Perdón, otro balance más de 2008…

Por Alberto J. Franzoia

En este final de 2008 abundan los balances políticos, quizás porque los argentinos hemos tenido un año movidito. No olvidamos que también el mundo asiste a un final de año muy convulsionado por la crisis del capitalismo; tema que les revuelve las tripas a los que con bombos y platillos celebraron por anticipado el entierro de Marx. Sin embargo en este artículo no incursionaremos en el plano internacional sino sólo en el local, y trataremos de hacerlo con la mayor síntesis posible, remitiéndonos a aquello que según nuestra perspectiva aporta u obstaculiza a la resolución del conflicto fundamental.      

Decíamos que no fue un año tranquilo por cierto, ya que la contradicción económico-social que atraviesa de norte a sur y de este a oeste buena parte de la historia de la Patria Grande Latinoamericana, una vez más se manifestó en el terreno ideológico-político-. Pudimos comprobar todo su dramatismo en Bolivia a través de enfrentamientos armados e intentos por voltear a Evo Morales, mientras que los seguidores de discursos ultraradicalizados como los formula con demasiada frecuencia el arrogante James Petras ponían una vez más en el candelero la existencia de dos izquierdas en los países que luchan por su liberación nacional.  

Una que se encolumna con los movimientos nacionales trabajando desde su seno para que éstos sean conducidos por los trabajadores, y otra que juega objetivamente para el enemigo aunque su discurso suene bonito por la radicalización voluntarista que manifiesta. Sólo desde esa división de aguas en la izquierda se puede entender que Petras en medio del conflicto con la oligarquía boliviana, momento en el que cualquier conocedor más o menos lúcido de los clásicos del marxismo identifica la contradicción principal y las relaciones de fuerza existentes, no tuviese mejor idea que enfrentar a Evo calificándolo como un cretino. ¿Para promover qué alternativa viable? Porque en Bolivia a la izquierda de Evo sólo esta el vacío. ¿O Petras no lo sabe? ¿Y los “izquierdistas” de América Latina que siguen sus enseñanzas en qué planeta aplican su materialismo histórico?

También nos toco vivir con renovada virulencia la manifestación de esa contradicción oligarquía-pueblo en nuestra Argentina, donde los intentos destituyentes resultaron de una obviedad notable y los discursos negadores de la evidencia adquirían tonalidades patéticas. Se ha reiterado hasta el hartazgo que la fuerza del reclamo oligárquico para retener y aún incrementar su rentabilidad económica (en democracia), se apoya en el consenso que a lo largo de décadas la clase dominante nativa (en su alianza con las burguesías del primer mundo) ha sabido construir con una fracción muy significativa de las capas medias. Hemos señalado junto con otros analistas de dicha evidencia que el consumo permanente por parte de estas últimas de las zonceras viejas y nuevas producidas y difundidas por los intelectuales que representan los intereses del statu quo, es quizás el mayor obstáculo para reconstruir un frente nacional y popular con la fortaleza suficiente como para alcanzar un triunfo definitivo. Pero lo que rara vez hacemos es dar los pasos necesarios para revertir esa falencia histórica. Algunos compañeros, inclusive los que reclaman desaforadamente la unidad, actúan como si las capas medias fueran miembros objetivos de la oligarquía y cuando algunos se van acercando a nuestra trinchera intentan ahuyentarlos con una energía digna de mejor causa. Ese es un gravísimo error que se paga con nuevas derrotas políticas, ya que los cambios estructurales que América Latina necesita, con una cada vez mayor nacionalización y socialización de su estructura económica, no podrá realizarse sólo con el apoyo de los trabajadores ocupados y desocupados, y tampoco será obra sólo de peronistas consecuentes . Uno se pregunta entonces de qué unidad hablan si hacen todo lo que objetivamente aleja a las capas medias del campo nacional. Tema que también Chávez deberá resolver a la brevedad en Venezuela para no exponerse a peligrosas embestidas de la oposición proimperialista. Sin embargo el líder venezolano ha demostrado, hasta la fecha, una capacidad de comprensión política tan alejada de todo prejuicio que deseamos pueda servir de ejemplo a algunos de nuestros más consecuentes piantavotos.

