por qué leer los clásicos”, o sea aquellas obras
que soportan el paso del tiempo. Dispositivo que tomaré de prestado, aplicable
también a las obras cinematográficas y sus respectivos directores. Films de los
cuales se dice:
* “Estoy volviendo a ver, y nunca estoy viendo”: “El ciudadano”, de Orson
Welles.
* “Toda relectura de un film clásico es en realidad una lectura de
descubrimiento como la primera”: “Vértigo”, de Alfred Hitchcock.
* “Un film clásico es un film que nunca termina de decir lo que tiene que
decir”:
“Ocho ½”, de Federico Fellini.
* “Un film clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos
críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima”: “El acorazado
Potemkin”, de Serguéi Eisenstein; “El gabinete del doctor Caligari”, de Robert
Wiene; “Metrópolis”, de Fritz Lang.
* “Un film clásico es el que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la
actualidad más incompatible se impone”: “Ran”, de Akira Kurosawa; “El padrino”,
de Francis Ford Coppola; “Blade Runner”, de Ridley Scott; “Taxi driver”, de
Martin Scorsese.
* “Clásico es un film que se configure como equivalente del universo, a
semejanza de
los antiguos talismanes”: “El sacrificio”, de Andréi Tarkovski; “El séptimo
sello”, de Ingmar Bergman.
Dentro de la historia del cine argentino: “Invasión”, de Hugo Santiago; “Últimos
días de la víctima”, de Adolfo Aristarain; “Apenas un delincuente”, de Hugo
Fregonese; “Las aguas bajan turbias”, de Hugo del Carril; “El dependiente”, de
Leonardo Favio; “Un oso rojo”, de Adrián Gaetano; “La casa del ángel”, de
Leopoldo Torre Nilsson.
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Héctor Freire en Mezquita Azul, Estambul,
Turquía, 2014
4 — Fuiste guionista televisivo, columnista en programas radiales, y conducís tu
propia propuesta radial.
HF — Sí, en ATC: para el programa televisivo “DNI”, fui autor del ciclo
“Escritores Argentinos del Siglo XIX”. Se proyectó también en varios países de
Latinoamérica. Los guiones fueron sobre las figuras y las obras de Esteban
Echeverría (1805-1851), Juana Manuela Gorriti (1818-1892), Roberto Payró
(1867-1928), Ricardo Rojas (1882-1957) y Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888).
Mi actividad radial empezó en Radio Palermo como columnista de cine. Después lo
fui en Radio América, junto a Daniel Chiron y Vicente Battista. Y desde hace ya
varios años soy el conductor del programa Ciudad Cultural, junto a Mario
Hernández y Ana Laura Xiques. Se emite todos los jueves de 19 a 20 horas por FM
La Boca. Recibimos y hacemos entrevistas a cineastas, dramaturgos, poetas y
políticos. Comentamos la agenda cultural de la semana. Además realizamos
programas culturales especiales, por los que fuimos varias veces premiados. Por
ejemplo, los dedicados a Julio Cortázar, Leonardo Favio, Gabriel García Márquez
y José María Arguedas.
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Héctor Freire en Ravena, Italia - Tumba del
Dante
5 — ¿Kafka, Arlt, Borges y Cortázar van al cine?...
HF — Estos nombres responden a ciclos realizados en distintas instituciones. Y
en especial, a los cursos dictados en Capacitación Docente, en la Secretaría de
Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y en el Centro Cultural del
Teatro General San Martín. Además de pequeños ensayos que fueron publicados en
revistas argentinas y del exterior. Básicamente responden al interés por
investigar los cruces entre literatura y cine. Y cómo escritores tan
emblemáticos e importantes, se interesaron por el cine. Y cómo el cine llevó a
la pantalla en numerosas adaptaciones, homenajes, parodias, transposiciones, sus
cuentos o novelas. En el caso de Borges o Roberto Arlt, es aún más complejo: ya
que ambos escribieron textos, guiones, sobre el fenómeno cinematográfico. Borges
concibió, por ejemplo, el guion de “Invasión” de Hugo Santiago, además de
participar en el film de René Mugica, “Hombre de la esquina rosada”, sobre el
cuento del mismo Borges. Y “Los orilleros” y “El paraíso de los creyentes”, en
colaboración con Adolfo Bioy Casares. Arlt publicó varios artículos sobre el
cine en el diario “El Mundo”, recopilados en el volumen “Notas sobre el
cinematógrafo”. En ellos abordó de modo sintético el tema de los nuevos medios y
géneros comunicacionales: la radio, el periodismo, el cine.
