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Juan
Perón y el lugar de los trabajadores (en el movimiento nacional)
Por Juan Godoy [1]
“Es alrededor de los sindicatos donde se centra la lucha nacional. Una lucha de
todo el pueblo contra el coloniaje”. (Juan José Hernández Arrregui)
"Cada trabajador debe pensar que su futuro depende de lo que él haga y resuelva.
Cuando los millones de obreros del país piensen así, se organicen y se unan, no
habrá poder en la tierra que pueda hacer que sean engañados, defraudados y
estafados en su voluntad". (Juan Perón)
Juan Domingo Perón llevó a cabo una Revolución Nacional que quedó inconclusa con
el golpe de estado del 55, fue retomada con la vuelta del líder popular
brevemente porque a la muerte de Perón y al derrocamiento del gobierno
constitucional le sucedió la profundización del 55 con el terrorismo de estado
genocida, y el establecimiento de las bases de un “nuevo modelo” dependiente: el
neoliberalismo . Esa Revolución Nacional se cristalizó en la nacionalización de
la estructura económica que desde mediados de siglo XIX se encontraba en manos
británicas teniendo como destino el triste papel de un país dependiente. Esa
condición semi-colonial fue la que el peronismo vino a destruir, para que “el
dinero se haga argentino”, seamos independientes, soberanos y logremos instaurar
la justicia social. Como sabemos, esa dependencia encuentra un actor interno que
es la oligarquía. Sobre ella el peronismo avanzó significativamente pero no
logró destruirla definitivamente, y ésta ensangrentó el país con tal que eso no
sucediera, dejando inconclusa la Revolución Nacional que más ha avanzado en
nuestra historia.
Teniendo en cuenta este marco, el peronismo se enfrentó abiertamente contra el
imperialismo británico, deteniendo el saqueo imperialista sobre nuestro país; el
norteamericano, obturando y retrasando su ingreso a nuestro país, e
imposibilitando el “cambio de collar”, asimismo no se recostó en la Unión
Soviética en el mundo bipolar, y por último se enfrentó a la oligarquía. Tamaños
enemigos tuvo el peronismo, y sobre ellos logró edificar durante 10 años una
Patria Libre, Justa y Soberana. Otorgándole a los trabajadores uno de los
mejores niveles de vida, sino el mejor, al menos del Continente
Latinoamericano., y dejando al país cerca del desarrollo de la industria pesada.
La estructura sobre la cual hoy se monta el país en gran medida es la heredada,
a pesar que mayormente (con la excepción del modelo kirchnerista que volvió
–aunque más tenuemente claro-, a un proyecto ligado a la industria y la
generación de trabajo), los gobiernos posteriores se encargaron de destruirla,
la del peronismo. Muchos se preguntan cómo Perón pudo tener tantos logros en tan
poco tiempo, y con enemigos tan poderosos. La concepción y la práctica de Perón
con respecto a la clase trabajadora nos da una clave de interpretación. Al mismo
tiempo nos habla acerca del lugar de los trabajadores en el proyecto nacional
durante el peronismo, nos sirve en términos comparativos con la experiencia de
los últimos años, y como “brújula” en el camino de reconstrucción del movimiento
nacional ante la embestida oligárquico-imperialista. Por último, recorre el
texto el interrogante acerca del sector social que tiene preeminencia en el
movimiento nacional, principalmente pensando si son los sectores medios, la
“burguesía nacional”, o los trabajadores (organizados).
Para adentrarnos en el tema, observamos que muchos (aun dentro del movimiento
nacional), se quejan les molesta y/o piensan que los trabajadores organizados no
deben participar en política, al respecto Perón sostuvo en 1973 que “todos han
venido sosteniendo que las organizaciones sindicales no deben intervenir en
política. Es decir que, mientras las organizaciones políticas intervienen en el
proceso sindical, los sindicatos no han de intervenir en el proceso político.
Dado que la organización sindical se realiza para convertirse normalmente en un
factor de poder, aquella premisa es totalmente falsa”, y por eso “cuando los
obreros hayan renunciado a intervenir en los destinos del país esa será una
determinación suicida para su propia clase y para sus propias organizaciones”.