En Argentina la batalla cultural contra las ideas fundamentales de la alianza de clases dominante crece. Se multiplican los espacios alternativos y la calidad de algunos de ellos, pero no así la integración de los actores que la llevan adelante, poniendo en evidencia una vez más que la fragmentación es una de las consecuencias más nefastas de la derrota sufrida en el último cuarto del siglo XX. La presencia de valores ajenos a una verdadera cultura alternativa de los históricamente dominados es comprobable. En no pocas oportunidades el individualismo y la competencia (cuando no algunas mezquindades) entre pares resulta indignante, porque inhibe la eficacia de un trabajo cultural que requiere no sólo producir y transmitir nuevas visiones de la realidad, sino valores distintos a los del enemigo. Justamente por esa causa, que ya señalamos en otro artículo (1), resulta a veces complicado acabar con la presencia de los oportunistas, sobre todo cuando están ubicados en lugares estratégicos del campo nacional y popular. El oportunista es el más acabado exponente del individualismo competitivo y maquiavélico practicado en el seno del movimiento nacional, pero mientras no se lo declare como lo que es, una plaga que amenaza el desarrollo y consolidación de los procesos de cambio, estaremos expuestos al peligro de nuevos retrocesos.

Néstor Kirchner es responsable de numerosos méritos en las transformaciones que atravesamos, no porque creamos posible que un hombre pueda cambiar por sí solo la historia de una nación, sino porque fue capaz de expresar la demanda de fuerzas sociales que venían siendo postergadas y hasta humilladas por los sucesivos gobiernos que se dieron en los años de la democracia instalada a partir e 1983. Esas fuerzas (trabajadores con o sin trabajo, estables o precarios) con todo su potencial, y también con sus actuales debilidades (porque el neoliberalismo ha dejado profundas huellas), generaron a Kirchner. Pero el ex presidente, con todos esos méritos que le reconocemos, se equivoca cuando acusa a Cobos por no ser leal a Cristina Fernández, ya que esto es política no un club de amigos. Las lealtades personales son entre los afectos, en política uno es leal o no a un proyecto. Acá no se trata por lo tanto de aplaudir al señor Chacho Álvarez porque no levantó la mano contra el impresentable De la Rúa y prefirió renunciar (renunciando también al proyecto votado por la mayoría en 1999); ni tampoco de acusar a Cobos simplemente porque dio un voto “no afirmativo” a la 125 impulsada por el ejecutivo. Se trata sí de hacer una profunda autocrítica de las alianzas políticas construidas para descubrir en qué acuerdos programáticos se sostenían, o si por el contrario fueron sólo el producto de meros cálculos electoralistas de corto alcance. ¿Cómo es posible que nada menos que el Vicepresidente sea un declarado aliado de la oligarquía? ¿Tanto cambió, o siempre lo fue? Ese es el verdadero problema. Y se trata también de sincerarse con respecto a cuál es el estado actual del PJ, ya que al voto “traidor” de Cobos se llegó como producto de la defección en el Senado de una fracción significativa de integrantes de dicho partido. ¡Cómo olvidar el vergonzoso discurso de Adolfo Rodríguez Saá, cuando para justificar su voto negativo intentó apoyarse en un Perón que supuestamente le habría pedido “perdón” a la oligarquía en los setenta! Eso también forma parte del verdadero problema, porque ese es el partido que conduce actualmente el ex presidente Kirchner. El otro abordaje basado en lealtades o deslealtades personales es política menor, la que no sirve para construir un proyecto de liberación nacional. Ocultarlo con el pretexto de sostener una falsa “unidad” con los enemigos del país que queremos construir, sólo pude generar desgastes y mayor debilidad en un futuro inmediato.

Ahora bien, más allá de los habituales y extensos balances de fin de año, contando puntillosamente como porotos los éxitos y fracasos cosechados, lo más significativo desde nuestra perspectiva es identificar si hemos avanzado o retrocedido en la resolución de la contradicción fundamental entre el orgánico bloque oligárquico-imperialista y el que intenta constituirse desde el campo nacional y popular. No dudamos en sostener que los Kirchner han avanzado más de lo que los propios votantes expresaron en 2003 cuando este ciclo alternativo a la democracia neoliberal se inició. Por otra parte, en su primer años de gestión Cristina no ha desentonando con la tarea desarrollada por su esposo; pero le toco pelear con la más fea: la conspiración iniciada por la oligarquía terrateniente y el capital imperialista a partir de una resolución (125) que intentaba una mayor democratización de la fabulosa renta agraria, independientemente de los errores iniciales en su instrumentación. Esa batalla por ahora se perdió, sin embargo se ha avanzado sobre otras expresiones del capital especulativo nativo y de las potencias imperialistas, como es el caso de las nacionalizaciones de las AFJP y Aerolíneas. También se ha lanzado un paquete de medidas anticrisis necesarias (aunque no suficientes) que son favorables para los trabajadores y las capas medias. Faltan otras que profundicen un perfil económico de autonomía e integración con América Latina, pero es mucho más de lo que cabría esperar de un gobierno opositor a éste, “republicano” y neoliberal, en sus variantes de derecha o “progresista”.