El caso de Kafka y el cine, como no podía ser de otro modo, es bastante
paradojal: apasionado espectador de los primeros films mudos, manifestaba en sus
cartas y diarios, su desconfianza y crítica sobre este nuevo arte. Que es la
suma de todas las artes, y en su origen, a diferencia de las otras, nació siendo
vanguardia. No un punto de llegada, sino de partida. De ahí la frase sostenida
por Jean-Luc Godart y Pasolini: “El futuro del cine está en su pasado”. En la
recuperación de su aspecto pictórico y poético, más que narrativo o prosaico.
Mis artículos sobre estos asuntos se pueden consultar en
www.topia.com.ar
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Héctor Freire en Sicilia, Italia, 2014
6 — ¿Qué cursos y seminarios de capacitación para docentes dictaste en CEPA?
HF — Muchos cursos y ciclos durante más de diez años ininterrumpidos. Dos cursos
por cuatrimestre destinado a maestros, profesores de literatura, historia,
historia del arte. El objetivo al principio, y a partir de la publicación del
libro “Literatura y cine (uso del video en el aula)”, era generar la alternativa
de intentar la introducción del lenguaje cinematográfico a través de la
proyección de films en el ámbito educativo. Sin embargo, el cine en el aula no
pretende ser ninguna opción definitiva, sino un complemento auxiliar didáctico,
una herramienta necesaria y actual. Por medio de algunos elementos para una
didáctica más integral, dinámica y expandida. Otra idea central es la de la
recuperación de la capacidad de asombro, y del placer de la lectura, así como
señalar los vasos comunicantes entre los distintos lenguajes. En resumidas
cuentas, los cursos y seminarios trataban de una actividad didáctica que
estimulaba, junto con la adquisición de un complejo aparato técnico-conceptual,
la puesta en práctica de una facultad de relación crítica. También señalar la
presencia de una verdadera “alfabetización audiovisual”, basada en el análisis
del lenguaje del cine y su relación con las otras disciplinas y artes. Algunos
de los cursos que dicté, y que más satisfacciones me dieron y me siguen dando
son, entre otros: “Estéticas en el cine”, “Las vanguardias y el cine”,
“Literatura y cine”, “Historia del cine argentino”, “Cine y poesía”, “Pintura y
cine”, “La cuestión de los géneros”, “Cuentos de Borges y Cortázar llevados al
cine”, “Nuevo cine argentino”, “Roberto Arlt y Manuel Puig van al cine”,
“Grandes directores”.
El cine, es evidente, no constituye únicamente un medio de entretenimiento. En
una época en la que el desarrollo de las comunicaciones nos satura de
información, llegando, en ocasiones, a generar desconcierto, el cine se nos
ofrece para el desarrollo social e individual.
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Héctor Freire - Conferencia en 2015
7 — ¿Cómo fue aquella experiencia tuya en 2008, como docente invitado por dos
universidades de México, dictando el seminario “Vida actual, el avance de la
insignificancia y la violencia institucional. Insignificancia, tedio y violencia
desde el cine”?