Entendiendo entonces la necesidad de la participación política de los
trabajadores organizados, y siguiendo la enseñanza de Hernández que decía: “se
ha de recordar para hacer bien el trabajo que el fuego, pa calentar debe ir
siempre por abajo”, Perón se lanzó a darle poder real a los trabajadores. El
camino para lograr el objetivo comienza desde el “viejo” departamento, ahora
Secretaría, de Trabajo y Previsión Social (y en menor medida desde el Ministerio
de Guerra y la Vice-Presidencia), en el periodo 1943-45.
El entonces Coronel ya comienza a realizar esfuerzos por la unificación de la
CGT. Piensa en la necesidad de la existencia de una sola central obrera, para
fortalecer el poder de los trabajadores organizados. En este sentido expresó más
tarde, en el 74 que “el justicialismo siempre se sustentó en el criterio de la
indivisibilidad de la clase obrera organizada. Se requiere, en consecuencia, una
sola central obrera”. Así, siendo Secretario de Trabajo y Previsión, en el año
1945 se unifica la CGT. Es que Perón piensa que “Si los trabajadores se dividen
pierden todo su poder. Esto lo vemos en muchas organizaciones (…) es como si no
hubiera ninguna”.
Antes de ser Presidente también otorga nuevos derechos como indemnizaciones,
vacaciones paga, el estatuto del peón rural, los tribunales de trabajo,
licencias, prevención de accidentes de trabajo, capacitación técnica, etc.
Asimismo, entre los años 1936 a 1940 los sindicatos habían firmado solo 46
convenios colectivos de trabajo, y tan solo entre los años 1944 y 1945
rubricaron más de de 700. Cómo venía transformando la Argentina que cuando el
subsuelo de la Patria se subleve el 17 de octubre, Perón insta a los
trabajadores, hasta hacer poco perseguidos, desde los balcones de la Casa de
Gobierno: “ha llegado ahora el momento del consejo. Trabajadores: únanse; sean
hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de
levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos”.
Jauretche había dicho que el caudillo era el sindicato del gaucho, es decir, era
la representación directa de los intereses de éstos. Muchos años antes Alberdi,
en sus años mayores, había dicho algo similar, claro que en otros términos.
Probablemente podemos ubicar allí el origen de la representación directa. El 2
de Octubre del 45 se dicta la Ley de Asociaciones Profesionales. Los sindicatos
son declarados entidades de bien público. Los trabajadores obtienen así el
reconocimiento de sus derechos, se les da apoyo legal y cuentan con el estado
como respaldo. A partir de ahora, los sindicatos (con personería o sin ella), no
pueden ser intervenidos por el Estado. En este sentido, Perón en un discurso de
1950 dice que “el justicialismo comienza por convertir el sindicato, de una
organización al margen de la ley, en una institución pública (…) le da estado
legal a la existencia del sindicalismo”. Es que el tres veces Presidente de
nuestro país consideraba que “cuando el obrero ha estado en el .mundo sin
organizarse ha sido juguete de las circunstancias y ha sufrido la mayoría de las
injusticias sociales. La justicia social no se discute, se conquista, y se
conquista sobre la base de la organización y, si es preciso de la lucha”.
Más tarde dicha ley incorporó el sindicato único por rama de industria, ya no
por oficio, dándole un poder mucho más importante a los mismos. Un caso
emblemático para observar el fortalecimiento que trae es el de la construcción
que de 14 sindicatos distintos (pintores, albañiles, yeseros, carpinteros,
colocadores de vidrios, colocadores de cerámicos, etc.), se unifica en un solo
sindicato de la Construcción[2]. En 1947 dicta los derechos del trabajador, dos
años más tarde incorporados a la Constitución reformada. Vale resaltar en
relación a los derechos el rol otorgado al sindicalismo por Perón, quien piensa
que “es el sindicato el que hace que se cumplan los derechos del trabajador que
figuran en la Constitución (…) El Estado lo hace en grande para todos, el
sindicato en pequeño para sus asociados”. Derechos que la comisión argentina
presentó en su ponencia en la reunión de la OIT de 1948 realizada en California,
sorprendiendo a los demás países americanos y europeos quienes sostuvieron que
los alcances y aspiraciones eran mayores que los de la OIT misma.