En materia de política exterior el gobierno de Cristina ha sabido avanzar en el fortalecimiento de los vínculos con países de la Patria Grande, con una clara inclinación hacia Venezuela. No casualmente algunos intelectuales del statu quo suelen definir al gobierno argentino, tanto por sus vínculos como por su política interna, como un chavismo de baja intensidad, muy alejado por otra parte de gobiernos definitivamente colonizados como el colombiano. El regreso del debate político sobre temas como el rol del Estado, la distribución de la renta diferencial de la tierra, o el perfil productivo del país, es otro mérito de esta gestión que no se dejó seducir ni boicotear por el discurso omnipresente de los medios oligopólicos de comunicación. Los mismos pretendieron una vez más, como lo han hecho a lo largo de la democracia iniciada en 1983, imponer la agenda del debate público, haciendo coincidir el tipo de ideas “independientes” que se difunden hasta el hartazgo con los intereses oligopólicos que se quieren defender. Este tipo de trampas puestas por el periodismo empresarial son las que durante años alejaron de los grandes medios la discusión seria y democrática sobre cuestiones esenciales para el futuro de la Patria y su pueblo. El kirchnerismo los forzó a instalarlos (con sus previsible límites) en la programación diaria, y la televisión ha sido por unos cuantos meses algo más “que bailando por un sueño”.

Se continuó avanzando en materia de derechos humanos aunque con una limitación nada menor: el divorcio entre el brazo ejecutor de la represión y el cerebro que la impulsó. Es decir, como si el accionar de las Fuerzas Armadas se hubiese desarrollado independiente de los intereses de la oligarquía nativa y las burguesías imperialistas del Norte (con EE.UU a la cabeza). Sin embargo los vínculos son demasiado estrechos como para ignorarlos o relegarlos a un segundo plano, así podría corroborarlo una investigación seria sobre el rol desempeñado por organizaciones “autóctonas” como la Sociedad Rural, o por personales que expresan los intereses de la burguesía imperialista como es el caso de Henry Kissinger. No ignoramos sin embargo que para avanzar a fondo en este tema es necesario modificar en profundidad la relación de fuerzas existentes.

Como decíamos unos párrafos más arriba, no hay que ser muy puntilloso en el recuento de porotos para saber quién gana la partida política si convenimos que lo esencial pasa por definir cómo estamos en torno a la contradicción fundamental. ¿Alguien puede afirmar con un mínimo de rigor en los datos aportados que hoy estamos peor que con los radicales, menemistas, aliancistas y duhaldistas a la hora de enfrentar al bloque oligárquico-imperialista? En realidad hay muchas razones para sostener que aún con todas sus debilidades el proceso K ha avanzado en una dirección distinta a los gobiernos anteriormente mencionados, ya que si efectivamente lo hubiese hecho en la misma dirección, como sostienen algunos críticos por izquierda, no cabe duda que el caos sería de tal magnitud que estaríamos al borde de un nuevo diciembre de 2001, con una crisis internacional del capitalismo como contexto agravante.

Es cierto que el bloque nacional y popular no termina de constituirse como alternativa clara. En el plano económico-social queda un largo trecho por recorrer tanto con la nacionalización de nuestros recursos como la distribución del ingreso y el desarrollo industrial dentro de un proyecto integral latinoamericanista. En el cultural ya hemos analizado en otros artículos las debilidades existentes, que no son menores por cierto. Sin embargo, no se trata de reiterar todo lo que falta o no se hizo, tal como acostumbran sectores que pretenden fabricar una revolución desde la nada (¿o se olvidan el país que nos dejaron los políticos que hoy se manifiestan como la oposición posible?); sí de fortalecer lo hecho impulsando desde adentro del proceso una política cada vez más orientada hacia los sectores populares. Sin modificar favorablemente la relación de fuerzas existente todo reclamo resulta inoperante y generador de condiciones favorables a la reacción oligárquica, pero también es cierto que un comportamiento complaciente dentro del campo nacional no modificará esas relaciones de fuerza. Se necesita por lo tanto trabajar sin descanso desde adentro, tanto política como culturalmente, pero para profundizar lo conseguido. Desde esa perspectiva estamos convencidos de que la presencia de una izquierda nacional fuerte es indispensable para alcanzar el objetivo, ya que cabalgar junto al kirchnerismo no es lo mismo que hacerlo en el mismo caballo.

La Plata, diciembre de 2008

(1) Franzoia Alberto, Dar batalla contra la derrota cultural res una prioridad, publicado originalmente el 19 noviembre de 2008 en Notas de Tapa El Ortiba www.elortiba.org/notapas577.html

 

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