HF — Enriquecedora y estimulante. México es un país maravilloso, a pesar de los
problemas de violencia y narcotráfico. En realidad fuimos invitados por la UNAM
a participar de un congreso internacional, por profesores que un año antes
habían participado del Primer Congreso Internacional sobre Cornelius Castoriadis,
organizado por la ONG Magma. Quedaron muy interesados por la obra de Castoriadis,
que abarca filosofía, arte, psicoanálisis, economía, política. Y en especial por
la cuestión del “Avance de la insignificancia”. Fueron varios días en el
Distrito Federal, donde presentamos varios trabajos y ponencias. Mis aportes
fueron desde el cine. Mejor dicho, cómo utilizar el cine como herramienta de
estudio e investigación sobre distintas temáticas, como la violencia, la
problemática del tedio en relación al trabajo, y el avance de la insignificancia
en la actual sociedad del espectáculo. A propósito, la Editorial Biblos nos
publicó “Insignificancia y autonomía (debates a partir de Cornelius Castoriadis)”.
El volumen recopila varios textos que fueron presentados y debatidos en
distintos congresos. Sobre la imposibilidad de la pertenencia a un colectivo. El
fenómeno del avance de la insignificancia, y que se encuentra habitado por una
subjetividad leve, superficial. Mi texto giró en torno a la “creación artística
en tiempos de insignificancia”.
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Héctor Freire con Alicia Leone, Carlos
Guzzetti, Hugo Urquijo, etc., en 2011
8 — “Satori” (poemas sobre pintores y películas) fue presentado en la Feria del
Libro de París (2013-2014).
HF — Sí, la segunda edición: incluye poemas sobre pinturas de Van Gogh, M. C.
Escher, Roberto Aizenberg, Fernando Fader, Claude Monet, Caravaggio, Johannes
Vermeer, J. M. W. Turner. Y sobre films de Kurosawa, Theo Angelopoulos,
Antonioni, entre otros. Fue traducido al francés por Cristina Madero y Pablo
Urquiza, publicado en edición bilingüe por Reflet de Lettres y Abra Pampa
Éditions. “Satori” resultó el disparador para escribir el ensayo preliminar y la
antología “El cine y la poesía argentina”. Poesía y cine, cine y poesía,
dialogan a lo largo de un siglo, dentro del amplio y rico mapa de la poesía
nacional. En una relación casi no investigada en nuestro país. Cuarenta y dos
poetas y más de sesenta poemas, algunos de ellos conocidos y otros no difundidos
como se merecen. De hecho, creo, ésta es la primera antología de poesía
argentina relacionada con el cine. También incluyo al final del volumen, una
pequeña muestra llamada “Voces en off”: voces (poemas) de grandes directores de
cine que además fueron y son poetas: Luis Buñuel, Jean Cocteau, Manoel de
Oliveira, Federico Fellini, Jean Luc Godard, Peter Greenaway, Yasujiro Ozu, Pier
Paolo Pasolini, Andréi Tarkovski y Leopoldo Torre Nilsson.
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Héctor Freire con Alicia Leone, Gustavo
Zemborain, etc.
. 9 — Fuiste incluido en “Poesía de pensamiento. Una antología de poesía
argentina”.
HF — Con selección y estudio preliminar a cargo del poeta Osvaldo Picardo. Una
excepción dentro del mapa de la poesía argentina actual, donde lo que prima es
la poesía-espectáculo. La iniciativa “propone reflexionar acerca de una
constante transversal que hasta entonces parecía velada debajo de etiquetas
generacionales, con
que neobarrocos y objetivistas hegemonizaron la visibilidad del reducido sistema
poético argentino.” Es una antología federal conformada por poetas que nacidos
entre 1948 y 1979, han ido elaborando una obra poética en la que es posible
verificar esa relación con las proteicas formas que la poesía puede ofrecer
cuando se acerca a un máximo de conciencia.
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Héctor Freire con Daniel Calmels, etc.
10 — Pronto aparecerá tu poemario inédito “La amenaza de lo breve”. El título es
un hallazgo.