Con las medidas a favor de los trabajadores y las entidades sindicales, éstas se
convierten en verdaderas potencias financieras con capacidad para construir
hoteles, hospitales, sitios de descanso, etc. En este punto es central la acción
de Perón, observemos su concepción en un discurso de agosto del 50 donde
expresa, para los que se escandalizan aún hoy que los sindicatos manejen dinero,
construyan hoteles y/o manejen obras sociales, que “el gobierno va a dar a los
sindicatos obreros todo el dinero que necesiten para construirse y organizarse:
tener locales, sus mutualidades y sus escuelas (…) Busco que podamos organizar
el movimiento sindical argentino con organizaciones poderosas y ricas. El
gobierno está dispuesto a dar a las cooperativas obreras la oportunidad para que
hagan negocios que les permitan ganar mucho dinero, en lugar de dárselos, como
se hacía antes, a entidades capitalistas”.
La CGT reunificada con el paso de los años va a incrementar fuertemente su poder
con una masiva sindicalización de los trabajadores, de esta forma, si en 1943
tenía 400 mil trabajadores en pocos años el número de afiliados asciende a 2
millones 750 mil[3]. Se establecen asimismo los delegados de fábrica, una
creación muy importante en el esquema de poder de los trabajadores. Se preocupa
Perón también por que se organicen escuelas sindicales para los jóvenes
dirigentes a lo largo y ancho del país, y como veíamos anteriormente participen
de la política: “¿por qué razón van a renunciar las organizaciones a tener sus
representantes en los tres poderes del Estado que son realmente los que
gobiernan, dirigen y conducen la Nación? ¿O es que los obreros no tienen derecho
a ser partícipes de esa conducción, que si la hacen los demás ellos tendrán muy
poco que agradecerles?”.
De esta forma, además del fortalecimiento de las entidades gremiales y la
Central Obrera, comienza a hacer efectiva la participación en política
otorgándole un rol central (la “columna vertebral”), en el movimiento nacional.
Así, en el gobierno peronista, además del conocido 33% de las bancas (porcentaje
que en algunos momentos fue mayor), reservada al movimiento obrero,[4] que pintó
el parlamento con los “colores del pueblo”, algo parecido quizás a lo que se
puede ver hoy en la Bolivia de Evo Morales, tuvo otras medidas que le otorgaron
un alto grado de poder y decisión a los trabajadores. Los trabajadores aparecen
como quienes generan la riqueza, y como el sector social desde donde parten las
soluciones a los problemas nacionales, por eso en el 74 Perón afirma que “en la
comunidad a que aspiramos, la organización de los trabajadores es una condición
imprescindible para la solución auténtica de los problemas argentinos”. Es que
“las grandes líneas de coincidencia únicamente pueden nacer del pueblo (…)
Necesitamos, pues, crear la fuerza requerida para sustentar una política
nacional”.
La participación obrera en el gobierno es enorme, veamos algunas de las
funciones y lugares destinados al mundo del trabajo. Ángel Borlenghi (del
sindicato de Comercio), aparece como Ministro del Interior. Freire (del
sindicato del Vidrio), como Ministro de Trabajo. Bramuglia (abogado de la Unión
Ferroviaria –por entonces el gremio más grande del país-), como Ministro de
Relaciones Exteriores. Juan Unamuno (del sindicato bancario), como Presidente
del Banco Hipotecario Nacional. José Gago (también del sindicato Bancario), como
Intendente de Buenos Aires.