HF — Responde a la temática del paso del tiempo, y muy especialmente a la
problemática de la vejez. Y es el título de uno de los poemas que componen el
libro. La estructura total está dividida en cuatro partes, donde los paisajes,
las ciudades con sus lugares que los hacen únicos, los museos, las gentes, en
definitiva, las distintas culturas que me impresionaron, y que fui recogiendo a
partir de mis últimos viajes por Italia (Roma-Sicilia-Ravena), Turquía y África.
La luz y el tiempo, “ese agobio de la lucidez”, son los ejes centrales. Y que se
cierra con un largo poema en prosa, a modo de apéndice reflexivo: “Notas sobre
un poema de Paul Celan”.
A propósito de la problemática de la vejez, se publicó en la Revista Topía un
“ensayito”: “La vejez en el cine”, cuyo disparador o “botón de arranque” fueron
tres frases poético-reflexivas que tienen mucho que ver con la “atmosfera” de
“La amenaza de lo breve”. La primera es del poeta italiano Giacomo Leopardi:
“Murió el supremo engaño/ de creerme yo eterno.” La segunda es del pensador,
también italiano, Norberto Bobbio, que pertenece a su ya clásico libro “De
Senectute”: “Respeta la vida quien respeta la muerte. Toma en serio la muerte
quien toma en serio la vida, esa vida, mi vida, la única vida que me ha sido
concedida, aunque no sepa por quién e ignore por qué. Tomar en serio la vida
significa aceptar firme y rigurosamente, lo más serenamente posible, su
finitud.” Y la tercera es de Oscar Wilde: “La tragedia de la vejez no es que uno
sea viejo, sino que una vez fue joven.”
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Héctor Freire con los poetas Fabián Iriarte y
Osvaldo Picardo
11 — ¿Tenés ya completamente reunido el material para ese otro volumen que
prevés: “Cine gay y otros ensayos”? ¿Nos podrías aportar precisiones?
HF — Relacionar la homosexualidad y el cine, o sea las historias que éste ha
representado en torno a las relaciones amorosas entre personas del mismo sexo,
ha pasado a ser después de más de un siglo de historia, un clásico del “séptimo
arte”. Un buen número de directores así lo demuestra: Luchino Visconti,
Bertolucci, Pasolini, Reiner Werner Fassbinder, Derek Jarman, Almodóvar, nombres
entre muchos otros, que no ofrecen ninguna duda en cuanto a la calidad de sus
discursos visuales, y que no sólo han creado ficciones emblemáticas, sino que
han profundizado en la temática de la homosexualidad desde múltiples y variadas
perspectivas. Ante tal propuesta, surge una pregunta obligada: ¿Existe un género
cinematográfico (como lo son el policial, el western, la ciencia ficción), que
se pueda denominar “gay”? Si entendemos el concepto de género, no sólo como un
emergente pretensioso-estandarizado de la industria del cine para dirigir y
facilitar las elecciones del público, por un tipo de cine clasificado de
antemano. Y recuperamos la noción de “género” desde su etimología: (genus-generis)
el término contiene dos elementos esenciales: lo específico de una serie, rasgos
comunes dentro de un conjunto más amplio. Y la diferencia con otros conjuntos
que no lo comparten. Categorías organizadas de acuerdo a ciertas temáticas,
formas narrativas, estrategias de composición y producción, estilos
determinados. Sin olvidar, la relación con las tradiciones culturales, los
cambios sociales. Y fundamentalmente la relación con lo ideológico, en un
momento determinado del proceso histórico.
En este sentido, muchos críticos no contestarían tan rápidamente con un rotundo
no. Ya que lo evidente después de más de un siglo de cine, es que sí existe un
gran número de films que han elegido como núcleo central de la trama el tema de
la homosexualidad, y que además dan cuenta, para un mayor conocimiento, de las
estrechas relaciones que siempre han unido y unen el cine con dicha temática. Y
acercarse a la homosexualidad, a través del cine es, cuanto menos, una
interesante perspectiva de lectura. Si hacemos un “paneo general” de la
historia, nos encontraremos con la primera sorpresa: es una de las más variadas,
sugerentes y ricas filmografías que existen.
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Héctor Freire con Liliana Lukin
El cine de temática gay abarca como un abanico, un “menú de opciones” más que
amplio: del drama a la comedia, de la tragedia al policial, de la obra de arte y
la biografía a la historia del poder y la denuncia social. De autores no tan
conocidos a “grandes” directores, de vanguardistas a clásicos. Un recorrido
laberíntico por historias apasionantes, formas de narrar y maneras diferentes de
contemplar el ejercicio de una mirada tolerante y de respeto hacia otras
elecciones sexuales y culturales. Siguiendo este itinerario, el cine gay,
comprendería todos aquellos films cuyo argumento principal, cuya trama central,
se basa en una historia —en el entorno y de la clase que sea— vivida por
homosexuales, y en la que la homosexualidad sea la razón fundamental de las
vivencias, actitudes y reacciones de los personajes del film.
Muchos otros films, no considerados dentro de este “género gay”, serían todos
aquellos en los que aparece alguna consideración a la cuestión homosexual, pero
en forma aleatoria o como subtrama. En estos films, la homosexualidad
funcionaría como complemento del desarrollo del guion, a veces muy importante,
pero nunca determinante. Como ocurre en tantos films cuyo argumento se
desarrolla, por ejemplo, en ámbitos carcelarios. O los que se refieren a formas
de vida colectivas o comunidades como cuarteles, conventos o campos de
concentración, frecuentemente relacionados con sistemas totalitarios. Además el
volumen incluye, entre otros capítulos: “El cine y el mal”, “Las madres en el
cine”, “El cine y la primera guerra mundial”, “El cine y la vejez”, “Los nuevos
muros en el cine”, “A propósito de Shakespeare, hablemos de Kurosawa”.
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Héctor Freire con Osvaldo Picardo y Pablo
Queralt
12 — Acaso el primer diario íntimo de escritor haya sido el de Stendal, en 1801,
a sus dieciocho años. Otros: Gustave Flaubert, Henry James, Paul Valéry, Witold
Gombrowicz. Entre nosotros: Abelardo Castillo, Alejandra Pizarnik, Bioy Casares,
César Aira, Ricardo Piglia. ¿Qué te provocan, cuáles te atrajeron más y cuáles
menos?
HF — En realidad, y sinceramente, no leo ni me interesan demasiado los diarios
íntimos. Y que al ser publicados —por lo general después de muertos los autores;
y muchas veces sin su consentimiento— y leídos posteriormente, dejan de ser
íntimos, privados, para transformarse en públicos. Si bien conforman la obra
total del autor, en gran parte de los casos es poco lo que aportan. En numerosas
ocasiones son un negocio post mortem de las editoriales. Por supuesto hay
excepciones, que son de estimable ayuda para los críticos e investigadores.
Además considero que habría que leerlos después de acceder a la obra del autor,
y nunca antes, para no condicionar ni dirigir la lectura. Desde ya que estos
comentarios son una opinión muy personal. Sin embargo reconozco que estos
“diarios de escritores”, para un amplio público es estimulante. Algunos de los
que leí y me despertaron cierta “curiosidad morbosa” fueron los de Katherine
Mansfield, los de Franz Kafka, traducidos por Juan Rodolfo Wilcock, los de
Virginia Woolf, Cesare Pavese y Goethe. Me aburrí con los “Fragmentos de un
diario” de Ricardo Piglia y con los “Diarios” de Alejandra Pizarnik, publicados
por Lumen en 2010.
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Héctor Freire con otros escritores en la
Universidad Nacional Autónoma de México UNAM, en 2010
13 — ¿Habrás escuchado poemas fónicos o presenciado espectáculos teatrales con
textos poéticos? ¿Qué opinás de esas experiencias?