Asimismo, el Secretario General de la CGT participaba de las reuniones de
Gabinete. En todos los ministerios existía una comisión con representantes de la
CGT, a quien se debía consular sobre las acciones y medidas a tomar. También
había directores obreros en diferentes organismos estatales como por ejemplo la
Caja de Jubilaciones, y en las empresas nacionalizadas (recordemos que Perón
nacionaliza una amplia franja de la economía, y crea la DINIE). Todos los días a
las 6 de la mañana el Secretario General de la CGT se reunía con el Presidente
Perón. La Casa de Gobierno, los ministerios o los gobiernos provinciales tenían
las puertas abiertas para los sindicatos. También participaba de todas las
audiencias del Presidente con los ministros.
Una de las cuestiones que irritó mucho a los sectores patronales (aparece
reiteradamente por ejemplo en el famoso Congreso de la Productividad), fue el
poder de las comisiones internas en las fábricas. Al mismo tiempo, cualquier
conflicto laboral era resuelto con la CGT como interlocutor. Asimismo, la
Comisión Económica del Ministerio de Hacienda estaba presidida (entre los años
1946-1953), por el Secretario General de la CGT, cargo ocupado por entonces por
Espejo. En ese ámbito se discutían los convenios colectivos de trabajo, y se
fijaban las pautas salariales.
Si hay un cuerpo elitista en nuestro país es el de embajadores. Allí también
hizo lo suyo la Revolución Nacional peronista, poniendo agregados obreros en las
Embajadas, de los cuales varios fueron posteriormente nombrados Embajadores. Es
el primer país del mundo que hace participar a los obreros en la representación
exterior. Perón argumenta en 1946 que “ya funciona un curso de capacitación
preparando a los agregados obreros que irán en representación de la República
(…) De esta manera llegaremos no solamente a los círculos sociales más o menos
amables sino a los centro de trabajadores del mundo”. Los dirigentes deben
cursan en los mismos sindicatos cursos de economía, historia argentina,
geografía, historia latinoamericana, historia del movimiento obrero, etc. Otros
sitios reservados para la oligarquía son ocupados por “los olvidados” de ayer, y
puestos ahora en la primera plana de la política oficial desde el plano
simbólico, hasta las medidas concretas, como Mar del Plata, o el Teatro Colón.
Para finalizar, Perón siempre pensó y llevó a cabo su accionar político en
términos de la Patria Grande. De esta forma, la cuestión sindical también la
piensa en eso términos, de ahí que en 1952 ponga en marcha el proyecto de la
Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS), cuya primera
secretaría recae en José Espejo de la CGT (los agregados obreros en las
embajadas habían cumplido un rol fundamental en este armado). La experiencia del
ATLAS queda herida de muerte con el derrocamiento de peronismo en el 55, y
termina desapareciendo. Es en la integración de la Gran Patria con que San
Martín soñó, se encuentra una clave de la revolución nacional-latinoamericana,
por esto sostiene Perón que “nosotros tenemos que ir hacia organizaciones
gremiales continentales. Es decir que, si los políticos se unen, los
gremialistas también deben unirse. Si algún día integramos el Continente
Latinoamericano, la base de esa integración ha de ser la de los pueblos. No se
construyen pirámides empezando por la cúspide, sino que es menester hacerlo
comenzando por la base, y la base, para mí, son las organizaciones sindicales”.
[1] Para el siguiente artículo fueron utilizados como bibliografía trabajos de
Juan Domingo Perón, Claudio Díaz, Norberto Galasso, Jorge Abelardo Ramos, Carlos
Piñeiro Iñíguez, Enrique Silberstein, Daniel Parcero, Hiroshi Matsushita,
Claudio Panella, Alfredo López, Juan José Hernández Arregui, Arturo Jauretche,
entre otros.
[2] El sindicato por rama de industria tiene un antecedente importante en el año
1936 cuando una Comisión Intersindical que era presidida por Ángel Borlenghi (de
origen socialista, más tarde Ministro del Interior de Perón), logra la
sindicalización por rama de industria y no por oficio.
[3] La UOCRA es emblemática, ya que pasa en poco tiempo de 1500 a 210 mil
afiliados.
[4] En el tercer gobierno es el 25% por la incorporación de la “rama juvenil”.
Fuente: Sociologia y Liberacion
http://sociologiayliberacion.blogspot.com.ar/