HF — Por lo general no me convencen. Salvo raras excepciones, como por ejemplo
un unipersonal sobre los poemas de García Lorca (“Un poeta en Nueva York”), muy
buen actuado, y donde los poemas adquirían una “carnadura”, una voz y una
intensificación dramática notables. Otros “espectáculos teatrales con textos
poéticos” me resultaron simplemente descriptivos y tediosos. Hay un exceso de
espectáculo sin para qué. Una especie de pérdida del aura del texto poético que
resulta proporcional a la vacuidad de la mirada y de la escucha. Para decirlo
con palabras sencillas y claras: “mucho humo y poco fuego”.
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14 — ¿Cómo ordenás tu biblioteca? ¿Están todos tus libros en un mismo ambiente?
¿Te desprendés de los que no te interesan, vendiéndolos o canjeándolos?
HF —Vivo en una casa bastante grande, junto a mi esposa, y hasta hace un año con
nuestro gato Horus. Por lo tanto tengo mucho lugar para la biblioteca principal,
que se fue armando a lo largo de las décadas. No suelo desprenderme, ni vender,
ni canjear los libros. Los amo demasiado, y creo que ellos nos eligen a
nosotros, y no nosotros a ellos. Mi biblioteca es un verdadero “caos ordenado”,
o un “cosmos caótico”, que posee un cierto orden que sólo yo entiendo. Ya que
poseo —según mis amigos— una memoria visual notable, los ubico y encuentro según
tamaño, forma o color. Dentro de este “laberinto manierista”, conviven libros
leídos más de una vez, los de consulta esporádica, los de consulta permanente,
los obligatorios que sirvieron para terminar la carrera de letras, junto a los
que aún no fueron leídos, y que no sé si leeré alguna vez (y que a menudo me
sorprenden, ya que no sé cómo llegaron ahí, por y para qué los adquirí). Además
creo que independientemente de mí, por una cuestión del azar, muchos terminan
juntos y dialogan entre sí. Entablan afinidades electivas y selectivas, que
suelen dejarnos al margen, y que no dependen de nuestra voluntad. En este
sentido, mi biblioteca es como el arte: inefable, paradojal y contradictorio.
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15 — Por muy sincero que uno pretenda ser, ¿hay cosas que uno debe guardarse
para sí?
HF — Por supuesto. A propósito, recordemos los geniales versos del genial
Fernando Pessoa:
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que en verdad siente.
Y, en el dolor que han leído,
A leer sus lectores vienen,
No los dos que él ha tenido,
Sino sólo el que no tienen…
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16 — ¿Qué es para vos la contemporaneidad?
HF — Esta es una pregunta muy interesante y pertinente para los tiempos que
corren. En mi libro “De cine somos (críticas y miradas desde el arte)”, hay un
capítulo, “El cine dromocrático. Ante la globalización estética”, donde trato de
problematizar esta cuestión, al proponer la recuperación del cine de autor,
contraponiendo actualidad versus contemporaneidad. Para no caer en una visión
meramente apocalíptica o nostalgiosa, convendría recordar aquella frase de
Antonio Gramsci, repetida hasta el cansancio por Pasolini ante situaciones como
la que nos ocupa: “Seguir luchando con el pesimismo del pensamiento y con el
optimismo de la voluntad”.
La recuperación del cine de autor amerita una aclaración: una cuestión es la
actualidad y otra la contemporaneidad. La actualidad es el cine “del día”, lo
efímero, un cine hijo de la moda, y que podríamos llamar, utilizando una
metáfora.“gastronómica”: cine hamburguesa, tan instantáneo como fugaz, films que
como las hamburguesas están producidos industrialmente no para ser “saboreados”,
sino para ser “tragados”. En estos “menús cinematográficos”, como los que ofrece
la cadena McDonald´s, no hay muchas opciones, y sus productos son iguales en
todo el mundo. Es más, no ofrecen ninguna resistencia, incluso como si se
tratara de una regresión infantil, son tragados con la sola ayuda de las manos,
sin la necesidad de cubiertos. Y en el menor tiempo posible. Estos films se
consumen en el presente, con la misma rapidez que una hamburguesa. En oposición,
el cine de autor, tiene que ver con la contemporaneidad, entendida como lo que
resiste y dura. Films que se “anclan” en el pasado, no reniegan de la historia
ni del sujeto, y se proyectan hacia el futuro.
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En este sentido Welles, Fellini, Visconti, Eisenstein,
Coppola, etc., no son actuales, sí contemporáneos. Para Francois Truffaut, el
cine de autor se asemejaría a la persona que lo hiciese, no tanto a través del
contenido autobiográfico como merced a su estilo, que impregna el film con la
personalidad de su director. Estos directores intrínsecamente “fuertes”, exhiben
con el paso del tiempo una “personalidad” estilística y temática reconocible que
los hace contemporáneos, únicos e irrepetibles, incluso algunos de ellos, como
Hitchcock, mostraron autonomía dentro del marco de los estudios de Hollywood.
Dicho en términos sartrianos, el cine de autor se esfuerza por alcanzar la
“autenticidad” bajo la “mirada” castradora del sistema de los grandes estudios.
En última instancia, más que una teoría que recupere al autor, es sobre todo una
perspectiva metodológica, y una verdadera “política de los autores”, que une el
“que” y el “cómo” en una proclama personal. En la que el director se arriesga y
lucha contra la homogeneidad estética, contra la estandarización de un sistema
establecido, sometido a rígidas jerarquías de producción. Resistiendo y gozando
del control artístico sobre sus propias producciones. En síntesis, y rescatando
la opinión de Andrew Sarris: “La forma en que un film se presenta y progresa
debe estar relacionada con la forma en que el director piensa y siente”.
Asimismo, Sarris proponía tres criterios cuestionados por muchos críticos, para
reconocer a un autor, que creo, merecen ser repensados: 1) la competencia
técnica; 2) una personalidad, un estilo reconocible; y 3) un significado interno
surgido de la tensión entre su personalidad y el material. En cierta forma la
recuperación del cine de autor, frente a la globalización estética imperante, se
relaciona muy directamente con la idea de Italo Calvino, expuesta anteriormente,
a propósito de una obra clásica, contemporánea: “Es clásico lo que persiste como
ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.”
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17 — ¿Sabías que Stephen King —no sé dónde— sentenció “Escribir es humano y
corregir es divino” ? A ver…, ¿improvisarías algo alrededor de dicha sentencia?
HF —Yo invertiría los términos de la frase de Stephen King, que escribió una
novela admirable, “El resplandor”, llevada al cine por Stanley Kubrick: Escribir
es divino y corregir es humano.
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Héctor Freire selecciona poemas de su autoría (el primero, de “Motivos en color
de perecer” y los demás de “Satori”) para acompañar esta entrevista:
OBSTINACIÓN POR EL REPOSO
“Pero la Belleza se muestra y no se dice.”
Roland Barthes
La cortina de árboles que el invierno desnuda
crea en el encuadre una identidad
más “rigurosa” que “natural”:
sutil camafeo óptico que no está presente
en lo que la mirada construye,
sino en lo que ésta rechaza.
Sin embargo, esa masa vegetal
desea lo que representa:
cierta austeridad neutral
que hace de la simple y fina imagen
el signo de un paisaje más complejo.
Sin duda, el prado, los árboles y los animales
no suman más que una pequeña parte de mi deseo,
dicen ese tiempo difícil: el presente
como una memoria confusa.
Sin obligación de exactitud esa fotografía
en su obstinación por el reposo
me ensancha, me exagera.
*
DIÁFANO E INSONDABLE *
El íntimo silencio precipita en dilatada
eternidad sobre la tarde, un estanque que
se muestra apacible e impenetrable
como roca de agua. La vieja esfinge
“que no se ve sino a sí misma”.
Ante el roce del viento entre las ramas secas,
los simulados árboles “muestran”
las paradojas de la luz y se traicionan a sí mismos:
pronto caerá el día tras las sombras de las hojas.
Y un claro resplandor se esparcirá más allá
de la opaca mansedumbre de las copas.
En luminosa tensión, las nubes tejen
una red para cazar pájaros.
—¡Qué despacio se apaga el sol a la distancia!—
En alguno de sus posibles sueños
yace un verano perdido,
uno de esos que los frutos atesoran
para saborear en el futuro.
Sin embargo, en ese “paisaje demorado”
todo llega demasiado tarde.
Mientras tanto, los días se suceden vacíos,
y el viento desprende un perfume a nada.
Y nada se mueve.
* El estanque viejo (1917), Fernando Fader.
*
LA APARIENCIA DEL DEVENIR *
La belleza de ese árbol, aislado por el efecto de la luz
tiene algo de ruina de piedra, de fósil florecido:
dicho paisaje estimula una relación con el tiempo,
crea una mirada y resta ambigüedad a la vista.
En la humildad de ese “acto”, la emergencia de lo visible
es condensación de lo que huye,
un instante en devenir interno.
“La política” de la luz radica en la sensualidad de los detalles,
actúa lo inaparente silenciado. Y presenta su paradojal evidencia:
nadie recuerda que es ella la que nos hace ver.
* Melocotonero en flor (1888), Vincent Van Gogh
*
POR AMOR A LA SIMETRÍA *
El amarillo de los follajes
como suspendidos, sin espesor,
no estorba la transparencia del aire.
En cambio, amarillas, con el amarillo
más luminoso, las hojas llueven
desde las ramas más altas.
En forma de abanico, su prepotencia cromática
cubre la insípida superficie del lago.
En este paisaje todo parece espontáneo,
pero todo está calculado;
la construcción de una naturaleza
que la mente pueda dominar, y donde
lo pequeño crea la ilusión de lo grande:
un haiku hecho de colores, luces y hojas
que marca el cruce de dos dimensiones:
la perpetuidad de lo vegetal
y el tiempo sucesivo de las palabras
que germinan, se secan o se pudren.
* Sobre una escena del film “Primavera, verano, otoño, invierno…y primavera”,
de Kim Ki-duk.
*
SATORI
a Osvaldo Picardo
“Quien pinta la luz, retrata el tiempo.”
Andréi Tarkovski
En Plaza Mitre, al mediodía,
la luz ofrenda un vacío santo
que reposa en el rosal fatigado
de tanta lluvia soñada.
Sin embargo, un bordado de invisible tensión
vuelve frágil ese gesto emocional del verano.
En Plaza Mitre, al mediodía,
todo es sombra constelada de luz
y todo brilla.
El tiempo avanza y retrocede en el rosal:
—y siempre intriga la regularidad
de sus pequeños movimientos—.
Su sueño dejó de ser una sucesión,
ahora es una situación,
como la de una ola arrebata al mar.
En Plaza Mitre, al mediodía,
la realidad de la luz
es una hipótesis de la imaginación:
el tiempo muerto de un instante impersonal.
Mar del Plata, enero de 2007
*
EL PRIMER SOL DEL DÍA *
Una ráfaga de luz abre un agujero
en la red del tiempo:
esa sucesión inevitable habituada a la carencia,
a los cuerpos ligados de la noche
que no cede a los reclamos del día.
Aletargada en una lenta ceremonia para nadie,
la oscura memoria recurrente de la lluvia
ha envuelto al frío en una fina brasa.
Ahora, los ritos del agua sobre la madera
depositan el otro tiempo de los astros.
Una hermosa superficie en la piel del ojo
agazapa una falsa definición:
otras identidades de lo abierto
ondulan sobre sí mismas en el anillo
del cielo que es puente y caricia.
Obstinada partícula de luz que sostiene
un sistema de sombras trazando su propio
ideograma de nube más sutil que el aire.
Solamente siendo fuego
la realidad de este paisaje dejará de tener sed,
para convertirse en jubilosa danza de agua.
* Amanecer con monstruos marinos, J. M. W. Turner
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Héctor Freire y Rolando Revagliatti.
www.revagliatti.com
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